Recibí en Sanare, Estado
Lara, de manos de José Numa Rojas, Cronista Oficial del Municipio Torres, un
libro que es un importante capítulo de la historia educacional de Carora
capital de aquel Municipio: La historia del Colegio La Esperanza desde 1890
hasta su transformación en Colegio Federal en 1937.
Es un excelente trabajo
presentado como tesis para obtener la Maestría en Historia de la Universidad
José María Vargas, Caracas, que obtuvo la aprobación de un calificado jurado
académico constituido por los doctores Federico Brito Figueroa, el ex ministro
de Educación Rafael Fernández Heres y Reinaldo Rojas, como su tutor.
En cinco capítulos
Cortés Riera establece los conceptos historiográficos que lo guiaron para
elaborar su Tesis; estudia la realidad socioeconómica, cultural y religiosa de
Carora en el tiempo de su interés analítico; examina los antecedentes
históricos de la educación caroreña hasta la fundación del Colegio La Esperanza
en 1890; muestra en sustantiva síntesis todo cuanto concierne a la vida de este
Instituto, motivo de su estudio y termina con un esbozo biográfico del Doctor
Ramón Pompilio Oropeza Álvarez, su Rector fundador.
Los comentarios que he
leído acerca de esta obra del licenciado Cortés Riera en los últimos días son,
como tenían que ser, sumamente elogiosos y el prólogo de su tutor, el Dr.
Reinaldo Rojas, para quien esta Tesis es un “importante aporte a la historia de
la educación caroreña, larense y venezolana en general”, me permiten obviar los
elogios que se merece un trabajo de esta calidad, para cuya confección fueron
necesarios varios años de investigación, de estudio y de trabajo redaccional
que contó además con la asesoría y recomendaciones atinadas de los especialistas
en historia, como el de cualquier otra ciencia, no es trabajo de improvisación
y apresuramientos y que, como disciplina científica moderna debe disponer, para
su ejercicio, de instrumentos académicos, de sujeción metodológica apropiada y
de espíritu reflexivo, ponderado y riguroso que garanticen una elevada calidad
al resultado final.
Con este libro el
licenciado Luis Eduardo Cortés Riera se encamina al ejercicio profesional con
todas las posibilidades a su favor; excelente preparación académica, gran
capacidad analítica de las fuentes, un trabajo con evidentes valores
redaccionales (buen decir, lenguaje apropiado, discurso ameno) que dan a la
obra un valor adicional, calidad pedagógica para todo tipo de lector.
Dos reflexiones haremos
al calor de la lectura:
La primera referida al
esbozo sobre el Dr. Ramón Pompilio Oropeza, en el cual, quizás más que en el
resto de la obra, Cortés Riera revela una asombrosa capacidad en el género,
como pocas veces puede verse en nuestro país, este esbozo es un análisis
profundo de un hombre “de su tierra, amoldada a su sociedad y a las tradiciones
seculares de la Ciudad Levítica y
metafísica que teme a Dios”.
Ignoro, claro está, los
proyectos intelectuales del licenciado Cortés Riera, pero me atrevería a
sugerirle que en ellos, tome en cuenta esta evidente virtud suya para dedicar
su interés en el estudio de algunos personajes larenses -o caroreños- que tanto
significan para nosotros, que hasta ahora se nos haya demostrado que
verdaderamente son dignos de esta distinción colectiva.
Lo otro es que, estando
de acuerdo con las Consideraciones Finales
de la Tesis (página 157), particularmente la primera, le planteamos a
Cortés Riera una inquietud que hemos padecido desde ya hace muchos años cuando
percibíamos que Venezuela, que sus gobiernos, su economía, era producto del
interés de los grupos económicamente dominantes y para su casi exclusivo
beneficio: ¿Cabría plantearse otra posibilidad de desarrollo en el país, una
posibilidad en la que, incluso sin descartar la participación de esos grupos
que han sido dueños de nuestro destino histórico, el país se reconstruya para
beneficio de todos?
Los “cara coloradas” de Carora, como los
otros grupos documentados en el resto del país, tuvieron para sus hijos la
educación que creyeron apropiada; la que formó gente, no para el desarrollo de
la región, sino para la conservación de sus privilegios, gente para el
ejercicio del poder en cualquiera de sus manifestaciones. Cuando lo
necesitaron, los programas de estudio aparentemente desfasados, decimonónicos,
recibieron las modificaciones que justamente necesitaban los topógrafos (Agrimensores
Públicos) por ejemplo, para la validación de la propiedad de sus tierras que,
hasta ese momento, nadie les disputó. No necesitaron educar a los venezolanos hasta
que la mano de obra no necesitó ser mejor calificada.
¿Qué educación
necesitaría un pueblo, o una Nación, no para desarrollarse y progresar sino
para ser feliz con inteligente y humano aprovechamiento de sus recursos? Y,
finalmente, ¿son de admirar los hombres que nos han conducido y los valores que
representan?
Confieso que a la luz
de mis propios análisis, en referencia con la historia de este Municipio
Iribarren del que soy Cronista Oficial, en mi mente bullen muchas dudas al
respecto.
Alberto Ramón
Querales Montes.
Cronista Oficial
del Municipio Iribarren.
Artículo de opinión
aparecido en el diario El Impulso.
Barquisimeto, Estado Lara, Venezuela, lunes 11 de mayo de 1998. Página A2.
El libro al cual se
refiere Alberto Ramón Querales Montes tiene como título: Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, 1890-1937.
Fondo Editorial de la Alcaldía del Municipio Torres, Fondo Editorial Buría.
Colección Historia de la Educación en el Estado Lara. Serie Instituciones
Educativas. Nº 1. Carora, 1997. 166 páginas. Tipografía Litografía Horizonte, Barquisimeto.
Corrección, levantamiento de texto y diseño de la portada por Juan Alonso
Molina Morales.