Es
el nombre de un arbusto que adorna con el rojo
intenso
de sus frutas el semiárido venezolano en los meses de lluvia. Se le
conoce desde tiempos de la primera colonización española que entró
por Coro en el siglo XVI. Sus propiedades medicinales –incluso- le
dieron nombre a la isla de Curazao. Sucedió que unos marinos
atacados de escorbuto fueron dejados allí para que murieran. Meses
después fueron encontrados sanos y sonrientes, por lo que la isla se
le llamó desde entonces de La Curación, o Curazao.
Y
es que se ha establecido que la frutica contiene 100 veces más
cantidad de vitamina C que las naranjas. Lo determinó el doctor
Conrado Asenjo en 1946 en la facultad de farmacia de la Universidad
de Puerto Rico. Apenas hay en el mundo otra fruta con más acido
ascórbico que la nuestra: la Terminalia ferninandiana, una planta
que es nativa de la lejana Australia.
Sus
propiedades medicinales nos dejan asombrados, pues facilita la
recuperación de astenias, o de estados de mucha debilidad
ocasionadas por las hambrunas, también es coadyuvante en los
problemas diarréicos y hepáticos. Tiene propiedades tonificantes y
anti-infecciosas. Se prescribe para los resfriados y fatigas.
Los
ingleses llaman a esta fruta cherry
west indies,
en tanto que en el oriente de nuestro país se le llama cerecita.
Cuenta con unas 10 especies que se distribuyen desde el sur de
México, pasando por las Antillas, hasta el norte de Brasil.
Destaquemos que Puerto Rico, Cuba, Barbados, Florida, Hawai y el país
carioca son los grandes productores de jugo y de jaleas del fruto de
esta planta que lleva por nombre científico Malpighia
punisifona
o Malpighia
glabra. Estos
productos se consumen en Norteamérica, Europa y el Cono Sur.
Es
el árbol emblemático del Estado Lara desde fecha no establecida.
Quizás le debamos esta acertada iniciativa al eminente ecologista
sanareño, profesor Francisco Tamayo. Habrá que averiguar. Es una
labor que se la encomiendo a mi amigo, el Licenciado en Historia y
magnifico chef larense Juan Alonso Molina.
Cuando
yo era niño, por allá por los años 60, era costumbre caroreña
salir en grupos familiares a recoger semerucos al sur de la ciudad,
en la vía Lara-Zulia. Y no faltaba que un muchacho debiera ser
internado en el viejo Hospital San Antonio para que los galenos le
sacaran de sus intestinos gran cantidad de sus semillas que obstruían
las vías digestivas. En los llamados solares o patios de las casas
no falta un arbolito de nuestra emblemática planta, acompañada de
los desaparecidos cerezos (apenas he visto una mata en casa del
abogado Gerardo Pérez), granadas, tamarindos y almendrones.
En
la literatura venezolana ha sido exaltado el fruto por el cuentista
tocuyano Julio Garmendia, quien dijo que la vida es como la fruta del
semeruco, esto es, agria y dulce. El cantante Gualberto Ibarreto-mi
compañero de estudios en la Universidad de Mérida de los 70- le
canta una bella canción compuesta por Luis Mariano Rivera que dice
así: cerecita de mi monte/ silvestre frutica mía. A pesar de que
eres buena y de sabor exquisito/ nadie siembra tu semilla/ nadie
riega tu arbolito (…) Semeruca a tí te llaman en las tierras de
Occidente/ cerecita te llamamos en nuestra tierra de Oriente.
Y
más cerca de nosotros, en el estado Falcón, es el cantante popular
Alí Primera quien le obsequia una estrofa de su Cancion mansa para
un pueblo bravo: vuelve a tu canto de turpial/llena de gritos el
cardonal/que hay semerucos allá en el cerro/ y un canto hermoso para
cantar/ que hay semerucos allá en el cerro/ y ya la gente empezó a
sembrar.
Para
cerrar hemos de destacar que Carlos Leal tiene un cultivo
experimental de la planta en El Manzano, al sur de Barquisimeto, y
que el caroreño Bernardo Riera produce desde hace 15 años un licor
(que no debe llamarse vino, según nos aclaró el Dr. Reinaldo Rojas)
con una técnica de su propio ingenio. Ha sido reconocido por su
exquisitez en exposiciones en Quíbor, Tintorero, Barquisimeto,
Caracas y Valera. Es un producto muy valorado por su aroma y sabor,
por ello se le destina para obsequios.
Oh,
semeruco, estamos prestos y atentos a esperar tu noble y sin igual
presencia en nuestros semiáridos en los periodos de lluvia de
mayo-junio y octubre, en los hermosos paisajes xerófilos de
centroccidente de Venezuela. Cubre, pues, de rojo nuestras colinas y
cerros. Estamos a tu aguardo para que cumplas certeramente con el
ciclo cósmico que da vida a la Tierra.