Los principales candidatos
a enfrentarse electoralmente el próximo 14 de abril de 2013, luego de la muerte
del Presidente Hugo Rafael Chávez Frías, Nicolás Maduro Moros y Henrique
Capriles Radonsky son de ascendencia judía sefardita. Es decir son
parientes y sucesores de los prósperos y talentosos judíos que habitaban la
península ibérica durante la Edad Media, y que fueron expulsados de allí por
los Reyes Católicos en 1492, coincidencialmente el mismo año en que Colón pisó
tierras americanas.
Se les conoce como judíos
sefarditas por el nombre que en hebreo los judíos dieron a la Península
Ibérica: el sefarad. Allí vivieron en paz y armonía con los cristianos y
los moros durante el Medioevo, hasta que la intransigencia y el fanatismo se
apoderó de los cristianos, quienes de forma obcecada y miope destruyeron esa
modélica convivencia que produjo notables avances científicos, médicos,
comerciales y filosóficos. Fue un paradigma de tolerancia que hizo posible,
entre otros adelantos, que el pensamiento de los antiguos griegos, Aristóteles
sobre todo, se trasmitiera al resto de Europa.
Los semitas llegaron a
España a comienzos de la era cristiana. Rápidamente se hicieron boyantes
hombres de negocios y hábiles financistas, traductores y cirujanos. Gozaban,
incluso de apoyo real en virtud de peculiares talentos -comercio, medicina-
pero fueron constantemente amenazados, es cierto, por la saña popular. ¿No eran
acaso los asesinos de Cristo? ¿No eran más ricos que todos, y además
opresivamente usureros? La Iglesia Católica prohibía la usura y ello ha dado
pie para afirmar que el capitalismo no podía prosperar allí.
La ortodoxia religiosa, que
siempre tiene un tufo étnico, tales como la pureza de la sangre, y
presentándose como fundamental para la idea de España, abrió cauce al
antisemitismo. La envidia, la pasión que corroe los pueblos hispánicos, hizo el
resto. Nacen los pogroms y el fanatismo verbal que los hizo posibles. En
1391 cuatro mil judíos son asesinados en Sevilla. En Córdoba incendian la
sinagoga. Muchos judíos se convirtieron y cayeron en brazos de la Iglesia
Católica. Convertidos, los hebreos siguieron siendo sospechosos. Nace la
temible Inquisición.
Se ha dicho que el peor
error cometido por los Reyes Católicos fue la expulsión de los judíos. Los
conversos comenzaron a perseguir a sus connacionales aún con más saña e
intolerancia que los propios inquisidores a fin de probar su fidelidad
ortodoxa. Torquemada, el gran inquisidor, por ejemplo, era judío.
En 1492, de una población
total de siete millones, solo había medio millón de hebreos y conversos. España
se privo de muchos talentos y servicios que más tarde necesitaría urgentemente
para mantener su estatura imperial, dice Carlos Fuentes. El Edicto de 1492 le
cerró de tal manera a España el camino de la modernidad. Los judíos huyeron por
toda Europa. En su diáspora Portugal, Francia, los Países Bajos, y también
Marruecos, se convirtieron en sus obligados lugares de residencia.
Y fue así como a través de
los barcos holandeses se instalarán en las islas que antes eran de la Corona
española, Aruba, Curazao y Bonaire, estos judíos sefarditas. Marranos unos,
conversos otros. ¿Sus apellidos? Helos aquí: Curiel, Hoheb, Levi, Senior,
Fonseca, Da Costa, Gómez, De Lima, López, Meza, Aniyar, Cohén, Mármol,
Henríquez, Naar, Pariente, Bendayán, Pinto, Beracasa, Correa, Castro, Namías, Maduro,
Moros y Capriles.
De modo pues que estamos a
las puertas de una confrontación entre dos judíos sefarditas: Maduro y
Capriles. Cada uno representa un proyecto, los que hasta ahora son antagónicos
e irreconciliables. Uno socialista, el otro neoliberal. Los hebreos
crearon el monoteísmo, contribuyeron a la creación del capitalismo; en los
siglos XIX y XX elaboraron el socialismo científico, el psicoanálisis y han
enriquecido las artes, las ciencias, el pensamiento. ¡Casi el 30% de los
ganadores de los premios Nobel son hebreos!
Ojalá, y es mi deseo
profundo y sincero, que tal careo electoral en ciernes tenga un balance
positivo en la esfera de la concordia y la convivencia pacíficas. Que la
racionalidad, donde los hebreos han hecho prodigios, se imponga a los absurdos
y extremistas misticismos, que también salpican con frecuencia a este pueblo.
Pueblo que representa, como ningún otro,
una verdadera universalidad. Recordemos la sabiduría hebrea cuando dice que “un
hombre sabio escucha una palabra y entiende dos”. En ello confío.