Este eximio y universal
literato venezolano nació en la Atarigua Vieja, Parroquia Castañeda del
entonces Distrito Torres, el lunes 20 de octubre de 1919. En los días que el agua
estaba a punto de sepultar su aldea, la fue a visitar tras largos años de
ausencia en Caraballeda y Caracas. Otro tanto hizo cuando un movimiento
telúrico azotó este sufrido conglomerado humano del semiárido larense, que,
paradójicamente, fue ahogada por millones de toneladas de agua de la Represa
Cuatricentenaria.
Hizo sus primeras
letras en la Escuela Federal Nº 1324, bajo la tutela de Don Gil Arturo Zambrano.
Aprendió a tocar la mandolina con Jacobo Pérez y hasta formó parte de un
cuarteto de serenateros bajo las estrelladas noches atariguenses, me dice
Alcides Tovar, cronista sentimental de este simpático villorio situado, desde
su fundación en 1850, en las márgenes de la Quebrada de La Raíz y las orillas
del “Nilo de Centroccidente”, el Río Tocuyo.
Se traslada luego a la
rancia y añeja ciudad de Carora a estudiar bachillerato en su Colegio Federal
cuando contaba 20 años de edad. Fue, pues, en 1940 cuando lo inscribe en tal instituto
Don Pompilio Jiménez Lara, quizá un tío suyo. Allí cursa en primer año las
asignaturas Aritmética Razonada, Castellano, Francés, Geografía e Historia
Universales, Botánica, Latín y Dibujo, según reza el Libro de Matrícula de tal Colegio en los folios 152-153.
Entre sus compañeros de
estudio se encuentran Alfredo Franco, Ignacio Ramos, María Luisa Herrera, Pedro
José Zubillaga, Ricardo Meléndez Silva, Rafael Ángel Oropeza, Ligia Zubillaga,
el futuro historiador autodidacta Luis Oropeza Vásquez, Edgar Yajure, Eddie Morales
Crespo, Aníbal Aldazoro, Julio Rafael Mármol, Elvira Herrera, Evangelina
Sierralta, Sofía Gutiérrez, María Cristina Yépez, Carmen María Leal, Eglé
González, Marco Fernández, Carmen Angelina Villegas, Marcos Fernández, María Salomé Riera, entre otros.
En ese instituto de
secundaria que aún tenía cierto aliento decimonónico, y que había fundado el
Dr. Ramón Pompilio Oropeza en 1890 con el nombre de Colegio La Esperanza,
compartió el joven Elisio con alumnos de cuarto año, tales como Homero Alvarez,
Pedro Manuel Álvarez, el futuro y ya seguro poeta Alí Lameda, Miguel Alberto
Meléndez, René Verde Pérez, Ana Luisa Suárez, Jacobo Vásquez, Adolfo Valera,
Juan José Pérez, Diógenes Crespo.
En esos años frecuenta
la casa de habitación de Don Cecilio “Chío” Zubillaga, con quien comparte su
odio a las injusticias de los jefes civiles, por lo que en cierta ocasión fue
reclutado en su aldea y enviado a Carora, pero su padre logra su libertad. Hace
amistad con el escritor Antonio Crespo Meléndez, el padre del vate Luis
Alberto. Con la prematura muerte de su papá regresa a Atarigua para hacerse
cargo del negocio paterno, pero como comerciante era muy malo y muy pronto
quebró.
En 1940 se muda a
Barquisimeto y entraba amistad con la motivadora de la cultura Casta J. Riera.
Publica en 1942 su ópera prima con prólogo de Hermann Garmendia: Archipiélago doliente. El poemario Sonata de los sueños verá la luz en
1950, en tanto que El peregrino de la nave anclada lo hará en 1958. Psicografía del Padre Borges es de
1971, La venus venezolana (1971), Los puertos de la última bohemia,
Exploración de la selva oscura. Ensayos sobre Dante y Petrarca (2000) La aldea sumergida (2007).
El mexicano Octavio
Paz, Premio Nobel de literatura, se refirió a Elisio Jiménez Sierra en
elogiosos términos: “Hace unos
años recibí una traducción de cincuenta y pico de sonetos de Los trofeos hecha por Eliseo (sic)
Jiménez Sierra. No lo conozco pero después de leer su traducción lo estimo. Es
una traducción excelente, rimada y en rotundos alejandrinos que revelan a un
aventajado discípulo de Darío. Un modernista en la mitad del siglo, ¿no es extraño?
Nada sé de Jiménez Sierra excepto que el prólogo a su traducción está fechado
en 1957. Él me la envió en 1980”.
Yo tuve la dicha, acompañada de
asombro, de compartir las aulas universitarias y algunas copas espumeantes con
Gabriel y Ennio Jiménez Emán, sus hijos, bohemios y también poetas, como su
padre, en la Universidad de Mérida de los años 1970. La literatura era y es la
contextura humana y total de aquellos díscolos
y traviesos muchachos sanfelipeños.