lunes, 26 de abril de 2021

ONCE AÑOS CON EL MAESTRO FEDERICO BRITO FIGUEROA



En ocasión del Centenario del nacimiento del querido Maestro Dr. Federico Brito Figueroa, 1921-2021, nos unimos entusiasmados a la conmemoración de tan importante acontecimiento afectivo e intelectual. En tal sentido accedemos gustosos, como agradecidos discípulos, a la gentil petición que nos hace el académico Dr. Reinaldo Rojas de rendirle merecido homenaje a este extraordinario hombre, que por amor a Venezuela edificó una de las obras historiográficas más sólidas, completas y coherentes que hemos conocido. En el otoño de su vida, desde 1989 hasta su deceso en el año 2000, tuvimos el estupendo privilegio de entablar amistad y sincera conexión conceptual y de métodos con este Maestro integral que nos conecta con la historia científica, el análisis desde la perspectivas marxistas y, en singular y feliz híbrido, con la afamada Escuela de Anales de Marc Bloch y Lucien Febvre.

La crepuscular ciudad de Barquisimeto y sus universidades fueron el escenario propicio donde en poco más de una década, este voluntarioso y tenaz hombre de pensamiento y acción contribuyó a edificar una “comunidad discursiva”, de las más exitosas que se han producido en el interior de la República, alrededor de una Línea de Investigación que llamamos: Historia Social e Institucional de la Educación en la Región Centroccidental de Venezuela. Sabemos que estos hechos del pensamiento requieren de larga y compleja maduración, pero con el impulso y la orientación efectiva del Dr. Federico Brito Figueroa, quien con su enseña: “Trabajar en pequeño, pero pensando en grande” abreviamos el que hubiese sido largo y sinuoso camino.  

 EL INICIO DE UNA RELACIÓN.

En el emblemático año 1989, cuando cae el emblemático Muro de Berlín y se produce en China la masacre de Tiananmen, los sucesos de “el Caracazo” en Venezuela, iniciamos con enormes expectativas intelectuales estudios de posgrado en Enseñanza de la Historia en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Instituto Pedagógico Barquisimeto Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa, conducido por el excelente magisterio de dos magníficos historiadores con formación pedagógica ambos: los doctores Reinaldo Rojas y Federico Brito Figueroa. Fue el comienzo de una nueva etapa, fascinante y constructiva, en nuestra formación como “historiadores de oficio”. Reinaldo Rojas tuvo el enorme acierto de invitar al Maestro Federico Brito Figueroa a incorporarse a la comunidad de discurso que se estaba formando alrededor de las posibilidades de conocimiento y de método de la Escuela de Anales de Marc Bloch y Lucien Febvre en las tierras del Estado Lara, Venezuela. Ellos habían creado en 1985 la Fundación Buría para estimular los estudios históricos, y habían editado en 1986 y por primera vez en Venezuela Apología de la historia o el oficio del historiador, obra póstuma de Marc Bloch escrita bajo la ocupación alemana de Francia, poco antes de ser asesinado por la Gestapo en 1944.

Quien escribe había conocido muy de pasada, en las cátedras de Historia Medieval, al historiador francés Marc Bloch en la ilustre Escuela de Historia de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela, institución que nos otorga el título de Licenciado en Historia, mención Historia Universal en 1976. Durante nuestras labores docentes de secundaria en el Liceo Egidio Montesinos de Carora nos desempeñamos en dos áreas del conocimiento, que no cursé en pregrado, que nos acercaron al pensamiento de la Escuela de Anales y a la “historia de las mentalidades” cultivada por esa escuela historiográfica francesa, las cátedras de psicología y filosofía. En esas áreas del pensamiento fui conducido por el extraordinario magisterio del sabio germano-venezolano Ignacio Burk (1905-1984). Tenía de esa manera entre nuestras manos dos herramientas nuevas del saber que no nos brindó pregrado, el fecundo pensamiento de Freud, Jung, Watson, Pavlov, Lévi-strauss, por un lado, y los extraordinarios aportes al saber humano de Aristóteles, Vico, Kant, Nietzsche, Sartre, por el otro. Debemos decir sin ambages que el profesor Ignacio Burk y los doctores Federico Brito Figueroa y Reinaldo Rojas nos evitan ser simples y aburridos docentes de historia de Venezuela en la educación media de nuestro país.

