sábado, 7 de noviembre de 2015

Chío Zubillaga, intermediario cultural. (*)

Cuando estaba a punto de exhalar sus últimos alientos Juan Vicente Gómez, llamado por algunos “tirano liberal”, en el año 1934 un grupo de personas comandados y alentados por Chío Zubillaga, se atrevieron a retar y desafiar a la oscurantista y bárbara dictadura del general andino, abriendo las puertas generosas de un lugar para la sociabilidad y la búsqueda del conocimiento: una biblioteca pública. Como si esto no fuera suficiente, le colocaron el nombre de un combativo pensador de nuestra Guerra Federal (1859-1863), el ilustre médico caroreño Dr. Idelfonso Riera Aguinagalde (1834-1882). Fue en verdad un atrevimiento y una osadía, yo agregaría: una temeridad, la realización de aquel acto de cultura y de regeneración en aquella sociedad que como la caroreña estaba marcada por una desigualdad enorme y espantosa en lo económico y social. A lo que debemos agregar que el miedo y el analfabetismo cercano al 80 % de la población, tenían paralizada nuestra fibra de pueblo heroico que fuimos durante la Guerra Magna
    Chío Zubillaga es, a no dudarlo, un personaje excepcional que llevó una vida zigzagueante, pues nació en el seno del llamado “patriciado o mantuanismo caroreño”, es decir el grupo social minúsculo que ocupaba el vértice de la pirámide social. La obra inconclusa de redención social de su hermano mayor, el Pbro. Dr. Carlos Zubillaga, fallecido hace 104 años, las lecturas de los trabajos dispersos del Dr. Ildefonso Riera Aguinagalde, así como la influencia de la gran Revolución Bolchevique de 1917, comienzan a producir una espectacular mutación mental y práctica en este hombre que lo hacen aparecer como un verdadero “intermediario cultural”, según los llama la historiografía francesa  de los últimos Anales. Quieren decir estos estudiosos de la ciencia de Clío que existen ciertos seres humanos que participan de la cultura de élites y también de la cultura popular. Demiurgo del mundo social tradicional, en aquel universo de los analfabetos, Chío asume la inspiración de la utopía y aun más, propicia la rebelión social campesina y antilatifundista. uerra Magna.

