RESUMEN
Rafael
Domingo Silva Uzcátegui, venezolano, escritor autodidacta, ha sido conocido
fundamentalmente por su célebre Enciclopedia
Larense (1941), pero el resto de su producción permanece casi desconocida.
Sus libros Historia Crítica del
Modernismo en la Literatura Castellana (1925), y Psicopatología del Soñador (1931), no fueron reeditados jamás.
Estas obras constituyen un despiadado y feroz ataque a la literatura modernista
Fin de Siglo y sus más reconocidos representantes: Poe, Whitman, los poetas malditos Baudelaire, Lautréamont, Mallarmé, Verlaine, Moreas, y los
latinoamericanos Rubén Darío y Leopoldo Lugones, a los cuales y desde la óptica
de la ciencia de la psiquiatría positivista de entonces, califica de
degenerados y enfermos mentales que han producido una literatura desequilibrada, afeminada, anormal,
psiquiátrica, durísimo criterio que emite basándose en la polémica obra del
médico judío-húngaro Max Nordau Degenerados,
escrita en 1892. De este modo Silva Uzcátegui se convierte en su epígono tardío
al tiempo que asume un casticismo academicista en extremo conservador e intransigente.
Palabras
claves: Modernismo, psiquiatría, positivismo, degeneración, casticismo, Nordau, poetas malditos, Darío,
Lugones.
INTRODUCCION
En
1989, mientras iniciábamos nuestros estudios de postgrado en historia bajo la
dirección de los doctores Federico Brito Figueroa (*1921- +2000) y Reinaldo Rojas
en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Instituto Pedagógico
Barquisimeto “Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa”, Venezuela, comenzó nuestra
curiosidad por conocer al Rafael Domingo Silva Uzcátegui (1887-1980) colocado
más allá de su archiconocida Enciclopedia
Larense (1941). El Dr. Rojas nos advirtió
de la existencia de otras obras casi desconocidas del escritor larense y
venezolano. Mencionó nuestro mentor Psicopatología del soñador, recuerdo
vivamente. De inmediato sentí una gran curiosidad por aquellas producciones,
que, lamentablemente, no estaban al alcance nuestro. Era yo por aquel entonces
docente del área de psicología y de filosofía, orientado por el magnífico docente,
profesor germano-venezolano Ignacio Burk, en el Liceo Egidio Montesinos de
Carora, Venezuela, lo que se convirtió en una suerte de puente para mi
incursión en la llamada “historia de las mentalidades”, postulada y cultivada
por la Escuela de Los Anales francesa fundada por los historiadores Marc Bloch
y Lucien Fevbre en 1929, todo lo cual me acercó, felizmente, al escritor
autodidacta que nos ocupa.
Han
pasado largos años desde aquel encuentro inicial con Silva Uzcátegui para que
felizmente se concretara mi deseo de conocer en profundidad y detalle tan interesante
escritor curarigüeño, larense y venezolano. Sucedió que escribí para la prensa
larense, los diarios El Impulso y El
Caroreño, un artículo sobre el baile folklórico del Tamunangue o sones de
negro, en el que Silva Uzcátegui hace interesantes observaciones sobre el
origen hispánico y canario de esta danza venezolana. Se lo envié al Dr. Rojas,
quien en un gesto de aprobación de mis ideas, me pidió que participara en
encuentro de escritores promovido por la Asociación de Escritores Larenses (ASELA)
y su presidente, el Maestro Alfonso Giménez en su hermosa residencia “La Casa
de La Parra”, Barquisimeto, para conversar sobre tan conocido y a la vez
desconocido autor. Toda una paradoja.
Allí,
en este escenario tan cálido, atento e interesado, me referí al Silva Uzcátegui
colocado más allá de la Enciclopedia
Larense que, como sabemos de sobra es su obra más resaltante, voluminosa y
ampliamente conocida. En tal sentido hice una exposición sobre una polémica
obra escrita por el larense en 1925: Historia
Crítica del Modernismo en la Literatura Castellana, que es un ataque furibundo
y despiadado a esta corriente literaria de finales de siglo XIX y comienzos del
XX, encabezada por los “decadentes y degenerados”, según dice Silva Uzcátegui,
poetas Poe, Whitman, los bardos franceses Baudelaire, Lautréamont, Mallarmé, Verlaine,
Moreas y los hispano-americanos Rubén Darío y Leopoldo Lugones, entre otros.
Sorprendente
¿no? Aquella conversación con nuestros pasmados y sorprendidos escritores
vernáculos me dio la oportunidad de
pensar en escribir un ensayo sobre ese escritor larense oculto tras la fama de
su Enciclopedia Larense. Le comuniqué
la idea al Dr. Rojas, a los profesores
Carlos Giménez Lizarzado, Héctor Torres Mendoza, José Yeo Cruz y al Cronista de
Curarigua, Bernardo Yépez, quien generosamente me facilitó en fotocopia de Historia Crítica del Modernismo y otros
trabajos de y sobre Silva Uzcátegui. Le quedo enormemente agradecido.
Unánimemente aprobaron mi proyecto que pensé que sería un verdadero desperdicio
no llevarlo a la escritura.
Trabajo
que en verdad se dificulta de alguna manera. Ello porque algunas de sus obras
no se encuentran con facilidad, pues son unas rarezas, son casi unas incunables
impresas en Barcelona, España, o en Buenos Aires, Argentina. Lo segundo es que
poco se ha escrito sobre Silva Uzcátegui en Venezuela. Resalta la serie Candideces, en una de las cuales dedicó el
escritor caroreño Luis Beltrán Guerrero, crítico literario, un ensayo de cuatro
cuartillas en el cual dice que “…la Historia Crítica del Modernismo en la
Literatura Castellana, con cuyo enfoque general, de crítica psiquiátrica,
atento a los lineamientos de Max Nordau, no
ha estado ciertamente de acuerdo el cronista” [subrayado nuestro]; y una biografía publicada por el Centro de
Historia Larense del escritor Silva Uzcátegui salido de las manos de la
profesora larense y curarigüeña Carmen Yolanda Pereira de Torres, editado en
1992. El historiador y literato Dr. Guillermo Morón le dedica comentarios en su
columna periodística El Animal Histórico.
Por su parte R. J. Lovera De Sola equivocadamente, como se verá después,
dice que “fue el primer venezolano que
aplicó su formación psicoanalítica, sin ser médico, a sus estudios de crítica
literaria e histórica”. Su país de nacimiento ha sido poco atento al legado del escritor
larense. Es un desconocido. Por ello que hemos subtitulado exprofeso este
ensayo Más allá de la Enciclopedia
Larense.
Pienso
que sus hijos, el Dr. Carlos Rafael Silva, fundamentalmente, han debido
reimprimir los libros olvidados de su padre. El ministro de educación que fue en
la década de los 70, ha podido aprovechar tan excelente oportunidad para desde
tan eminente cargo ordenar la edición de las Obras Completas de su padre, quien para aquel entonces aún vivía,
pues como sabemos Silva Uzcátegui falleció en 1980.
Pero
estamos a tiempo. El gremio larense de escritores (ASELA) bien podría en
abocarse a tan importante y significativa empresa de cultura. Imprimir libros
en el interior del país ya no es tan difícil, tal y como se quejaba el poeta y
ensayista Hermann Garmendia hace ya varias décadas, ante lo que consideraba una
dificultad enorme en la pueblerina Barquisimeto de hace cincuenta años.
Debemos
hacer otra consideración. Se trata del carácter histórico y no precisamente
literario del presente ensayo, un mea culpa. Aunque Lucien Fevbre, habría
desaprobado mi posición al respecto, debo de reconocer mis enormes deficiencias
literarias. Sé que mis lecturas de literatura son limitadas y a veces hechas
con cierta displicencia y despreocupación, sin embargo la redacción de este
trabajo me ha hecho tomar un vivo interés por las cuestiones de la
versificación, la métrica y el ritmo en la poesía; y otras cuestiones, como la
inspiración y la revelación poética, como diría Octavio Paz, tienen en mi
sensibilidad otra connotación, nueva y renovada.
Debo
dar las gracias al doctor Reinaldo Rojas y a los profesores Héctor Torres
Mendoza y Carlos Giménez Lizarzado,
miembros de la Fundación Buría, por haber leído el borrador y hacerle
interesantes observaciones que de otra manera no se me hubiesen ocurrido. Les
quedo muy agradecido.
RAFAEL DOMINGO SILVA UZCATEGUI,
SU VIDA
Conocido fundamentalmente por su
monumental Enciclopedia Larense,
editada en 1941, y no por el resto de su polémica y desconocida obra, este
curioso personaje de la literatura venezolana nació en un apacible caserío del
semiárido venezolano, la población con fisonomía andina de Curarigua de Leal,
ubicada en el Municipio Torres del Estado Lara, Venezuela, el 25 de julio de
1887. Tuvo una larga existencia, murió en Caracas a la provecta edad de 93
años. Digamos que sufrió una especie de fijación emotiva a su terruño natal a
pesar de que la abandonó a la corta edad de 10 años, no dejó nunca de visitarla
con frecuencia hasta muy entrado en años.
Siempre
estuvo ligado a la tierra y a las labores agropecuarias. Pasó su infancia en la
finca La Sabanita, propiedad de su padre, el caroreño Rafael María Silva Riera,
quien había desposado a Isabel Uzcátegui, hermana del Arzobispo de Caracas Críspulo
Uzcátegui (1845-1904). Su padre toma la decisión de vender esta finca ribereña
al río Curarigua, y se traslada en 1899 a la población de Agua Viva, Distrito Palavecino
del Estado Lara, Venezuela, donde adquiere otra finca para continuar sus
labores del campo.
A
comienzos del siglo XX se traslada a Caracas a estudiar el tradicional bachillerato
nuestro en el célebre Colegio Santa
María, y se aloja en casa de uno de su tío, el jerarca de la Iglesia Católica,
el Arzobispo de Caracas (1884-1904) Críspulo Uzcátegui y quien décadas atrás
había dado cobijo y protección a otro joven caroreño, el bachiller Ramón
Pompilio Oropeza Álvarez, futuro rector fundador del Colegio Federal Carora en
1890. En dicho Colegio caraqueño, fundado en 1859 y cuando el dios de la guerra
sacudía al país, entra en contacto con uno de sus mentores más importantes, guía
de su existencia en lo sucesivo, como me lo ha aclarado el profesor M.E. Carlos
Giménez Lizarzado, el Dr. Agustín Aveledo (1837-1926), quien fue uno de sus fundadores.
Es
polifacética la vida de Aveledo, este
prohombre del saber y del conocimiento de nuestro accidentado siglo XIX, apóstol
del civilismo y de la paz, fue ingeniero, educador, político, ilustre
humanista, filántropo caraqueño. Graduó de ingeniero en la Academia de
Matemáticas y doctor en filosofía por la Universidad de Caracas. Ministro de
Fomento. Redactor de la afamada Revista
Científica,
En
aquel colegio de secundaria donde enseñaron, en distintas épocas, el escritor Juan
Vicente González, el sabio alemán,
introductor del positivismo en Venezuela, Adolfo Ernst, el patriota cubano José
Martí, Marco Antonio Saluzzo, Luis Espelosin, Luis Sanojo, Manuel María
Urbaneja, Rafael Seijas y el propio Aveledo, se nutre el joven larense de la
ciencia y de la cultura de nuestro siglo XIX, dominado por el paradigma
positivista de signo francés, una herencia que dejó en nuestra cultura el
presidente Antonio Guzmán Blanco. Es necesario destacar que Silva Uzcátegui
dedicará su polémico libro Historia
Crítica del Modernismo en la Lengua Castellana, editado en 1925, a este
extraordinario educador venezolano del siglo XIX quien estaba a punto de fallecer en aquella
ocasión.
Comienza
a estudiar medicina en la Universidad de Caracas, pero sucede un hecho
inesperado que marcará profunda huella en su existencia: la muerte de su tío,
el Arzobispo de Caracas, Críspulo Uzcátegui Oropeza, ocurrida el 31 de mayo de
1904, por lo que debe abandonar la capital prontamente. Son los años del
violento ataque a la soberanía nacional por las potencias europeas, Alemania e
Inglaterra, que el presidente Cipriano Castro enfrentó con gran dignidad y
patriotismo. A todo ello habrá que agregar las terribles y desastrosas
consecuencias de la última guerra civil sufrida por Venezuela: la llamada
Revolución Libertadora. Ante tal cuadro de inestabilidad y descomposición, el
joven Silva Uzcátegui se vio determinado a venirse a su casa paterna en Agua
Viva a la espera de que se aclarara el
confuso panorama político del país de comienzos del siglo pasado.
Fatalidad
la que persigue al joven curarigüeño. Tampoco podrá seguir estudios médicos en
Barquisimeto donde existía una escuela para formar facultativos en el Colegio
Federal de Primera Categoría de Barquisimeto, una deficiente universidad que
fue clausurada por el escritor Dr. Eduardo Blanco, Ministro de Instrucción del
presidente Cipriano Castro en 1900. Ni podrá el mozuelo coronar sus
aspiraciones de hacerse en el oficio hipocrático en Maracaibo o Valencia,
universidades declaradas en suspenso en 1903 por el autor de Venezuela Heroica, quien alegaba la
existencia de exceso de médicos y abogados, lo cual crearía un verdadero
“proletariado intelectual” en el país, tal como decía el laureado escritor romántico
caraqueño.
Años
después, en fecha no precisada, y acosado por las dificultades que ante sus
aspiraciones universitarias sufre en Venezuela, viaja a Francia, faro luminoso
de la ciencia médica por aquel entonces, con la firme intención de recomenzar su formación médica, pero un hado
impide por segunda vez que el joven Silva Uzcátegui comience sus estudios. Otra
muerte, esta vez la de su padre, lo conmina a venirse al estado Lara, a
encargarse de la finca familiar, y a la rebautiza con el nombre de Santa María, en honor al Colegio caraqueño
donde hizo su “trienio filosófico” de nuestra educación secundaria de entre
siglos.
Conviene
destacar la enorme frustración que ha debido producir en el muchacho estas dos
dolorosas e inesperadas circunstancias,
ajenas y colocadas fuera de su control. Un par de veces se inicia en la ciencia
de Hipócrates y otras dos veces, fuera de su voluntad, debe abandonarlas. A mi
modo de ver, esta eventualidad crea en el futuro escritor un mecanismo psíquico
compensador ante aquel par de frustraciones: comienza a estudiar por su cuenta
y en su finca de Agua Viva la especialidad médica de la psiquiatría. Se
transforma de tal manera en uno de los autodidactas más importantes de la
Venezuela del siglo pasado.
Contrae
matrimonio con una jovencita tocuyana de apenas 13 años, Otilde Rodríguez, con
quien procreó siete hijos: Rafael Nicanor, Otilde Elena, Carlos Rafael, quien
fue Ministro de Educación en Venezuela, designado por el presidente Carlos
Andrés Pérez en 1977 y en 1979 presidente del Banco Central de Venezuela,
Otmaro, Lourdes, Isabel María y Alicia.
LA BIBLIOTECA DE SILVA
UZCATEGUI
Sin
descuidar la hacienda que heredó, comienza a leer y estudiar febrilmente de
manera autodidacta. Se rodea de libros venidos de cualquier parte. En su
biblioteca se pueden encontrar obras del Dr. Henry Baruk (1897-1999), de la
Escuela Francesa de Psiquiatría, fundador de la Psicofarmacología, y vehemente
opositor del psicoanálisis freudiano, pues lideró una orientación psiquiátrica
fuertemente fisiológica; el Premio Nobel de Medicina Charles Robert Richet y su
Tratado de Metapsíquica (1925); el médico psiquiatra Pablo Moebius
quien sostenía la condición mental menor de la mujer que la del hombre; el
psiquiatra francés Pinel quien hace la primera clasificación de las enfermedades
mentales; Dr. Philippe Delmas, estudioso de los excitados constitucionales; Dr.
Johannes Shultz, neurólogo alemán quien creó el tratamiento en base a la auto
hipnosis y estudió al sabio del romanticismo alemán Goethe; Dr. Diego
Carbonell, venezolano, autor de una controversial Psicopatología de Bolívar, en 1916, amigo y médico en París del
poeta Rubén Darío; el alemán Dr. Ernest Krestchmer, autor de Hombres Geniales y Constitución y Carácter y quien llamó cicliodes a los enfermos
maniacos.
Larga
es la lista de autores de medicina psiquiátrica, la crítica literaria y otros
temas que Silva Uzcátegui lee y examina en su finca del Municipio Palavecino.