Nuestros primeros encuentros con el Maestro Federico Brito Figueroa se produjeron de dos maneras. La primera cuando a una inquisición suya le dije que mis investigaciones iban a estar centradas en la historia de una añeja institución de educación secundaria caroreña, el Colegio La Esperanza o Colegio Federal Carora, fundado por el Dr. Ramón Pompilio Oropeza (1860-1937) al calor del “patriciado caroreño”. Puso el Maestro cierta y circunspecta cara de asombro, luego nos pregunta por la edad de esa vieja institución educativa larense, y al responderle que estaba por cumplir 100 años nos deseó mucho éxito, poniéndome su calurosa y paternal mano en el hombro. Fue un momento inolvidable, cargado de una cierta magia que grabamos para siempre en la memoria. No podíamos imaginar entonces que en ese momento se estaban echando las bases de una exitosa línea de investigación histórica, de las más sólidas en el área de historia de la educación en Venezuela y que lleva por nombre Historia social e institucional de la educación en la Región Centroccidental de Venezuela. Unas 80 Trabajos de Grado de Maestría y unas 10 Tesis Doctorales se derivan de esta exitosa y fértil Línea de Investigación que nace por aquellos días.

El segundo encuentro con el Maestro Brito Figueroa tiene que ver con una asignación que nos hicieron él y Reinaldo Rojas durante el Segundo Curso de Nivelación en Historia, Maestría en Enseñanza de la Historia, en la UPEL Barquisimeto, sobre un reconocido historiador venezolano ya fallecido. Otra vez puso cara de asombro el Maestro cuando le expresamos nuestro deseo de realizar lo que llamamos un análisis crítico sobre una muy polémica obra de juventud del médico psiquiatra caraqueño Francisco Herrera Luque (1927-1991) titulada Los viajeros de Indias (1961). Después de revisar nuestro ensayo crítico con mucha atención coloca con su característica letra la siguiente inscripción: “Magnífico trabajo inicial. Lo felicito por su modestia.” Confieso que tal juicio sobre nuestra persona nos produjo largas cavilaciones. Llegué a pensar que Federico Brito Figueroa en su  ya largo magisterio en la Universidad Central de Venezuela y en la Universidad Santa María se había encontrado con muchos discípulos extrovertidos y conversadores, que daban rienda suelta a largas intervenciones retóricas cargadas de teoría. Retórica, pues, viejo vicio de la cultura hispánica. Quien escribe se mostraba, por el contrario, más bien silencioso, reposado, sin hacer mucha gala de conocimientos y lecturas. Quizás le llamó la atención nuestra actitud circunspecta, callada, lo que lo motiva escribir aquella palabreja -modestia- que no olvidaremos jamás.

 Y es que el Dr. Francisco Herrera Luque significa una cosa nueva, un enfoque diferente y casi desconocido en nuestra historiografía tradicional, anclada como sabemos, o bien  en el positivismo o bien en el marxismo; se trata, ¡oh, sorpresa para Brito Figueroa!, de una investigación y una arriesgada hipótesis sobre la historia de la América hispana y de los monstruosos índices de violencia, asesinatos y crímenes que nos alcanzan hasta el presente, que vienen, según Herrera Luque, desde los genes del conquistador español del siglo XVI, cruel, horroroso fenómeno “comprendido” más no explicado desde la perspectiva de análisis de la llamada “filosofía de la vida”, enfoque  de análisis  iniciado y cultivado por el eminente filósofo germano Wilhelm Dilthey (1833-1911) y continuado por Edmund Husserl (1859-1938). “Caramba, profesor Cortés Riera, nos dice el Maestro, esto da para una tesis doctoral”. Debo confesar que sin el auxilio del profesor Ignacio Burk mi ensayo crítico sobre la carga criminal psicopática del venezolano hubiera resultado poco menos que imposible, y que las palabras de Federico Brito Figueroa fueron un acicate inmenso en nuestra formación. Solo me hizo una observación: “Profesor Cortés, busque un equilibrio entre filosofía e historia, porque a veces usted se va muy de lado con la filosofía.” Tenía razón el Maestro.

