Salíamos
de la Universidad Central de Venezuela una tarde de junio de 1970 un grupo de
estudiantes a bordo de un Fiat compacto de cuatro puertas. En la Plaza
Venezuela nos topamos con un auto de lujo conducido por un joven que a todas
luces pertenecía a la “high” caraqueña. Su compañera era de una deslumbrante
belleza. Comenzamos a hacerle bromas y a decirle piropos, lo que no gustó al
señorito, quien nos dijo una palabra incomprensible en aquel entonces para
nosotros: ¡galfarros!
En
efecto, se trataba de Carmen Susana Duijm Zubillaga, hija de judío holandés y
venezolana, la primera Miss Mundo venezolana y latinoamericana, título que
obtuvo, para asombro planetario y contra todo pronóstico, en Londres el 20 de
octubre de 1955.
Todo
este fulgurante relato comenzó de forma inesperada. Estaba la muchacha de San Tomé
de Guayana esperando autobús en Chacaíto
cuando se le acercaron dos jóvenes a bordo de un Citröen, quienes la invitaron
a participar en el concurso Señorita Venezuela. Más tarde, el 9 de junio, gana
el certamen del Miss Venezuela, el que se resolvió por lo dilatado de los
aplausos que recibió la morena y que se midieron con cronómetro. Había ganado
de tal manera su viaje al Miss Universo
en la ciudad de los Ángeles. Apenas entró en el grupo de las 12 finalistas. El
jurado decía que era de piernas muy flacas y no caminaba bien. Es allí cuando
se le acerca un inglés de apellido Morley quien la invita al Miss Mundo en la
ciudad de Londres.
Viaja
a esa ciudad, y para su sorpresa nadie la estaba esperando. Se pone a llorar en
el aeropuerto. Un reportero del Daily Skech le pregunta qué le pasa y consigue
así una noticia de primera plana: una miss venezolana perdida en Londres. El 14
de octubre comienza el concurso y resulta, sin saberlo hasta ultimo momento,
finalista. Con el apoyo de un ruidoso publico, y como había sucedido en
Caracas, gana el título de Miss Mundo aquella mujer del Tercer Mundo. Radio
Caracas interrumpe su programación habitual para dar la noticia, el general
Marcos Pérez Jiménez la felicita. La sociedad venezolana, dice Héctor Bujanda,
la incorpora brevemente a su armario de idolatrías.
Aquella
muchacha de 19 años tiene a Inglaterra y a Francia a sus pies. “Tiene el mismo
estilo de Audrey Hepburn. Es de una belleza salvaje, alta, delgada y morena”. Tiene las medidas de 86, 54, 86 y la prensa londinense comienza a apodarla
“dweem” haciendo un paralelismo con la palabra sueño. Sin embargo, un anhelo
secreto la acompaña: volver a su tierra. Deja atrás un mundo de ensueño. El
príncipe Filipo de Orsini se enamora de ella, firma sendos contratos de
modelaje con Oleg Cassini y Christian Dior, protagoniza amores con el actor
George Hamilton, un marajá le regala una sortija de esmeraldas. Un mundo de
oportunidades que deja atrás. Le faltó asesoría oportuna y eficaz.