lunes, 26 de abril de 2021

FRANCISCO DE LA HOZ BERRIO Y ORUÑA Y EL CRISOL ÉTNICO CULTURAL VENEZOLANO


RESUMEN

 El criollo Francisco de la Hoz Berrio y Oruña (Bogotá, 157? – Mar de las Antillas, 1622) es un personaje muy importante de nuestra historia colonial venezolana, y que sin embargo ha sido olvidado ingratamente por nuestra historiografía. En funciones de Capitán General y Gobernador de la Provincia de Venezuela, entre 1616 y 1622, contribuye a la fundación de casi medio centenar de centros poblados con aborígenes extraídos de las Encomiendas. Esta gigantesca obra de civilizadora, al calor de la Evangelización hispana, es de algún modo responsable de que hogaño sea nuestro país una realidad étnica y cultural mestiza, única en Hispanoamérica. Hacemos énfasis en la fundación en 1620 de dos pueblos de indios en lo que Reinaldo Rojas llama “Región Barquisimeto”, Jurisdicción Eclesiástica de Carora: Nuestra Señora del Rosario de la Chiquinquirá de Aregue y Santiago Apóstol de Río Tocuyo.

Palabras claves: Francisco de la Hoz Berrio y Ortuña, Provincia de Venezuela, Evangelización, Encomiendas, pueblos de indios, mestizaje étnico y cultural, Región Barquisimeto, Aregue, Río Tocuyo.

INTRODUCCIÓN.

Cuando el doctor Reinaldo Rojas, Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia venezolana, me pide un ensayo sobre Francisco de la Hoz Berrio y Oruña  (Bogotá, 157?- Mar de las Antillas, 1622), lo primero que me sorprende es que este importantísimo hombre de los siglos genésicos de nuestra nacionalidad venezolana no tenga aún una biografía que se precie como tal. Habiendo sido Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela entre 1616 y 1622, y que durante su breve pero fructífera administración se hayan fundado tantos centros poblados, pone aún más de relieve nuestra imperdonable deuda historiográfica con este civilizador que vivió a caballo entre dos siglos iniciadores de la modernidad y de nuestra nacionalidad venezolana, esto es, los siglos XVI y XVII. Es que hemos mirado la Colonia con telescopio, cuando de lo que se trata es de mirarla con lupa.

Estas líneas nuestras escritas desde Carora, Venezuela, serán, creo, un modesto aporte a lo que puede ser una labor de grupo ambiciosa: la reconstrucción de la vida y obra inmensa de este magnífico hombre que se nos muestra como vislumbre de lo autóctono americano en los inicios de la modernidad de signo hispano, contrarreformista y barroco.

 

EL CONTEXTO EUROPEO ENTRE LOS SIGLOS XVI Y XVII

A Francisco de la Hoz Berrio y Oruña le toca vivir en el periodo de mayor esplendor y ruina del imperio español, donde el Renacimiento deja lugar al barroco. Felipe II, el rey más poderoso de entonces, ha muerto en 1598, dejándole a su sucesor Felipe III un vasto imperio, el mayor desde los tiempos de Roma. Se inicia el Siglo de Oro español con las figuras de Cervantes, Calderón, Garcilaso, Góngora, Quevedo, Velázquez, El Greco, Zurbarán, Lope de Vega. España, es sin embargo la nación más antimoderna de Europa.

Paradójicamente, es el inicio de la ruina de tan gigantesco estado, que cae bajo la errática dirección de un soberano inepto y holgazán, Felipe III (1578-1621). La bancarrota y la inflación afecta a las instituciones, incluso a la Santa Inquisición. España es un país de mendigos, bandidos y quebrados que comete el gigantesco error de expulsar a 270.000 prósperos musulmanes. Es un imperio pobre, cargado de deudas, con una terrible inflación y devaluación, dice Carlos Fuentes, que no paga a sus funcionarios reales, lo que propicia la corrupción y la picardía en esta nación que se muestra como la más enérgica del mundo posrenacentista y que llega al cénit de su expansión territorial. Es la Pax Hispana, tiempo que ve nacer un género novelesco que se burla de su tiempo, la picaresca.

LA VIDA DEL CRIOLLO FRANCISCO DE LA HOZ BERRIO Y ORUÑA

Aspecto crucial a destacar es que Francisco de la Hoz Berrio y Oruña es un hombre nacido en tierras del Nuevo Mundo americano, pues abre sus ojos a la vida en la recién fundada ciudad de Bogotá (1538) en una fecha que se puede aproximar a la de 1579 o 1580. Su extraordinaria obra civilizatoria está marcada por lo americano, su fabulosa geografía, exóticas plantas, exóticos animales, lo inédito de sus moradores indígenas, quienes sí tienen alma racional y pueden en consecuencia ser incorporados a la fe cristiana, como escribe con pasión erudita fray Bartolomé de Las Casas. Su sentido de lo americano lo ha conducido ya a sentirse miembro de una realidad humana nueva, distante y apartada de la vieja, cansada y corrupta Europa.