Nace una exitosa Línea de Investigación

Como ya dijimos, fue de nuestra autoría el primer Trabajo de Grado de Maestría en Historia Social e Institucional de la Educación en Centroccidente de Venezuela, que presentamos en la Universidad José María Vargas, en Caracas, 1995, ante un jurado notabilísimo: los doctores Rafael Fernández Heres, exministro de Educación, Federico Brito Figueroa y Reinaldo Rojas como magnífico tutor. Su título: Historia social e institucional de la Educación en Centroccidente de Venezuela: Los Colegios La Esperanza y Federal Carora, 1890-1937. Habían transcurrido seis años desde que la Línea de Investigación comenzaba a perfilarse. Quien escribe había “descubierto”, como dijo Reinaldo Rojas, al viejo Colegio La Esperanza o Federal Carora y nos incita a continuar por esa vía investigativa. No fue fácil. No existían antecedentes de una historia social a la manera de la Escuela de Anales en Venezuela. Recuerdo que fue Brito Figueroa quien agrega con su grave voz la palabra “institucional” al nombre de la Línea de Investigación en aquellas memorables reuniones que dieron parto a aquella novedad historiográfica. Desde ese momento se disipan las comprensibles dudas que albergaba el Maestro Brito Figueroa ante la novedad epistémica que estaba naciendo.

Y si hay una Línea de Investigación en Historia de la Educación venezolana consistente, sólida y exitosa, esa es la que fundamos en Barquisimeto en aquellos años al calor de la UPEL y la Fundación Buría, en momentos cuando se remecía el cuadro político venezolano con los sucesos de el Caracazo de 1989 y los dos fallidos golpes de estado de 1992. A nuestro trabajo inicial, editado por la Alcaldía del Municipio Torres y la Fundación Buría en 1997, siguieron casi un centenar de Trabajos de Grado de Maestría y unas diez Tesis Doctorales. Este singular esfuerzo, que venciendo grandes dificultades se haya realizado en la provincia, llama la atención de destacados investigadores venezolanos, quienes tuvieron palabras de encomio por esta “comunidad de discurso” liderada por el Maestro Brito Figueroa y Reinaldo Rojas. Debo destacar los merecidos elogios que recibimos del académico Dr. Guillermo Morón, Dr. Orlando Albornoz, Dr. Pedro Cunill Grau, Dr. Rafael Fernández Heres, Dr. Kaldone Nweihed, Dr. Pascual Mora García, entre otros.

UN HUMANO MAESTRO: FEDERICO BRITO FIGUEROA.

Contrariamente a lo que se podrá creer, era el Maestro Brito Figueroa un hombre que amaba la vida y a los seres humanos. Se jactaba de tener vivos a su madre y a su padre en la ciudad de La Victoria del Estado Aragua que lo vio nacer en 1921. Con su característico y permanente cigarrillo en la boca preguntaba sobre nuestras vidas, trabajos, esposas e hijos. Era en ese sentido un educador integral. Siempre destacaba su incursión magisterial en los cinco niveles de la educación venezolana, desde primaria hasta doctorado. Debajo de su carácter controvertido y polémico había una tierna sensibilidad. Nos recordaba siempre su magisterio en el Estado Yaracuy, lugar donde lo envía por castigo la dictadura militar del general Marcos Pérez Jiménez.