Pareciera que imitara con ello la vida del poeta tradicionalista castellano
Gabriel y Galán (1870-1905), como veremos más adelante. Otros son el profesor Lugiato, estudioso de
los desequilibrios afectivos; el psiquiatra suizo Bleuler quien acuñó el
término esquizofrenia, autor de Tratado
de psiquiatría; Henry Genil-Perrín, francés, escribió Los paranoicos, y creador del concepto “personalidad bovárica, en
referencia a la novela de Gustave Flaubert; el sabio venezolano Dr. Lisandro
Alvarado, quien escribió en 1893 Neurosis
de hombres célebres en Venezuela; Dr. Gregorio Marañón, quien hace, por
cierto, un elogio a Psicopatología del
soñador del escritor larense; el francés Binet Sanglé quien conmovió a
Europa al publicar La locura de Jesús; el
sabio argentino Ramos Mejía, autor de estudios psiquiátricos sobre los
presidentes Rosas y el Dr. Francia; autores como el profesor Emmanuel Regís
(1855-1918) y su Tratado de Psiquiatría,
el criminalista francés Maxime Laignel-Lavastine,
el psiquiatra Grajux, Ángelo Hesnard, creador de la Revista Evolución Psiquiátrica en 1925; Porot; el autor y soldado francés Albert Erlande; el profesor
Dupré y su Doctrina de las
Constituciones, el gran escritor venezolano Rufino Blanco Fombona y su
libro El modernismo y los poetas
modernista; Pedro Emilio Coll, el
desgraciado poeta colombiano José Asunción Silva y su novela De Sobremesa; el Dr. Pedro César
Dominici y su obra de crítica literaria Tronos
Vacantes, 1924; Horacio Botero Yzasa, biógrafo de José Asunción Silva, entre
otros.
Pero
los médicos más eminentes y conocidos de finales de siglo XIX y de las primeras
décadas del XX, habrán de ser el galeno y escritor, uno de los fundadores del
sionismo, el judío-húngaro Max Nordau (1849-1923) y el sobresaliente
facultativo y psiquiatra francés Pierre Janet (1859-1947), uno de los más
egregios representantes de la Escuela de Psiquiatría Francesa. Autores de
quienes tendremos ocasión de hablar en las páginas que siguen.
Si
bien es cierto que en su Historia Crítica
del Modernismo en la Literatura Castellana, Silva Uzcátegui es, en palabras
de Amelina Correa Ramón un “epígono tardío de Max Nordau” y su libro Degenerados (1892), el Dr. Pierre Janet
afamado psiquiatra francés, le servirá de inspiración para escribir su otro
controversial trabajo titulado Psicología
del soñador, editado en 1931. El Dr.
Janet es el autor de un voluminoso libro de 584 páginas: De la angustia al éxtasis, 1926-1928, donde reconstruye de forma
excepcional la estructura psicológica y psiquiátrica de la vida emotiva del místico,
que empuja al individuo al vértigo de experiencias psíquicas que van de la
indiferencia absoluta a la inquietud, la melancolía, la euforia. Otro trabajo
de Janet, ampliamente comentado por Silva Uzcátegui es Las Obsesiones y la Psicastenia.
En ella se refiere a la debilidad en los centros nerviosos que
perturban la relación de las personas con el mundo exterior, que aplica a los
escritores Edgar Allan Poe, Baudelaire, Rubén Darío y José Asunción Silva.
Es
relevante el estudio minucioso, desapasionado y exhaustivo que realizó Janet en
un caso de delirio religioso. Fue en París hospital Salpetriere, donde
estuvieron Charcot y Freud, con la paciente Maideline a quien atendió por dos
décadas. Esta dama caía en éxtasis místicos, y hasta llegó a presentar los
estigmas de Cristo. Caminaba sobre la punta de sus pies, así como reproduciendo
la postura de la crucifixión. En el cuadro de la razón positiva, una singular
apuesta entre mística y psiquiatría experimental.
Pues
bien y como dijimos, Janet inspira a Silva Uzcátegui a realizar un estudios
sobre la poesía de los soñadores, como los llama, tales como Edgar Allan Poe,
Baudelaire, José Asunción Silva, Rubén Darío, y el reformador del siglo XVI
Martín Lutero, en los que existe, afirma, una perturbación de las funciones cerebrales
que les ha producido pérdida en la
función de lo real, que ocasiona una falla cuando el individuo trata de poner el espíritu en relación con el
mundo externo, por eso el sujeto es incapaz de percibir el mundo tal como es.
Los poetas sufren de estados depresivos y fallan cuando tratan de hacer una
descripción de la Naturaleza, dice el escritor larense de la mano de Pierre
Janet.
Eso
sucedía con el soñador colombiano, dice Silva Uzcátegui en A la luz del psicoanálisis, obra breve escrita en su vejez en 1969:
“El, José Asunción Silva, escribió un Paisaje Tropical en el que no nos habla
de la brillante luz de las regiones tropicales, sino todo lo contrario. Su
cerebro enfermo le hace captar la realidad gris y brumosa.”
Y
cuando se refiere al reformador alemán Martín Lutero hace una comparación muy
interesante entre la paranoia que sufren tanto el reformador religioso. Así
como el Quijote: La lectura de libros de caballería y la
meditación constante sobre ese mismo tema, actuaron poco a poco sobre el
cerebro predispuesto de Don Quijote, hasta que llegó un momento en que él mismo
se creyó un caballero andante. Más
adelante agrega Silva Uzcátegui:
Así, Lutero. Era
ya un enfermo cuando llegó al convento. No iba a leer libros de caballería, sino a
estudiar otros mucho más peligrosos: de Filosofía y de Teología, elementos de
cultivo para un cerebro enfermo. Llevaba ya el elemento específico del
paranoico: el orgullo. Llevaba también el acervo patológico de la niñez, sus
insuficiencias psicológicas caracterizadas por aquel terror que ahora habría de
cambiar de aspecto, pero no de esencia: antes le aterrorizaban sus padres y sus
maestros; en el convento le aterrorizarían el diablo y las penas del infierno.[1]
Mientras
leemos estas líneas del escritor venezolano no puedo menos que rememorar mis
lecturas de postgrado, cuando el Dr. Reinaldo Rojas me encomendó realizara un
informe, de tono crítico, de una lectura sobre una obra del historiador francés
Lucien Fevbre referida a Martín Lutero, un hombre atormentado por la duda y el
miedo a la condenación eterna. Sigue diciendo Silva Uzcátegui: “Fue así como un delirio sistematizado
convirtió a Lutero en Profeta enviado por Dios para reformar la Religión, y a
Don Quijote en caballero andante.” Dos soñadores, en el lenguaje de Silva
Uzcátegui.
Al degustar estas líneas del
escritor curarigüeño, seguimos pensando que se trata de una verdadera omisión,
-involuntaria en este caso- de no contar
con este fundamental libro escrito en 1931: Psicopatología
del soñador en el que podemos de alguna manera atisbar una continuación de
su línea de pensamiento que viene de su otra obra anterior, esto es, Historia Crítica del Modernismo en Literatura
Castellana, editada en España en 1925.
Pero
debemos destacar que en 1969, cuando Silva Uzcátegui escribe ese pequeño libro,
que es una colección de ensayos periodísticos suyos: A la luz del psicoanálisis, está ya fuera de la influencia, muy
marcada en su juventud, del médico judío
Max Nordau, pues no le menciona para nada. Ahora su paradigma e inspiración lo
constituye el médico francés, Dr. Pierre Janet.
Otra
observación tiene que ver con el título de este libro de bolsillo. Y es que es
equívoco y dudoso su nombre. El psicoanálisis, tal como le conocemos universalmente,
no es empleado allí para estudiar las psicopatías y las enfermedades mentales.
Sabemos que al referirnos al psicoanálisis pensamos de inmediato en el médico
vienés Segismundo Freud, a quien no cita para nada el escritor larense. Es
quizá influencia de sus lecturas de médico
judío francés Dr. Henri Baruk quien se opuso férreamente a las ideas del
psicoanálisis desde los principios morales de la Tora y el judaísmo.
En
palabras del humanista Luis Beltrán Guerrero, Silva Uzcátegui “Se ha empobrecido
por la cultura”, dado el enorme esfuerzo que ha debido realizar para tener
entre sus manos de campesino tan vasta y variada cantidad de libros. A lo que
debemos agregar que eran constantes los viajes que realizaba al viejo
continente y a la ciudad de Caracas, ciudad en la que se estableció finalmente
en los años 1940 tras vender su finca.
Una decisión nada sencilla.
En
la capital de Venezuela ejercerá un modesto cargo en el Ministerio de Sanidad
cuando su paisano Honorio Sigala fue ministro de ese Despacho. Allí dirigió la Revista Educación Sanitaria del M.S.A.S; al tiempo que sigue siendo un voraz
lector autodidacta, su verdadera e íntima pasión.
LAS
OBRAS ESCRITAS SILVA UZCATEGUI
El
periplo vital de la escritura de este escritor larense se extiende por muchos
años. Comienza en los días de la Revolución Bolchevique cuando escribe Notas de viaje. Diario de un viaje a Europa,
editada en Barquisimeto. Tipografía Vásquez e Hijos, 1917, 50 páginas. Le
seguirán su polémica Historia Crítica del
Modernismo en la Literatura Castellana, Imprenta Viuda de Luis Tasso,
Barcelona, España, 1925. 459 páginas, con el cual ganó premio de la Real
Academia Española de la Lengua en 1927 y que examinaremos exhaustivamente en
este trabajo; Psicopatología del soñador,
Editorial Araluce, Barcelona, España, 1931, 231 páginas, obra a la que no hemos
ubicado hasta ahora, pues es una rareza bibliográfica; su magistral Enciclopedia larense, Impresos Unidos,
Caracas, tomo I, 319 páginas, tomo II: 540 páginas, ejemplo de fuerza y talento,
editada en 1941, erudita obra que ha sido la causante del desconocimiento del
resto de su producción intelectual; en la estela dejada por el Dr. Diego
Carbonell saldrá de su pluma Historia
biológica de Bolívar, impresa en Buenos Aires en 1954, 231 páginas; El
Estado Portuguesa, Biblioteca de Cultura Portugueseña. Imprenta Marsiega,
Madrid, 268 páginas, 1955. Más adelante escribe Barquisimeto: Historia privada, alma y fisonomía del Barquisimeto de
ayer, Caracas, 303 páginas, 1959; después hace una recopilación de algunos
de sus escritos en el diario El Universal de Caracas con su A la luz del psicoanálisis, Imprenta
Juan Bravo, Madrid, 1969, 119 páginas, título equívoco, pues para nada tiene que ver con el
psicoanálisis como creatura de Freud;
ese mismo ve la luz su obra que será la última La restauración de monumentos históricos en Venezuela. Imprenta
Nacional, Caracas, 1969.
Existen
además unas obras inéditas del
curarigüeño, tales como: Estudios de
crítica psicológica, varios tomos. Otro será Biografía y crítica psicológica de algunos grandes poetas americanos. Esta
información la obtuvimos de su trabajo Historia
Biológica de Bolívar, obra editada por la Universidad de Los Andes, Rectorado
de la Facultad de Medicina, Concejo Municipal del Distrito Libertador, Mérida,
Venezuela, en 1984.
Es
cosa segura que existen escritos dispersos en la prensa de Venezuela y quizás
en otros países. Habrá que buscar. De tal modo, la investigadora Yolanda Aris
ha agregado dos títulos más a la lista de trabajos de este escritor larense.
Ellos son Cuadro de la historia
psicológica de la República a la Independencia y también, Biografía y crítica psicológica de algunos
poetas americanos, ambos trabajos lamentablemente sin datos de imprentas y fechas
de publicación, todo ello, un balance extraordinario de pasión escritural
autodidacta, y que se extiende por seis décadas y dos años.
En
1981 las Ediciones de la Presidencia de la República reedita algunas obras del
escritor curarigüeño en la serie Biblioteca de Autores Larenses. Son los años
del gobierno del Dr. Luis Herrera Campins. Para los efectos de este magnífico
trabajo ha sido comisionado el Dr. Pascual Venegas Filardo. En el tomo I de la
tercera edición de la Enciclopedia Larense
escribe: “la obra de Silva Uzcátegui ha sido juzgada favorablemente por
autorizadas voces de otros países. Su libro Psicopatología
del Soñador mereció un elogioso juicio de Gregorio Marañón. Cuando la Real
Academia Española premio su libro Historia
Critica del Modernismo en 1927, tan alta distinción fue respaldada por la
prensa española. Debemos decir que si hombre de letras destacado, el contenido
de sus libros se acerca, en su mayoría, más a la ciencia que a la literatura
pura.”
Pero
sin decir de qué trata y cuál es su contenido del libro Historia Crítica del Modernismo, sigue diciendo Venegas Filardo:
“Hay que decir
que el examen de cada uno de los libros
de Silva Uzcátegui, permite apreciar un ángulo sustantivo de la obra de este
escritor, que siempre con valentía, defendió su criterio ya en el campo
literario, ya en el histórico, y supo polemizar con fe en sus principios a
través de la prensa cotidiana. Si uno de los escritores más representativos del
Estado Lara, lo es asimismo de Venezuela, se discrepe o no de sus juicios sobre
los temas que trató.[2]
Obsérvese
que Venegas Filardo habla de los elogios recibidos por el escritor larense por
el libro Historia Crítica del Modernismo,
pero no se atreve siquiera a comentar el contenido de tan polémica y
destemplada obra que la posteridad ha mantenido oculta por casi una centuria.
Le asistió un espíritu polémico, dice Venegas Filardo, lo que a mi juicio ha impedido que se conozca en el presente la
obra completa del autor larense.
A
mi modo de ver, la Biblioteca de Autores Larenses no se atrevió a reeditar lo
más sustancial de la obra silvauzcateguiana. Y no lo hizo por temor a abrir la
Caja de Pandora que representan, y que hubieran provocado un verdadero
escándalo entre sus lectores acostumbrados al tono acompasado y prudentísimo de
su Enciclopedia Larense. Esta
autocensura debió producirse también porque la muerte de Silva Uzcátegui
acababa de acontecer el año anterior, esto es, en 1980. Atrevernos a abrir la
Caja de la mitología griega ha sido nuestra determinación.
Para
cumplir este cometido disponemos de edición (fotocopiada) de 1925 que es la
única conocida. Tiene un largo subtítulo: Estudios
de crítica científica. Psicopatología de los corifeos del modernismo,
demostrada con los actos, las
teorías, las innovaciones i las poesías de ellos mismos. Obra profusamente
documentada. Editada en Barcelona, Imprenta Viuda de Luis Tasso. Arco del
Teatro, 21 y 23. Esta obra, que dedicó Silva Uzcátegui al Dr. Agustín Aveledo,
recibió elogios del Dr. Santiago Ramón y Cajal, español, Premio Nobel de
Medicina en 1906, el venezolano Dr. Luis
Razetti, entre otros, como veremos después.
Historia
Biológica de Bolívar
En
1954 y tras más de veinte años dedicado al estudio del Libertador, publica, en
Buenos Aires, Silva Uzcátegui Argentina,
Historia Biológica de Bolívar. Obra profusamente documentada. Tiene un
subtítulo bastante largo y es una suerte de índice de contenidos: La historia biológica. El genio de los
estados psicopáticos. Estudios científicos hechos sobre Bolívar. Herencia y
educación. Excesos y traumatismos psíquicos. Constitución psiclotímica. Los
accesos depresivos. Constitución emotiva. Fenómenos inhibitorios. El estupor
emotivo. El Delirio sobre El Chimborazo. El delirio de Casacoima. El rapto
ansioso, etc.
Fue
publicada en tiempos de la dictadura de Pérez Jiménez en Venezuela y fue
comentada en diversos actos de la llamada Semana de la Patria, en Barquisimeto,
Venezuela, política de ensalzamiento de los valores de la nacionalidad llevada
adelante por este régimen de fuerza.
En
esta obra hay un gran ausente: el médico húngaro Max Nordau y su polémica obra Degenerados, publicada en alemán en 1896
y traducida al castellano en 1902. Este libro se había constituido en libro de
cabecera del temprano Silva Uzcátegui, y basándose en sus criterios insostenibles e hirientes,
escribirá su controversial Historia
crítica del modernismo en la literatura castellana, en 1925, que es a su
vez un despiadado ataque a los poetas franceses del siglo XIX: Baudelaire, Verlaine,
Lautréamont, Moreas y a los bardos americanos Rubén Darío y Leopoldo Lugones,
como se verá más adelante. Cuando el venezolano escribe esta obra Nordau es apenas un doloroso recuerdo en la cultura europea.
