Científico, educador y feminista caroreño
|
RAFAEL TOBIAS MARQUIS |
Primeros años.
Nació
en Carora, estado Lara, Venezuela, en 1882, hijo del caraqueño Manuel María
Marquís Lundo y de la caroreña Francisca Oropeza Álvarez. Era desde niño miembro
de la antigua Cofradía del Santísimo Sacramento de la iglesia de San Juan
Bautista de Carora, lo que nos revela su condición de devoto católico. Su madre
era educadora, pues dirigía una escuela para
señoritas llamado Colegio Santa Teresa en 1896. Este hecho marcó profundamente
a Rafael Tobías y lo orientó hacia la pedagogía de corte femenil. Hizo su primaria en la Escuela Federal anexa
al Colegio Federal Carora, y su bachillerato lo culminó el 13 de julio de 1898,
recibiendo su titulo de Bachiller en “Ciencias Filosóficas” de las manos de los
doctores Ramón Pompilio Oropeza y Lucio
Antonio Zubillaga, rectores del Colegio Federal Carora. Una vez graduado se
dedica al comercio en la vecina población de Curarigua, donde en sus ratos
libres se convierte en un voraz lector, adquiriendo una notable autonomía critica,
escribe Cecilio “Chío” Zubillaga.
Regresa
a su ciudad natal. En 1901 participa en
el homenaje que le rinde el Club Torres a la memoria de su fundador,
recientemente asesinado en 1900 en las Sábilas Coloradas, el médico con estudios en París, Dr. José María
Riera. Como miembro de este selecto Club, presidido por el abogado doctor Ramón
Pompilio Oropeza, su tío, y en ocasión del bloqueo naval a Venezuela por parte de
Inglaterra y Alemania en 1903, firma un vehemente acuerdo de protesta contra
aquella acción imperialista y criminal.
Una oportuna beca estudiantil.
Pero un afortunado suceso llega a su vida
sacándolo de la postración intelectual en que se encontraba como bodeguero en
Curarigua. El abogado y general Ramón González
Pacheco (1857-1905) gobernador del estado Lara, le ofrece una beca para cursar estudios en el Instituto
Agrario, fundado por el doctor Enrique Defendente Luppi en 1904 en Caracas. Este
ingeniero se había graduado en la Universidad de Pisa, Toscana, Italia, en
1897, y quien al graduarse allí regresa a su patria venezolana, pues era nativo
del vecino estado Trujillo. El Instituto, de carácter particular, fundado en
1900, desempeñó una labor loable en aquella Venezuela de escasos recursos,
donde la importancia de la Agronomía como ciencia aun no se comprendía,
haciendo ardua esta tarea. A despecho de estas circunstancias impartió
conocimientos de utilidad y conformó una pequeña biblioteca científica para el
estudio de las Ciencias Agrícolas, cuyos servicios no se restringieron a sus
estudiantes.
Un ejemplo muy interesante sobre la ayuda
académica prestada por este pequeño centro, nos lo ofrece Marcel Roche, cuando
señala la ayuda brindada al bachiller Rafael Rangel por el Dr. Enrique
Defendente Luppi del Instituto Agrario, quien facilitó al científico varias
revistas para el estudio del parásito de la anquilostomiasis en Venezuela, el
cual trataba de identificar en forma precisa hacia diciembre de 1904. F rente a
estos hechos fue muy poco lo que se avanzó en lo referente a la concreción de
una estructura de soporte tecnológico en la agricultura, apenas continuaban las
clases del curso de Agricultura y Economía Rural, dictado por el Doctor Enrique
Defendente Luppi, este entusiasta de la educación agropecuaria formaba parte de
la segunda generación de una familia inmigrante italiana establecida en los
Andes en la segunda mitad del siglo XIX, que fue enviado a Italia desde joven,
donde siguió la carrera en la Universidad de Pisa, obteniendo el título de Doctor
en Ciencias Agrarias. Al concluir sus estudios, regresó a Venezuela e hizo
varios intentos por desarrollar la enseñanza agrícola, entre ellos la creación
de un Instituto Agronómico, cuyo funcionamiento costeaba en gran parte con su
propio peculio. Como era de esperar en este escenario tan adverso a la ciencia
por las continuas guerras civiles, sus esfuerzos dieron al traste. Luppi
decepcionado se fue a Panamá, donde hizo contribuciones muy importantes a su
agricultura. El Instituto desapareció años más tarde, cuando Luppi decepcionado,
pues no recibió ayuda de los gobiernos de los presidentes Ignacio Andrade ni de
Cipriano Castro, abandonó su labor y emigró a Panamá, donde se radicó
definitivamente. En 1906 Luppi llamó desde el Istmo a Rafael Tobías Marquís,
quien había sido uno de sus mejores discípulos en Caracas.
Se marcha Marquís al Istmo de
Panamá.