 Tenía una gran predilección afectiva por nuestro paisano caroreño, profesor y Magíster en Historia Taylor Rodríguez García, se alarmaba por sus notorias ausencias al posgrado en el Pedagógico barquisimetano. A cada momento nos preguntaba por la resentida salud de este paisano nuestro nacido en el pueblo colonial de Río Tocuyo, vecino a Carora. ¿“Qué le pasará al profesor Taylor Rodríguez?, usted ¿qué sabe de él?”, me increpaba. “Vaya usted a la casa de Taylor y tráigamelo acá”, nos urgía a cada momento. Taylor Rodríguez corona sus estudios de Maestría en Historia en la Universidad Santa María de Caracas bajo la mirada atenta del Maestro Brito Figueroa, y posteriormente gana por concurso el cargo de Cronista Oficial del Municipio Palavecino, Cabudare, Estado Lara.

Era muy sentimental y una cosa que lo entristecía en extremo fue el derrumbe y extinción de la Unión Soviética en los días de la glasnost y la perestroika, la República Democrática Alemana y los demás países del Este europeo entre 1989 y 1991. “No siga, no siga, le agradezco profesor Cortés”, me decía bajando la mirada al comentarle aquellos sucesos que cerraron el llamado por Eric Hobsbawm “corto siglo XX”, en aquellos estremecedores días en que nos reuníamos a conversar de todo, de lo humano y lo sagrado, en su cálida habitación del Gran Hotel Barquisimeto. Un siglo corto, de apenas 77 años, que se inicia en 1914 con la primera Guerra Mundial y termina en 1991 al disolverse la Unión Soviética y cuyo eco llegaba hasta nosotros, el Maestro Brito Figueroa y sus discípulos, congregados bajo su cálido e inigualable magisterio.

Se cerraba entonces un ciclo histórico de alcance planetario, cuando en Venezuela en esos mismos días se producían sucesos trascendentales: el llamado “Caracazo” de 1989 y los dos fallidos intentos de golpes de estado de 1992, sucesos coincidentes en tiempos cuando tratábamos nosotros de edificar una “comunidad de discurso” en el interior de Venezuela, en Barquisimeto. Fue ella una extraordinaria coincidencia que nos marca de manera indeleble, que nos anima en nuestra constitucional pasión por comprender. Todo parecía en aquellos días indicar que habíamos llegado al “fin de la historia”, pero que los hechos, siempre rebeldes, desmintieron rápidamente.

 

 Durante sus estudios de posgrado en México, Escuela Nacional de Antropología e Historia, nos dijo el Maestro Brito Figueroa, que conoció al desgraciado filósofo y traductor español del exilio Eugenio Ímaz (1900-1951), quien vertió al castellano de manera magistral las obras de Wilhelm Dilthey, Emmanuel Kant, Johan Huizinga, Ernst Cassirer y Jacobo Burckhardt. “Pobrecito, no aguantó el exilio y se quitó la vida en Veracruz en 1951. Que cosa tan triste su suicidio”, decía acongojado nuestro Maestro de este pensador que fue colaborador destacado de la Revista de Occidente de José Ortega y Gasset y que imparte docencia en el recién creado Instituto Pedagógico Nacional de Venezuela. “Siempre he lamentado mucho ese suicidio”, decía acongojado nuestro Maestro.

Lo oíamos sorprendidos cuando nos dijo que fue discípulo de Erich Fromm (1900-1980), el célebre psicoanalista, autor de todos unos clásicos: El miedo a la libertad, El arte de amar. En sus clases decía este psicólogo judío-alemán marxista que la alienación estaba lejos de ser erradicada en la Unión Soviética. “A viejito reaccionario”, pensaba Brito Figueroa para sus adentros. “Pero a la postre la historia le da la razón, pues fue también duro crítico de la sociedad de consumo” asentía nuestro Maestro. Como el malogrado Eugenio Ímaz, Fromm realiza importantes labores en publicaciones para el Fondo de Cultura Económica y funda la Asociación Psicoanalítica de México. Creo que la fuerte adherencia de Brito Figueroa al marxismo soviético le impidió comprender las enormes potencialidades que brinda el psicoanálisis freudiano para la comprensión de nuestras sociedades.