Ha nacido Francisco de la Hoz Berrio y Oruña en el lugar de la utopía lascasiana: el Nuevo Mundo americano. El mestizaje era ya una realidad en sus entrañas y en su lengua. Se sabe hijo de una cultura antigua pero ya mestizada, que tiene un inmenso reto: llenar con su impronta evangelizadora los inmensos espacios a colonizar, inventar la América, como decía Edmundo O´Gorman. Francisco de la Hoz Berrio no es europeo, como tampoco lo es el criollo margariteño Francisco Fajardo, ellos son lo Otro americano, esa nueva realidad humana que con fervor adora a la virgen autóctona de la Chiquinquirá y adereza sus platillos con ajíes y chille. Es la nueva subjetividad moderna (Enrique Dussel) que se crea en un mundo de mitos y leyendas. Una discordia psíquica que nos alcanza a nosotros en el siglo XXI.

Y con su obra civilizadora estará nuestro hombre abriéndole cauces en territorios ignotos a lo que más tarde habrá de llamarse modernidad, pero una modernidad hispana, contrarreformista y barroca, una vertiente de la cultura de Occidente que ya era extraña en Europa, y que en América termina de construir su excentricidad gracias a la creación de una nueva nomenclatura para mencionar lo americano.

 La voluntad divina impele al bogotano y Capitán General civilizar a la población autóctona, preparar la Segunda Venida de Jesucristo en la Parusía, un vocablo que nos parece hogaño lejano e incomprensible. Y es que en el siglo XXI pensamos más en razones económicas que en las motivaciones religiosas y espirituales, con lo que cometemos imperdonable anacronismo, como advierte Lucien Febvre. En consecuencia debemos asumir que el sueño doradista había terminado y de lo que trataba entonces era la de continuar con la misión de reducir a la población indígena y hacerles vasallos de la religión verdadera en Cristo y su representante en la tierra, el rey de España.

Es muy posible que el futuro Capitán General de Venezuela haya sido parteado en su natal Bogotá por una comadrona indígena, o que bien pudiera ser amamantado por una nodriza aborigen. De lo que sí estamos seguros que su dieta contenía productos del solar americano: venados, conejos y comadrejas, así como vegetales como cubios, auyamas, yucas, chuguas y ullucos, el cereal de quinoa, la papa, especies cultivadas por los aborígenes muiscas, habitantes de la fértil meseta donde está asentada la ciudad que fundara el Licenciado Jiménez de Quesada en compañía del capitán alemán Nicolás Federmann y Sebastián de Belalcázar en 1538.

Es nuestro hombre un criollo de los primeros, una estirpe   que dos siglos después protagonizará la gesta de independencia: Santiago Nariño y Policarpa Salvatierra. A falta de datos debemos inferir, como aconsejaba Marc Bloch, que Francisco de la Hoz Berrio y Oruña recibe una educación marcada por la impronta de monjes franciscanos y dominicos y sus cátedras de gramática y filosofía en la recién fundada urbe santafecina. Es hijo de militar y él mismo continuará con la herencia castrense de su padre, Antonio de Berrio (1527-1597) fundador de San José de Oruña, en la isla de Trinidad, en 1592, y Santo Tomé de Guayana, en 1595, un antecedente de la actual Ciudad Bolívar. Su hermano Fernando de Berrio y Oruña, quien había nacido en Berja, España, también se distinguirá como conquistador expedicionario, será capitán general de la isla de Trinidad y la Guayana. Su padre y su hermano serán atrapados por la gran obsesión de los siglos XVI y XVII: El Dorado y la mítica Laguna de Manoa. Sueños que por ausentes el escepticismo y la duda cartesiana se implanta con enorme fuerza en la psiquis de “los viajeros de Indias”, para utilizar la expresión de Francisco Herrera Luque.

Antonio de Berrio es un hombre a medio caballo entre el viejo mundo europeo y la realidad inmensa de lo americano. En la península batallará contra el moro infiel en Granada, Italia, contra los protestantes en Alemania, en el Nuevo Mundo descubre el río Meta, organiza tres expediciones doradistas, litigia con sus paisanos peninsulares por la jurisdicción de la isla de Trinidad, se bate en terrible enfrentamiento con el pirata Walter Raleigh, quien quiere información sobre El Dorado, recibe una capitulación  que con  la gobernación de El Dorado ha recibido como herencia en Boyacá en 1582, tras la muerte del licenciado Gonzalo Jiménez de Quesada. Está emparentado con el fundador de Bogotá, pues su esposa, María de Ortuña, es su sobrina.