En Panamá
continuó sus estudios agronómicos siempre al lado del Dr. Luppi, quien al no
tener suficiencia académica para doctorarlo lo envió a New York, Estados Unidos,
en octubre de 1907. Realizó sus estudios prácticos en la Quinta Normal. Su
Tesis doctoral la hizo sobre La Palmera
Industrial en la Región del Istmo de Panamá, la cual dedico al profesor chileno
Carlos Emilio Porter, una personalidad científica entonces, fundador de la
revista Anales de Zoologia Aplicada, en 1914, quien le
prestó siempre su estimulante ayuda.
En Panamá
ocupó Marquís cargos de gran importancia, tales como Director del Museo Nacional,
profesor de ciencias naturales en el Instituto Nacional, profesor en el Colegio
del Istmo, profesor en la Escuela Superior de Señoritas, profesor en la Escuela
Normal de Institutoras, en el Colegio de La Inmaculada, , el Colegio Marina,
hizo frecuentes expediciones científicas por buena parte del Istmo de Panamá, provincias de Veraguas y
Coclé, sobre las cuales escribió artículos científicos muy apreciados en ese
país recién fundado bajo la tutela de los Estados Unidos, potencia que recién
acababa de construir el Canal de Panamá. Por propuesta del profesor Carlos
Emilio Porter Mosso fue designado Marquís miembro de la Sociedad Científica Chile
y la Sociedad Geográfica de La Paz, Bolivia.
Regreso a Venezuela.
Pero en la cúspide de su carrera científica en el
exterior recibe Marquís el llamado de su patria, se viene a Carora y en 1915
funda el Liceo Contreras para señoritas, que será su obra más resaltante y de
proyección, dicta cátedras de francés en el Colegio Federal Carora en 1917, funda
periódicos como Vendimia, en 1920, y la Revista Minerva en 1914, estimuló intelectualmente al joven Pastor
Oropeza, quien iba a ser el fundador de los estudios de pediatría en Venezuela,
fue además un vehemente y decidido feminista, defensor de los derechos a la
educación de las mujeres en aquella sociedad marcadamente machista, como se verá después.
Fundación del Liceo Contreras, 1915.
Dice Luis
Eduardo Mora Santana que el Liceo “Contreras”, fundado por el Doctor Rafael
Tobías Marquís, maestro formado en Panamá, país muy cercano a la cultura
anglosajona por razones de la ocupación estadounidense (1904), de la cual, creemos, trajo a Carora esa semilla de los
movimientos feministas, además de haber vivido en Nueva York, en el gran país
del Norte. Algo de eso pudo ocurrir y trasmitírselo a sus discípulas del Liceo
“Contreras”, colegio para niñas y adolescentes, el cual fundó y dirigió por
varios años. Se instala, pues en Carora y funda el Liceo “Contreras”, instituto
de enseñanzas para señoritas, en el cual las nuestras damas encontraron abierto
un refugio (...), con nuevos métodos, con procedimientos adecuados a un cambio
de frente en los viejos hábitos, que se hacían ya incompatibles con las ideas
progresivas de lo que debe ser la mujer en una sociedad decente.” Continua, Don
Chío Zubillaga expresando el ideal libertario por la mujer presente en Rafael
Tobías Marquís: “Aquí regentó cátedra en el Colegio La Esperanza o Federal
Carora, fundó periódicos, predicó en la tribuna pública como un fervoroso
misionero laico, estableció centros de expansión femenina y propendió a
ejercicios de claro sentido de humanitarismo social.”.
Marquís
escogió el nombre del médico caroreño doctor Ezequiel Contreras, quien graduó de médico en la Universidad de Caracas
en 1855, para darle nombre a su instituto para la educación femenil. Quizá lo inspiró el hecho de que aquel médico
retornara, como él mismo lo hizo, para fundar colegio de enseñanza en su ciudad
natal. El 28 de junio de ese mismo año de 1855 funda Contreras en Carora el Colegio San Andrés.
Allí actuaron como docentes los
licenciados Rafael Antonio Álvarez y Lázaro Perera, y se inscribieron a cursar
el “trienio filosófico” los jóvenes justo Márquez Oropeza, Pacomio Pernalete
Riera, Manuel Felipe Perera, Andrés Riera Silva, Tomás Vegas Moreno, José Luis
Uzcanga Urbina, Antonio Zubillaga Perera. Esta institución tuvo muy efímera
vida pues al morir su fundador en Valencia cerró sus puertas para siempre.
Dos vidas
paralelas las de Contreras y Marquís, ambos regresan a Carora cargados de
suficiencia y prestigio académico y deseos de ponerla al servicio de la
educación, pero un hado fulminará la vida de estos dos educadores en la
primavera de sus breves existencias.
La Revista Minerva.