Pero no menos sorprendidos quedamos cuando nos revela en su cálida habitación del Gran Hotel Barquisimeto, que fue ayudante del antropólogo judío-estadounidense Oscar Lewis (1914-1970), quien acuña en México el concepto de la “cultura de la pobreza”. Su famosa investigación novelada Los hijos de Sánchez” contó con los aportes del joven venezolano, quien aplica junto a otros compañeros de estudios unas encuestas elaboradas por el sabio estadounidense y su equipo en los barrios más miserables de Ciudad de México. “Es un estudio social de la pobreza- dice Brito Figueroa- que me motiva mucho para comprender la marginalidad en nuestro país.” ¡Tamaños y descomunales maestros tuvo el Maestro Brito Figueroa! Y no podíamos olvidar que fue de igual manera alumno del traductor de Marx, Wenceslao Roces y del maestro Francois Chevalier (1914-2012), discípulo directo de Marc Bloch, y quien lo introduce en el pensamiento de la Escuela francesa de Anales.

Hemos llegado a pensar que nuestro Maestro fue mejor docente fuera del aula que dentro de ellas. Así lo palpamos en su Hotel de la ciudad crepuscular y en las calles de Barquisimeto, Cabudare y El Eneal, poblado éste último donde reside el Dr. Reinaldo Rojas. Preguntaba sobre muchas cosas de estas singulares tierras del semiárido del occidente de Venezuela:  el origen de nuestra locución “guaro”, la gastronomía del chivo (su restaurant predilecto en la ciudad era El Portal del Chivo de la calle 50), el consumo de la bebida del cocuy extraída de las ágaves, los valses larenses de la Pequeña Mavare, la danza sincrética del tamunangue. “Recuerde que soy antropólogo, ese es mi título que obtuve en México”, repetía a cada momento cuando era copiloto en nuestro flamante Toyota, vehículo rústico que lamentó sinceramente, vía telefónica, cuando fue sustraído delincuencialmente de nuestro centro de trabajo educativo caroreño en 1995.

 

Cierta vez estuvo el Maestro en nuestra casa paterna de Pueblo Nuevo, Barquisimeto, y tuve el gran placer de cederle nuestro lecho. Recostado cómodamente allí y con una taza de café negro en sus nerviosas manos, nos dio una interesante clase sobre los sembradíos de cacao durante la Colonia a los profesores, cursantes de Maestría en Historia, Santos González, Víctor Raúl Castillo, César Parra y mi persona. Inolvidable y excepcional experiencia. Coincidió su visita cuando en nuestro hogar se escenificaba la elección de la reina del folklore larense, evento organizado por el maestro normalista jubilado Expedito Cortés, mi padre. Disfrutó Brito Figueroa mucho aquel espectáculo del folklore larense, el baile negroide del tamunangue, la alegría de las muchachas que pugnaban por adherirse el cetro. No se perdió ninguna parte del concurso. Y al final degusta una deliciosa y larense sopa de rabo que nos prepara nuestra madre, Claver Riera de Cortés. Para nuestra persona fue una inmensa satisfacción el que un historiador consagrado como él estuviera en nuestra casa paterna. Y hasta pensó en alquilarle a nuestra madre una habitación con sala de baño. Lo esperamos con gran anhelo durante varios meses, pero no se apareció.

 

EL LEGADO DEL MAESTRO BRITO FIGUEROA.