 OBRA FUNDACIONAL DE FRANCISCO DE LA HOZ BERRIO Y ORUÑA

Para ser una obra fundacional de principios del siglo XVII y que venciendo enormes dificultades de toda laya, se puede considerar el esfuerzo civilizatorio de Francisco de la Hoz Berrio y Ortuña como gigantesco. Su obra personal contribuye a hacer crecer a un Imperio Español ya sobrextendido, como escribe Carlos Fuentes, desde tiempos de los emperadores de la casa de Austria Carlos V y Felipe II. España bajo la Casa de Austria es el mayor imperio en los comienzos del siglo XVII.

En esta colosal obra de civilización contará de la Hoz Berrio con un aliado excepcional, la Iglesia Católica de la Contrarreforma y con un decidido príncipe eclesial, el obispo fray Gonzalo de Angulo (1578-1632), obispo de Venezuela desde 1617, quien se enfrenta a los encomenderos, los obliga aprender lenguas indígenas, excomulga alcaldes, realiza miles de confirmaciones, defendió a los indios en el Concilio Provincial Dominicano. Con Francisco de la Hoz Berrio y Oruña es este prelado uno de los artífices del intenso y acabado proceso de mestización étnica y cultural que nos alcanza en Venezuela en el siglo XXI.

Como se habrá notado no fue fácil la obra civilizadora de Francisco de la Hoz Berrio y el obispo Gonzalo de Angulo, pues como sostiene Reinaldo Rojas “También en el seno del poder colonial había serias contradicciones acerca de los beneficios de la reducción de los indígenas encomendados a pueblos. Ya era criterio formado tanto para religiosos como para funcionarios reales la necesidad de fundar pueblos como medio dirigido a detener la caída de la población indígena. En multitud de Cédulas, Ordenanzas, Cartas y Oficios dese deja clara constancia de la decisión que sobre este aspecto había asumido la Corona. Sin embargo serán los propios encomenderos los principales enemigos de este proceso a pesar de la obligación que tenían de contribuir a la formación de pueblos con sus encomendados, como queda claro en la Ordenanza de Alquiza y Alcega de 1609.”

Es Reinaldo Rojas quien nos da esta definición de la encomienda: “…una unidad de producción precapitalista, en la que se conjugan nexos de sujeción, formas de apropiación del trabajo excedente, y de propiedad de los medios de producción de carácter feudal, conjuntamente con relaciones de trabajo que por el grado de la explotación de la fuerza- trabajo de la masa indígena sujeta a encomienda no pueden catalogarse como esclavistas.”, y agrega Rojas: mecanismo de instauración del dominio del nuevo poder colonial español desde el siglo XVI hasta el XVIII (1718) y fuente de conflictos entre el indígena encomendado, el colono encomendero y el Rey. La encomienda destruyó un mundo y se planteó crear otro. 1620 será fecha clave cuando de la Hoz Berrio decreta la reducción a pueblos de toda aquella población indígena sujeta a Encomienda, fundándose con ello los primeros pueblos de doctrina de indios en la Provincia de Venezuela.

En apenas seis años, que van desde 1616 hasta su fallecimiento por naufragio en el Atlántico en 1622, este magnífico funcionario de la monarquía universal hispana, Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela o Caracas estimula la plantación del cacao y el tabaco, elimina el servicio personal de los indígenas, acometerá la fundación de 47 pueblos de indios encomendados en los distritos capitulares de ocho ciudades fundadas en el genésico siglo XVI venezolano.

En la jurisdicción de la ciudad de Caracas, fundada en 1567 y capital de la Provincia de Venezuela desde 1577, establece Francisco de la Hoz Berrio y Oruña los siguientes pueblos de doctrina de indios:

El Valle, San Pedro y San Pablo de Antímano, La Vega, Dulce Nombre de Jesús o Buen Jesús de Petare, Nuestra Señora de Copacabana de Guarenas, Santa Lucía de Pariaguán, Carayaca, Maiquetía, Naiguatá, Choroní, Nuestra Señora de La Candelaria de Turmero, Cagua, San Mateo, Nuestra Señora de La Victoria, San Francisco de Paula de Agua Fría de Baruta, Tarma, Nirgua, entre otras. Señala en Caracas las propiedades.