Funda Marquís,
una de las revistas más representativas de la opinión caroreña, continúa
diciendo Mora Santana; bautizada Minerva,
Revista científico literaria (09-01-1914), órgano informativo de la
institución, en la cual publica sus primeros artículos juveniles el ensayista
venezolano Don Mariano Picón Salas. De la revisión de esa revista se desprende,
que hubo una gran actividad de la mujer en las primeras décadas del siglo XX
caroreño y de su entorno, generada por la acción formadora de ideales de
vanguardia del maestro Marquís. Cabe recordar que Carora, como entidad era un
gran centro de irradiación cultural. Es para principios de siglo XX, un nodo
importante en la región –herencia legítima del siglo XIX- y constituye la urbe
focalizadora de los ideales más diversos. En la revisión de esta interesante
Revista, se constata que la junta administradora se constituía por mujeres,
entre alumnas y representantes, sustituida cada tres meses. En estas juntas se
encuentra la futura educadora Doña Olga
Oropeza por primera vez como alumna, el 23 de septiembre de 1917 en la edición
Nº 42. Tiene apenas escasos catorce años.”
Resulta poco menos
que impresionante que en una ciudad del semiárido larense, con una tradición
patriarcalmente católica haya nacido una revista como Minerva, dedicada al empeño de emancipar a la mujer del yugo
milenario que la conducía necesaria y obligatoriamente a los oficios del hogar
o a la vida monjil. No tenían ellas otras alternativas. Marquís tiene, en ese
sentido el privilegio de ser en estas tierras un adelantado de las luchas de
las mujeres por conseguir el respeto que se merecen y abrirse un lugar en la
sociedad en igualdad con el hombre. Simone de Beauvoir, la gran escritora
francesa y autora de El segundo sexo,
un verdadero manifiesto por la igualdad de los sexos, habría de sorprenderse al
saber de la existencia de esta revista femenil en una remota ciudad de un
remoto país de Hispanoamérica. Todo un portento de creatividad, atrevimiento y
arrojo.
Debemos
recordar que la diosa Minerva en la traducción romana de la diosa griega
Atenea, diosa de la guerra, la sabiduría, de la civilización, de la justicia,
de la habilidad y de las artes. A fines del siglo XIX y a comienzos del XX se le asoció a los nacientes movimientos
feministas que la tomaron como símbolo de las luchas emancipatorias femeninas.
Es un arquetipo jungiano que expresa la necesidad de autonomía de las mujeres.
El feminismo se desarrolló a finales del siglo XIX y comienzos del XX en los
Estados Unidos, Inglaterra. Se concentró en el derecho de la mujer a la
propiedad, la igualdad dentro del matrimonio, el derecho al sufragio. Esta
visión contra el androcentrismo reinante en Venezuela ha debido levantar muchos
comentarios suspicaces en la recoleta ciudad de Carora. Y estas fueron las
ideas que el doctor Marquís trajo de la colonia estadounidense, Panamá, y de
los Estados Unidos y la emblemática ciudad de New York, asiento de un fuerte
movimiento por los derechos de la mujer, como se verá más adelante. Vino pues
un aire de renovación desde el Norte a una Carora que festejaba un rito
católico antiguo: la Minerva. El apelativo "de Minerva" se debe al
hecho de que éstas procesiones empezaron a celebrarse en la Basílica romana de
Santa María sopra Minerva.
Se produce entonces el choque de
dos arquetipos encontrados, el de la mitología grecolatina y el de la Iglesia
Católica. Dos Minervas enfrentadas. Una que viene de la antigua tradición
levítica de Carora y su cofradía del Santísimo Sacramento, fundada en 1585, que
promueve la procesión religiosa de la Minerva, y la otra Minerva o Atenea, tan
antigua como la otra, pero que en este caso representa el espíritu de
liberalidad, laicismo, el espíritu de empresa que la ligó a la revolución
industrial, y la lucha de la igualdad de la mujer. Esta diosa mitológica había
tomado una enorme relevancia en las postrimerías del siglo XIX y comienzos del
XX. Era la figura tutelar del Liceo Contreras de Marquís y su órgano de expresión
de la revista Minerva
|
Plaza
del Carmen de la Minerva supra Roma |
|
Minerva
de la mitología Grecolatina |
Las alumnas del Liceo Contreras.
Debemos
recordar que el Liceo Contreras tuvo una existencia se prolongó por 20 años, es
decir desde su fundación en 1915 hasta su cierre definitivo en 1935. Solo seis años lo dirigió su fundador
y propietario, el Dr. Marquís, quien como se verá después, se marchara a
Valera, estado Trujillo en 1921, dejando el Liceo Contreras en otras manos.
