Dice
Octavio Paz que el surrealismo hizo suyas e intentó unir en una sola las
consignas de Marx y de Rimbaud: cambiar el mundo/cambiar el hombre. Este
movimiento de rebelión vital, surgido en Francia, es el movimiento más importante del siglo XX en la poesía, las
artes visuales y en la sensibilidad y la
vida misma, dice el mexicano Nobel de literatura. André Breton (1896-1966), su
máximo exponente, creó un movimiento de dimensión crítica y subversiva, lo
mismo frente a las ignominias del Occidente capitalista y cristiano que ante
las monstruosas perversiones del socialismo en la Europa Oriental que feneció
en 1991.
Entre
1924 y 1930, después de la Gran Guerra,
aparecieron los Manifiestos del
surrealismo, los que ocasionaron una subversión de la sensibilidad y la
imaginación que abarca lo mismo a los dominios del arte que a los del amor, la
moral y la política. En esa búsqueda libertaria fueron los surrealistas quienes
redescubrieron al socialista utópico Fourier y su principio de la desviación absoluta, así como de la gran
precursora del movimiento de liberación femenina Flora Tristán.
Este
extraordinario movimiento -continúa Paz- fue el resultado de la historia
moderna de Occidente, de Sade y el romanticismo alemán e inglés a Baudelaire, Rimbaud
y Lautréamont y de estos a la vanguardia: Jarry, Apollinaire, Reverdy, y el
estallido de Dadá en 1916, y que desembocó -mientras nosotros estudiábamos bachillerato
en la apacible Carora- en la rebelión juvenil de mayo de 1968 en Francia,
Alemania, México, inesperada cristalización de ideas y presentimientos
surrealistas. La denostada intuición logra colocarse en el centro de la
atención con el “automatismo psíquico”, que tanto influyó en los poetas y
pintores de Checoeslovaquia, Bélgica, Japón, Chicago, Argentina e islas
Canarias.
Escribe
Octavio Paz que Breton nos hace unas observaciones muy interesantes sobre el
humor, por cierto género literario escaso en Venezuela, si exceptuamos a los
hermanos Aquiles y Aníbal Nazoa y Miguel
Otero Silva. En su Antología del humor
negro dice que el humor, salvo en la obra de Goya y de Hogarth, no aparece
en la tradición de las artes visuales de Occidente. Y agrega: “El triunfo del
humor al estado puro y pleno, en el dominio de la plástica, debe situarse en
una fecha más próxima a nosotros y reconocer como su primer y genial artesano
al artista mexicano José Guadalupe Posada.” Es el pintor de las calaveras que
sonríen ataviadas de grandes sombreros emplumados.
Hay
quienes afirman- dice Paz- que el surrealismo comenzó a declinar en 1935. No es
cierto. Una de las piezas más hermosas de Wilfredo Lam, Ídolos, es de 1944, casi todos los cuadros de Roberto Matta son de la década del 40. Baste
recordar que una de las obras capitales de las últimas décadas, probablemente
la más importante de Marcel Duchamp, al lado de La novia puesta al desnudo por sus solteros, es el ensamblaje Dados: la cascada y el gas de alumbrado,
iniciado en 1946 y terminado en 1966. Y Breton hace su redescubrimiento de Fourier
en 1964.
Fue el surrealismo de los poquísimos centros
de oposición a la propaganda hegemónica de ambos imperios durante la guerra
fría, y que se expresó en la doble repulsa a la servidumbre del “realismo
socialista” de la Unión Soviética de Stalin y al vacío interior del abstraccionismo
de Nueva York. Tal oposición no fue sólo estética, sino que se expresó en todos
los campos, de la política al arte, la literatura y la moral. Fueron ellos, es
preciso decirlo, los primeros en denunciar el proceso de degeneración burocrática
de la Revolución de Octubre de 1917. En sus críticas no tardaron en coincidir
con las tesis de Trotsky. Debemos al encuentro de Breton y Trotsky un texto capital:
Manifiesto por un Arte Revolucionario
Independiente.
En
Venezuela resonó durante la “década violenta” este movimiento libertario en los
poetas y pintores de El techo de la
ballena, quienes desarrollaron una guerrilla de agresión contra la sacralizada
cultura oficial: Juan Calzadilla, Caupolicán Ovalles, Dámaso Ogaz, Adriano
González León, Edmundo Aray, Carlos Contramaestre, Rodolfo Izaguirre. En Mérida
de los años 70 tuve la fortuna de conocer a Contramaestre en el Centro
Experimental de Arte de la Universidad de Los Andes. Fue el autor de una
irreverente exposición de arte que escandalizó notoriamente a los burgueses
venezolanos: Homenaje a la necrofilia,
en noviembre de 1962.
Octavio
Paz hace algo que nos enorgullece, pues coloca a los poetas venezolanos Juan
Sánchez Peláez y al cumanés José Antonio Ramos Sucre (1890-1930) como precursores
del surrealismo: “Hay un cierto onirismo que es una prefiguración del
surrealismo”, dice. Oscar Zambrano
Urdaneta escribe de este poeta, ensayista y polígrafo sucrense: “Poseía una
imaginación altamente dotada, admirablemente proteica, que danza de continuo
como una llama, todo ello expresado en un lenguaje impecable con el que crea
una realidad verbal que se vuelve sobre sí misma y se cierra ante la mayoría de
quienes aspiran a penetrarla, cambiando de continuo como las formas del fuego.”
Que
Octavio Paz haga mención de Sánchez Peláez y de Ramos Sucre nos debe llenar de euforia, igual sentimiento que nos absorbe
cuando constatamos que el mexicano ha escrito sobre
Elisio Jiménez Sierra, poeta natural de Atarigua, la sumergida.