Pero su obra más significativa ocurrirá en las jurisdicciones de Barquisimeto, Carora y El Tocuyo, en lo que a fines del siglo XX llamará Reinaldo Rojas Región Barquisimeto, unas 14 pueblos de doctrina de indios:

San Miguel Arcángel de Acarigua, Chabasquén, Aguada Grande, San José de Siquisique, Curarigua de Leal, Nirgua, San Miguel de Cubiro, Nuestra Señora de Altagracia de Quíbor, San Francisco de la Otra Banda, organiza la explotación de las minas cupríferas de San Jerónimo del Valle de Cocorote, Santa Ana de Sanare, Santa Cruz de Guarico, San Juan Bautista de Urachiche, San Felipe de Barbacoas, San Juan Bautista del Valle de Duaca, Santa Catalina de Cuara, Nuestra Señora del Rosario de Humocaro Bajo, San Antonio de los Naranjos de Humocaro Alto, San José de Guama, Santo Tomás de la Calera, San Antonio de Berrio, en honor a su padre.

En la jurisdicción eclesiástica de San Juan Bautista del Portillo de Carora, ciudad de blancos fundada en 1569, y que en la actualidad conforman los municipios General de División Pedro León Torres y Municipio General Rafael Urdaneta, centros de nuestra atención, fundará Francisco de la Hoz Berrio y Oruña los pueblos de indios de Nuestra Señora de la Chiquinquirá de Aregue, San Miguel de los Ayamanes, San José de Siquisique, Santiago Apóstol de Río Tocuyo.

LA FUNDACIÓN DE NUESTRA SEÑORA DE LA CHIQUINQUIRÁ

DE AREGUE, 1620

Se trata de un pueblo de indios ubicado a unos 10 kilómetros al noroeste de la ciudad de blancos de San Juan Bautista del Portillo de Carora, a orillas del río Morere y que hogaño es el centro espiritual del Municipio Torres por su masiva devoción a una deidad femenina americana, la Virgen del Rosario de la Chiquinquirá, fervor venido de Tunja, del Reino de Nueva Granada. Las etnias indígenas del semiárido que habitan allí son los ayamanes, ajaguas y jirajaras.

Esta devoción femenina viaja de norte a sur, desde el sitio de Tranquero o Tequere, donde don Fernando de Villegas funda una encomienda de indios con el nombre de Doctrina de Nuestra Señora de Chiquinquirá, que es mencionada por el Hermano Nectáreo María, hasta asentarse en el pueblo de indios de Aregue en 1710, donde recibe cobijo humano y deja su peregrinar. Tal dirección se debe a que desde la costa del Mar Caribe hasta adentrarse en el continente existían las rutas de la sal, elemento indispensable para la vida. Esas rutas fueron las que siguió en 1534 el capitán Nicolás Federmann conducido por baquianos indígenas y la que hogaño aún es la estela dejada por la devoción de la virgen morena y aindiada de la Chiquinquirá en el vecino Estado Falcón, entidad federal donde se recluta la mayoría de fieles que vienen hasta Aregue para asistir a la multitudinarias fiestas en obsequio a la virgen india, que coincide con la segunda temporada de lluvias en el semiárido larense venezolano, en la primera semana de octubre de cada año.

Esta extraordinaria festividad religiosa, barroca y americana alentada por el Concilio de Trento, ocurre desde 1740, cuando un rico comerciante vinculado a la Compañía Guipuzcoana, don Cristóbal de la Barreda, salva su vida en un naufragio y una vez salvo en las playas del estado Falcón ve la imagen deslumbrante de una dama a quien atribuye su salvación. Al llegar a Carora el sacerdote Hoces le indica dónde puede estar aquella preciosa mujer, le conduce al pueblo de Aregue. Allí reconoce don Cristóbal a su salvadora, y de seguido ordena que con sus bienes se construya una iglesia en su obsequio, que es una joya de la arquitectura colonial venezolana. Muy sorprendente resulta que en sus bóvedas se hayan pintado, a mediados del siglo XX, los conocidos “angelitos negros”, inspiración devenida del poeta Andrés Eloy Blanco y que plasma allí el maestro José Requena.

En ese templo se encuentra el lienzo sagrado de la virgen de la Chiquinquirá y que bien pudo haber sido pintado por un maestro indígena de la escuela pictórica de El Tocuyo. El modelo de mujer es americano pues su rostro es ovalado y su piel morena, bastante alejada de los modelos grecolatinos europeos. Pero lo más asombroso será que el Niño Jesús tiene posada en su mano derecha un ave emblemática y endémica del semiárido venezolano, el cardenalito (cardoelis cucullata). El lienzo es como una identidad niña, una prefiguración de lo nacional venezolano que hará eclosión a principios del siglo XIX, después de los sucesos del 19 de abril de 1810. Es la virgen de Chiquinquirá devoción que une a dos naciones hermanas, Colombia y Venezuela, países donde las migraciones en ambos sentidos se han acentuado en los días que corren. La virgen india y americana es un importantísimo factor de unidad y de encuentros entre estas dos naciones suramericanas.