Observemos
a continuación los elogios recibidos por esta obra. El doctor Gregorio Marañón (1887-1960),
autor de Ensayo biológico sobre Enrique
IV de Castilla y su tiempo, escribió:
“Conozco bastante bien la bibliografía de Bolívar y realmente faltaba
profundizar en el conocimiento del gran caudillo americano. Sinceramente, creo
que el libro de usted cumple esa necesidad.”(Yépez, Bernardo. 2011, p. 29).
El
médico psiquiatra francés, firme opositor del psicoanálisis de Freud, Henri
Baruk (1897-1990), escribe:
Su muy bello
trabajo pone en evidencia el papel de los fenómenos periódicos cíclicos o maniacos
(en los genios y grandes hombres), cosa que demasiado a menudo se olvida en
psiquiatría.(…) yo me prometo analizarla en las revistas francesas, en
particular en la Revue Neurologique, para hacer conocer estas bellas
investigaciones a los médicos a los lectores franceses.[3]
Otros
comentarios, siempre elogiosos serán los del doctor José Solé Segarra quien
escribe: “…saca usted acertadas
conclusiones biológicas sobre el psicótico que estudia.”El médico argentino Dr. Enrique Gandía dirá: “Ha penetrado usted con sinceridad en sus
emociones y en los recónditos secretos de su alma.” El muy conservador
Diario La Religión dice: “El insigne
escritor y crítico profundo ahonda los estados más difíciles de la
psicopatología, así como de la herencia y educación que influyeron en el alma
del Libertador.” Finalmente, el Dr. David Anzola, médico barquisimetano,
hablará de “su vasta preparación, la seriedad en el concepto, la imparcialidad
de sus juicios, su estilo castizo.” (Yepez,
Bernardo. 2011, pp 30 -33)
En
el prólogo de la obra dice su autor que el libro Psicopatología de Bolívar del Dr. Diego Carbonell, escrito en 1916,
es ya anticuado (p. 45). Ello lo afirma
porque el médico sucrense no conoció los avances en psiquiatría de los eminentes psiquiatras
Kraepelin, Krafft, Ebing, Dupré, Laignel-Lavastine, Baruk, Bleuler. Se trata entonces de una
actualización del voluminoso y bastante técnico libro, con lo cual el joven médico se ganó serias enemistades y adversas
críticas. Una de las cuales fue la del Dr. Luis Razetti, quien dijo que Carbonell está escribiendo un libro para
demostrar que Bolívar fue epiléptico.
Pero
es un hecho cierto que el Dr. Carbonell y Silva Uzcátegui comparten el mismo
criterio cientificista del positivismo decimonónico y que bebe de las fuentes
de la muy prestigiosa Escuela Francesa de Psiquiatría la que dominó tales
estudios en el orbe hasta mediados del siglo pasado con las eminentes figuras
de Pierre Janet y Henri Baruk, entre otros. Estos dos galenos franceses, es
necesario destacar, se encuentran muy alejados de los estudios de las anomalías
psíquicas llevadas a cabo desde finales del siglo XIX por el médico judío-vienés
S. Freud y sus discípulos.
Para
el escritor larense existe una afinidad estrecha entre el genio y los estados
psicopáticos. El genio es una neurosis acompañada frecuentemente de una
superioridad intelectual. Bolívar tenía una personalidad psicopática que
encuadra dentro de los límites clásicos de la constitución ciclotímica de Kretschmer
y la constitución epileptoide de Minckoswski. En el Libertador existían una serie
de factores predisponentes (p. 80): la
herencia, en sus ancestros hubo
manifestaciones psicopáticas en ascendientes y colaterales; la educación, la
pareja Rodríguez-Bolívar constituye una verdadera pareja psicopática; excesos y
fatigas que le provocaron diversos traumatismos psíquicos, la muerte de su
esposa en 1803, el acceso de depresión posterior sufrido en París.
En
conceptos del escritor larense, Bolívar presentó dos constituciones asociadas:
la constitución ciclotímica, (inestabilidad del humor, genio variable, un
excitado constitucional, la depresión sucede a la energía) y la constitución
emotiva.
Después
establece las etapas psicológicas de la vida de Bolívar. 1º. La de la evolución
puberal: joven atolondrado, quimérico, extravagante. 2º. Etapa de la edad
viril. Bolívar se muestra el hombre de genio a plenitud, las grandes campañas,
la actividad casi sobrehumana, es la etapa del hombre de las dificultades. 3º
etapa. Es la de véspero declinante, las melancolías, la hipocondría. (p. 142 y
ss).
Los
accesos de melancolía del libertador fueron varios: 1º. Con la muerte de su
esposa, 1803. 2º. El que sufrió en Alemania, una depresión melancólica. 3º. Con
la caída de Puerto Cabello y la Primera República, 1812. 4º. El que sufrió en
Pativilca en 1824, donde cayó gravemente enfermo. 5º. Un ataque de gravedad en
Guayaquil, 1829. (p. 148).
La
constitución emotiva del padre de la patria lo hizo padecer de frecuentes
insomnios, exagerado sentimentalismos y lágrimas, hiperestesia sensorial (le
molestaba demasiado el humo del tabaco), la inquietud y el fastidio. El
asesinato de Sucre le turbó el espíritu. El intento de magnicidio en 1828 en
Bogotá le produjo estupor emotivo: manía persecutoria con alucinaciones. (p.
197).
Un
fenómeno psíquico curioso nos presenta Silva Uzcátegui: los fenómenos
inhibitorios en los banquetes: en ocasiones saltó el Libertador sobre las
mesas, brindaba y decía palabras exaltadas. Ello ocurrió tres veces. (p. 210).
Y
no podían faltar los delirios, alucinaciones que son como una manifestación de una
gran emotividad: El Delirio sobre el Chimborazo, en donde exclama: “Me siento como encendido por un fuego
extraño y superior. Era el Dios de Colombia que me poseía.” Y finalmente el
Delirio de Casacoima (Venezuela, 1817) donde Bolívar se puso a hablar con gran
entusiasmo de grandes `proyectos. Decía que irían a libertar a Nueva Granada y
después pasarían a Ecuador, de dónde irían al Perú y luego llevarían sus armas
triunfantes hasta el Potosí. Fue una de las emociones-conmociones depresivas
más grandes de su vida. (p. 218).
Y
finalmente el rapto ansioso: Los paroxismos de terror sucedidos durante el
terrible periodo de la Guerra a Muerte en Venezuela, 1813. Y termina nuestro
escritor larense con Última enfermedad y muerte: La tuberculosis le quita la
vida al Libertador el 17 de diciembre de 1830. (p. 221).
Es
un libro que se aparta de la historiografía tradicional venezolana en torno al
héroe, muchas veces presentado en todo su romanticismo y, en consecuencia,
idealizado. Nuestro escritor larense muestra a un Bolívar de carne y hueso,
sometido a las contingencias y limitaciones de una constitución biológica, lo que a menudo olvidamos o ignoramos.
UN TITULO EQUIVOCO: A LA LUZ DEL
PSICOANALISIS
En
nuestras manos tenemos otro libro del escritor larense: A la luz del psicoanálisis, editado en 1969. Es una escritura
madura y mucho más sensata que las que salieron de su pluma en sus mocedades,
que se deslinda del estilo mordaz y duro de las décadas del 20 y 30 del siglo
XX, la que encontramos en esta pequeña obra de apenas 117 páginas, impresa en
Madrid, en la Imprenta Juan Bravo. En esta dedicatoria coloca cosas muy
importantes y que debemos atender para comprender el hispanismo raigal: “como homenaje en la Cuatricentenaria de la
ciudad de Carora, honra de Venezuela y cuna de mis antepasados, que fueron de abolengo español [subrayado nuestro],
fruto de una disciplina intelectual, a la que he consagrado muchos años de mi
vida”.
Por
estos años reside nuestro escritor en Caracas. Desde la década de 1940 vende su
finca de Agua Viva y se muda definitivamente a la capital, donde inclusive hace
una muy breve carrera política sin dejar de escribir.
Digamos
de entrada que el título de este libro genera bastantes confusiones. No se
trata del psicoanálisis freudiano el que emplea Silva Uzcátegui para hacer sus
“Estudios de crítica científica”,
como es el subtítulo de la obra. Con ello quiere dar a entender que sus
estudios los realiza desde una óptica objetiva, experimental, esto es,
científica. Por ello desconfía de la
tradición fabulosa y desfigurada y de la biografías melífluas. Al momento de
estudiar a los hombres celebres recomienda lo que llama “La anatomía de la vida
íntima”, porque los da a conocer “con una minuciosidad anatómica”. Y lo que más sorprende acá es el empleo de una
metodología que llama “la histología de
la historia” que es un concepto tomado del Dr. José María Ramos Mejía (1849-1914),
autor de Neurosis de hombres célebres de
Argentina. La neurosis en la historia,
con lo que queda clara la adhesión del escritor larense a concepciones
científicas ya superadas.
El
argentino nos habla allí de razón y la
locura, el genio y la locura, reyes locos, la selección natural, la lucha por
la existencia, la neurosis de Rosas, que tiene causas morales y físicas, la
locura moral, epidemias morales en Francia, Alemania e Italia, propagación del
histerismo, la melancolía, hipocondría, insomnio, constipación y delirios de
persecución del Dr. Francia, la pequeña neurosis del amor, los seductores, los
pintores, los literatos, todo ello, como se ha visto bajo la conducción de la concepción
positivista de la medicina de Fin de Siglo.
Al
Dr. J. M. Ramos Mejía le debemos agregar otra influencia decisiva en los
planteamientos del escritor larense: el célebre médico psiquiatra y neurólogo
francés Pierre Janet, fallecido en 1947, toda una eminencia de la Escuela
Francesa de Psiquiatría del siglo XX. No puede hablarse de Janet sin evocar su
desacuerdo con Freud. En el Congreso internacional de Medicina de Londres, en
1913, Janet criticó severamente las doctrinas psicoanalíticas, en particular en
lo que concierne al simbolismo de los sueños y el origen sexual de las
neurosis, a la vez que reivindicaba, con un apasionamiento que no era habitual
en él, la prioridad del descubrimiento del método catártico, que consideró el
desarrollo natural de su propia teoría de las ideas fijas subconscientes.
Cuando, veinticinco años más tarde, el yerno de Janet, Édouard Pichon, trató de
organizar en Viena un encuentro entre los dos hombres, Freud se negó a recibir
a su antiguo adversario.
Es
por ello que hemos venido aclarando que la influencia de Freud en Silva Uzcátegui
es casi o totalmente inexistente. La concepción pansexualista de Freud no
agrada ni a Pierre Janet, tampoco al sureño Ramos Mejía, ni mucho menos al
escritor curarigüeño. Para estos hombres el freudismo está colocado fuera del
alcance de la medicina moderna. No es otra cosa que pseudociencia, metafísica.
El
libro que analizamos contiene siete ensayos: 1. El cafard en la Guerra de
Independencia de Venezuela. El cafard es una especie de nostalgia que sufre el
soldado europeo al ser trasladado fuera de sus países. (p. 11). Plantea que se
hace necesario un estudio psicológico de la capitulación de Miranda, el
psicoanálisis del fusilamiento de Piar, la psicopatología de Boves. 2. José Asunción
Silva, el carácter morboso de su poesía, su psiconeurosis emotiva producto de
las sucesivas desgracias personales sufridas, su pérdida de función de lo real
(Pierre Janet) (p. 23). 3. La psicosis de Don Quijote de la Mancha. (p. 49). Los delirios sistematizados crónicos de su
paranoia, las alucinaciones. Acá se refiere a su libro Psicopatología del soñador, editado en 1931. 4. María Eugenia Vaz
Ferreira. (p. 65). El alma enferma de una gran poetisa. Su psicopatología que
la induce a la soledad y al aislamiento, saboreaba un placer voluptuoso en
sentirse sola. 5. “La Última Cena” de Arturo Michelena. (p. 79). Allí aparece
Judas con las características físicas de un anormal: rostro flaco, pómulos
salientes, barba terminada en greñas, mirada recelosa como la de los criminales
6. María Eugenia Alonso. (p. 87). Protagonista de la novela Ifigenia. Una
personalidad psicopática, su carácter violento e iracundo. 7. El Asesino Gorgouloff. Psicoanálisis basado
en una carta del asesino (del presidente francés Doumer), la regresión de su
cerebro enfermo hacia el estado del alma del hombre primitivo.(p.101).
En
estos escritos podremos observar la influencia directa de Pierre Janet en el
estudio sobre el poeta colombiano José Asunción Silva, y la no declarada de
Lombroso a propósito del cuadro La Última Cena, de Arturo Michelena, y la tesis
de la “recapitulación” en el ensayo sobre el asesino del presidente francés, y
que fue tomada como cierta y respetable, era un producto acabado de la ciencia de Fin
de Siglo, tal como veremos a continuación.
POSITIVISMO Y DARWINISMO
A FINALES DEL SIGLO
XIX
Para
entender estos dos hombres, el judío húngaro Max Nordau y a su “epígono
tardío”, el venezolano R. D. Silva Uzcátegui, quienes trataron de establecer
una relación entre la insanía mental y la creación literaria, como veremos más
adelante, debemos enterarnos del estado de la ciencia, la sociedad y la cultura
de fines de siglo XIX y comienzos del XX en Europa y América. Son los años del
dominio casi absoluto del paradigma de la evolución establecido, desde 1859,
con la publicación por Charles Darwin de La
evolución de las especies. Este concepto transformó el pensamiento humano.
Casi no hubo cuestión alguna dentro del ámbito de las ciencias de la vida que no
recibiera una nueva formulación basada en este concepto. En este sentido
el científico
estadounidense Stephan Jay Gould se expresa: “Hasta entonces, ninguna idea había sido objeto de un uso, o de un
abuso, tan generalizado (por ejemplo, en el caso del “darwinismo social” o en
la utilización de la teoría evolucionista para presentar la pobreza como algo
inevitable”. ( 2004, p. 165).
La
teoría evolucionista propició dos aberraciones que pasaron por serias y
objetivas. Una de ellas fue la tesis de la recapitulación: el mono se encuentra
entre nosotros; la otra es la hipótesis
evolucionista especifica acerca del carácter biológico de la conducta criminal:
la antropología criminal de Cesare Lombroso.
Stephan
Jay Gould, duro crítico de la
ciencia positivista, escribe en su libro
La falsa medida del hombre (2004) que:
La
recapitulación se deriva de unas ideas de Haeckel y fue uno de los conceptos más
influyentes que produjo la ciencia de finales de siglo XIX. Fue decisiva en
diferentes campos científicos, como la embriología, la morfología comparada y
la paleontología. En todas esas disciplinas la idea de reconstruir los linajes
evolutivos llegó a ser una obsesión, y se consideró que el concepto de
recapitulación era el instrumento idóneo para dicha tarea. Las hendiduras
branquiales que se observan en el
embrión humano al comienzo del desarrollo, representaban el estadio adulto de
un pez filogenéticamente previo; en un estadio posterior, la aparición de una
cola revelaba la existencia de un pasado reptil o mamífero.[4]
Este
concepto, agrega Gould, ejerció una influencia decisiva en el naciente
psicoanálisis:
Tanto Segismundo
Freud como Carl Gustav Jung fueron firmes partidarios de la recapitulación, y
la idea de Haeckel desempeñó un papel bastante grande en el desarrollo de la
teoría psicoanalítica. En Tótem y tabú,
por ejemplo, Freud trata de reconstruir la historia humana partiendo de una
clave fundamental, que sería el complejo de Edipo de los niños pequeños. El
impulso parricida debía corresponder a un episodio real protagonizado por unos
antepasados adultos. Por tanto, alguna vez, los hijos de un clan ancestral
debían haber matado a su padre para tener acceso a las mujeres.[5] 5
El
británico Hebert Spencer (1820-1903), apóstol del darwinismo social, decía que “Los rasgos intelectuales del salvaje… son
rasgos que se observan regularmente en los niños de los pueblos civilizados”, esto
es, los europeos y norteamericanos. Predicó la doctrina de la recapitulación el
mito de la superioridad nórdica y la inferioridad de los negros, quienes nunca
hubieran construido una civilización digna. Se opuso a la inmigración de
italianos, griegos y españoles a los Estados Unidos.
Ese
determinismo biológico de la recapitulación, nos dice Gould, hizo que muchos
científicos varones aplicaran tal argumento a las mujeres:
En tal sentido
las características metafísicas de las mujeres eran: impresionabilidad,
emotividad sobre la lógica, un estadio femenino de la personalidad. Los
suicidios eran más frecuentes entre las féminas, lo que demostraba el bajo
nivel evolutivo de ellas frente al de los hombres. Y llego a establecer que la
nariz griega era signo de cultura, no así la nariz chata de los africanos.
