En
una conferencia de Octavio Paz en Cambridge, EEUU, en 1971, argumentó rotundamente
que no es moderna nuestra literatura, puesto que en América Latina no existe crítica,
y que sin crítica no puede haber verdadera literatura moderna. Ello se debe a
que no hemos tenido movimientos intelectuales originales: “En nuestra lengua no
hemos tenido un verdadero pensamiento critico ni en el campo de la filosofía ni
en el de las ciencias y la historia.” No tuvimos Ilustración ni filosofía
critica”. Mas adelante afirma “en
Hispanoamérica no ha habido ni hay un movimiento intelectual original y propio.
Por eso somos una porción excéntrica de Occidente.”
Este
mexicano, Nobel de literatura 1990, ha sido, debo reconocer, mi maestro y
guardo un inmenso respeto a su trabajo intelectual y a su memoria. Pero en este
caso hago uso de la crítica como él mismo lo recomienda, para rebatir sus
rotundos argumentos que lo hacen aparecer como un pesimista de nuestra cultura
iberoamericana.
El
filosofo francés Alan Guy en su penetrante Panorama de la filosofía iberoamericana, señala que “la América llamada Latina no es en
absoluto la pariente pobre de la cultura mundial. Parece ser todavía admitido
que nada ibérico sea profundo y valido en materia de filosofía. Es preciso
confesar que numerosos iberoamericanos han dado a menudo pruebas a este
respecto de un sorprendente complejo de inferioridad; casi no parecen creer en
la existencia entre ellos de una especulación metafísica, ética, epistemológica
o lógica sui generis. Ha sucedido que
a los filósofos iberoamericanos se les ha juzgado a priori sin duda demasiado exóticos por una orgullosa mentalidad
europeísta. Me he propuesto por objetivo colmar una grave laguna de la
erudición contemporánea, que casi no sospecha los ricos aportes filosóficos de
Iberoamérica”.
“Muy
felizmente - continúa Guy- todo ha
cambiado bastante bajo este ángulo desde las notables prospecciones de Zea, de
O’ Gorman, de Gaos, de Salazar Bondy y de tantos otros que establecieron
la idiosincrasia brillante de una potente reflexión filosófica, desde la frontera
mexicano-yanqui hasta la Tierra del Fuego. Entre una tendencia eurocéntrica y
una tendencia sudamericanocéntrica “existe una tercera vía: la de una filosofía
original sin duda, propia de los países iberoamericanos, pero que mantiene el
contacto con el conjunto de los Dos Hemisferios.”
Existe
entre nosotros una cultura filosófica sui
generis, poseedora de tres rasgos mayores que resaltan, argumenta Guy:
primero, su atención extremadamente vigilante a la vida, es decir a lo
concreto, a lo real, por otra parte el gusto por la libertad, aspiración suprema
de estos pueblos; y finalmente una delicada sensibilidad estética.
Ya
se trate de la escolástica, de la Ilustración, del romanticismo, del
positivismo, del bergsonismo, del existencialismo, del marxismo, en las 20 repúblicas
iberoamericanas se observan fácilmente las modificaciones importantes que estas
corrientes ideológicas sufrieron cuando fueron repensadas por nuestros pensadores.
Guy nos da un ejemplo en el venezolano Andrés Bello: “si Bello hubiese sido
escocés o francés, su nombre figuraría en las historias de la filosofía
universal, como uno más en pie de igualdad con los de Dugald Steward y de
Brown, de Rollerd-Collard y de Jouffroy, si no incluso con los de Reid de
Cousin. Es preciso, en efecto reparar esta injusticia y acordarle al filósofo
venezolano-chileno el rango eminente que se le debe.”
Otro
ejemplo que desmiente a Paz sería el de la teología de la liberación, cuya irrupción
se debe innegablemente a un sobresalto contra la situación de alienación social sufrida por
los oprimidos en esta zona desdichada del planeta, y que quizá llegue a ser “visiones del mundo” de
vanguardia, y que se inscribe en la estela del Concilio Vaticano II: Gustavo
Gutiérrez, Leonardo Boff, Dussel, Frei Betto.
Y
más cerca mencionemos a un prolongador del husserlismo, Ernesto Mayz
Vallenilla. Es incontestablemente el fenomenólogo más fiel a Husserl y
Heidegger en toda América Latina. Nacido en Maracaibo en 1925, estudió en Caracas
y Alemania, Doctor en Filosofía, enseñó en la Universidad Central y en la Universidad Simón Bolívar de la cual fue su rector.
Su análisis de la gnoseología critica de Husserl explora magistralmente, en más
de 400 páginas muy densas, un tema simplemente esbozado por el maestro. En su
obra Ontología del conocimiento, (500
páginas), se refiere a Heidegger, cuya doctrina del Dasein busca completar
mediante una original gnoseología ontológica, que invierte audazmente la
fórmula cartesiana, por el llamado del Ser, proclamado: “Sum, ergo cogito”. El conocer se encuentra enraizado en la
existencia.
De
modo que hemos podido contradecir a Paz con estos pocos ejemplos, pues podríamos
seguir mencionando pensadores iberoamericanos: Sarmiento, Ingenieros, Rodó,
Vasconcelos, Ponce, Mariátegui, Bunge, Zea, Roig, entre otros. Podemos observar
que Ortega y Gasset en España no es un caso aislado, como dice Paz, pues a esta
gigantesca figura debemos colocar sin complejos los nombres que acabamos
mencionar.
Quizá
la matanza de Tlatelolco y su renuncia a la embajada en la India sucedida
aquellos días, expliquen el pesimismo de Paz con respecto a la cultura
iberoamericana. Pero de lo que sí estoy seguro es que con pensamiento tan frondoso
y original como el señalado, podremos entrar al fin a la esquiva modernidad, un
anhelo que acompañó a Paz hasta su deceso.