Hogaño se ha convertido Aregue por su cercanía a Carora en una suerte de “pueblo dormitorio”. A principios de octubre de cada año se ha organizado recientemente una caminata, la Marcha de la fe, desde Carora hasta Aregue en obsequio de la virgen india, y que se ha hecho multitudinaria cada vez más desde que se inicia en 2003. El sagrado lienzo de la virgen recorre las distintas parroquias de la ciudad de Carora entre agosto y septiembre. Los festejos a la virgen terminan en octubre con una significativa “Misa de los Indios” que se escenifica con esplendor en la basílica aregueña, un evento sincrético y mestizo que habría deslumbrado a Alejo Carpentier y Arturo Uslar Pietri.

Los zulianos quedan sorprendidos cuando se les indica que la Chiquinquirá de Aregue es devoción mariana muy anterior a la de Maracaibo del mismo nombre, que, como sabemos, aparece en una tablilla flotando en el Lago en 1706. Quien escribe ha descubierto que en los viejos libros de cofradías de la iglesia de San Juan Bautista de Carora se comienza a dar a las niñas el bautismo con el nombre de Chiquinquirá a mediados del siglo XVIII, tradición que se mantiene con vigor en los inicios del tercer milenio.

Aregue es hogaño centro de producción hortícola importante de tomates, cebolla y pimentón, promovida por la  simpática colonia canaria allí asentada. Los caprinos son elemento indispensable de vida en el semiárido del Municipio Chiquinquirá. Las festividades del carnaval y el Vía Crucis de Semana Santa son de un animoso fervor inusual.

Aregue es una comunidad que se nuclea social, cultural y afectivamente alrededor de la devoción mariana de la virgen del Rosario de la Chiquinquirá. Es su gran fortaleza en tiempos de globalización.  

LA FUNDACIÓN DEL PUEBLO DE SANTIAGO APÓSTOL DE RÍO TOCUYO, 1620

En las cercanías de la confluencia de los ríos Morere y Tocuyo nace este poblado en 1620 bajo la advocación de un santo jinete y guerrero: Santiago Apóstol Matamoros. Advocación masculina ideal para reducir a estos indígenas que “son menos ladinos que los de Aregue”, dirá dos siglos después el obispo preilustrado Mariano Martí. Habían allí 9 encomiendas servidas y 827 personas, refiere Reinaldo Rojas. Hogaño conserva su impronta en su cuadricula colonial y su marcada composición étnica de extracción aborigen en sus apellidos: Corobo, Yajure, Dobobuto, Túa, Sisirucá, Guarecuco, Cayama, Catarí y Camacaro.

Se cubrirán de gloria el indio José María Camacaro, nativo de Río Tocuyo, como héroe de Carabobo y de la independencia suramericana en Junín y Ayacucho, así como el mestizo hijo de india ayamán y de inmigrante canario, el controvertido “Indio” Reyes Vargas, quien alternativamente sirve al bando republicano y realista. Dos Parroquias del Municipio Torres llevan nombres de estos dos patriotas mestizos.

Centurias luego de su fundación por Francisco de la Hoz Berrio, habrá de producirse acá un fenómeno estético maravilloso que deslumbrará a don Alfredo Boulton: la Escuela Pictórica de Río Tocuyo, la tercera escuela artística después de la de Caracas y la de Mérida. Es una pintura de sabor popular y su origen es como la expresión de su génesis híbrida. Labor pictórica que continuará el vitralista Juan de Jesús Espinoza y el pintor naif Carlos Rivero entre los siglos XX y XXI.

 

Hogaño es esta Parroquia la productora del 30 por ciento de la cebolla y pimentón del país, obra de los inmigrantes canarios. Ayer fue emporio de la producción de la bebida espirituosa del cocuy. En 1899 Cipriano Castro libra la decisiva Batalla de Parapara.   Mi padre, Expedito Cortés, es cofundador allí del Parque Nacional Cerro Saroche.

Cabe destacar que las fechas cuatricentenarias de ambos pueblos, Aregue y Río Tocuyo, han pasado casi como desapercibidas, ello debido a la cuarentena radical a las que nos tiene sometidos la pandemia del Covid 19 desde marzo del año pasado de 2020, y que mi visita a estos simpáticos y agradables villorios en mi condición de Cronista Oficial del Municipio G. D. Pedro León Torres ha quedado suspendida hasta un nuevo aviso.