El Dr. Federico Brito Figueroa deja un legado inmenso, unos 70 libros y opúsculos salidos de una pasión escritural que no le abandona sino hasta su fallecimiento en el año 2000. Como escribe Robert Darnton: “Un forcejeo incesante con el lenguaje, pues sólo podía ser él mismo al encontrar las palabras que liberaran su voz interna. Un pacto del yo con el lenguaje”, a la manera del filósofo ginebrino Juan Jacobo Rousseau. Se hizo Brito Figueroa entonces “historiador de oficio” a la manera blocheana, un artesano de su oficio que se pregunta por la legitimidad de la Historia. Practicando, construyendo con pasión una historia rigurosa, contextualizada, comprensiva y científica, teniendo como constante denominador común la crítica, para edificar de tal modo una, como dijo Marc Bloch, Ciencia de los hombres en el tiempo.

Fue Brito Figueroa un historiador que a lo largo de su vida trata de construir una historia conceptual basada en unas teorías: el marxismo y la Escuela de Anales de Francia. En esta incesante y apasionada búsqueda le sigue con gran acierto y originalidad Reinaldo Rojas, hogaño flamante Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia venezolana, tradición conceptual y de métodos que nosotros hemos tratado de continuar en lo posible. Es una lucha constante para vencer el pecado del mero y simple empirismo historiográfico, una falla intelectual que campea entre nosotros. Fue en este sentido militante de la Historia Científica y cultor de la capacidad de abstracción que debe acompañar al historiador. Por ello sentía una gran admiración por don Laureano Vallenilla Lanz (1870-1936), a quien llamaba “iniciador de la historia científica en Venezuela.”, sin importarle el que fuera Don Laureano historiador positivista o adulador del régimen brutal y opresivo de Juan Vicente Gómez. Fue por ello que edita sus obras Cesarismo Democrático y Disgregación e Integración en el sello editorial de la Universidad Santa María. “Fue un pensador sumamente original, que conocía muy bien a Taine y a Le Bon. Lo leyeron en Europa, sobre todo en Italia”, asentaba nuestro Maestro.

Nos enseñó el Maestro Federico a tomar consciencia por el esencial problema de la Nación-Venezuela, cuando nos hablaba con vehemencia de la “colonización total” de nuestro país por la potencia anglosajona, blanca y protestante. “Caramba, profesor Cortés Riera, esto (el país) va a desaparecer en breve”, decía apesadumbrado, por allá a comienzos de la década de 1990. Abominaba con el alma a aquellos a los que con desprecio calificaba de “apátridas”. Una y otra vez repetía en clases la genial conceptualización que hizo el georgiano José Stalin de la Nación y del problema nacional en Rusia imperial y la extinta Unión Soviética. En esos días consideraba el Maestro Brito Figueroa una prioridad darle fuerza al sentido de Nación frente a lo que consideraba el efecto disolvente del neoliberalismo, “una etapa del capitalismo que cada vez se parece más al capitalismo que estudió Marx en el siglo XIX”, asentaba con su grave voz. Con ello nos anima a leer y estudiar a Benedict Anderson, autor del célebre ensayo Comunidades imaginadas (1983), la nación como producto de la imaginación de las personas.

En lo más cercano a nosotros, el Maestro Brito Figueroa ayuda de manera decisiva con su enorme presencia intelectual y de ánimo a consolidar los estudios históricos en la Región Centroccidental de Venezuela, al crear con Reinaldo Rojas y otras personas, la Fundación Buría, institución que ha servido de esencial apoyo para  establecer estudios de posgrado en la Ciencia de Clío en universidades y otras instituciones del Estado Lara, editar una cuantiosa cantidad de interesantes y variados libros, realizar Congresos Internacionales en la Ciencia de la Historia, fundar la Sociedad Venezolana de Historia de la Educación en la ciudad de Barquisimeto, establecer vínculos con notables historiadores y pensadores del país y otras latitudes. En fin, edificar una verdadera “comunidad discursiva” de signo Analista en el Estado Lara, Venezuela. Todo ello bajo su imperecedero y característico lema: “Trabajando en pequeño, pero pensando en grande.”, consigna que nos recuerda la “microexcelencia” de Kumar Mehta.