Las muchachas que ocupan los asientos del Liceo y
que se extraen casi todas socialmente
del “patriciado caroreño” eran las señoritas María Perera Álvarez, Rosa María
Perera Álvarez, Magdalena Perera Álvarez, María Auxiliadora Álvarez, Atala
Oropeza Riera, Carmen Elena Montesdeoca,
Olga Oropeza, entre otras. En 1928, y ya fallecido el Dr. Marquís, en ocasión
del centenario del nacimiento del Dr. Ezequiel Contreras, epónimo del Liceo,
encontramos a las siguientes damas: Margot Álvarez, Elisa Zubillaga, Lucila
Álvarez, Petra Mercedes Álvarez, Josefina Pérez Riera, Emérita Acosta,
Josefina Herrera Oropeza, Flor
Demartini, Leoncia Castañeda, Sara Arispe, Dora Marquís Herrera, Blanca
Victoria Fajardo, María Álvarez Yépez, entre otras.
Cierre
del Liceo Contreras, 1935.
Como veremos después, Marquís se retira a Valera en 1921 y
deja su Liceo Contreras en otras manos. Un año después se produce su inesperado
deceso en esa ciudad andina. Seguirá funcionando su Liceo hasta 1935, cuando
cierra definitivamente este instituto para la educación de la mujer. Y
desaparece esta notable institución precisamente en el año en que morirá el
tirano Juan Vicente Gómez, con lo que se cierra, al decir de Mariano Picón
Salas, el siglo XIX en Venezuela. Pedro Domingo Oropeza Pernalete nos da esta
información sobre el cierre del Liceo Contreras:
“Con indecible pena cumple el
deber de notificar a los padres que el 1º
de este mes, se consideran cerradas las aulas del Liceo Contreras. Una
vez más expresa su gratitud a la sociedad caroreña y a las poblaciones
circunvecinas, por la confianza que le prodigaron al poner a su cargo por el
lapso de 20 años, la educación y la instrucción de la niñez y juventud. También
participa que quedarán dos escuelas primarias, desempeñadas respectivamente por
las señoritas Dora Marquís y María Auxiliadora Álvarez: la de niñas a cargo de
la maestra Marquís, llevará el nombre de Escuela Contreras y funcionará en un
local apropiado, la de varones regentada por la maestra Álvarez, llevará el
nombre de Escuela Marquís, continuará funcionando en el hogar de las señoritas
hermanas Perera Álvarez.
Marquís se marcha a Valera.
Pero a la postre pudo más la fuerza de la tradición y
el conformismo. Victima de la incomprensión, dice Chío Zubillaga, hubo de
marcharse al estado Trujillo el Dr. Marquís, donde seguramente lo invitó el
doctor Luppi, su mentor. Acá funda otro instituto educacionista también para
señoritas, el Colegio Padre Rosario en la activa y comercial ciudad de Valera. El 15 de septiembre de 1921 funda este Colegio
con un lucido acto amenizado por el extraordinario músico Don Laudelino Mejías,
el mismo que años después recibiría al joven guitarrista caroreño Alirio Díaz,
y con las palabras del afamado poeta valerano José Domingo Tejera.
Este Liceo se anuncia en el periódico Alma Valerana, en 1921, como Instituto
Superior de Educación Femenina, dirigido por su mismo fundador y propietario.
Se darían cursos de primaria y secundaria, específicamente en el ramo de
educación normalista o pedagogía. Admitía alumnas internas y semiinternas.
Marquís se trajo de Carora a su familia, su esposa Romelia Herrera Gutiérrez y
sus dos hijas, y con ellas la maestra caroreña Gregorita Montesdeoca. Allí y en
plena actividad pedagógica muere este destacado caroreño en 1922. A pesar
de que el instituto lo sigue dirigiendo la señora Ángela Álvarez de
Lugo, muy pronto cerró para siempre sus puertas tan prometedor instituto, según
datos que me proporciona el profesor de la Universidad de Los Andes, Núcleo
Rafael Rangel de Trujillo, Licenciado Benigno Contreras.
Fue un error supino y garrafal dejar que este
incondicional de la cultura y de la emancipación femenina, que es una misma
cosa, abandonara “la ciudad levítica de Venezuela”, se lamenta Chío Zubillaga. Pero su labor no fue en vano, pues su maestro,
el Dr. Ramón Pompilio Oropeza, director del Colegio Federal caroreño, fue
permeable a las ideas de su discípulo muerto en la flor de la existencia, y a
tales efecto abrió las puertas de su instituto a la educación de las damas. De
esta manera egresan como bachilleras María Luisa Rodríguez, Eva Teresa Acosta y
Leoncia Castañeda en 1935. Se rompió así la hegemonía patriarcal del viejo
Colegio que, desde su fundación en 1890, negaba el acceso a las féminas a la
educación secundaria.
Los restos mortales de aquel arriesgado y valiente
pedagogo que fue Marquís, quien se atrevió a nadar a contracorriente en
aquellos tiempos de barbárica tiranía gomecista, reposan en nuestro viejo
cementerio de la ciudad de Carora desde el año 1923, cuando fueron recibidos
con una profunda reverencia por un pueblo agradecido.
Discípulo del Dr. Ramón Pompilio Oropeza.