Comparó el arte rupestre con los dibujos de los niños y los “primitivos” vivos.
Hacia 1920 la teoría de la recapitulación había caído en descrédito. Parecía
que el prejuicio y la insensatez del siglo XIX había tocado a su fin. 6
Pero volvamos al
siglo XIX y toquemos las teorías de Lombroso sobre l’uomo delinquente —el hombre criminal--, quizá la doctrina más
influyente que jamás produjo la tradición antropométrica y que influyó
directamente en nuestros hombres, centros de nuestro interés: Max Nordau y
Rafael Domingo Silva Uzcátegui, como se verá más adelante.[6]
Los
criminales son tipos atávicos desde el punto de vista de la evolución, que
perduran entre nosotros. Gould lo resume así: el mono en algunos de nosotros. Y sigue diciendo el estadounidense
acerca de las insostenibles ideas de Lombroso:
El criminal nato
se reconoce por su anatomía. Ellos son los estigmas simiescos: mayor espesor
del cráneo, mandíbulas grandes, arrugas precoces, frente baja y estrecha,
orejas grandes, ausencia de calvicie, piel más oscura, mayor agudeza visual,
menor sensibilidad ante el dolor, y ausencia de reacción vascular (incapacidad
de sonrojarse). Lombroso dedicó su obra más importante El hombre criminal, publicada en 1876, en lo que se considera como
la más ridícula muestra de antropomorfismo de que se tenga noticia. Compara los
criminales con los grupos inferiores: el criminal nació criminal porque nació
salvaje.[7]
|
Para
comprender el crimen, decían los representantes de esta escuela criminalística
positiva, hay que estudiar al criminal, no la forma en que éste ha sido criado,
su educación o la situación que pudo haberlo incitado a robar o a pillar. Los
malvados, los estúpidos, los pobres, los excluidos o los degenerados lo son
porque han nacido así. Las instituciones ociales son un reflejo de la
naturaleza. Hay que culpar (y estudiar) a la víctima, no a su ambiente.
La
teoría de Lombroso causó gran agitación y suscitó uno de los más acalorados
debates científicos del siglo XIX, dice Gould, quien agrega:
Pese a haber
sazonado su obra con gran cantidad de datos numéricos, como aconsejaba el
positivismo, Lombroso no había rendido los debidos honores a la fría
objetividad. Otros científicos le reprochaban el carácter más abogadil que
científico de sus enfoques. Poco a poco Lombroso hubo de retirarse ante la
andanada de críticas, sobre todo de la escuela clásica, a la cual acusó
Lombroso de especulativa y metafísica. Los clásicos le reprochaban el desvío
drástico de la atención hacia las tendencias innatas de los criminales,
apartándola del estudio de las bases sociales de la criminalidad.[8]
Lombroso publicó en
1889 El hombre de genio, obra donde
sostenía que el genio es una patología que podía revestir múltiples
manifestaciones, desde el loco o el criminal, hasta el artista y creador, idea
que Max Nordau tomó para escribir su libro tan voluminoso como extremadamente
polémico titulado Degenerados,
publicado en 1892. De este modo, la influencia del judío
italiano Lombroso llegó hasta el venezolano Rafael Domingo Silva Uzcátegui de
la mano del médico judío y sionista Max Nordau.
Y
no podía faltar otro notable hombre del siglo XIX, un verdadero epitome de las
teorías raciales, Joseph Arthur Conde de Gobineau (1816-1882). Su obra más
famosa, en cuatro volúmenes, la publico entre 1853 y 1855: Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas. Se le ha
calificado como el abuelo del racismo académico moderno. Stephan Jay Gould nos
dice que:
Sus planteamientos,
afectaron vivamente a intelectuales como Wagner y Nietzsche e inspiraron un
movimiento social llamado gobinismo. En buena medida gracias a su impacto sobre
el fanático inglés Chamberlain, las ideas de Gobineau sirvieron de fundamento a
las teorías raciales que adoptó Adolf Hitler. La postura fundamental de este racista científico
del siglo XIX es fácil de resumir, dice Gould: el sino de las civilizaciones
está determinado en buena medida por la composición racial, siendo la
decadencia y caída por lo general atribuible a la disolución de la estirpe pura
como consecuencia del cruzamiento. Las razas blancas (especialmente los grupos
arios dominantes) podrían mantenerse en el poder, pero solo si se mantienen
relativamente libres de cruzamiento con las estirpes intelectual y moralmente
inferiores de amarillos y negros.[9] 9
MÁS ALLA DE LA ENCICLOPEDIA LARENSE
Ha
sucedido con demasiada frecuencia con muchos
escritores que el éxito de uno de sus libros haya ocultado el resto de
sus producciones intelectuales y literarias. ¿Quién conoce al autor, un
venezolano por cierto, de Una noche en
Ferrara o La penitente de los Teatinos? Quedaremos sorprendidos al
constatar que se trata de una novela, casi desconocida, del inmortal escritor
de nuestro romanticismo, Eduardo Blanco, autor de la celebérrima y gloriosa
epopeya histórica Venezuela heroica.
En cualquier librería o quiosco callejero la podremos hallar con relativa
facilidad. No es el caso de la novela de marras. Habrá que pedir auxilio a la
Sección de Libros Raros de la Biblioteca Nacional de Venezuela para dar con el
paradero de esta novela desconocida de Blanco que, en tal sentido es casi una
incunable.
Y
algo semejante podemos decir respecto a otros ámbitos de la creación artística.
La Mona Lisa o Gioconda de Leonardo Da Vinci eclipsa prácticamente sus otras
pinturas, las que son tan inestimables y hermosas como aquélla. Beethoven es
otro caso destacado. Su V Sinfonía mantiene como segundonas sus otras sinfonías
del romanticismo musical alemán, de la cual es gloria máxima tal músico.
Ha
sucedido semejante situación con Silva Uzcátegui. Una encuesta para
establecer la popularidad de sus obras
dará siempre el mismo resultado: la Enciclopedia
Larense. Será su libro de más uso y lectura corrientes entre los larenses y
venezolanos. Este monumental trabajo, fruto de largas investigaciones que nos descubre una disciplina escritural
inmensa, se asocia indefectiblemente a su nombre: R. D. Silva Uzcátegui, (así,
con abreviaturas).
Tal
Enciclopedia Larense, editada por vez
primera en 1941. Existen otras dos ediciones, vino en su momento a llenar un
vacío, pues hasta aquel año solo existía el Diccionario
Histórico, Geográfico, Estadístico y Biográfico del Estado Lara, escrito
por el zuliano Telasco A. Mac Pherson y editado Puerto Cabello, Estado Carabobo
en 1883. Es decir que habían pasado más de seis décadas sin que los larenses
tuvieran en sus manos una puesta al día o actualización de los conocimientos de
tan particular entidad federal como es el Estado Lara.
Quizá
fue una enorme sorpresa para los larenses y venezolanos de aquel entonces
descubrir las enormes potencialidades naturales, la riqueza de paisajes, así
como de la valiosa historia, instituciones, cultura musical, folklore y los
personajes destacados del estado, todos estos elementos de cultura que
permanecieron ocultos y desconocidos tras los largos años de la barbárica
dictadura de J. V. Gómez. Es decir; Silva Uzcátegui oportunamente nos brindó
una imagen de Lara que no teníamos sino fragmentariamente, sin ilación alguna.
Eran
los años del gobierno civilista y democrático del presidente Isaías Medina
Angarita (1941-1946) quien se rodea de
eminencias intelectuales de la talla de A. Uslar Pietri, Mario Briceño
Iragorri, Caracciolo Parra, Alberto Adriani, el médico caroreño Pastor Oropeza,
Rafael Vegas, José Nucete Sardi, entre otros; todo lo cual contribuye a crear
una atmósfera cultural significativa: es el renacimiento de la cultura y las
letras, tras largos años de dictadura y
que tendrá un abrupto y desgraciado final con el artero golpe de estado
cívico-militar llevado a cabo el 18 de octubre de 1945, una fecha luctuosa en
la historia nacional.
Esta
prodigiosa obra está dividida en dos tomos. El primero dedica a los aspectos
físicos del Estado Lara, superficie, división política, razas (sic) pobladoras,
orografía, los Andes, Sistema Caribe o del litoral, productos naturales,
hidrología, geología, mineralogía, paleontología, fauna, aves, reptiles,
geografía política y económica, hombres notables que han estado en
Barquisimeto, geografía económica de los municipios, historia sintética de la
locomoción en el Estado Lara, exposiciones regionales, historia constitucional
del Estado Lara, gobernantes larenses, historia militar regional.
El
segundo tomo, más extenso, además mucho más interesante y meduloso que el
primer tomo. Es motivo en el presente de investigaciones de historiadores,
lingüistas, antropólogos, sociólogos, literatos, entre otros. Comienza con una
magnifica Historia de la cultura larense, Educación, Ciencias médicas, ciencias
jurídico-políticas; hace énfasis notable en la sección de música y músicos,
cultura musical, orquestas, la pintura y la escultura; examina el estado de
nuestra producción literaria, su especialidad junto a la psiquiatría, en
Resumen de historia crítica de la literatura larense, índice bibliográfico,
primeras imprentas, prensa larense, leyendas folklóricas, y remata con un
delicioso Diccionario de provincianismos, redactado en la mejor tradición
dejada por el sabio larense Lisandro Alvarado.
Ese
enjundioso y bien elaborado trabajo recibió los elogios más benévolos y
auspiciosos de personalidades y de la prensa. El historiador Dr. Enrique de Gandia,
Secretario de la Academia Nacional de Historia de la argentina declaró: es un monumento de erudición, ejemplo de
fuerza y talento como hubo pocos en América. Otro tanto hizo el Dr. E.
Mendoza Spósito (Mérida, Venezuela) dirá: conceptúo
este trabajo uno de los más densos y útiles publicados en Venezuela. El Diario La Esfera, de Caracas, referirá:
“en esta Enciclopedia Larense el autor
reafirma sus conocimientos profundos y pone en alto su talento. Para el estudio
de nuestra historia servirá de mucho la obra (…) Escrita en estilo sencillo,
esta obra se adueña del lector y logra su aplauso. El Diario Heraldo, de Caracas escribirá: “el aventajado historiador, realiza
un severo estudio acerca de la Geografía, Historia, Cultura y Lenguaje del
Estado Lara, ajustado a una amplia y brillante documentación. Bien estaría si
cada uno de los Estados de la Unión se historiara en la forma en que lo ha
hecho este distinguido compatriota.” (Yépez, B; 2011, pp. 26 - 29).
Y
finalmente El Diario de Carora destacará
que “Silva Uzcátegui (es) una de las
mentalidades más preocupadas por la cultura y el estudio que posee nuestra
región, y quien ha dado a la publicidad libros de gran valía (no los menciona) que han merecido elogiosas
críticas de nuestro continente y de los países europeos. Pareciera que se
trata de la prosa de Cecilio “Chío” Zubillaga la que escribe que:
Esta enciclopedia hacía notable falta para un
mayor conocimiento del territorio larense, que ofrece valiosos rasgos como
fecundo venero de la Patria, y que no solo permanece desconocida en sus
riquezas, en sus valores y demás expresiones, de los venezolanos, sino también
de muchos larenses, de nosotros mismos, que como la generalidad hemos estado
pendientes del exterior y sus embelesos, y hemos mirado con profunda
indiferencia lo que debemos conocer, amar y valorizar… [10]
Pues
bien, este es el Silva Uzcátegui que mejor conocemos y que ha entrado en
nuestra cotidianidad: un hombre sereno, un investigador metódico y reposado. El
crítico literario caroreño Luis Beltrán Guerrero escribe en 1969, en la
ancianidad de Silva Uzcátegui, lo siguiente:
El caballero larense, el noble y erudito caballero,
está en su puesto. Se ha empobrecido por la cultura, ha servido a la Nación,
sin que ésta le haya distinguido en lo más mínimo. Se le ataca, se le vitupera
a veces. Los intereses creados tienen ardientes defensores. Pero el caballero
sigue impasible. Sin condecoraciones, fuera de las academias, pero con libros
que son monumentos de la sapiencia venezolana, que algún día aplaudirá la
posteridad.[11] 11
Atrás y en el olvido han quedado por esos años
las posiciones polémicas y las controversias subidas de tono del escritor
curarigüeño de sus ardientes años mozos, cuando enfiló baterías contra una
corriente literaria americana y europea y se atrevió a escribir en su Historia Crítica del Modernismo en la Literatura
Castellana (1925), que «El risible
nombre de modernista inventado para provocar hilaridad con su sola
pronunciación, apareció entonces”. Juicios de tal naturaleza que no
encontraremos en su producción más reciente, ni mucho menos en su Enciclopedia Larense (1941).
Es
que Silva Uzcátegui ha cambiado, pues con el paso de los años y ante el triunfo
indiscutible del modernismo, ha podido retractarse ante palabras tan
hirientes y ofensivas contra los poetas
modernistas salidas de su pluma en 1925, tales
como: “seres [...] que llevaban
largas melenas, vestían ropas sucias, fumaban malolientes pipas i escribían
versos kilométricos, todos llenos de nenúfares, crisantemos, lejanías i
atardeceres glaucos…” al referirse a lo que llama corifeos del modernismo,
quienes a su juicio sufren de una psicopatología y un daño cerebral evidente.” (1925.
p. 21).
Pero
en la Enciclopedia Larense hay un
rasgo indeleble de la personalidad de su autor: el sólido anclaje al
positivismo decimonónico. Todavía en
1952, en ocasión del Cuatricentenario de la ciudad de Barquisimeto, escribe en
la Guía Económica y Social del Estado
Lara, algo así como considerando a la sociedad un organismo vivo, sujeto a leyes naturales
fijas:
A estos factores biológicos y sociológicos,
creo que se debe en gran parte el por qué los hijos de las principales familias
de esta región (el Estado Lara), figuran siempre entre los primeros en el
movimiento científico e intelectual del país. Por las razones expuestas, la
sociedad de estas ciudades (El Tocuyo, Barquisimeto y Carora), como sucedió en
otras de Venezuela que se hallaban en el mismo caso, fue formada por una
especie de selección natural, (subrayado
nuestro) cuyos efectos contribuían a mantenerlos las leyes de entonces y
ciertas costumbres sociales conservadoras.” Guía económica y social del Estado
Lara.[12]
Y
como dándole al componente hispánico de nuestra cultura un papel desmesurado,
algo así como obviando los otros dos factores de nuestro mestizaje, aborígenes
y negros africanos, dirá: “Es un hecho que está fuera de discusión, que en
estos conglomerados sociales de núcleo reducido, de El Tocuyo, Barquisimeto y
Carora, hubo en algunas familias y en varias generaciones, no uno, sino muchos
hombres que se destacaron por su inteligencia y su saber, tanto como por su
virilidad y la austeridad de sus costumbres.” (Cámara de Comercio de
Barquisimeto. Varios autores. 1952, p. 81 y ss).
De
tal manera explica el autor curarigüeño el poblamiento colonial de lo que el
Dr. Reinaldo Rojas llamará a fines del siglo pasado Región Barquisimeto, veamos:
Vimos
en el tomo primero de esta Enciclopedia,
que El Tocuyo, Barquisimeto y Carora, eran ciudades pobladas por españoles. En
tiempos de la Colonia, el núcleo básico de la sociedad de estas poblaciones,
estaba constituido por distintas familias oriundas de España o de ascendencia
española, formadas por hombres recios, enérgicos, pues no podían ser de otro
modo los que se aventurasen a venir a conquistar y colonizar. Muchos de ellos
fueron enviados por el Gobierno español, con cargos de importancia y,
lógicamente tenían que ser individuos de alguna capacidad e instrucción. Ya sea
por esto o por la posición social de que gozaban, ellos a su vez trataron de
dar la mejor educación posible a sus hijos.[13]
Acá
podemos constatar el uso de tradición, medio geográfico y razas como categorías
básicas del positivismo venezolano aplicado en la explicación cientificista del
pasado colonial de lo que más tarde llamará el Dr. Reinaldo Rojas Región Barquisimeto. En el discurso silvauzcateguiano
la tradición se trasmite de la misma manera que los caracteres genéticos, así
como que la historia de Venezuela comienza con la llegada de los españoles. En
la Colonia se formaliza, pues, el dominio de los blancos (españoles y americanos).