¿Cómo fue posible que el expresidente del excluyente, sexista y exclusivo Club Torres derivara hacia posiciones que hacían que sus convicciones liberales radicales se acercasen al socialismo revolucionario? Hemos dicho que Chío leyó con detenimiento la doctrina social del Dr. Riera Aguinagalde, quien a su vez abrevó de los documentos de la Iglesia Católica, en especial los que acercaron a la Iglesia a la cuestión social, el Concilio Vaticano I de 1869, momento en que fija posición firme ante la amenaza del socialismo comunista del siglo XIX, así como también critica acerbamente al capitalismo decimonónico explotador e inhumano. Es una posición tercera de la institución fundada por el apóstol Pedro. De Riera Aguinagalde toma Chío Zubillaga la idea, aún nebulosa en aquellos días, de la Democracia Cristiana, que intuye de los documentos de Vaticano I, y que lo hacen aparecer como un adelantado en el siglo XIX de la Teología de la Liberación del presente.
Riera Aguinagalde no logró tener entre sus manos la Encíclica Rerum Novarum (1891) del papa León XIII, documento que seguramente lo hubiese hecho radicalizarse en los asuntos de las clases proletarias y el trabajo. Allí la Iglesia asume posición frente al problema obrero y de la revolución industrial. Pero será  el reverendo y doctor Carlos Zubillaga, hermano mayor de Chío Zubillaga quien influenciado por tal documento llevará a la praxis el pensamiento social de la Iglesia Católica. Prodigioso proceso de redención de los más humildes en la que acompaña a otro sacerdote extraordinario y notable, el Pbro. Lisímaco Gutiérrez, con quien abre escuelas nocturnas para obreros, la institución benéfica El Amigo de los Pobres, el Hospital San Antonio, entre otras realizaciones. Se trata de la búsqueda de la justicia social, la reivindicación de los humildes.
Chío Zubillaga oye en su radio de onda corta que en la lejana Rusia se ha producido una descomunal experiencia de cambio social, la Revolución Bolchevique de 1917, la aurora de los pueblos oprimidos de la Tierra. Sabe que este inmenso país, sumido en la barbarie se llena de recintos para la lectura, todo bajo la inspiración de Lenin, a quien se le reconoce como el mayor creador individual de bibliotecas y centros de lecturas en la historia de la humanidad. La Rusia Soviética vence el pavoroso índice de iletrados e ignorantes que ha dejado el antiguo régimen de los zares. Emocionado le sigue la pista al deseo de los bolcheviques de hacer entrar a su país al siglo XX.
Pero un rasgo esencial conserva Chío Zubillaga  a pesar de admirar la revolución atea e irreligiosa que se instaló en el país de los soviets: su profunda fe en Cristo y en el innegable sentido histórico y de rebeldía que tienen  las santas Escrituras. Es el pueblo elegido por Dios, el pueblo de Israel quien gime bajo la tiranía del faraón egipcio. Al lado de los retratos de Lenin y Stalin, bien sabemos, tenía en su habitación el del Jesucristo social condolido por los pobres y los miserables. Es por esta razón que afirmo que el verdadero adelantado de la Teología de la Liberación en las tierras del Portillo de Carora no es el Dr. Riera Aguinagalde, ni los Pbros. Carlos Zubillaga y Lisímaco Guttiérrez, sino Cecilio  Chío Zubillaga Perera, puesto que contrariamente a los tres personajes citados, Chío debió de vérselas con el socialismo y el comunismo hecho una realidad. Y tal encuentro no lo hizo con Marx o Engels, como se podrá creer, sino con Lenin y Stalin, artífices de la primera experiencia socialista en todo el Orbe. De tal manera se puede afirmar que el socialismo de Chío Zubillaga no tiene entronque directo con los fundadores del socialismo científico, esto es, Marx y Engels, sino que su relación con esta doctrina le viene del socialismo ruso y soviético.
De tal manera hemos de interpretar este acto de cultura de fundar esta notable sala de lectura y lugar para la sociabilidad liderado por Chío Zubillaga  en 1934, es la visión anticipada de que el gomezalato estaba a punto de concluir con la ya próxima e inminente muerte de Juan Vicente Gómez, y que Venezuela debía estar preparada para entrar a la modernidad. De tal forma pensaban los hombres de la intelectualidad venezolana de esos años, Mariano Picón Salas y Mario Briceño Iragorri, Arturo Uslar Pietri, entre otros. Es conocidísima la expresión del Picón Salas de que Venezuela entró al siglo XX en 1936.
Felicito de todo corazón a los personas que prepararon este acto notable y espléndido, que reivindica a nuestras figuras históricas, los repúblicos que nos animan a continuar adelante. La Biblioteca Pública Idelfonso Riera Aguinagalde es un recinto sagrado, un lugar de la memoria que debe a toda costa conservarse a pesar de los inconvenientes, miserias e incurias que la amenazan , como un patrimonio que nos dejó el esfuerzo individual y colectivo de los caroreños liderizados por el gran Chío Zubillaga.
Felicito a Jesús Colmenares, José Suárez  funcionarios abnegados de la Biblioteca y al flamante nuevo Cronista Oficial de la Parroquia Trinidad Samuel, profesor y Magíster Scientarum en Historia por la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, Instituto Pedagógico Barquisimeto Luis Beltrán Prieto Figueroa y la Fundación Buría, mi fraterno amigo Emerson Corobo Rojas por entregarse, a cambio de ningún beneficio material, al realce de esta magnifica institución, orgullo de los caroreños y torrenses. Buenas tardes.

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(*) Discurso pronunciado por el Cronista Oficial de Carora, Dr. Luis Eduardo Cortés Riera, en ocasión de celebrar la Biblioteca Dr. Idelfonso Riera Aguinagalde 81 años de fundada. Salón de sesiones de la Cámara Municipal del Municipio General de División Pedro León Torres


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