Rafael Tobías Marquís es uno de los más destacados discípulos del Dr. Oropeza en el
Colegio Federal Carora, fundado al calor de la godarria caroreña en 1890. En
consecuencia es a su vez discípulo indirecto del bachiller Egidio Montesinos y de
su Colegio de La Concordia de El Tocuyo, instituto de secundaria donde se formó
el rector de La Esperanza o Federal Carora, el Dr. Oropeza, así como José Gil
Fortoul y Lisandro Alvarado. Pertenece pues Marquís a la llamada “generación de
La Esperanza”. Yo me atreví a decir que en ese notable Colegio se formó una de
las élites intelectuales más importantes del interior del país. Allí resuena su nombre junto a los de Agustín
Oropeza, Virgilio Crespo Meléndez, Miguel Ángel Meléndez, Juan Bautista Franco,
Pablo José Álvarez, Ambrosio Oropeza, Pablo Álvarez Yépez, Jacobo Curiel
Mármol, Fernando Yépez Bracho, Carmen Elena Montesdeoca, Francisco Manuel Mármol,
Juan Carmona, Ambrosio y Antonio Oropeza, Enrique Arapé, Anselmo Riera
Zubillaga, el pediatra Pastor Oropeza, Agustín Zubillaga, Ricardo Álvarez,
fundador de la psiquiatría en Venezuela, Ignacio Zubillaga, Andrés Riera
Zubillaga, Carlos Gil Yépez, Homero Álvarez Perera, Beltrán Perdomo Hurtado,
Carlos Zubillaga y su hermano menor Cecilio “Chío”, José Clemente Montesdeoca,
Agustín Álvarez, Hermann González Oropeza, el “humanista de Venezuela” Luis
Beltrán Guerrero, el rector de la Universidad Central de Venezuela Dr. Juan Oropesa,
Ambrosio Perera, Guillermo Morón, José y Antonio Herrera Oropeza, Federico,
Juan y Francisco Carmona, Luis Oropeza Vásquez, Antonio Crespo Meléndez, Héctor
Mujica, Carlos Herrera Zubillaga, José Alejandro Riera,, Lisímaco Oropeza,
German Herrera, entre otros.
Extrañados de Carora.
Esta curiosa ciudad del semiárido del occidente
Venezuela ha tenido una particularidad desde tiempos remotos. Expulsa de su
seno a los elementos que no cuadran con su cosmovisión levítica, patriarcal, cuerpo
de ideas de su núcleo humano dominante de ascendencia peninsular y canaria que
practica una endogamia biológica y espiritual, la godarria caroreña.
A principios de
la Guerra Federal, en 1859, es expulsado el fraile Aguinagalde, fundador de una
cátedra latina y confeso liberal. No volvería jamás a Carora. Este
extrañamiento dio pábulo a la famosa “maldición del fraile”. Un muro de silencio se le hizo a don Emil
Maduro, curazoeño que enseñaba francés en su casa, lugar donde se hacían amenas
conversaciones literarias y filosóficas a finales del siglo XIX y comienzos del
XX. A comienzos del siglo XX un extraordinario sacerdote, Pbro. Dr. Carlos
Zubillaga, quien es considerado por Luis Beltrán Guerrero un adelantado de la Teología de la
Liberación, fue trasladado a Duaca, donde consiguió muerte prematura en 1911
este sacerdote, hermano mayor de Chío Zubillaga. Y desde Puerto Rico llegó
Edmundo Jordán en 1936 a predicar como
pastor protestante el Evangelio, enseñar prácticas comerciales y el idioma de
Shakespeare. No se lo permitieron los godos de Carora y el muy conservador,
custodio del catolicismo, monseñor Pedro Felipe Montesdeoca. Se le hizo un
cerco social, por lo que debió retirarse a los Estados Unidos a finales del año
1948.
Pareciera que una coraza de convicciones muy
arraigadas aisló a Carora de las corrientes de pensamiento más innovadoras de
la modernidad. Cuando el recién graduado de abogado, Dr. Ramón Pompilio
Oropeza, llegó con su título bajo el brazo, levantó suspicaces y recelosos
comentarios en 1890. Liberalidad y anticleriacalismo eran las palabras que le
quitaban el sueño a las devotas matronas caroreñas.
A mi juicio, fue esa tenaz envoltura ideológica, que hizo exclamar al
padre Borges en 1918 que la ciudad larense era “Académica, aristocrática,
católica, procera, Carora es, por lo mismo, conservadora.”, lo que impidió que las renovadoras y modernas
ideas de Marquís, consiguieran asidero y terreno fértil en ese anclado
imaginario colectivo caroreño. La razón
patriarcal no iba a ceder sus espacios a un advenedizo e inoportuno Doctor en
Agronomía formado en un país protestante, por lo que resultó oportuno
extrañarle de su lar privilegiado, la levítica ciudad de Carora.