Silva
Uzcátegui da una importancia capital a la educación, como agente de
incorporación de la población al desarrollo y la afirmación de la ciencia como
ideal del conocimiento humano, lo que guarda sin duda una llamativa semejanza
con el paradigma positivista. A diferencia de otros positivistas venezolanos,
Vallenilla Lanz entre ellos, que emplean la categoría de mestizaje en la
interpretación positivista de nuestra historia, el autor larense apenas se ocupa
de ella en sus escritos.
POSITIVISMO FILOSOFICO Y LITERATURA
MODERNISTA DE FIN DE SIGLO
Sin embargo
hay que poner en claro que el positivismo filosófico y la literatura modernista
no eran opuestos como equivocadamente se podría pensar. Los literatos del
modernismo eran en efecto positivistas. Nos dice el escritor venezolano Luis
Britto García, ellos pensaban que los
aires europeos, y señaladamente franceses, habrían de remover las fibras
conservadoras y atrasadas de Hispanoamérica que venían como un pesado fardo histórico
desde la Colonia. La noción de progreso, tan cara a los comteanos y spencerianos,
terminarían por establecer en Iberoamérica una civilización industrial ligado a
la implementación de un nuevo lenguaje en la literatura basada en la ciencia y
que dejara atrás tanta metafísica, religiosa y supercherías. Citemos
en extenso las ideas de Britto García:
El
ideario positivista también influye en la escuela literaria modernista. La
mayoría de los modernistas son asimismo positivistas: en la base de su
pensamiento están el laicismo, el escepticismo, el hedonismo, un vitalismo
mezclado a veces con cierta complacencia en el pesimismo y en la decadencia, y
la convicción de que el atraso y la fealdad del mundo americano deben ser
corregidas mediante formas estetizantes derivadas de la cultura europea o de un
vago cosmopolitismo visto a través del cristal de aquella. En el plano
estético, estas convicciones se manifiestan mediante un extremo sensorialismo
(después de todo, para el positivista el único origen del conocimiento es la
sensación); en un gusto por el ritmo tanto en el verso como en la prosa (todo
ritmo expresa vitalismo) y en un continuo empleo de alusiones y comparaciones
foráneas para prestigiar la descripción de lo americano. Son positivistas
Manuel Díaz Rodríguez, Rufino Blanco Fombona y Pedro Emilio Coll y, en los
momentos más vigorosos de su prosa, Rómulo Gallegos. Es modernista Enrique
Bernardo Núñez, aunque denuncia a los teóricos positivistas y descree de sus
proyectos modernizantes.[14]
Más
adelante agrega el mismo Britto García:
“El
cientificismo positivista se refleja cabalmente en el estilo y las temáticas
del naturalismo literario venezolano de Manuel Vicente Romerogarcía,
Manuel Vicente Urbaneja Achelpohl, Miguel Pardo y Teresa de la Parra. José
Rafael Pocaterra participa del naturalismo aunque es acérrimo enemigo del
gomecismo y de sus intelectuales. La obra de los naturalistas positivistas se
caracteriza, ante todo, por el realismo, que pretendía pasar por fiel
reproducción de la verdad. Luego, por el telurismo, por la insistente
descripción de paisajes rurales por autores en su mayoría citadinos. Además,
por una presentación peyorativa del pueblo, al cual se describe esencialmente
por sus carencias y atrasos. Por la creación de personajes símbolos, que
representan en forma casi unilateral modos de vida, regiones, clases sociales.
Y en contraste, por la presencia de personajes que intentan implantar proyectos
de modernización agraria o civil en dura lucha con el atraso y la indiferencia.[15]
Europa el modernismo reaparece polémicamente
en el campo cultural, para referirse a las propuestas de renovación del arte y
de la literatura como de la religión. En la América de habla hispana, los propulsores de una
renovación literaria, dicen Graciela Montaldo y Nelson Osorio Tejeda en el muy
útil Diccionario Enciclopédico de las
Letras de América Latina lo siguiente:
…representados
especialmente por Rubén Darío, reivindicaban el nombre de “modernismo” para
identificar su propuesta de un arte que responda a las demandas y condiciones
de los tiempos modernos. El modernismo
excede los límites de una escuela poética, en el sentido convencional, para
convertirse en un verdadero movimiento cultural que progresivamente va
impregnando diferentes manifestaciones de la vida que se estaban social: una
nueva prosa periodística que no escatima la belleza verbal, una retórica
particular, impregna los comportamientos sociales de las burguesías
latinoamericanas consolidando en el Fin de Siglo y que marcó un gusto por el
lujo, lo exótico, los interiores barrocos, la rareza.
La modernización significa el ingreso de
América Latina a los grandes mercados capitalistas de la civilización
industrial, es el marco en el que surge y se desarrolla el movimiento literario
que se conoce como modernismo hispanoamericano. Ese “Fin de Siglo” es el que
retrata el escritor venezolano Ramón Díaz Sánchez en la Caracas de entonces:
Impregnada de
efluvios franceses, la literatura, la pintura, la música (…) tienen por esta
época en Venezuela un meridiano francés. Es, en pintura, el florecer de Cristóbal
Rojas y Arturo Michelena con sus motivos sociales e historicistas; en
literatura la invasión de la novela de Zolá , de Daudet, de Maupassant, de los
hermanos Goncourt; en poesía la influencia simbolista e idealista de Baudelaire,
de Rimbaud, de Lautrémont, de Verlaine, de Mallarmé, de Moreas; en música el
ensueño del vals, (…) Chopin, el triunfo de Teresita Carreño (…) y e asimismo
el impacto de los estudios historiológicos que producen Taine y Renan.[16]
EL MODERNISMO LITERARIO DESDE LA
PERSPECTIVA ACTUAL
Antes
de pasar a examinar los furibundos y violentos ataques del escritor larense R.
D. Silva Uzcátegui al modernismo literario europeo e hispanoamericano, un
verdadero “asedio antimodernista”, como lo ha calificado Amelina Correa Ramón,
veamos de qué manera es captada en el presente esta corriente literaria tan en
boga en el Fin de Siglo.
Comencemos
con las opiniones que sobre el modernismo expone Jorge Luis Borges en un
prólogo a El Payador del poeta
modernista argentino Leopoldo Lugones. Veamos:
“A
fines del siglo XIX y principios del XX, el modernismo renovó la literatura de
la lengua española. Esta renovación era necesaria; después del siglo de oro y
del barroco, la literatura hispánica decae y los siglos XVII y XIX son
igualmente pobres.” Y más adelante dice el genial autor de El Aleph que: “El modernismo por obra de Darío, triunfó en América
y en España. Darío, en este último país, no es un forastero; se ha incorporado
a la tradición nacional y se habla de él como de Garcilaso o de Góngora. Darío
es así, para la historia de la literatura, un gran poeta de España y de
América.” (Leopoldo Lugones. El Payador. Prólogo de Jorge Luis Borges, p.xi).
El
mexicano Octavio Paz refiere que:
…desde el
triunfo de la versificación italiana, en el siglo XVI, solamente en dos
periodos la balanza se ha inclinado hacia la versificación amétrica: en el
romanticismo y en el moderno. En el primero, con timidez; en el segundo,
abiertamente. El periodo moderno se divide en dos momentos: el “modernista”,
apogeo de las influencias parnasianas y simbolistas de Francia, y el
contemporáneo. En ambos, los poetas hispanoamericanos fueron los iniciadores de
la reforma; y en dos ocasiones la crítica peninsular denunció el galicismo
mental” de los hispano-americanos para más tarde reconocer que esas
importaciones e innovaciones eran también, y sobre todo, un redescubrimiento de
los poderes verbales del castellano.[17] 17
Esta
posición tan favorable hacia el modernismo habría de causarle a Silva Uzcátegui
una fuerte desaprobación y censura como se verá más adelante. ¿Acaso leyó el
escritor larense al mexicano? Quizá jamás lo sabremos, pero lo podemos intuir.
Sigue
diciendo el Premio Nobel de literatura mexicano que:
“El
movimiento “modernista se inicia hacia 1885 y se extingue, en América, en los
años de la Primera Guerra mundial. En España principia y termina más tarde. La
influencia francesa fue predominante. Influyeron también, en menor grado, dos
poetas norteamericanos (Poe y Whitman) y un portugués (Eugenio de Castro).” (
Paz,O. 1972, p. 92).
Y
al referirse al poeta nicaragüense Rubén Darío, tan maltratado y ofendido por
el escritor curarigüeño, dice Paz:
Hugo y Verlaine,
especialmente el segundo, fueron los dioses mayores de Rubén Darío. Tuvo otros.
En su libro Los raros (1896) ofrece
una serie de retratos y estudios de los poetas que admiraba o le interesaban:
Baudelaire, Leconte de Lisle, Moréas, Villiers de l´Isle Adam, Castro, Poe, y
el cubano José Martí, como único escritor de lengua castellana…Darío hablaba de
Rimbaud, Mallarmé y, novedad mayor, de Lautréamont.[18]
Que
son precisamente los poetas a quien dirigirá sus dardos más venenosos el
escritor larense. Pero sigamos con el mexicano cuando dice:
La poética del modernismo, despojada de la
hojarasca de la época, oscila entre el ideal escultórico de Gautier y la música
simbolista: yo persigo una forma que no
encuentra mi estilo, dice Darío, y no
hallo sino la palabra que huye…y el cuello del gran cisne blanco que me
interroga. La “celeste unidad” del universo está en el ritmo. En el caracol
marino el poeta oye un profundo oleaje y
un misterioso viento: el caracol la forma tiene de un corazón. El método de
asociación poética de l0s modernistas, a veces verdadera manía, es la sinestesis.
Correspondencias entre música y colores, ritmo e ideas, mundo de sensaciones
que riman con realidades invisibles. En el centro, la mujer: la rosa sexual (que) al entreabrirse conmueve todo lo que exista.
Oír el ritmo de la creación—pero asimismo verlo, y palparlo—para construir
un puente entre el mundo, los sentidos y el alma: misión del poeta. [19]
Y
como contradiciendo a Silva
Uzcátegui directamente dirá Octavio
Paz:
Los “modernistas” inventaron metros, algunos
hasta de veinte silabas; adoptaron otros del francés, el inglés y el alemán; y
resucitaron muchos que habían sido olvidados en España. Con ellos aparece en
castellano el verso semilibre y libre. La influencia francesa en los ensayos de
versificación amétrica fue menor; más decisivo, a mí parecer, fue el ejemplo
de Poe, Whitman y Castro. A principios
de siglo (XX) los poetas españoles acogieron estas novedades. La mayoría fue
sensible a la retórica “modernista” pero pocos advirtieron la verdadera
significación del movimiento. Y dos grandes poetas mostraron sus reservas:
Unamuno con cierta impaciencia, Antonio machado con amistosa lejanía. Ambos,
sin embargo, usaron muchas de las innovaciones métricas.[20]
El
británico Gerald Martin, en su inigualable
biografía Gabriel García Márquez.
Una vida, nos brinda una interesante
visión anglosajona de Darío, del cual dirá:
García Márquez
ya estaba escribiendo poesía bajo el pseudónimo de “Javier Garcés”. Martín (su
profesor) se centraba especialmente en las obras de Rubén Darío, el gran
nicaragüense que había revolucionado, prácticamente sin ayuda de nadie, el
lenguaje poético tanto de España como de América Latina entre 1888, cuando
apareció Azul, y 1916, fecha de su muerte.
Darío, cuya infancia guardaba inquietantes paralelismos con la de García Márquez,
se convertiría en uno de los principales dioses del Olimpo poético de los
jóvenes colombianos.[21]
Y
no podía faltar en este recorrido las opiniones de nuestro gran venezolano Mariano Picón Salas, quien en su libro, indispensable
por más, Formación y Proceso de la Literatura
Venezolana (1940) se referirá a los modernistas de forma polarmente opuesta
a la del autor larense, es decir con respeto
y una alta consideración de sus innegables aportes a la literatura de
América, España y venezolana Fin de Siglo, veamos:
20 Idem, pp. 93-94. . 21 2013, p. 112.
|
Y
sigue diciendo el humanista merideño que: “…el Español decimonónico había caído en un
rancio arcaísmo de museo —como en el que escribían los académicos— o en llaneza
desvestida y sin estilo, como la que disminuye la evidente fuerza y contenido
dramático de las novelas de Galdós.” (Op Cit; p. 254).
Y
como desmintiendo a Silva Uzcátegui, quien se amuralla en un estéril casticismo
literario, escribe Picón Salas:
…las otras
lenguas europeas —Francia, Inglaterra, Alemania— lograban, por contraste, su
mayor perfección estilística. Paradójicamente, puede decirse que necesitábamos afrancesarnos, anglizarnos, germanizarnos, (subrayado
nuestro), recibir el contacto de otras culturas y viajar al mismo tiempo —como lo
hizo Rubén Darío— a las más olvidadas fuentes de nuestra tradición lingüística,
para que el Español alcanzara el espíritu moderno. Que fuese algo más nuevo y
ágil que una panoplia, y más elevado que los chistes madrileños del género
chico. En ello consistió, esencialmente, el aporte renovador del Modernismo.[23]
Pero
sin caer en los tremendismos y crudezas del escritor larense dirá Picón Salas,
algo así como recriminando a los modernistas:
Y fuera de la
grandeza de Darío, de Silva, de Lugones, de una decena de excelentes poetas y
prosistas, el Modernismo se agotó tempranamente porque puso su mayor interés
artístico en el instrumento verbal más que en el contenido y el mensaje; porque
a veces fue sólo juego juglaresco que -como cualquiera otro- estereotipaba su
propia retórica. Un epígono de la escuela, sirviendo a todas las causas y casi
sin comprometerse en ninguna.[24]
Y
no podíamos olvidar al malogrado crítico literario Ángel Rama, quien en su
libro Rubén Darío y el modernismo
(1970) afirma que el Modernismo en general y el de Rubén Darío, en particular,
representan la “autonomía poética de
América Latina, la comprensión de un sistema literario (con un corpus literario
coherente, un publicó efectivo y productores especializados) y la instauración
de una tradición poética.”
Pero
veamos las opiniones de un crítico literario, larense como Silva Uzcátegui, el
caroreño Luis Beltrán Guerrero quien escribirá que: “Rubén Darío (1867-1916) es
el más grande poeta de ambas Españas, desde el siglo de oro hasta hoy, y le
debemos el enaltecimiento de la lengua española y de la cultura latina en
general, a más de una mayor riqueza del mundo interior.” (Prosa crítica, p. 177).
Guerrero,
quien como dijimos al comienzo, conoce la Historia
Crítica del Modernismo en la Literatura Castellana de su paisano Silva
Uzcátegui, pero quien se declara en desacuerdo con las destempladas
apreciaciones de su coterráneo, dirá del bardo nicaragüense que:
Rubén Darío, alcanza a representar no sólo a
una nación, ni a un conjunto de naciones, sino, aún más, a una cultura, que
nace en el Lacio bajo las siete colinas, y crece y se fortifica con los
fugitivos de Troya llegados a la Magna Grecia. (…) la perspectiva del tiempo ha
esclarecido el tema polémico accidental de si fue el Poeta de América o más lo
fue de España, inútil discusión ante quien se llamó español de América y
americano de España.[25]
Guerrero,
quien fue llamado “el humanista de Venezuela”, nos brinda además una suerte de
definición del modernismo:
Desde 1888,
Darío inicia el uso del vocablo modernismo, que significaría “la libertad y el
vuelo, y el triunfo de lo bello por sobre lo preceptivo, en la prosa, y la
novedad en la poesía; dar color y vida y aire y flexibilidad al antiguo verso
que sufría anquilosis, apretado entre tomados moldes de hierro.[26]
Hechas
estas apreciaciones, pasemos a develar de qué manera el escritor curarigüeño
gana Premio de la Academia Española y
por qué hasta ahora no se conocían las circunstancias precisas en las cuales
esta conservadora institución, atada a un anacrónico casticismo radical, da un
espaldarazo a los furibundos asedios antimodernistas de Silva Uzcátegui.