FRANCISCO DE LA HOZ BERRIO Y ORUÑA Y LAS COFRADÍAS DEL MONTÓN DE CARORA

Al oeste de la ciudad de Carora, en dirección a la Laguna de Maracaybo, zona de transición del semiárido a la zona húmeda de la jurisdicción eclesiástica, fueron fundadas las que más tarde abrían de ser llamadas “ las haciendas de las Cofradías del Montón de Carora” a principios del siglo XVII. Estas tierras fueron pedidas por Pedro y Andrés de Almarás al Capitán General de la Gobernacion señor don francisco de Oberto para que “conceda en que puedan pastar las yeguas de esta sta cofradía y otros ganados que adquieran en tiempos futuros en tierras baldías de los ejidos del común…” Aparecen en el documento los nombres de Diego Gordon, Francisco de la Hoz Berrio, Pedro Delomar, el párroco de la Iglesia de San Juan de Carora Alfonso Sánchez Cambero, Diego González Rodríguez de Narváez, Martín de la Peña, Francisco Cano Galera, Francisco Bazán, Alfonso Serrano y Andrés Gordón.

Estas haciendas “del Montón” eran propiedad de la Iglesia Católica, y con mano de obra esclava de la etnia africana de los tare, unos 90 negros, se dedicaban a labores agropecuarias. Cuando el obispo Martí visita Carora dispone que unas yeguas de estas cofradías se negocien para que con tales rentas se paguen los salarios de los maestros de las dos escuelas que creara este preilustrado obispo catalán en 1776. Es el inicio de la educación formal en Carora. Durante la Guerra Magna fueron estas haciendas objetivo estratégico para ambos bandos en conflicto, sus mayordonos colaboran alternativamente con patriotas y realistas. Muchos de estos negros escapan a lo que se llama “La Otra Banda” y crean poblados que aún conservan su raíz afroide.

Estas tierras son el antecedente de la gran propiedad agropecuaria del presente que la Iglesia Católica no pudo reclamar para sí, y fueron el escenario donde se produjo la creación de la Raza bovina Carora en la década de 1930, una mezcla del ganado amarillo de Quebrada Arriba, tipo andalus, traído por los españoles en el siglo XVI y el Pardo Suizo importado por Teodoro Herrera Zubillaga, declarada Patrimonio Genético Nacional en 1992.  Aprovechando los 365 días de intenso y abrasador sol fueron creadas en La Otra Banda, tierras que eran de las cofradías “del Montón” las viñas de Altagracia, hogaño corazón vinícola de Venezuela.

CONSIDERACIONES FINALES:

España es nuestro lugar común, cómo negarlo. La columna vertebral de la cultura hispanoamericana étnica y culturalmente es de linaje y prosapia hispana. Los historiadores revisionistas venezolanos lo han establecido así: Mario Briceño Iragorri y Mariano Picón Salas, quienes sostienen que el alma nacional se forma en los tres largos siglos de dominio colonial español. Se imponen lengua castellana y catolicismo del Concilio de Trento. Una cultura que va más allá de los sucesos que se inician en 1810 y que nos alcanza hogaño, la alborada del tercer milenio. Sufrimos aún, dice Octavio Paz, los efectos del Concilio de Trento.  

Francisco de la Hoz Berrio y Oruña, el obispo Gonzalo de Angulo, son algunos de los millares de artífices de este proceso social de mestizaje étnico cultural que dará lugar a una realidad social única en Hispanoamérica, y que de ninguna manera se produjo en la América blanca, anglosajona y protestante. Nosotros no tuvimos parias, dice el mexicano Octavio Paz, pues el catolicismo de la Contrarreforma le dio a indios y negros esclavos un lugar en el cosmos. Así, estas víctimas del colonialismo, que fueron despojados de sus tierras hereditarias y obligados a aceptar una nueva civilización y una nueva religión encontraron en la fe y en la virgen María consuelo para su desgracia. “Los pueblos indígenas derrotados, enseguida los mestizos de indio y blanco y finalmente los recién llegados negros en el Nuevo Mundo, escribe Carlos Fuentes, iniciaron un proceso que sólo podemos llamar contraconquista de América: la conquista de los conquistadores por los derrotados, el surgimiento de una sociedad propiamente americana, multirracial y policultural.”  El filósofo ecuatoriano Bolívar Echeverría nos habla del “ethos barroco” del siglo XVII, centuria donde en una puesta en escena teatral los indígenas fueron obligados a hablar una lengua que no era la suya y a vestir ropas de otras latitudes: Una puesta en escena absoluta.