En la actualidad un eminente instituto de educación
primaria ostenta el fulgurante nombre de Marquís en la localidad de Río Tocuyo,
Parroquia Camacaro, Municipio Torres del Estado Lara, Venezuela, quien
se prepara para festejar los 70 años de su fundación en el mes de mayo de 2016,
hecho ocurrido durante el llamado trienio
adeco, bajo la presidencia de Rómulo Betancourt, y la presencia activa del
eminente educador margariteño doctor
Luis Beltrán Prieto Figueroa.
El universo
intelectual del doctor Marquís.
Como bien sabemos, nuestro biografiado vivió a medio
camino de los siglos XIX y XX. Fue media centuria de profundos cambios en todos
los órdenes. Daniel Bell nos dice que “en la segunda mitad del siglo XIX, pues,
un mundo ordenado era una quimera. Lo que se hizo repentinamente real, al moldear
la percepción sensorial de un medio, fue el movimiento y el flujo. Se produjo
de pronto un cambio radical en la naturaleza de la percepción estética. En el
siglo XIX, por primera vez en la historia los hombres pudieron viajar más rápidamente
que a pie o en un animal, y tuvieron una sensación diferente del paisaje
cambiante, una sucesión de imágenes, un esfumado producido por el movimiento, que nunca habían
experimentado antes. O pudieron, primero en globos y mas tarde en aviones, elevarse
en el cielo a miles de pies y ver desde el aire rasgos topográficos que los
antiguos jamás conocieron.”
El investigador riotocuyano profesor Taylor García
Rodríguez ha realizado un interesante ensayo biográfico sobre nuestro
biografiado. Allí argumenta que las coordenadas intelectuales del educador
caroreño coinciden con las del positivismo comteano y spenceriano, y la teoría
de la evolución de Darwin, corriente filosófica que introdujeron al país Rafael
Villavicencio y el alemán Adolfo Ernst en la Universidad de Caracas a mediados
del siglo XIX. Desde allí formaron un grueso número de discípulos, entre
quienes destacan Vicente Marcano, Teófilo Rodríguez, Arístides Rojas, Luis
Razetti, David lobo, Delgado Palacios, José Gil Fortoul, Lisandro Alvarado, Alfredo
Jahn, Revenga, López Méndez, César Zumeta, Vicente Romerogarcía. Laureano Vallenilla
Lanz, Pedro Manuel Arcaya, José Ladislao Andara, Elías Toro, Ángel César Rivas,
Julio César Salas, Samuel Darío
Maldonado.
Hasta bien
entrado el siglo XX el positivismo se imbricará con el movimiento literario
modernista de Rubén Darío, Leopoldo Lugones y sus representantes venezolanos, Pedro
Emilio Coll, Rufino Blanco Fombona, Manuel Díaz Rodríguez, Urbaneja Achelpohl,
Vicente Romerogarcía. Algunos de ellos llegarán a influir poderosamente en el
gobierno de Juan Vicente Gómez, desde 1908
hasta 1935.
El positivismo dominó indiscutidamente el pensamiento,
la ciencia y la reflexión. No hubo en Hispanoamérica corriente filosófica de
más dilatada y penetrante influencia que el positivismo, nos dice Leopoldo Zea.
No cabe duda que la ciencia natural que se enseñaba en nuestras universidades
estaba marcada hondamente por esta filosofía cientificista, antimetafísica y
objetivista. Representaba la liberación mental del mundo de habla castellana en
América. Y en ella se inscribieron nuestros doctores Luppi y Marquís, pues
entre siglos el dominio epistémico de Augusto Comte y Spencer era indiscutido y
se tomaba como una verdad absoluta el dominio de los datos perceptivos.
El pensador uruguayo José Enrique Rodó será otras de
las lecturas favoritas de Marquís. El uruguayo destaca a la América Latina espiritual
e idealista en contraposición de un Estados Unidos materialista y centrado en
el utilitarismo –Ariel y Calibán, en una alegoría inspirada en Shakespeare. El
colombiano y modernista José María Vargas Vila ocupará también la atención de
Marquís. Recordemos que este escritor se refugió en Venezuela y fue secretario
del Presidente Joaquín Crespo. Los clásicos latinos figuran también, el poeta
Horacio, que se leía en todas las clases de latinidad del siglo XIX. Los
Ensayos de Montaigne, el filósofo y pedagogo español Juan Luis Vives, el padre
del liberalismo John Locke, la pedagoga María Montessori, Juan Enrique
Pestalozzi, el novelista ruso León
Tolstoi, las ideas educativas del Emilio
de Juan Jacobo Rousseau.
Taylor Rodríguez García sostiene que nuestro
biografiado fue uno de los introductores de la Escuela Nueva en el país con sus más destacados representantes:
Dewey, Declory, Froebel, Freinet, Claparede, Ferriere y otros autores. En el
Estado Lara fue el pedagogo colombiano Ananías Cotte quien en la Escuela Normal
de Barquisimeto en 1881 comenzó a dar empleo a tan útiles métodos de enseñanza.