SILVA
UZCATEGUI GANA PREMIO DE LA REAL
ACADEMIA
DE LA LENGUA ESPAÑOLA (1927)
Dos
años luego de la publicación de su virulento ataque a los poetas “decadentes y
degenerados” de Fin de Siglo, el escritor larense obtendrá un premio por su Historia crítica del modernismo en la
literatura castellana, en 1927. Lo
recibirá de la muy conservadora Real Academia de la Lengua Española. El
presidente de la Academia Venezolana de la Lengua, Javier Pérez, escribe sobre estas corporaciones:
Defensoras
comprometidas con una manera de hacer lingüística, las academias decimonónicas,
las más o las menos, se supieron corporaciones abocadas a avalar los buenos
usos y a sancionar los incorrectos. Ello hizo que se (mal) entendieran como
centros de poder lingüístico conducidos por el preceptismo y por el purismo,
ideales preservadores de una limpieza de sangre lingüística que solo existía en
la mente de los censores, pero que nada tenía que ver con la fuerza
transformadora de la lengua, ni con los usos frescos que llamaban, desde
siempre, a su natural renovación. Estos roles punitivos, rotularon a las
academias en general y a algunos de sus miembros en particular, de
"policías correccionales" (y la formulación de este principio se la
debemos a Oscar Wilde) y la estela negativa que dejaron fue nefasta, tanto que,
de cuando en cuando, aflora sin que podamos comprenderla viva aún (la América
hispana ha sido y es profundamente conservadora en esta materia, mucho más que
España; resultado de una corriente de oposición al auge de los nacionalismos y
criollismos que a más de uno mortificaba en el siglo XIX.[27]
27 Pérez, Javier. El
Nacional, 25-11-2013. P A-8.
|
El
país sufre las amenazas de un anarquismo ibero que recoge antiguas particularidades
españolas a lo que habría de sumar el terror que ocasionó en las capas altas la
Revolución Bolchevique de 1917. El país se divide entre “germanófilos” y
“aliadófilos”. El hispanista francés Pierre Vilar en Historia de España, (pp. 117 y ss) se refiere a las crisis
contemporáneas: la crisis de la monarquía (1917-1931), periodo de constantes
disturbios, el problema marroquí, la cuestión regional vuelve a plantearse: el
País Vasco, Cataluña; en Andalucía se llama el “trienio bolchevique” el periodo
1919-1921, el terrorismo asola a Cataluña, Zaragoza, Bilbao. Vendrá una segunda
fase: la dictadura (1923-1930). Se intenta un programa social que imita al
fascismo italiano, prohibición de las huelgas. El general Primo de Rivera
destierra a Unamuno, la peseta bajaba, los financieros pierden la confianza en
la dictadura. Una tercera fase, agrega Vilar, es la de la caída de la monarquía
(1930-1931). Luego vendrá la República (1931-1936), que habrá de terciar con el
grave problema de la religión, incendio de iglesias, la reforma agraria, la
derecha obtiene un éxito inesperado. Así murió, agrega Vilar, la república
reformista y jacobina. Luego vendrá el “Alzamiento nacional” con el que se dará
inicio a la Guerra Civil española, antecedente y campo de pruebas de la Segunda
Guerra mundial.
Pero
no todo era tragedia y desencuentros en aquella “España invertebrada”, al decir
de Unamuno. El historiador británico Hugh Thomas en La Guerra Civil Española, escribe sin embargo que:
El siglo XX
contempló un despertar del espíritu español: la volatilidad política de los
años transcurridos entre 1898 y 1936, más intenso todavía entre 1931 y 1936,
fue la expresión de una vitalidad que se extendía a la mayor parte de las
esferas de la vida nacional. La primera parte del siglo XX fue más rica desde
el punto de vista artístico, por ejemplo, que ningún otro momento después del
siglo XVII. Los nombres tan famosos de Picasso, Dalí, Miró, García Lorca, Juan Ramón
Jiménez, Antonio Machado, Pío Baroja,
Buñuel, Falla, Casals, Unamuno y Ortega son solo las cumbres de un periodo
brillante. Indudablemente a principios de siglo XX España estaba saliendo de su
larga decadencia. Este renacimiento se veía tanto en la derecha como en la
izquierda, en la enseñanza y en el arte.[28]
En
consecuencia, podemos hablar de las dos Españas: una, la nacional,
aristocrática y católica, partidaria de la monarquía, domina el ejército,
celosa de sus prerrogativas. “Es la España negra, vieja pesadilla del
liberalismo”, dice Vilar. Agrega el hispanista francés: “Su garantía será el
orgullo de casta, equivalente español al orgullo de raza nazi. El español
hidalgo y caballero cristiano vale por su “estilo de vida”, que dicta el
“imperativo poético”. He aquí otra de las conclusiones de las corrientes
literarias de rehabilitación del Quijote, y del “casticismo” místico y
guerrero”.
La
otra España es la que mira con expectativas al otro lado de los Pirineos, la de
las Luces, que desea para el país los regímenes liberales y
constitucionalistas, la separación de poderes, el laicismo y la libertad de
expresión. No ve a Francia como enemiga de la tradición, como pensaba la otra España, la “España negra”. El
aislamiento hispánico, dice Octavio Paz, empieza por ser un defecto moral y
termina por ser una falla intelectual. A lo que agrega el Nobel de Literatura:
Buena crítica
literaria ha habido siempre, lo que no tuvimos ni tenemos son movimientos
intelectuales originales. No hay nada comparable en nuestra historia a los
hermanos Schlegel y su grupo; a Coleridge, Wordsworth y su círculo; a Mallarmé
y sus martes. O si se prefieren ejemplos más próximos: nada comparable al New Criticism de los Estados Unidos, a
Richard y Leavis en Gran Bretaña, a
los estructuralistas de París. No es difícil adivinar la razón—o una de las
razones—de esta anomalía: en nuestra lengua no hemos tenido un verdadero
pensamiento crítico ni en el campo de la filosofía ni el de las ciencias y de
la historia.[29]
Ahora
bien, ¿cuál de las dos Españas es la que premia a nuestro escritor venezolano
Silva Uzcátegui? Sin ninguna duda que la España que como corriente histórica se
nutre de la Contrarreforma católica, la monarquía absoluta, el neotomismo de un
Jaime Balmes, calificado por Pío XII “Príncipe de la apologética moderna”, la
España que habría de tener un pasajero
triunfo en la Guerra Civil española, (1936-1939).
La
Real Academia de la Lengua Española reconoce en el venezolano su defensa a
ultranza de la lengua de Cervantes ante lo que consideran la corruptora lengua
de los franceses. El autor larense cita a Rubén Darío, “hijo espiritual de
Francia”, de la siguiente manera:
Repetición vacía
de una vieja retórica ya muerta, empecinábase (el lenguaje) en esta quimera
anticientífica (?) i antinatural: que en el Nuevo Mundo siguiese hablando como
España. Solamente para el idioma, que es la más notable de las funciones
humanas, no había existido emancipación. El falso purismo de la Academia, la
belleza formulada en recetas de curandero, la parálisis rítmica, la indigencia
de la rima, el verso blanco i la licencia poética, la abundancia declamatoria,
todos esos accidentes, que no son sino justificaciones de la ignorancia i
autorizaciones a la mediocridad, constituían nuestro código, o mejor dicho codex, en materia de idioma. Imitar,
imitar siempre a los clásicos inimitables era la prescripción…” Historia
crítica del modernismo.[30]
Quiero
decir que aquellos graves y católicos caballeros
de la Academia de la Lengua Española de los turbios años de la dictadura de
Primo de Rivera en España, vieron a Silva Uzcátegui como una suerte de Andrés Bello
en el siglo XX, dispuesto a salvar la unidad de nuestro tesoro más preciado: la
lengua castellana. La Academia no perdonó a aquel poeta nicaragüense “su devota
francofilia”, utilizando la retórica silvauzcateguiana, y premió al escritor
venezolano por su casticismo raigal que ataca a los degenerados que se reúnen en
los cafés de París, como a continuación leemos:
Los
galiparlantes (que) han invocado siempre la pobreza del castellano para corromperlo con galicismos i
otras voces exóticas. El castellano es por todos respectos mui superior al
francés; porque no es enriquecerlo (el castellano) sino corromperlo, echar en
el olvido las expresiones castizas para suplantarlas con las exóticas impuestas
por la moda o por el “sencillo buen gusto” de los que prefieren una jerigonza (sic)
de francés españolizado. 31
31
Ídem. P. 374.
Después
de todo fue lema de la Academia, desde su fundación en 1713, la de «fijar las
voces y vocablos de la lengua castellana en su mayor propiedad, elegancia y
pureza». Esta corporación
promovió el panhispanismo o hispano-americanismo
para promover la idea de la patria grande de habla castellana y matriz hispana,
heredera de una misma literatura.
En tal
sentido, nuestro autor venezolano se hizo eco de los estatutos de la Real
Academia Española de la Lengua, los cuales rezan que:
(...) tiene como
misión principal velar por que los cambios que experimente la Lengua Española en
su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la
esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico. Debe cuidar
igualmente de que esta evolución conserve el genio propio de la lengua, tal
como ha ido consolidándose con el correr de los siglos, así como de establecer
y difundir los criterios de propiedad y corrección, y de contribuir a su
esplendor. Para alcanzar dichos fines, estudiará e impulsará los estudios sobre
la historia y sobre el presente del español, divulgará los escritos literarios,
especialmente clásicos, y no literarios, que juzgue importantes para el
conocimiento de tales cuestiones, y procurará mantener vivo el recuerdo de
quienes, en España o en América, han cultivado con gloria nuestra
lengua. Como miembro de la Asociación de Academias de la Lengua Española, mantendrá
especial relación con las Academias Correspondientes y Asociadas.[31] [32]
En
la actualidad el Ministerio de la Cultura de España, a propuesta de las Academias
de la Lengua de los países de habla hispana, otorgan, desde 1976, el Premio
Miguel de Cervantes, el galardón literario más importante en lengua castellana.
Allí se ha premiado a literatos que han hecho contribuciones importantísimas a
la renovación del habla castellana, americanos en su mayoría, a los cuales los
académicos de la Real Academia de la Lengua Española de la década de 1920
habrían tildado de incomprensibles y maltratadores de la lengua castellana en
su pureza: Carlos Fuentes, Alejo Carpentier, Augusto Roa Bastos, Mario Vargas Llosa,
Juan Carlos Onetti, Ernesto Sábato, Octavio Paz, Guillermo Cabrera Infante,
Álvaro Mutis, Elena Poniatowska, para citar solo algunos.
¿Una
reivindicación de los pecados antaño cometidos por la Academia de entonces? Sin
duda. Nuestro escritor venezolano, Silva Uzcátegui, habría de haber oído los
anuncios del otorgamiento del Premio Cervantes con estupor y hasta asombro,
pues han triunfado en la posteridad los hombres de letras innovadoramente
audaces de la lengua. Rubén Darío es un poeta tan latinoamericano como europeo
¿Quién lo pone en duda? Sepultada en el olvido quedó la afirmación rotunda de
Silva Uzcátegui de que “el modernismo afrancesado de Rubén Darío no solamente
no es una literatura americana, sino que [...] es una literatura enteramente
ANTI-AMERICANA.” (Idem,p. 253).
Amelina
Correa Ramón en su ensayo Nuevos asedios antimodernistas.
Relación discurso-poder en Historia crítica del modernismo de Silva Uzcátegui escribe al respecto:
La utilización simplificadora del
mito dariano a la hora de justificar los orígenes del movimiento finisecular en
España ha sido convenientemente tratada por una parte de la crítica
especializada prácticamente desde la irrupción del término modernismo en las
letras hispanas –aunque en mayor medida a lo largo de los últimos años – y
nosupone, en lo que hace referencia a este artículo, sino uno más entre los anacrónicos
y vehementes postulados que hallaremos en la paradójica obra del venezolano R.
D. Silva Uzcátegui. Un volumen sintomático a todos los niveles debido a las
excéntricas opiniones documentadas que suscribe su autor, quien trata, desde la
situación canónica del establishment literario, de desvalorizar y denigrar esta
corriente de finales del XIX y principios del XX y a todos aquellos escritores
que, de una manera u otra, la cultivaron. [33]33
Y es
que nuestro autor venezolano está firmemente anclado al lenguaje positivista
del darwinismo que se afincó de manera muy perdurable en la ciencia médica de
entonces, sobre todo en la psicología patológica francesa, encabezada por Ribot
y el doctor Pierre Janet entre otros, quienes permanecen muy cerca del
evolucionismo y los prejuicios de la naturaleza. Son partidarios de la
observación prolongada, crean laboratorios de psicología experimental y tratan
de hacer a un lado la psicología filosófica y escolástica, tan metafísica como
dañina. Su distanciamiento del freudismo es, en consecuencia, notable. Es la
aplicación de los principios darwinistas a las ideas.
Silva
Uzcátegui se aferró a esta tradición positiva francesa. Recordemos que intentó
estudiar medicina en Francia y que sus viajes a este país eran frecuentes
mientras vivía en Agua Viva, estado Lara, Venezuela. En tal sentido no fue
permeable a las nuevas corrientes que desde principios del siglo XX vinieron a
desplazar al positivismo, que había saturado de cientificismo los discursos. En
Iberoamérica el heraldo del antipositivismo es el uruguayo José Enrique Rodó.
Su Ariel (1900) es, dice Alan Guy en
su Panorama de la filosofía
Iberoamericana, el manifiesto de la
desconfianza hacia el yugo positivista y norteamericano.
Le
seguirán otras corrientes filosóficas que vienen a airear la pesada atmósfera
cientificista del siglo XIX en Iberoamérica, tales como el marxismo de Aníbal
Ponce y Mariátegui; kantismo, bergsonismo, de José Vasconcelos, raciovitalismo
de Ortega y Gasset, que tanto influyó en el mexicano Samuel Ramos (el complejo
de inferioridad del mexicano), Francisco Romero, Leopoldo Zea, Mariano Picón
Salas. Y sobre todo la fenomenología
alemana de Dilthey y Husserl de la cual se registra su profunda impronta en El laberinto de la solead de Octavio
Paz. Finalmente, el existencialismo sartreano.
De
igual manera el autor larense desconocerá
la antipsiquiatría de Cooper y Laing, opuestos a la concepción
excesivamente biologicista de las enfermedades mentales así como los trabajos sobre el genio y la locura
del psiquiatra y filósofo alemán Karl Jaspers; la psicología de Jacques Lacan
que significa una vuelta al freudismo, la monumental Historia de la locura en la época clásica, del Maestro del
Pensamiento Michael Foucault. Los trabajos de los venezolanos correrán igual
suerte, pues ignorará la portentosa obra del médico psiquiatra caraqueño Francisco
Herrera Luque y su Viajeros de Indias, (1961), o
Las personalidades psicopáticas (1969).
Me
interesa destacar la posible relación entre Silva Uzcátegui y el eminente
psiquiatra caroreño Dr. Ricardo Álvarez (1896-1956), quien graduó de Doctor en
Ciencias Médicas en la Universidad Central de Venezuela con su tesis La esquizofrenia (1926), y autor de Historia de la psiquiatría en Venezuela, editada
en 1942. Es uno de los padres de la psiquiatría en Venezuela. Es una labor que
dejo a futuros investigadores.
LAS RELACIONES MAX
NORDAU – SILVA UZCATEGUI
EN
HISTORIA CRITICA DEL MODERNISMO EN LA LITERATURA CASTELLANA, 1925
A
raíz de nuestros estudios sobre el psiquiatra autodidacta, el larense y
venezolano, natural de Curarigua, R. D. Silva Uzcátegui, nos hemos topado con una increíble y delirante figura
del siglo XIX: el médico y periodista Max Nordau, nacido en Budapest en 1849 y
fallecido en París en 1923. En su momento
fue una verdadera celebridad. Junto con Teodoro Herzl, es uno de los fundadores
del sionismo y trazó gran parte del programa práctico del sionismo temprano. Pero lo que queremos destacar es el
mayúsculo escándalo que provocó en Europa la publicación, en 1892, de su obra
más conocida: Degenerados (Entartug,
en alemán), un éxito sensacional, el cual dedicó a su maestro, el criminólogo
judío-italiano Cesare Lombroso (1835-1909) de quien tomó algunas de las ideas
de su libro Genio y locura, editado
en 1864.
Sostiene
Max Nordau que: “…no todos los degenerados no son siempre criminales,
prostitutas, anarquistas o lunáticos, con frecuencia son autores y artistas”.
De
este modo todos los esfuerzos de los artistas modernos desde los prerrafaelistas
hasta Oscar Wilde a Huysman, pasando por Tolstoi, Ibsen, Zola, Ruskin, Warner,
y Nietszche, a los que debemos agregar el filósofo Schopenhauer, quedan
reducidos a simples síntomas de degeneración patológica. Estos síntomas pueden
serla egolatría, la sensualidad, la conducta anti-social, la debilitación de la
autocrítica, de los centros inhibitorios, y hasta la tendencia de formar
escuelas y cenáculos. El artista se convierte en basura social y debe ser
recluido en el manicomio.