En Venezuela, dicen las investigadoras del IVIC Dinorah Castro Guerra y María Matilde Suárez, el proceso de mestizaje se extrae fundamentalmente de población europea (58,8 %), mientras el segundo aporte es el amerindio (28,5%) y en menor proporción, el africano (12,6%). Los cromosomas Y africanos y amerindios fueron prácticamente sustituidos por los europeos, sostienen estas investigadoras del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, IVIC, en base a 13.313 muestras de donantes. Ello se debe a que conquista y colonización hispana fueron empresas masculinas, a que las Leyes de Indias permitían matrimonios mixtos y a que no existían los odiosos prejuicios raciales que mantienen herida a la sociedad estadounidense.

Hogaño es Venezuela un país mestizo, es país pardo en la piel y en la mente, una construcción única y novedosa en el contexto latinoamericano y que ya Bolívar lo había expresado en 1819 en el Discurso de Angostura: “los venezolanos son una especie nueva, que no es aborigen, ni española, ni africana, pero, eso sí, americanos por nacimiento y europeos por derecho.” “Es una raza nueva, dirá Laureano Vallenilla Lanz, completamente mestiza que formó un pueblo inteligente, enérgico y uno de los más revoltosos de América Latina.”  Y Arturo Uslar Pietri expresa que “El gran hecho cultural en América Latina es el mestizaje.” Es una evidente realidad que América Latina muestra con orgullo al mundo, una realidad que desdice las falaces afirmaciones “científicas” de Sir Arthur Gobineau, quien sostenía que el mestizaje degradaba a los pueblos.

Pero es en Venezuela donde tal proceso de mestizaje se logra de manera más acabada y completa. “Somos café con leche”. Nuestra piel es mayoritariamente del fototipo III en la clasificación de Fitzpatrick, que asimila bien la radiación solar, según refiere la dermatóloga, mi esposa Raiza María Mujica.   Entre nosotros no existe esa angustia ontológica de la que nos habla Arturo Uslar Pietri, que tanto mortifica a uruguayos, argentinos y chilenos. Nos horroriza y no le damos crédito al determinismo biológico, del que habla Stephen Jay Gould, pensar que la “raza caucásica” ocupe el vértice superior de todas las razas,  como pensó durante la Ilustración el antropólogo germano Johann Friedrich Blumenbach en 1795.

 

Y en Centroccidente de Venezuela, en lo que Reinaldo Rojas llamará Región Barquisimeto, donde esta fusión será consumada, integral. Mariano Picón Salas (1901-1965) nos habla de la civilización del calor de la zona tórrida durante el siglo XVIII y del calor seco que domina en esta zona o área cultural de acento especifico y tono particular, un calor que no hace mal a la salud y que es tan habitable como el altiplano andino, el calor no es factor de atraso y barbarie, asienta el ensayista merideño. El sabio larense Francisco Tamayo (1902-1985) nos habla de la “concurrencia larense”, donde distintos bagajes espirituales han engendrado un tipo humano de características medias, equilibradas. Barquisimeto es el crisol donde se polariza el mestizaje. En Lara nace, pues, lo nacional venezolano, afirma este sabio larense. Y como para confirmar lo que dijo Tamayo hace 60 años, dice el diario El Universal que en Centroccidente de Venezuela, presenta una frecuencia génica del 59,1 % blanca, 32,2 % amerindia y 8,6 % africana.

Es en el semiárido larense venezolano donde se gesta esta magnífica fusión étnica y cultural, el que hemos llamado “triángulo colonial y barroco” conformado por El Tocuyo, Barquisimeto, Carora y los distintos pueblos de indios fundados por Francisco de la Hoz Berrio y Oruña. Es el escenario de una cultura criolla, que no es andina, ni zuliana, ni central, ni llanera, que goza de un exceso solar y una crónica sequía, factores que han modelado profundamente nuestra conducta social en la cooperación y la austeridad, según indica el sociólogo Nelson Fréitez. Nosotros hemos descubierto el enorme papel que jugaron en la conformación del sentido de solidaridad y cooperación, entre nosotros los larenses y venezolanos, las hermandades y cofradías de la Iglesia Católica. La lengua castellana se ha enriquecido con nosotros, tiene sus propios vocablos y una fonética particular, como escribieron el Dr. Lisandro Alvarado y Rafael Domingo Silva Uzcátegui. Es realidad histórica y social, lo que a lo largo de muchos siglos de formación he llamado “genio de los pueblos del semiárido”, una pequeña porción de Venezuela, pero que sin embargo tiene significación en la cultura de alcance nacional y mundial.

