A
mi hijo José Manuel, dedico.
Luis
Eduardo Cortés Riera
Cada
cierto tiempo se me viene a la mente una imagen de forma repetida: la
colina de El Calvario, situada en la población larense de Río
Tocuyo, cercana a Carora. Ella se formó hace muchos años, cuando en
compañía de mi padre, Expedito Cortés, recorríamos la extensa
geografía del Distrito Torres. No es precisamente la colina lo que
se me viene a mi percepción, sino una de las cuatro calles que la
circundan, es decir la calle sur. Observo la imagen de personas,
vegetación y bicicletas en la ladera austral de tal elevación. En
el lado norte de este accidente geográfico está situado el
Ambulatorio de Río Tocuyo, un centro de atención médica. He aquí
donde comienza lo extraordinario de la narración que ofrezco a mis
lectores.
La
palabras déjà
vu
que aparecen como título a este artículo, vienen de la lengua
francesa y significan “ya visto”. El concepto describe la
sensación que experimenta una persona al pensar que ya ha vivido con
anterioridad un hecho que, en realidad, es novedoso. Mis alumnos de
psicología en el Liceo Egidio Montesinos de Carora, me preguntaban
muy de seguido el significado de tan curiosa experiencia. Yo les
decía que era una sensación propia de los pueblos primitivos. No es
así de simple la cosa.
El
responsable de acuñar este término fue el psicólogo francés Emile
Boirac (1851-1917). Hoy se le da el nombre de paramnesia
y está asociado a los recuerdos vividos, sentidos o soñados, como
tal es mi caso. Es la creencia de que un lugar ha sido duplicado,
existiendo en dos lugares simultáneos. Pero mi experiencia con la
colina ríotocuyana tiene otra significación que de inmediato
trataré de hacer comprender, según dicen la hermenéutica y la
fenomenología, o ciencias
del espíritu
de Dilthey y Husserl, filósofos alemanes del siglo pasado.
Sucedió
que mi esposa Raiza María Mujica, obtuvo su título de Médico
Cirujano por la Universidad Lisandro Alvarado de Barquisimeto en
2004. Pero cuál no sería mi sorpresa y asombro, cuando mi compañera
de vida fuera designada a cumplir su ruralidad en un pintoresco
poblado del semiárido larense: Río Tocuyo. Su centro de trabajo
fue el Ambulatorio Rural Tipo 2, lugar donde nos instalamos en agosto
de 2005. Me llevé una caja grande de libros y preparaba mis clases
para la Maestría en Historia de la UCLA-UPEL-Fundación Buría, en
aquellas noches estrelladas y silenciosas de aquel pueblo colonial,
solo interrumpidas por la llegada de uno que otro paciente del
interior de las parroquias Camacaro y Reyes Vargas picado por una
culebra o aquejado de una fuerte diarrea.
Y
fue allí, en ese “lugar
de la memoria”,
según la expresión del historiador francés Pierre Nora, donde en
diciembre de aquel año, comenzó a palpitar en el vientre de mi
amada esposa, la fibra de mi primogénito hijo José Manuel. A partir
de allí comencé a cavilar y meditar sobre tan afortunada y
venturosa coincidencia. ¿Casualidad acaso? No sé responder, admito.
Lo cierto que mi déjà
vu
no es el del tipo que hemos definido arriba. Se tratará más bien de
una suerte de premonición
o presentimiento
de que en las cercanías de la colina de El Calvario eventualmente
iba a ocurrir en mi existencia un hecho extraordinario. Y no deja de
serlo, pues el nacimiento de mi vástago se produjo a mi bíblica y
respetable edad de 54 años.
El
notable divulgador de la ciencia, el catalán Eduard Punset, en su
programa televisivo “Redes”, califica el déjà
vu como
otro misterio. Cosas que quizás nunca sucedieron, pero que estas
convencido de que ya han pasado. Y continua diciendo: Y…¿sabes? Es
increíble…porque es allí cuando uno dice: “Bueno, tal vez ha
pasado en la otra vida”. ¿Es algo genético? ¿Tendrá que ver con
los sueños? Lo habré soñado…¡Juraría que ya he estado en esta
situación!, sentencia Punset.
Los
físicos cuánticos contemporáneos nos proporcionan una hipótesis
aun más pasmosa del fenómeno que nos ocupa: los universos
paralelos, los cuales podrían estar separados de los nuestros por
milímetros. Entenderlos es el mayor desafío de la física.
Einstein, por ejemplo, lanzó su idea de “wormholes” (agujeros
de gusano), una suerte de puentes en el que se puede viajar a mayor
velocidad que la de la luz, un atajo entre uno y otro punto en el
tiempo. Es decir que otro Luis Eduardo Cortés Riera bien pudiera
estar sentado frente a su computadora escribiendo este mismo
artículo en este momento, pero en otro
universo. Sorprendente ¿No?