En
el cuadro del pensamiento determinista del positivismo y el darwinismo social,
alega Nordau que las degeneraciones son hereditarias y que afectan la moral, la
religión, la política. Por ello propone, además de los sanatorios, una liga mundial
de hombres sensatos, así como planteó también la idea del “judío musculoso”,
para acabar con el viejo prejuicio del hebreo débil y enclenque. El propio
antisemitismo, afirma, es un síntoma de la enfermedad de la época, la
degeneración.
Resulta
una verdadera paradoja histórica que las ideas de degeneración de un judío, Max
Nordau, fuesen, años más tarde, en 1933 para ser exactos, el alimento ideológico
de una abyecta idea de los totalitarismos del siglo XX que comenzaron a
perseguir y a anatemizar a los artistas degenerados en la Alemania nazi. El
concepto arte degenerado (Entartetekunst),
fue empleado por Hitler y su ministro de propaganda Goebbels para denominar el
arte moderno. Sucede en ese fatal año la quema de libros en Nurenberg, Berlín y
otras ciudades; se clausura el movimiento de Bauhaus, “caldo del bolchevismo
cultural”, como se le anatemizaba. En Munich se realiza una exposición de arte
degenerado con obras de los impresionistas Manet, Monet, Renoir, Pissarro, Paúl
Gauguin, Van Gogh, el padre del cubismo, Cézanne, Pablo Picasso, Amadeo
Modigliani, de Chirico, el judío ruso Marc Chagall, Braque, Grosz, Henry Matisse,
autor de la famosa pintura La odalisca de pantalón rojo, obra perteneciente al
estado venezolano, Paúl Klee, Kandinski, los componentes del grupo “El Puente”,
entre otros.
El
venezolano R. D. Silva Uzcátegui, “epígono tardío de Nordau”, como lo llama Amelina
Correa Ramón, y quien ganó un premio en España por su libro Historia Critica del Modernismo en la Literatura
Castellana, editado en 1925, dice
que:
Algunos hombres
de ciencia han utilizado los conocimientos suministrados por la psicología y la
Patología para estudiar el arte patológico, pero el primero que publicó una
obra de critica científica aplicada exclusivamente a la literatura, fue el
insigne psicólogo alemán (sic), Dr. Max Nordau, reconocido como una autoridad
mundial en la materia.[34] 34
En
su obra maestra, dice el escritor venezolano, Degeneración, Max Nordau combate
las
diversas manifestaciones de la literatura de fines del siglo pasado:
…i demuestra que
todos sus aspectos: parnasianismo,
diabolismo, simbolismo, decadentismo, etc., son un arte patológico, debido
al estado mental de sus autores. Así vino a ponerse en claro que la
extravagancia de los corifeos del modernismo, su lenguaje disparatado e
incoherente, muchas veces incomprensible, sus estrafalarias teorías con las
cuales pretendían crear un arte que según ellos no era para todos porque se
necesitaba tener el talento de ellos, ese mismo orgullo de que estaban poseídos
i que les hacía creer que eran superiores a todos los demás hombres: todo eso
en fin, que fue tomado por algunos pocos como un movimiento serio que
destruiría el arte establecido i crearía el de lo porvenir, para el psicólogo
seria otra cosa muy distinta.[35]
En
este sentido afirma el médico judío que el poeta Verlaine es un mongólico, idea
que por determinista bien pudo rechazar
Stephan Jay Gould (001), Mallarmé un lunático y el músico Warner un sadista que
supo sublimar sus inclinaciones en la música. De Baudelaire, dice el médico húngaro:
no es necesario
demostrar prolijamente que Baudelaire
fue un degenerado. Ha muerto de parálisis general, después de haberse revolcado
durante largos meses en los grados más abyectos de la demencia. Era a la vez místico
y erotómano, tomaba haschich i opio i se sentía atraído por los demás dementes,
degenerados o depravados.[36]
MAX
NORDAU Y SILVA UZCATEGUI CONTRA LOS
POETAS BAUDELAIRE, POE, WHITMAN, VERLAINE, MALLARME, MOREAS.
R.D.
Silva Uzcátegui escribe, basándose siempre en el médico judío-húngaro que el
iniciador del gran movimiento literario francés del siglo XIX Baudelaire:
Nordau dice que
Baudelaire dio título a su libro Las
flores del mal, lo que denota el conocimiento que tenía de sí mismo y de su
cinismo. Es un autor que odia la vida. La naturaleza le deja frío o le repele
porque ni la percibe ni la comprende. Así el poeta dice en Un muerto alegre: “En una tierra repleta de grasas podridas i
caracoles—Quiero cavar yo mismo una fosa profunda—Donde pueda a gusto tender
mis viejos huesos—I dormir como un tiburón en las ondas…Antes que implorar una
lágrima del mundo,-Vivo, preferiría invitar a los cuervos— A sangrar todas las
puntas de mi osamenta inmunda.[37] 37
El escritor venezolano pide disculpas por
reproducir versos de tan mal gusto, “que
ofenden el buen gusto de los lectores”, los versos que, al modo de ver de Octavio Paz,
significarían un redescubrimiento de los poderes verbales del castellano, lo
que Silva Uzcátegui niega rotundamente y obstinadamente, como se verá más
adelante.
Y
sigue citando, como lo hace muy seguido, al médico Max Nordau:
Conocemos ahora
todos los rasgos de que se compone el carácter de Baudelaire. Tiene el “culto
de sí mismo”; aborrece la naturaleza, el movimiento, la vida; sueña con un
ideal de inmovilidad, de silencio eterno, de simetría i de artificial; ama la
enfermedad , la fealdad, el crimen: todas
sus inclinaciones son opuestas en una profunda aberración a los seres
sanos; lo que encanta a su olfato es el olor de podredumbre; sus ojos, la vista
de las carroñas, de la sanie i del dolor ajenos; se siente a gusto en la
estación de otoño fangosa i nublada; sus sentidos no son excitados sino por el
placer contra la naturaleza. [38]38
No
reconoce Silva Uzcátegui al Baudelaire creador del poema en prosa (Spleen de París), género anfibio creado
por el genio francés, al decir de Octavio Paz. Género literario en donde
acompañan al denostado poeta Aloysus Bertrand, Michaux y René Char. No tiene
métrica ni rima, por lo que produce en el lector una grata sensación de libertad.
¡Qué horror!, ha debido pronunciar nuestro escritor larense. Y es que el poeta
francés se muestra allí como un crítico de la mojigatería religiosa, así como
la hipocresía dominante en la Francia de su tiempo. La prosa poética significa
el rompimiento definitivo con las formas poéticas clásicas: el camino hacia Una temporada en el infierno (1873) de
Rimbaud está abierto.
Queda
claro que Silva Uzcátegui defenderá la tradición en la que se expresó el
pensamiento moderno:
Obsérvese el
estilo de los grandes pensadores que además de retóricos son hombres de Ciencia
experimental: un Pascal, un Trousseau, un Dieulafoy, un Max Nordau… Qué
belleza, qué armonía, que claridad en sus pensamientos! Las reglas
fundamentales de la Retórica clásica, no son, pues, arbitrarias: ellas no hacen sino revelar, indicar, el
modo cómo un cerebro vigoroso elabora sus pensamientos…. [39]
En
una larga cita a pie de página, Silva Uzcátegui dice, citando a varios
biógrafos de Baudelaire “A más de que los antepasados de Baudelaire, según él
mismo, eran todos idiotas o locos, era
hijo de un viejo de sesenta i años. Baudelaire dice que su madre tenía
veintisiete años, por lo que decía: Unión desproporcionada, patológica, senil.”
(1925, p. 39).
Cuando
se refiere al escritor del muy celebrado poema El Cuervo, el estadounidense Edgard Allan Poe, dirá con Lombroso
que es un dipsómano. Luego escribe: “Schopenhauer fue equilibradísimo i
estupendo escritor i filósofo; compárense con Nietzsche que murió en un
manicomio, i se verá lo que es armonía en uno i desequilibrio en otro.
Comparence no menos Goethe con Poe, Gabriel i Galán con Verlaine el borracho,
Santa Teresa con Rachilde.” (1925, p. 80).
Sobre
el poeta de la democracia estadounidense Walt Whitman, cita otra vez a Nordau quien dice:
Lombroso indica
con razón este cambio frecuente de carrera como una de las señales
características de la perturbación de espíritu (….) Le coloca expresamente
entre los genios locos. Era un vagabundo i un infame libertino.”Dice, muy por
el contrario el mexicano Octavio Paz, que:“La poesía de Witman es un gran sueño
profético, pero es un sueño dentro de otro sueño, una profecía dentro de otra
aún más vasta y que la alimenta. América se sueña en la poesía de Whitman
porque ella misma es sueño.[40] 40
Sobre
el poeta simbolista Verlaine, uno de los dioses mayores de Rubén Darío dirá, citando como siempre a Nordau:
En
este hombre encontraremos reunidos, de un modo asombrosamente completo, todos
los estigmas físicos e intelectuales de la degeneración. Vemos un espantoso degenerado
de cráneo asimétrico i rostro mongoloideo, un vagabundo impulsivo i dipsómano
que ha sufrido pena de prisión a causa de un extravío erótico, un soñador
emotivo, débil de espíritu (…) poeta disparatado cuyo lenguaje incoherente, las
expresiones sin significación i las imágenes abigarrada revelan la ausencia de
toda idea precisa en su espíritu.[41]
De
seguido la descarga contra Mallarmé, quien, como dijo Octavio Paz, concibió a
la poesía como la única posibilidad de
identificación del lenguaje con el absoluto. Así dirá el escritor larense del
bardo francés que:
se
hizo célebre por su estilo confuso i embarullado i esto, que sus admiradores
consideran un arte exquisito, un hallazgo, en fin, del maestro a quien se
despepitaban por imitar, la psiquiatría encontró que es el mismo lenguaje
incoherente que se observa en las producciones de los degenerados.” Luego se precipita
sobre el bardo griego Moreas era un noctámbulo rabioso que nunca volvía a su
casa antes de la aurora i que invariablemente se levantaba al caer la tarde(…)era,
como todos los modernistas, un cultivador del yo. La sombra de Baudelaire
sugiere a ese joven ágil i pletórico vagas ideas obscuras, relámpagos de
satanismo.[42]
Del
mismo modo, satírico y burlón, escribe: “Lautreamont no es sino uno más de los
odiadores de la humanidad, uno más de la clase de los megalómanos. I llegó a
tanto su odio, que soñó que se había convertido en puerco.” Apenas es necesario
decir con el mexicano Octavio Paz que Lautréamont profetizó que “un día la
poesía seria hecha por todos.”¿Odiaba acaso la humanidad el conde Lautréamont
como afirman Nordau y Silva Uzcátegui.
Fue
Rimbaud, quien afirmó que el nuevo poeta crearía un lenguaje universal, del
alma para el alma. Sin embargo el escritor venezolano escribe:
Este célebre
simbolista tuvo gran fama entre sus conmilitones, porque como se sabe fue uno
de los inventores de la audición colorada (sic), fenómeno que (…) es síntoma de
una grave perturbación mental. Rimbaud insulta, ensucia, convierte en fealdades
en pequeñas composiciones en verso o en prosa, en horribles idilios, cuyas
imágenes corrompidas hasta la inmundicia, son, (…) más de un bribón que de un
hombre cualquiera.[43] 43
MAX
NORDAU
Y SILVA
UZCATEGUI
CONTRA EL POETA NICARAGUENSE RUBEN DARIO
Paradójico
e incomprensible resulta que Rubén Darío haya destacado al médico y escritor Max Nordau en su libro Los raros, editado en 1896, y que un escritor venezolano, Silva
Uzcátegui a su vez haya utilizado precisamente al médico judío húngaro para enfilar sus
baterías contra Rubén Darío. El poeta nicaragüense ha leído incontablemente a
este “raro” judío, padre del sionismo. La relación entre el arte y los
alienados, le viene de su formación médica en la Universidad de Budapest y de su
relación con Charcot y Lombroso. “Es un raro que ataca la rareza”, dice Erin Graff
Zivin. Veamos lo que escribe Darío de Nordau:
Cuando el Dr.
Nordau publicó su la obra célebre (…) la figura de Verlaine, casi desconocida
para la generalidad (…) surgió por la primera vez en el más curiosamente
abominable de los retratos. El poeta… estaba señalado como uno de los más
patentes casos demostrativos de la afirmación pseudocientífica de que los modos
estéticos contemporáneos son formas de descomposición intelectual.[44]
Más
adelante dice Rubén Darío que:
La psiquiatría pone
su lente practico en regiones donde solamente antes había visto claro la pupila
ideal de la poesía.” Con ello rechaza la intervención de la ciencia médica en
los asuntos de la revelación poética. Lo raro del médico europeo será también
su condición de judío que ataca la rareza. Incluye Darío 21 raros, entre los
que destacan el estadounidense Edgar Allan Poe, “uno de esos divinos semilocos
necesarios para el progreso humano”, Verlaine, “padre y maestro mágico”, Lautréamont,
“quien vivió desventurado y murió loco”, HenrikIbsen, “visionario de la nieve”,
José Martí, “adorador como fue hasta la muerte del ídolo luminoso y terrible de
la patria”, el “inspirado poeta de fantasía oriental” Eugenio de Castro, el
judío Dr. Max Nordeau, entre otros.[45]
El
escritor venezolano ataca fuertemente a Darío tal como lo hizo otro venezolano,
Carlos Brandt quien publicó en Puerto Cabello, Venezuela, en 1906, el libro El Modernismo, con opiniones formadas al calor
de las ideas de Nordau. Dice Silva
Uzcátegui que la fama del nicaragüense se le debe a sus propagandistas, “un
puesto que le dieron sus sectarios, quienes agotaron el repertorio del
ditirambo.” Y además:
Tocante
a Darío, agrega, no hay que negarle las dotes de poeta con que lo favoreció la
naturaleza. Pero no es como pretendieron sus sectarios ni el primero de los
poetas americanos, ni mucho menos el poeta castellano
más grande de todos los siglos. En lo más característico de su obra no fue ni
siquiera poeta castellano, porque ávido
de rarezas i extravagancias, con un temperamento sumamente sugestionable, con
muy poca cultura clásica i en cambio, saturado de “la más flotante literatura
francesa”…claro está, se fue siguiendo las huellas de la marquesa verleniana i
se extravió en el modernismo afrancesado de los concurrentes al café de
Francisco I.[46]
Pedro
Hernríquez Ureña escribió años antes, en 1910, cuando el inmenso poeta
centroamericano aún vivía, todo lo
contrario de lo que dice Silva Uzcátegui, veamos:
Sabido es
también lo que Darío ha significado en las letras hispanoamericanas: la más
atrevida iniciación de nuestro modernismo. Fue él mucho más revolucionario que
Casal, Martí y Gutiérrez Nájera, y en 1895, quedó, con la muerte de estos tres,
como corifeo único. Su influencia ha sido la más poderosa en América durante
algunos años, y su reputación una de esas que en la misma actualidad se tornan
legendarias. Es el sumo artífice de la versificación castellana.[47] 47
Más
adelante dice el dominicano Henríquez Ureña que: “Con el cincel del estilo modela Darío el tosco mármol de la
versificación, y crea la estatua, ya deidad olímpica, ya miniatura alada,
plástica y rítmica como las cosas
vivas.”
Estos
dos juicios, totalmente antagónicos y opuestos, sobre el bardo nicaragüense nos
inducen a pensar decididamente en el ánimo destructor del escritor venezolano.
Más adelante escribe que lo que consiguió Darío fue ser el portavoz de todas
las extravagancias inventadas en Francia, era además un dipsómano, prueba de su
degeneración hereditaria, que le produjo efectos desastrosos en su organismo y
cerebro, tales como la neurosis.
Pero
antes de terminar con las invectivas contra Darío, dejemos que Silva Uzcátegui
descargue otro dardo venenoso contra el
bardo nicaragüense:
Darío, sin
quererlo, evidentemente ha conducido a los jóvenes a la extravagancia, i a la
ridiculez, al lileralismo (sic), a desdeñar la cultura científica i filosófica,
a desviarse de la observación directa de las cosas i de los hombres. A causa de
él, América se ha poblado de cisnes, de faunos, de marquesas versallescas; i
los sueños de negros que estaban adormecidos desde Méjico al Plata despertaron
al conjuro de sus versos i desbordaron sobre el continente.[48]
Definitivamente,
cuesta trabajo creer que tales improperios se hayan escrito sobre el poeta
centroamericano, a quien la posteridad ha llamado Precursor de la unidad hispanoamericana. Su libro Cantos de vida y esperanza, que dedicó a
Rodó, debería ser libro de cabecera de cada hispano, los de aquende y los de
allende, los de la Península y los americanos.