En estos ecosistemas deficitarios en humedad, de los que habla el ecólogo Edilberto Ferrer Véliz, se han desarrollado extraordinarias formas de cultura, las que van desde la precolombina Cerámica Camay a la guitarrística de Alirio Díaz y Rodrigo Riera. Lugar de nacimiento, entre los cañamelares  del siglo XVIII de Curarigua y El Tocuyo, del “ballet pagano de San Antonio”, la suite de danzas más completa de América Latina, afirma el sabio larense Francisco Tamayo; la manifestación de fervor marianista, una de las más multitudinarias de Venezuela e Hispanoamérica en la Divina Pastora, deidad femenina forjadora de una identidad regional es vitalmente intensa entre los larenses; la bebida espirituosa del agave cocuy, el consumo del chimó, verdaderos complejos culturales populares, dice Reinaldo Rojas; dos escuelas pictóricas coloniales: El Tocuyo y Río Tocuyo que tienen como epítome al Pintor del Tocuyo; una sorprendente artesanía colonial en el “lienzo tocuyo” que se comerciaba en Río de la Plata, Perú, Bolivia; la artesanía del cuero que exportaba Carora hacia el Reino de Nueva Granada y las islas del Caribe, la gastronomía del chivo que ha resistido firmemente la insípida fast food estadounidense; los mejores luthieres del cuatro, el bandolín y la guitarra, y que tendrá en Antonio Navarro su epítome más excelso, a tal punto que ha sido llamado el “Stradivarius venezolano.”

Hogaño, ha sido el semiárido larense escenario de un desarrollo musical sin parangón en el país. Barquisimeto, El Tocuyo y Carora son ciudades musicales. Son rutilantes estrellas del positivismo decimonónico Lisandro Alvarado y José Gil Fortoul, discípulos de Egidio Montesinos en su Colegio de La Concordia, faro de luz en occidente. Acá, en El Tocuyo conservador y apegado a las tradiciones católicas, se inicia en 1917 el estudio del marxismo con Pío Tamayo en un grupo llamado El Tonel de Diógenes, la literatura fantástica con Julio Garmendia y La tienda de muñecos, 1927; antes, en 1925, el poemario baudeleriano de Roberto Montesinos La lámpara enigmática, significa una ruptura profunda con el romanticismo y hace poesía universal.

En Carora, “ciudad levítica de Venezuela”, el godo mantuano Cecilio “Chío” Zubillaga (1887-1948) es antecedente de la Teología de la Liberación, y que además, según Alí Lameda, funda la cultura popular en Venezuela como “intermediario cultural”; del estro de El Negro Tino Carrasco emana la “trova social” o canción de protesta durante la dictadura de Juan Vicente Gómez; en 1923 nacerán los dos guitarristas caroreños de fama universal: Alirio Díaz y Rodrigo Riera, el poeta Alí Lameda, autor de la prodigiosa épica El corazón de venezuela. Curarigua, apacible pueblo torrense será cuna del autor de la sorprendente y erudita Enciclopedia larense: Rafael Domingo Silva Uzcátegui (1887-1980).

Barquisimeto nos ofrecerá desde hace más de un siglo a la Orquesta Pequeña Mavare, al pintor paisajista Rafael Monasterios, al novelista del boom de la literatura latinoamericana Salvador Garmendia, el poeta universal Rafael Cadenas, nominado al Nobel de Literatura, al crítico literario y poeta Pascual Venegas Filardo, y en la actualidad al eminente director orquestal de fama planetaria Gustavo Dudamel.

La cultura del semiárido larense viene transformándose desde milenios y es producto cultural inventado por manos indias, blancas y negras en un espacio geográfico seco, ardiente, con seres humanos marcados por el ingenio, el esfuerzo y la solidaridad, acompañados de una sensibilidad estética extraordinaria, todo lo cual nos permite afirmar que se podrá crear una estética del semiárido larense venezolano. Es una labor inaplazable y que hogaño espera por nosotros los que vivimos en esta tierra deslumbrante y de ensueño, que es como vislumbre de la Raza Cósmica que soñó en 1925 el filósofo mexicano José Vasconcelos.

No podía imaginar el criollo bogotano Francisco de la Hoz Berrio y Oruña que su extraordinario legado fundacional, realizado en tan breve tiempo y venciendo tan enormes dificultades durante los inicios del siglo XVII, tuviera tan inmensas y maravillosas ramificaciones hasta los inicios del tercer milenio en esta “tierra de gracia” que es Venezuela.

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San Juan Bautista del Portillo de Carora, 19 de marzo de 2021.

Luis Eduardo Cortés Riera.

Doctorado en Cultura Latinoamericana y Caribeña,

 Universidad Pedagógica Experimental Libertador. Instituto Pedagógico Barquisimeto

Luis Beltrán Prieto Figueroa. Fundación Buría.

Barquisimeto, República Bolivariana de Venezuela.

cronistadecarora@gmail.com

 

 

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