Otra
andanada más que se agrega a lo que se ha denominado la debacle de la cultura
occidental, lo constituye este libro de Franck Frommer, periodista francés,
quien en 2010 publicó “El pensamiento
Power Point. Ensayo sobre un programa que nos vuelve estúpidos”, Península,
Barcelona, 2012. Asegura que las presentaciones de Power Point (PP) son
aburridas e improductivas. Que terminan por simplificar en extremo los
contenidos, volviéndonos imbéciles integrales y superficiales.
Para
Frommer el impacto de PP en la retórica
tradicional de las charlas es que predomina la forma sobre el contenido.
Interesa más la exhibición que la demostración y busca hipnotizar al público,
limitar su capacidad de razonamiento. Al leer esto recordé algo parecido dicho
por Giovanni Sartori, autor de El homo
videns. La sociedad teledirigida, Taurus, 1998: La imagen anula a la palabra escrita, el “homo sapiens”,
producto de la escritura, se ha transformado en un “homo videns”. Vemos
imágenes sin entender.
El
PP, que nació en 1987, sofoca las discusiones, dice Frommer, desalienta las
preguntas y generalmente trasmite menos análisis y menos persuasión que el
mismo contenido trasmitido vía oral. Limita el compromiso con el público. Donde
antes había conversación, ahora hay monólogos. El arte de lo breve y simple
domina el discurso, el párrafo está pasando de moda. Los nexos entre
razonamientos desaparecen. A veces oculta información. También absorbe
demasiadas horas-hombre, pues hacer diapositivas consume mucho tiempo. PP es la
mejor muleta y las más aceptada socialmente. El miedo ancestral a hablar en
público nos conmina a usar este software.
El
ejército de la nación más poderosa de la Tierra ha declarado a PP su principal
enemigo. El general Colin Powell, por ejemplo, justificó el ataque e invasión a
Irak en 1991 en una intervención en las Naciones Unidas, mostrando unas cuantas
láminas con este programa que ha seducido a unas 1.000 millones de personas en
el mundo. El general estadounidense Mc Chrystal dijo en cierta ocasión: “cuando
abramos entendido estas diapositivas, habremos ganado la guerra”. Se le acusa
también de haber ocasionado el accidente del transbordador Columbia en 2003,
pues los datos de seguridad no se entregaron impresos sino en PP. Así también
se le acusa de ocasionar pérdidas en 100 mil millones de euros por estas
presentaciones, pues el 85% de los receptores no sacan ningún beneficio de
ellas, sostienen los integrantes del partido político Anti Power Point que se
ha constituido en el país helvético, Suiza.
Se
ha dicho que no es el PP en sí mismo quien ocasiona todo este desastre, sino a
las personas que lo utilizan de forma inadecuada. Para ello han recomendado no
abusar de las animaciones, cuidar la calidad de las imágenes, utilizar el texto
en su justa medida, no leer textos al
pie de la letra, no utilizar colores estridentes ni letras de tamaño
inadecuado, evitar el mal uso del sonido, no utilizar plantillas de diseño, o planteamientos
precocinados, limitar el número de láminas, no presentar datos mutilados, mirar
directamente a los ojos de las audiencias, pues esto es lo que impide PP. Lo malo no es PP sino las presentaciones
aburridas.
Con
o sin PP, las buenas presentaciones son aquellas donde se cuentan historias y
se estimula la participación de la audiencia, nos dice el defensor de este
software, Donald Norman, psicólogo del diseño, profesor emérito de ciencia
cognitiva de la Universidad de
California. Amalio Rey, por su parte, argumenta que PP que una presentación se
debe interrumpir en cualquier momento para lanzar preguntas y generar diálogos
en torno a una diapositiva, que es posible jugar con imágenes que dejen las
propuestas abiertas; en lugar de textos puntillosos, el
ponente no debe “competir” por la atención con las láminas, estas pueden usarse
como soporte para fijar ideas-fuerza que se exploran y profundizan en la
narrativa oral.
¿Volver a la tradición
visual e interactiva de la pizarra? Cuando yo impartía docencia en Historia del
Arte, hacía milagros con la tiza y el borrador: utilizando la técnica del
cuadriculado dibujaba a mano, con gran rapidez y a gran tamaño, templos griegos,
Las Meninas de Goya y de Picasso, autorretratos de Van Gogh, o a veces deslizaba
una caricatura de alguna jovencita. El aula se convirtió en un verdadero taller
de pintura. Fue una experiencia con adolescentes muy edificante, que me han
agradecido ellos mucho tiempo después. ¿Pizarra o Power Point?: todo depende de
la astucia y el ingenio que el docente le imprima a la tecnología para hacer
menos aburridas sus clases