lunes, 5 de marzo de 2018

El Somnium de Kepler, primera novela de ciencia ficción moderna

Fue escrita por el más temerario y errático aventurero espiritual de la revolución científica, el astrónomo y matemático alemán Johannes Kepler, a principios del siglo XVII. Lo hizo en latín, una lengua que fue universal en esos días. La palabra somnium significa, pues, sueño. Se trata de un viaje onírico a nuestro satélite lunar por un joven islandés llamado Duracotus y su madre Fiolxhila mediante un conjuro mágico y diabólico. No olvidemos que Kepler (1571-1630) vivió a medio camino entre las supersticiones medievales y el espíritu moderno de la ciencia que daba sus primeros pasos. Su misma madre, un ser horripilante, se le siguió un juicio por brujería.

Esta novela y el resto de la obra kepleriana fue leída por la monja novohispana sor Juana Inés de la Cruz, a través del sacerdote jesuita alemán Atanasio Kircher, nos dice el mexicano Octavio Paz, y bajo su influencia escribe la religiosa su prodigioso poema Primero sueño (1692): el alma abandona el cuerpo oníricamente. Con las orbitas elípticas y no circulares de los planetas como afirma Kepler,  nace la concepción barroca del mundo. Es un mundo que se sabe descentrado, nos dice Severo Sarduy. Es el mundo de sor Juana, y el nuestro.
Desde muy joven tuvo Kepler una idea fija, una obsesión irracional que parece ser el otro secreto del genio, dice Arthur Koestler, que le acompaño por siempre: la de que el Creador, Geómetra Supremo,  había usado para construir el Universo las cinco figuras geométricas perfectas, como había indicado Pitágoras, idea continuada por Platón.  Fue un defensor del heliocentrismo de Copérnico y amigo del danés Tycho Brahe y el italiano Galileo Galilei. Con sus tres leyes pudo establecer Kepler una mecánica celeste con la cual Newton dedujo su ley de la gravitación.
El Somnium fue publicado póstumamente en 1634 por su hijo Ludwing  y tiene una gran carga de alusiones autobiográficas. Es el ´primer libro de ciencia-ficción en sentido moderno, un alegato a favor de Copérnico, opuesto al tipo convencional de fantasías utópicas de Luciano y Campanella. Su influencia en escritores de viajes interplanetarios es evidente: Henry More, John Wilkins, Samuel Butler, Julio Verne,  H. Wells y más recientemente Isaac Asimov. Es un viaje fantástico pero cargado de espíritu científico y una robusta lógica. Los terrícolas entran en contacto durante un eclipse de Sol con seres extraterrestres, los volvanos. Ellos viven en condiciones extremas: heladas  noches y tórridos  días. El Sol y los planetas se mueven incesantemente hacia adelante y hacia atrás. Se trata de una “astronomía lunática” que nadie antes o después intentó algo parecido, afirma su biógrafo Koestler.
La novela termina cuando Duracotus despierta de su pesadilla por un chaparrón de gigantescos reptiles prehistóricos, de los cuales por supuesto Kepler no tenía ni la menor idea.  
Aunque la mayor parte del Somniun  fue escrita mucho antes, se comprenderá fácilmente por qué fue el último libro en el que Kepler trabajó y por qué deseaba verlo impreso. Todos los dragones que habían acosado su vida, la bruja Florixhilda, hasta las pobres criaturas reptilianas en perpetua lucha, mudando su enfermiza piel, y sin embargo deseosos de tostarse bajo el inhumano Sol, todos están allí proyectados en un escenario cósmico de precisión científica y de una rara y original belleza. Todos los trabajos de Kepler y todos sus descubrimientos fueron actos de catarsis y de purificación; era lógico que el último de ellos terminara en una fantástica rubrica, nos dice Koestler en su magnífica biografía de Kepler que tengo entre mis manos, publicada en Londres en 1959 con el título de The Sleepwalkers.



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