El uso de ese nombre, Escuela Nueva, nos remite a un movimiento desarrollado a
partir de los últimos años del siglo XIX, en relación con determinadas ideas
sobre la educación y sus prácticas que en Europa y en distintos países del
mundo emergieron a contrapelo de la educación tradicional, fruto ciertamente de
una renovación general que valoraba la autoformación y la actividad espontánea
del niño. En oposición a una pedagogía basada en el formalismo y la
memorización, en el didactismo y la competencia, en el autoritarismo y la
disciplina, la nueva educación reivindica la significación, el valor y la
dignidad de la infancia, se centra en los intereses espontáneos del niño y
aspira a fortalecer su actividad, libertad y autonomía.
Consideraciones
finales.
El doctor Marquís en su corta existencia de apenas 40
años fue testigo de excepción de los enormes y dramáticos cambios ocurridos
entre finales del siglo XIX y comienzos del XX. Fue un tremendo cambio de época
como pocos se han visto en la historia de la humanidad. Las viejas y absolutas
certezas del siglo XIX comienzan a desmoronarse en el arte, la literatura, la
ciencia y la moral tradicional. Einstein, Planck, Freud, Cubismo, Dadá,
Vitalismo, instinto e irracionalidad son las palabras que resuenan en este
nuevo tiempo.
En los Estados Unidos, el país donde se doctoró Marquís en
1907, se comienza a realizar un ataque profundo al puritanismo, nos dice Daniel
Bell, que provino de la cultura, de los grupos de intelectuales jóvenes del
Harvard College. El puritanismo, decían, se había convertido en un viejo tronco
yanqui seco. La cultura se amplia y da lugar al inmigrante y al negro. Domina
la escena urbana. Se exige la libertad sexual, se crea una nueva bohemia en Greenwich
Village. Se leía a Nietzsche, Freud, Marx.
Se resumía la exuberancia de la vida en una serie de
palabras clave, continúa diciendo Bell. Una de ellas era Nuevo. Había la Nueva
Democracia, el Nuevo Nacionalismo, la Nueva Libertad, la Nueva Poesía y hasta
la Nueva República. Otra de esas palabras era Sexo, se acuña la palabra control
de nacimientos, se sostenía que el matrimonio no debía ser un asunto de
compulsión económica o legal. Se dictan conferencias sobre la homosexualidad y
el sexo intermedio. Se celebra el amor libre, y muchos de los jóvenes intelectuales
vivían en una ostentosa monogamia sin casamiento.
Una tercera palabra era Liberación, un viento que
soplaba de Europa, un viento de modernismo que llegó a las costas americanas.
En arte, fueron los fauves y el
cubismo. En el teatro el simbolismo, la sugestión y la atmósfera. En
literatura, fue la boga de Shaw, Conrad, y Lawrence. Pero la mayor influencia
se sintió en la filosofía, agrega Daniel Bell, donde las corrientes del
irracionalismo, el vitalismo, el instinto, trasmitidas por Bergson y Freud, se
difundieron rápidamente en obras de divulgación. Se popularizo de Bergson su doctrina de la fuerza vital, un espíritu biológico
consciente que animaba al universo. El sindicalismo fue asociado al vitalismo de Bergson por
George Sorel. Francis Grierson, hoy olvidado, cuya obra consistía en ensayos místicos
y aforísticos, fue considerado un profeta de la época.
Nace la sociedad consumista y del gasto. Se pierde el
viejo temor puritano a la deuda. Crecen demográficamente los centros urbanos.
Aparejado a todo esto, se estaba produciendo una revolución tecnológica que
mediante el automóvil, el aeroplano, el cine y la radio rompió el aislamiento
rural y por primera vez, unió al país en una cultura común y una sociedad
nacional. Esta transformación social fue la responsable del fin del puritanismo
y del sistema valorativo tradicional, concluye Bell.
Por supuesto que en Carora tradicional y conservadora
estas ideas habrían de producir tremendo pánico y miedo entre sus clases
dirigentes de la godarria, clase social con rasgos de casta que ha dominado la
vida económica, social y cultural en esta antigua ciudad del semiárido larense.
Una verdadera hegemonía ideológica y cultural la del patriciado caroreño,
escribí hace unos años. Si bien es cierto que el puritanismo resultó vencido en
el Norte, acá los valores del catolicismo colonial y barroco se resistían a ser
desplazados. Recordemos además que nuestro biografiado no pudo conocer de las
fundamentales transformaciones que produjo la naciente economía petrolera
después de 1925 en adelante.
