Juan Hildemar Querales dijo en la sección Tierra de Letras del diario El Caroreño, 29 de enero de 2017, que yo
afirmé que no es moderna nuestra literatura. Siento contrariar a mi fraterno
amigo, pero quien hace tal afirmación no soy yo sino el poeta y ensayista
mexicano, Premio Nobel de Literatura, Octavio Pazen su libro In/Mediaciones, Seix Barral, 1990, páginas
39 y siguientes, que “nadie niega la existencia de una literatura
hispanoamericana, dueña de rasgos propios, distinta de la española y que cuenta
con obras que son también distintas y singulares. Esta literatura se ha
mostrado rica en obras poéticas y en ficciones en prosa, pobre en el teatro y
pobre también en el campo de la crítica literaria, filosófica y moral. Esta
debilidad, visible sobre todo en el dominio del pensamiento crítico, nos ha
llevado a algunos entre nosotros a preguntarnos si la literatura
hispanoamericana, por más original que sea y nos parezca, es realmente moderna.”
“Existe entre
nosotros crítica, agrega Paz, pero es una críticamás como actitud vital, pero
no como reflexión y pensamiento, por eso somos un extremo de Occidente-un extremo
excéntrico, pobre y disonante. La crítica es la frontera entre la literatura
moderna y la del pasado. Hemos tenido buenos críticos literarios, de Andrés
Bello a Henríquez Ureña y de Rodó a Reyes. ¿Por qué se dice que no tenemos
crítica en Hispanoamérica?Buena crítica literaria ha habido siempre, lo que no
tuvimos ni tenemos son movimientos intelectuales originales. No hay nada
comparable en nuestra historia a los hermanos Schlegel y su grupo, a Coleridge,
Wordsworth y su círculo, a Mallarmé y su martes, ni nada comparable al New Criticismde los Estados Unidos, a
Richard y Leavis en Gran Bretaña, a los estructuralistas de París. No hemos tenido verdadero pensamiento
crítico en el campo de la filosofía ni en el de las ciencias y la historia.”(Las
cursivas son mías).
Acá debo
detenerme. Lo que me llama la atención es el hecho de que Paz diga que no
tenemos reflexión crítica en la filosofía, las ciencias naturales y la
historia. Esto es inexacto. El mexicano llega a decir que no tuvimos siglo
XVIII ni Ilustración, que no tuvimos un Descartes, un Hume, un Kant, un Locke
ni un Rousseau o un Diderot, que en Hispanoamérica no ha habido ni hay un
movimiento intelectual propio, salvo el caso aislado de un Ortega y Gasset. Por
eso somos una porción excéntrica de Occidente, asienta rotundamente el
mexicano.
Me permito
decir, contrariando a Paz, que sí tuvimos Ilustración y magníficos pensadores
ilustrados. Es el caso de tres extraordinarios pensadores venezolanos de
finales del Siglo de las Luces y comienzos del XIX. Me refiero al Dr. Juan
Germán Roscio, Andrés Bello y Simón Rodríguez. En 1817 publicó Roscio en
Filadelfia, Estados Unidos, Triunfo de la
libertad sobre la tiranía, un antecedente de la Teología de la Liberación,
que se edito varias veces en ese país y que tuvo un lector destacadísimo: el
presidente de México Benito Juárez, una cosa que seguramente Paz no conoció. De
Bello ya nos referimos cuando dijimos que es uno de los filósofos más
importantes del siglo XIX con su Filosofía
del entendimiento,y que por desgracia no se le ha dado el justo sitial que
se merece. De Rodríguez hemos de decir con Picón Salas que era “La más demoníaca
personalidad de pedagogo y filósofo que haya producido la América Latina.”
Y solo nos hemos
referido a la filosofía en Venezuela. En
el continente destacan peruanos como el marxista José Carlos Mariátegui, Víctor Haya de la Torre,
Augusto Salazar Bondy y Gustavo Gutiérrez, iniciador de la Teología de la
Liberación; los mexicanos Leopoldo Zea, Edmundo O´Gorman, Samuel Ramos, José Gaos
y José Vasconcelos y su Raza Cósmica latinoamericana; argentinos como el
axiologista Francisco Romero, el Maestro del Cientificismo José Ingenieros, el
existencialista Carlos Astrada; los brasileños Vicente Ferrer da Silva,
los teólogos de la liberación Frei
Betto, Leonardo Boff; el resaltador uruguayo de los valores iberoamericanos
José Enrique Rodó, entre otros.
Hemos destacado
nuestro pensamiento filosófico porque sin reflexión filosófica no hay buena
literatura. Sin Kant tal vez Coleridge no habría escrito sus reflexiones sobre la imaginación poética;
sin Saussure y Jakobson no tendríamos la nueva crítica. Entre el pensamiento
filosófico y científico y la crítica literaria ha habido una continua
intercomunicación, dice Paz. Esto es lo que yo he querido destacar.
Pues bien, sí
tenemos filosofía original en Iberoamérica y no nos extrañe que esta filosofía
nuestra impacte a la literatura, como es el caso de Ortega y Gasset y Jorge
Luis Borges, quien sin conocer a los formalistas rusos se adelantó a sus
premisas. El orteguismo explica a Samuel Ramos y su idea de la mexicanidad, a
Leopoldo Zea en su búsqueda de la autenticidad iberoamericana, a la argentina
Victoria Ocampo, y al venezolano Mariano Picón Salas y su magistral De la Conquista a la Independencia. El
mismo Paz fue tocado por una preocupación orteguiano-mexicanista en su bello
ensayo El laberinto de la soledad,
así como El arco y la lira. De modo
pues que armados con una filosofía que es producto de nuestra reflexión dejemos
atrás ese complejo de inferioridad que hemos mostrado frente a Europa los
iberoamericanos. En ese sentido hemos de afirmar que sí es moderna nuestra
literatura, o está en trance de serlo a la brevedad.