En lo estrictamente personal, debemos confesar sin ambages que el Dr. Federico Brito Figueroa, conjuntamente con el Dr. Reinaldo Rojas, nos hicieron “descubrir” la historia de Venezuela, pues, como ya dijimos, era tendencia marcada en nosotros estudiar historia e historiografía de otros países, en especial los europeos occidentales, un eurocentrismo epistémico. A lo que se agrega que nuestra docencia en educación secundaria venezolana gravitaba entonces en los ámbitos de la filosofía, situación a la cual el sano empirismo de la ciencia de la historia nos hizo aplicar conceptos y categorías filosóficas muy abstractas a situaciones históricas concretas. Es que la filosofía, desde Tales de Mileto a Martín Heidegger termina en callejones ciegos.

En lo que tiene que ver con nuestro ejercicio profesional en educación media en Psicología, ciencia recién creada de forma experimental, pero antigua desde que la crearon los griegos, se dio ella felizmente la mano con la llamada “historia de las mentalidades” de la Escuela Analista francesa, estimulante enfoque de la historia que nos enseñaron a comprender y cultivar los doctores Federico Brito Figueroa y Reinaldo Rojas, bajo el bello y sereno cielo crepuscular del semiárido venezolano de la ciudad de Barquisimeto. Gracias al Maestro Brito Figueroa continúo en la idea de comprender nuestra tierra natal, por lo cual seguimos en la idea de construir una categoría de análisis a la cual hemos llamado tentativamente “Genio de los pueblos del semiárido larense venezolano”. Ilumíneme, Maestro Federico Brito Figueroa.

 

 

Referencias.

Bloch, Marc. Apología de la historia o el oficio del historiador. Fondo Editorial Lola de Fuenmayor, Fondo Editorial Buría. Caracas, Barquisimeto, 1986. Primera edición venezolana, es necesario destacar.

Brito Figueroa, Federico. Historia económica y social de Venezuela. Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela. Caracas, 2008.

Brito Figueroa, Federico. La estructura económica de Venezuela colonial. Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela. Caracas, Venezuela, 1987.

Burk, Ignacio, Pedro Luis Díaz García, Luis Felipe Quintanilla Ponce. Filosofía. Una introducción actualizada. Ediciones Insula. Caracas, Venezuela, 1998.

Burk, Ignacio y Pedro Luis Díaz García. Psicología. Un enfoque actual. Editorial Buchivacoa, Caracas, República Bolivariana de Venezuela, 2002.

Cortés Riera, Luis Eduardo. Del Colegio La Esperanza al Colegio Federal Carora, 1890-1937. Fondo Editorial de la Alcaldía del Municipio Torres, Fundación Buría. Carora, 1997.

Cortés Riera, Luis Eduardo. Ocho pecados capitales del historiador. Revista de Ciencias Sociales de la Región Centroccidental. Fundación Buría. Barquisimeto, Venezuela, 2008.

Darnton, Robert. El beso de Lamourette. Reflexiones sobre historia cultural. Fondo de Cultura Económica. México, 2010.

Febvre, Lucien. Combates por la historia. Editorial Ariel. Barcelona, España, 2008.

Rojas, Reinaldo. Federico Brito Figueroa, Maestro historiador. Fundación Buría y el Centro de Investigaciones Históricas Federico Brito Figueroa, UPEL-IPB. Barquisimeto, Venezuela, 2007.

 

                                                                                                       Carora,

 Municipio G. D. Pedro León Torres,

Estado Lara,

República Bolivariana de Venezuela,

abril de 2021.

        Luis Eduardo Cortés Riera.

Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña.

Universidad Pedagógica Experimental Libertador.

 Fundación Buría.

Barquisimeto,

 República Bolivariana de Venezuela.

cronistadecarora@gmail.com

 

 

 

 

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