Y sucedió lo que tenía necesariamente que suceder: el
doctor Marquís se retira de Carora desilusionado e incomprendido con rumbo a la
activa ciudad comercial de Valera. Se me objetará mi pesimismo, pero una
sociedad fuertemente anclada en un pasado que extiende su mano para sancionar,
un único esquema conceptual del mundo y
de normas morales de conducta que se activaron para desalentar el experimento pedagógico
femenino de Marquís. Digamos, pues, con Mariano Picón Salas: Sufrimos los
efectos del Concilio de Trento.
Fuentes bibliohemerográficas, electrónicas.
Álvarez Gutiérrez, Alberto. Sobre Ramón Pompilio Oropeza. Ateneo
de Carora Guillermo Morón. Italgráfica S. A. Caracas, 1995. Pp 291.
Álvarez, Indra. Historia social e institucional de la
educación en el estado Lara. Escuela Federal Graduada Pedro León Torres, 1925 -
1955. Trabajo de Grado para optar al titulo de Magister en Educación.
Universidad Pedagógica Experimental Libertador. Instituto Pedagógico
Barquisimeto Luis Beltrán Prieto Figueroa. Barquisimeto, 2005. Pp. 138.
Bell, Daniel. Las contradicciones culturales del
capitalismo. 1976. Disponible en internet.
Bloch, Marc. Apología de la historia o el oficio del
historiador. Fondo Editorial Lola de Fuenmayor. Fondo Editorial Buría. Venezuela, 1986. Barquisimeto. Pp232.
Cortés Riera, Luis Eduardo. Del Colegio La Esperanza al Colegio
Federal Carora, 1890 - 1937. Fondo Editorial de la Alcaldía de Torres,
Fondo Editorial Buría. Carora, 1997. Pp 167.
Cortés Riera, Luis Eduardo. La godarria caroreña, una singularidad
social republicana. Disponible en internet.
Cortés Riera, Luis Eduardo. Iglesia Católica, cofradías y mentalidad
religiosa en Carora, siglos XVI al XIX. Tesis Doctoral. Universidad Santa
María, Caracas, 2003. Disponible en internet.
Fevbre, Lucien. Combates por la historia. Editorial
Ariel. Barcelona, España. 1973. Pp. 246.
Jung, Carl Gustav. El hombre y sus símbolos. Ediciones
Paidós Ibérica, S. A. Barcelona, España, 1997. Pp. 320.
Mora Santana, Luis Eduardo. Movimientos feministas caroreños de
principios de siglo XX. 2007. Disponible en internet.
Miliani, Domingo. Vida intelectual de Venezuela. Cuadernos
de prosa 8. Ministerio de Educación. Caracas, 1971. Pp.159.
Oropeza Pernalete, Pedro
Domingo. La Carora de ayer, de hoy y de
siempre. Contribución a la Historia Documental del Municipio Torres. Producciones
Karol C. A. Mérida, Venezuela, 2006. Pp. 450.
Perera, Ambrosio. Historial genealógico de familias caroreñas.
Grafica Americana. Caracas, 1967. 2 vols.
Rodríguez García, Taylor Tone. Rafael Tobías Marquís Oropeza 1882
1922 , meritorio y talentoso joven maestro al servicio de la cultura
larense. Barquisimeto, 1996. Mimeografiado. Pp. 27.
Silva Falcón, Willinger. Anuario biográfico del Estado Lara. Cámara
de Comercio del Estado Lara. S.E. Barquisimeto, 1999. Pp. 130.
Trabajo de investigación
realizado en Carora, estado Lara, Venezuela, en la primera quincena de mayo de
2016 a petición de la profesora Elsa Túa, docente de la Escuela Básica Rafael
Tobías Marquís Oropeza, de la localidad de Río Tocuyo, Parroquia Camacaro,
estado Lara, Venezuela, institución
educativa que celebra en los días que corren sus 70 años de fructífera vida.
El autor del presente trabajo,
Luis Eduardo Cortés Riera, es Doctor en Historia por la Universidad Santa María
de Caracas en 2003. Magister en
Historia, Universidad José María Vargas, Caracas, 1995. Licenciado en Historia,
Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela, 1976. Docente del Doctorado en
Cultura Latinoamericana y Caribeña de la Universidad Pedagógica Experimental
Libertador, Instituto Pedagógico Barquisimeto Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa.
Docente de la Universidad Nacional Experimental Politécnica Antonio José de
Sucre, Carora. Cronista Oficial del Municipio G. D. Pedro León Torres, Carora. Docente
jubilado del Ministerio de Educación Básica, 2003. Se ha especializado en la
historia social de la educación en Venezuela, así como en la historia social mentalidades
religiosas. Discípulo de los doctores Federico Brito Figueroa y Reinaldo Rojas.
Ha publicado: Del Colegio La Esperanza
al Colegio Federal Carora, 1890-1937. Ocho
pecados capitales del historiador. La godarria caroreña, una singularidad
social republicana. Explorando al Estado Lara, Enciclopedia Temática.
Casado con la médico dermatóloga Raiza María Mujica. Tres hijos: José, Luis,
María Fernanda.