Tuve el agrado de recibir en mi Oficina
de Cronista a este distinguido y cordial caballero dedicado a la ciencia de
Hipócrates desde hace mucho tiempo. Muchísimos son los caroreños que han
depositado en sus manos la responsabilidad de su salud. No los ha defraudado.
Le conozco desde mi niñez y siempre he admirado su sobriedad y buenas maneras.
Aun recuerdo su grado universitario cuando en la línea dejada por el Doctor
Ezequiel Contreras se hizo de médico cirujano con dedicación y sacrificio en la
ilustre Universidad de Los Andes, una carrera reservada a cierta y determinado
estrato social.
Diariamente nos da una lección de
frugalidad y moderación este personaje al mantener su añoso automóvil desde
hace casi medio siglo, un carro de finas líneas marca Dodge Dart de la década
de 1960 que mantiene en impecable condición. Con este gesto de sobriedad y
mesura el Doctor Mosquera nos da una lección de civilidad y honradez, condición
de su espíritu que mostró como presidente del Concejo Municipal como militante
socialcristiano.
Esta vez me visita para mostrarme una
creación literaria suya en el género creado por el estadounidense Edgard Allan
Poe y el uruguayo Horacio Quiroga, esto es, el cuento. Un relato que se
distingue por su brevedad alrededor de un suceso único, aderezado con tensión y
con pocos personajes, un argumento no tan complejo, y al cual le da nuestro
galeno el titulo de Salustriano.
Después de leer este interesante
ensayo literario salido de sus manos de cirujano, le hago las siguientes
sugerencias al Doctor Mosquera: céntrese en la figura de la heteróclita y
singular figura del pintor caroreño del siglo pasado Julio Teodoro Arze Álvarez.
Estúdielo en su curiosa y rara existencia. Tal personaje es en sí mismo una criatura salida de la ficción por sus
anécdotas, las que son puro realismo mágico, como aquello al pintar en las
desoladas y áridas calles de Carora al
mismísimo Rey de Bélgica, monarca y propietario
único de un país africano: el Congo Belga. Haga, Doctor Mosquera, salir a este
soberano de la pared donde Arze lo pinta y póngalo a caminar con su amante adolescente,
Blanche Delacroix, por las calles del barrio Torrellas, de madrugada y en
compañía de la amante de ella, Antoine Dirieux. Termine el relato con un final
inesperado.
Pero hay más de este pintor nuestro
ya olvidado. Fue él quien pinta un cuadro sobre ese tercer lugar de la geografía
del más allá, el purgatorio, óleo que se exhibía en la iglesia de San Juan de
Carora y donde el artista retrata a unos odiados y maldecidos familiares suyos
quemándose lastimeramente allí. Esta valiosa pintura terminó en el basurero
después que un levita lo creyó irreparable en su deterioro. Puro realismo
mágico.
Y nada tiene que envidiarle a la
ficción el hecho de que a su muerte por paludismo, su cadáver fuese enrollado,
cual capullo con sus lienzos y telas como envoltura, como recomendaba la
autoridad sanitaria de entonces. Puro realismo mágico el que protagoniza este estrafalario
y pintoresco caroreño de paleta y pincel, sucesor legítimo del gran Arturo
Michelena.
Escriba y escriba mucho más, y
recuerde que en tal sentido puede crear usted un pequeño universo cuentístico
con la figura de Julio Teodoro Arze, nuestro incomprendido pintor de entre
siglos que afinó su arte pictórico en Europa.
Esas son algunas de mis humildes
recomendaciones que le hago al Doctor Mosquera, recordándole que la imaginación
es el más acabado y firme aliado del escritor de ficciones. Éxito en su carrera
de escritor que inicia, Doctor Mosquera.
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