viernes, 30 de octubre de 2015

Susana Duijm: 60 años de nuestra primera Miss Mundo



Salíamos de la Universidad Central de Venezuela una tarde de junio de 1970 un grupo de estudiantes a bordo de un Fiat compacto de cuatro puertas. En la Plaza Venezuela nos topamos con un auto de lujo conducido por un joven que a todas luces pertenecía a la “high” caraqueña. Su compañera era de una deslumbrante belleza. Comenzamos a hacerle bromas y a decirle piropos, lo que no gustó al señorito, quien nos dijo una palabra incomprensible en aquel entonces para nosotros: ¡galfarros!
En efecto, se trataba de Carmen Susana Duijm Zubillaga, hija de judío holandés y venezolana, la primera Miss Mundo venezolana y latinoamericana, título que obtuvo, para asombro planetario y contra todo pronóstico, en Londres el 20 de octubre de 1955.
Todo este fulgurante relato comenzó de forma inesperada. Estaba la muchacha de San Tomé de Guayana  esperando autobús en Chacaíto cuando se le acercaron dos jóvenes a bordo de un Citröen, quienes la invitaron a participar en el concurso Señorita Venezuela. Más tarde, el 9 de junio, gana el certamen del Miss Venezuela, el que se resolvió por lo dilatado de los aplausos que recibió la morena y que se midieron con cronómetro. Había ganado de tal manera su  viaje al Miss Universo en la ciudad de los Ángeles. Apenas entró en el grupo de las 12 finalistas. El jurado decía que era de piernas muy flacas y no caminaba bien. Es allí cuando se le acerca un inglés de apellido Morley quien la invita al Miss Mundo en la ciudad de Londres.
Viaja a esa ciudad, y para su sorpresa nadie la estaba esperando. Se pone a llorar en el aeropuerto. Un reportero del Daily Skech le pregunta qué le pasa y consigue así una noticia de primera plana: una miss venezolana perdida en Londres. El 14 de octubre comienza el concurso y resulta, sin saberlo hasta ultimo momento, finalista. Con el apoyo de un ruidoso publico, y como había sucedido en Caracas, gana el título de Miss Mundo aquella mujer del Tercer Mundo. Radio Caracas interrumpe su programación habitual para dar la noticia, el general Marcos Pérez Jiménez la felicita. La sociedad venezolana, dice Héctor Bujanda, la incorpora brevemente a su armario de idolatrías.
Aquella muchacha de 19 años tiene a Inglaterra y a Francia a sus pies. “Tiene el mismo estilo de Audrey Hepburn. Es de una belleza salvaje, alta, delgada y morena”.  Tiene las medidas de 86, 54, 86  y la prensa londinense comienza a apodarla “dweem” haciendo un paralelismo con la palabra sueño. Sin embargo, un anhelo secreto la acompaña: volver a su tierra. Deja atrás un mundo de ensueño. El príncipe Filipo de Orsini se enamora de ella, firma sendos contratos de modelaje con Oleg Cassini y Christian Dior, protagoniza amores con el actor George Hamilton, un marajá le regala una sortija de esmeraldas. Un mundo de oportunidades que deja atrás. Le faltó asesoría oportuna y eficaz.
Aquella chica, que sorprendía con sus palabras tales como “yo hago lo que me dé la gana”, y que prefería los espaguettis revueltos con caraotas, aquello para pasmo de los chefs franceses, que se aburría en los hoteles de Europa y Estados Unidos, por lo que añoraba su chinchorro, regresa prontamente a su Tierra de Gracia. En 1961 contrae matrimonio con Martín Cerrutti y procrea tres hijos. Vive actualmente en la Isla de Margarita en donde alquila rústicos para  safaris. Duerme con su mamá, dama a quien más de uno la afilia al tronco caroreño de los Zubillaga.

El juicio del mono (1925)

Pareciera mentira que en Estados Unidos, el país más próspero del  mundo, que había salido fortalecido y casi indemne de la terrible e inúti...