Se acerca a mi oficina
de Cronista mi querida licenciada Blanca Aurora Andueza de Álvarez para recordarme que esta magnífica
Congregación de piadosas mujeres está cumpliendo 125 años. Amablemente me hace
entrega de dos hermosos libros dedicados al padre Santiago Machado, quien al
lado de la señorita Emilia Chapellín, mejor conocida como Madre Emilia,
fundan
esta Congregación el 25 de septiembre de 1899. Eran los turbulentos años en que
el viejo liberalismo del siglo XIX tocaba a su fin con la llegada violenta de Cipriano
Castro al poder.
Eran años de inmensos
cambios en la Iglesia Católica, pues desde el año 1869 la Iglesia se abre al
mundo de lo social al convocar al Concilio Vaticano I, con lo que esta
milenaria institución hace frente a dos amenazas: el capitalismo explotador y
el socialismo materialista del siglo XIX. Otro gran momento vivido por la
Iglesia fue la Encíclica Rerum Novarum, lanzada al mundo por el papa León XIII
en 1891, y en la que se reafirma la voluntad social, la búsqueda de los pobres
para su reivindicación en la justicia social.
Este estremecimiento de
la Iglesia llega a los más apartados rincones del mundo.
En Carora un sacerdote
excepcional, el padre Lisímaco Gutiérrez funda una institución en 1900 llamada
el Pan de San Antonio, así bautizada en advocación de San Antonio, el santo de los pobres y
menesterosos. Pero sucede un hecho frecuente en nuestra historia de aquellos
años: la Batalla del Cascajo, al este de la ciudad. Las familias caroreñas
albergan en sus casas los heridos y los ponen bajo el cuidado de las Hijas de
San Antonio de Padua. Tal fue la primera obra de caridad que realizó aquella
naciente institución con el protagonismo de las beatas Eugenia y Julia, y los
doctores Julio Segundo Álvarez, Lucio Antonio e Ignacio Zubillaga. Mi amigo abogado Gerardo Pérez González hizo un
magnifica investigación al respecto, la que espera ser
publicada.
El padre Lisímaco, un
adelantado de la Teología de la Liberación, según dijo Luis Beltrán Guerrero,
decidió fundar el Hospital San Antonio de Padua en 1902 y lo hizo en la casa de
familia de Amalia Luna, “El Ángel de la Caridad”. Es en este momento cuando
llega a Carora el extraordinario sacerdote Dr. Carlos Zubillaga, graduado en la
Universidad de Caracas, hermano mayor de Chío Zubillaga, quien de inmediato se
a suma entusiasmado a la labor de Lisímaco. Para atender esa institución de
salud fueron convocadas las Hermanas de los Pobres de Maiquetía en 1924, 15 de
enero, cuando aquellos iluminados sacerdotes ya habían fallecido.
Allí vinieron las
devotas mujeres Martha de San José, Luisa, Eusebia, Albertina, Trinidad,
Remigia, María Paula, y la Superiora Madre Providencia de San José. Estas
abnegadas mujeres serán recibidas por Monseñor Pedro Felipe Montes de Oca.
Durante muchos años colaboraron desinteresadamente con el Hospital Don Octaviano
Herrera y su inolvidable esposa, Doña Natalia, así como “Don Cherra”, José
Ramón Hernández. En esos años de consolidación se destacó la hermana María
Eusebia quien dedicó toda su existencia al auxilio de los desamparados y al
final de su vida quiso que su cuerpo quedara acá en estas tierras del semiárido
larense. Otras excepcionales damas del “Hospitalito”, tal como cariñosamente se
le conoce, fueron las hermanas Prudencia, Abigail, Felicia, Ana Josefa y Consuelo
Ramírez, quien entregó en forma pulcra la institución al desaparecido
Ministerio de Sanidad. Eran los años del populismo más engreído.
Otras fechas
importantes nos da el médico Otto Mosquera. En 1951 se crea la Casa Hogar San
José, en 1963, de la mano del odontólogo Domingo Perera, se funda, allí, “donde
no llega el asfalto”, la institución educativa Fe y Alegría, en 1982 el Hogar para Ancianas Nuestra Señora de
Coromoto y la Casa de Ejercicios Espirituales Betania, en la hermosa población
de Jabón, el Asilo para Ancianos Padre Machado nacerá en 1989 con motivo del
Primer Siglo de la Congregación.
Y sucederá algo
extraordinario y milagroso, pues en 1997 la hermana Martha Delgado decide
reabrir el Hospital San Antonio, cerrado años atrás porque se pensó, erróneamente, que el nuevo Hospital Dr.
Pastor Oropeza haría innecesaria la existencia del “Hospitalito” de la calle
Bolívar. Habrá mucha amplitud, modernización y tecnología de punta en el
hospital del Gobierno Nacional, pero no existirá el espíritu de abnegación,
entrega y desinterés del inmenso corazón de las Hermanitas de los Pobres de
Maiquetía.
Han reabierto aquella
hermosa institución que se creía desaparecida. Pero más pudo el empuje de dos
milenios de vida que proyecta a la
Iglesia Católica hacia el futuro cuando otras ideologías, credos e ideologías
políticas desfallecen. Larga vida pues a esta inmensa institución benefactora
de los pobres y desposeídos, que son los más.