MAX
NORDAU Y SILVA UZCATEGUI CONTRA EL POETA
MODERNISTA LEOPOLDO LUGONES
Antes
de entrar a analizar las diatribas del escritor venezolano contra el autor de Lunario Sentimental, dejemos que sea su
paisano argentino, Jorge Luis Borges quien se exprese sobre el gran poeta
Leopoldo Lugones (1874-1938). Veamos:
La
obra en conjunto (de Lugones) es una de las mayores aventuras del idioma
español. La literatura de América aún se nutre de la obra de este gran
escritor; escribir bien es, para muchos, escribir a la manera de Lugones. Desde
el ultraísmo hasta nuestro tiempo, su inevitable influjo perdura creciendo y
transformándose. Tan general es ese influjo que para ser discípulo de Lugones,
no es necesario haberlo leído.[49]
El
Premio Nobel de Literatura, Octavio Paz, señala:
El modernismo, también abre la vía de la
interpenetración entre prosa y verso. El lenguaje hablado, y asimismo, el
vocablo técnico y el de la ciencia, la expresión en francés o en inglés y, en
fin, todo lo que constituye el habla urbana. Aparecen el humor, el monólogo, la
conversación, el “collage” verbal. Como siempre, Darío es el primero. El
verdadero maestro, sin embargo, es Leopoldo Lugones, uno de los más grandes
poetas de nuestra lengua (o quizá habría que decir: uno de nuestros más grandes
escritores). En 1909 publica su Lunario
Sentimental. Es Laforgue pero un Laforgue desmesurado, con menos corazón y
más ojos y en el que la ironía ha crecido hasta volverse visión descomunal y
grotesca. El mundo visto por un telescopio desde una ventanuca de Buenos Aires.
[50]
Vistas
estas dos apreciaciones sobre el gran poeta y prosista argentino y universal
que es Lugones pasemos a considerar las negativas ideas que Silva Uzcátegui arroja sobre el autor de Lunario Sentimental, no sin antes poner
de relieve que Lugones aún vivía cuando nuestro escritor larense lo ataca de
manera inmisericorde. Como es sabido, Lugones se suicidó por amor, afirma
Borges, el 18 de febrero de 1938. ¿Se habrá enterado de los arteros párrafos
que le dedicó el autor venezolano en 1925 y con los cuales ganó premio de la
Academia en 1927? Quizá nunca lo
sabremos. Habrá que investigar.
Silva
Uzcátegui dice que “Una de las
características del modernismo en España i América, fue el acatamiento servil a
todo lo francés i odio sistemático a
todo lo español. Esa galomanía (…) la evidencia uno de los más devotos
francófilos, Leopoldo Lugones.” (p. 359).
Lugones
como es sabido ataca la vieja retórica y critica la idea de que en América se
siga hablando al modo español. Propone una emancipación de la lengua castellana
en Hispanoamérica. El argentino se referirá “al
falso purismo de la Academia y sus recetas de curandero, la parálisis rítmica,
la indigencia de la rima, la abundancia declaratoria.”A lo que el escritor
venezolano responde: “Francamente, si
Lugones se hubiera puesto a escribir un conjunto de despropósitos, no lo
hubiera hecho de modo tan cabal. Aunque eso de decir las cosas al revés no es
nada extraño en él; antes bien, es habito.”
Luego
dirá Silva Uzcátegui del autor de El
Payador:
Habla Lugones,
irónicamente, de clásicos inimitables.
I por salirle siempre las cosas al revés, ha resultado que ésta es quizá la
única verdad que hai en su larga peroración. Porque, efectivamente, los
clásicos castellanos son inimitables. Se pueden imitar fácilmente las
extravagancias de un Lugones, por ejemplo, i por eso, él que no es sino un
imitador de otros modernistas, ha tenido tantos imitadores.[51] 51
Sigue
diciendo el escritor venezolano, citando a otros escritores, del:
rastacuerismo
intelectual de Lugones, sus poses de erudito, la ostentación que hace de sus
conocimientos, vicio que ha de culparse de su condición de autodidacta,
orgulloso de su erudición sin consistencia, improvisada, sin método, e ignaro en
su orgullo de cuánto le falta todavía aprender para alcanzar la sabiduría
verdadera.[52]
Jorge
Luis Borges, quien en cierta ocasión se burló de la poesía de Lugones,
arrepentido, años después escribirá:
Por
la activa pasión de su inteligencia, por la pulcritud de sus intenciones por la
pluralidad de sus inquietudes, por la constante busca de una verdad que tantas
veces lo llevó a contradecirse, Lugones constituye en este país (Argentina) un
fenómeno insólito. Su personalidad excede sus libros; la imagen de sí mismo que
un escritor deja en los otros es también parte de su obra. [53]
En
otro lugar escribe Borges del Lugones prosista e historiador:
En el caso de
Leopoldo Lugones, la imagen del hombre ha escrito ha oscurecido la literatura
escrita por él. Admirables trabajos como, como El Payador, la Historia de
Sarmiento, como Las fuerzas extrañas
y como El Imperio jesuítico
permanecerán virtualmente inéditas hasta que nuestro tiempo las redescubra.[54]
El
crítico literario Federico de Onis se refiere a Lugones de la siguiente manera:
Todas sus ideas,
por arbitrarias o contradictorias que perezcan, tienen plena justificación y
sentido en la unidad intelectual, sentimental o estética de su personalidad. Semejante
en esto al español Unamuno, el valor superior de sus ideas está, no tanto en su
significado objetivo, como en el tono y temple que su temperamento les presta.”
Lugones. [55]
El
18 de febrero de 1938, Lugones puso fin
a su vida suicidándose “por amor, bebiéndose su cicuta”, como dice Borges. ¿Qué
pensó Silva Uzcátegui de aquella terrible decisión del bardo argentino? Solo diremos
que nuestro escritor venezolano escribió
en 1925:“Lunario sentimental, un libro
heterogéneo, atormentado, sin espíritu propio, un fatigoso esfuerzo de
resolución de dificultades; un ejercicio retórico infecundo para el arte
verdadero.” (Op. Cit; pp. 359-360).
Como
se habrá notado consistentemente, Silva Uzcátegui, amurallado en un infértil y
anacrónico casticismo, aliado de lo que será eventualmente la falange española,
embiste sin razón a la unidad
intelectual, sentimental y estética de la
personalidad de este gran bardo argentino.
INNOVACIONES DEL MODERNISMO EN LA METRICA
Uno
de los pocos capítulos de Historia
crítica del modernismo en la literatura castellana de Silva Uzcátegui en el
que se ocupa de lo estrictamente literario es el capítulo VI. Hacemos referencia a tal situación, pues como
dice Amelina Correa Ramón, el resto de ellos han sido colonizados por el
discurso médico-psicológico que parece tener su hegemonía durante décadas. Tal
capítulo se llama Innovaciones del
modernismo en la métrica, y comienza diciendo:
…el degenerado
es el reino de los caprichos, la prueba más palpable de ese estado del alma,
resalta de la versificación de los corifeos del modernismo.” Más adelante escribe:
“I, naturalmente, los innovadores de por acá, que fueron a beber inspiración en
las fuentes de París, la dieron por introducir en el verso español todas las
innovaciones i extravagancias que los modernistas de allá hacían en el verso
francés. Lo gracioso es que…tales innovaciones no eran sino cosas mui viejas,
desechos de los antiguos. De modo que los que querían impedir que se
“fosilizase” la poesía española, creían renovarla poniendo nuevamente en práctica
las torpezas de los versificadores primitivos i desenterrando metros que desde
tiempos remotos habían caído en desuso porque se habían sustituido por otros
superiores. Eso demuestra que el verdadero objeto de los imitadores no era
perfeccionar el arte: en el fondo no había sino el deseo de buscar lo raro, lo
más extraño, dondequiera que estuviese.[56] 56
Opina
Henríquez Ureña todo lo contrario. Llama a Darío el Sumo Artífice de la
versificación castellana: si no el que mejor ha dominado ciertos metros típicos
de la lengua, sí el que mayor variedad de metros ha dominado. Sigue diciendo el
historiador de la cultura dominicano que “la
principal innovación realizada por Darío y los modernistas americanos ha
consistido en la modificación definitiva de los acentos; han sustituido con la
acentuación ad libitum la tiránica y monótona del eneasílabo, del dodecasílavo
hijo de las viejas coplas de arte mayor, y del alejandrino. (Op. Cit, p. 334 ).
Sobre
el versolibrismo o prosa rítmica que tanto recrimina Silva Uzcátegui a los
modernistas, escribe Henríquez Ureña:
…que está
resuelta en otros idiomas, y no exclusivamente por modernistas: la versificación libre, esto es, la sucesión de versos
de medidas y ritmos desiguales, se conoce y emplea con más o menos frecuencia
en alemán, desde Goethe; en inglés, desde Walt Whitman; en francés, desde la
era del decadentismo; si en italiano no está generalizada, ya aparece
triunfalmente en D’Annunzio. La virtualidad musical de esta versificación la
demostró, aprovechándola en sus dramas, Warner, maestro sin rivales en el arte
de fundir la palabra con la música.[57]
Sigue
diciendo el gran humanista dominicano que “Otras novedades ha implantado Darío, como la colocación de pausas después
de palabras a-rítmicas, y muchas de
menor importancia. Si hay exageración en algunas, es porque toda revolución (subrayado nuestro) contra un sistema
tradicional tiene que tocar a veces el extremo contrario.” (Op cit; p. 306).
Estas
consideraciones escritas por Henríquez
Ureña cuando aún vivía el bardo nicaragüense se condensan cuando dice: Todo lo
dicho y aún todo lo citado quizás no bastarían a justificar el alto puesto que
el futuro asignará a Rubén Darío en la historia del verso castellano, si en
ello no fueran implícitos el alto ingenio y la genial inspiración del poeta.”
Y
como si fuera poco escribe el maestro
dominicano:
El modo de
expresión de su temperamento hiperartístico
pareció en su tiempo flor exótica, porque el genio de la lengua—en apariencia
esquivo en su necesaria evolución—tendía acristalizarse en líneas severas y
fijas. Y sin embargo, la suma sapiencia, la donosa ingenuidad, la flexible
sutileza de ese estilo siempre claro y brillante, tienen su origen tanto en el
estudio del arte más espiritualmente bello de Grecia y del Lacio, de Francia y
de Italia, como en el dominio de los secretos y recursos del castellano.[58] 58
Parece
ironía que nuestro escritor Silva Uzcátegui no haya tenido en cuenta tales
juicios del gran humanista dominicano para escribir sus imprecaciones e
imprecaciones contra Rubén Darío, lo que nos mueve a pensar en que el escritor
larense experimentó lo que la psicología colectiva llama indigencia cognitiva, una especie de limitación que conduce a la
procesar la información de manera sesgada. Se basa en modelos simples de procesamiento de
la información, cuando de manera exagerada coloniza su discurso, presuntamente
literario, por otro discurso, el de la medicina y de la psicología de finales
del siglo XIX y principios del XX.
LENGUA
CASTELLANA FRENTE A LA
LENGUA RANCESA
El
hispanista francés Pierre Vilar ha escrito que la historia contemporánea del
pueblo español comienza (…) con sus primeros esfuerzos por readaptarse al mundo
moderno y que:
Estos esfuerzos
chocan con las formulas sociales y los hábitos espirituales que hemos visto
nacer con la Reconquista, fijarse con la Contrarreforma y fosilizarse con la
“decadencia”. Una minoría se abre a las ideas del siglo XVIII, pero lo hace con
moderación y timidez. Se hacen algunas reformas con Jovellanos, Floridablanca,
Feijoo, Campomanes, Aranda, pero el respeto a la tradición, al espíritu
histórico las privan de ese vigor, de esa seguridad en sí misma que hicieron en
Francia el siglo revolucionario por excelencia.[59]
La
vieja fuerza instintiva de España, dice Vilar, se revela con enorme furor
durante la invasión napoleónica. El combatiente medio lucha contra el francés
“ateo”. El guerrillero va cubierto de imágenes piadosas. Y la virgen del Pilar
“dice que no quiere ser francesa”. Le
excéntrica condición de España le hace decir a Vilar: En el occidente europeo, el anacronismo español permanece intangible.
En
el siglo XIX se producen interesantes movimientos intelectuales en la Península.
Entre 1860 y 1880 la literatura quiere delimitar lo nacional, lo español. Una
reacción contra el nuevo complejo de
decadencia, dice Vilar, que la derrota de 1898 vino a exasperar, hecha las
bases de la “Generación del 98”. Agrega el hispanista francés que “Los hombres del 98 quisieron, al mismo
tiempo, criticar el complejo español y exaltar su mito (…), sin embargo, y como
siempre en España, la síntesis se realizará entre el aliento tradicional y el
no conformismo.
Frente
a la lengua de los habitantes de más allá de los Pirineos habrá un intenso
debate en los tiempos modernos en España y en Francia. Son dos comunidades
imaginadas que, según Benedict Anderson, se nuclean alrededor de las lenguas.
Quiénes son ellos y quiénes somos nosotros, será la cuestión medular de tan
apasionada contrastación. Francia examina los fundamentos con la crítica,
España solo cree. España es un acto de fe.
El aislamiento hispánico empieza por ser
un defecto moral y termina por ser una falla intelectual, dice Octavio Paz.
Desde
tiempos de Feijoo (1676-1764) ya se
pensaba en comparar las lenguas de ambos lados de la Marca Hispánica. Son, en
efecto, dos lenguas romances, hijas del latín: el castellano y el francés. En
la actualidad y desde Chomsky estamos dados a creer que existe una gramática
universal, una gramática común a todas las lenguas. Esta condición se hará aún
mucho más evidente entre el francés y el castellano, dos idiomas derivados de
la lengua del Lacio.
En
1830 un tal Dómine Lúcas decía que “comparar
la lengua castellana a la lengua francesa se le antojaba lo mismo comparar con
un órgano un chiflo decastrador.”Y la suiza Madame de Staël, mujer que
dominaba varias lenguas europeas, dijo en cierta ocasión: todo lo que no es claro, no es francés. Vieja discusión entonces.
El
problema de la lengua francesa en la
lengua castellana fue asumido por el venezolano Rafael María Baralt a mediados
del siglo XIX. El marabino publicó, en 1855, su Diccionario de galicismos, impreso en la Imprenta Nacional de
Madrid de la cual era administrador. Marcelino Menéndez y Pelayo escribió al
respecto:
El libro de
Baralt que era antídoto necesario contra la nube de barbarismos con que una turba
inepta deshonraba y envilecía la más rica y sonora de las lenguas neolatinas,
ha hecho mucho bien.” El venezolano José
Ramón Ayala nos dice: “En España, a pesar del resurgimiento literario del siglo
XIX, seguían aun entonces muchos escritores valiéndose de giros y palabras
provenientes de la lengua hermana. Incorrectos usos del “que” y de los
derivados verbales; viciados empleos de los posesivos y del llamado artículo
indefinido; el dar acepciones gálicas a frases y vocablos que no las poseían;
la introducción de muchas palabras no necesarias de la nación vecina, eran
lunares que afeaban todavía las producciones españolas.[60] 60
De
modo que resulta plausible colocar a Silva Uzcátegui en la línea de pensamiento
de Baralt: Un casticismo dieciochesco que se opone a lo francés y a su producto
más acabado: el pensamiento ilustrado. El casticismo es, en ese sentido,
conservador y reaccionario. Lo castizo para Unamuno es lo puro, sin elementos
extraños, lo que resiste a la invasión europea. Una persona castiza será más
española que todas las demás. El filósofo vasco rechazará los refinamientos de
la vida francesa, el exceso de civilización, la trivialidad de sus jóvenes, el
materialismo y el progresismo como concepciones de vida: Son demasiados lógicos y carentes de pasión y de intuición.
En
su defensa a ultranza de la lengua castellana, Silva Uzcátegui se pregunta si
las obras de Cervantes y de Góngora fueron cosa de los galicistas, ¿imitaron
ellos a los galicistas?, se pregunta. Más adelante
argumenta:
Los
galiparlantes han invocado siempre la pobreza del castellano para corromperle
con galicismos i otras voces exóticas. Esto envuelve un doble error: primero,
porque el castellano es por todos respectos mui superior al francés; i segundo,
porque no es enriquecerlo sino corromperlo, echar en el olvido las expresiones
castizas para suplantarlas por las exóticas impuestas por la moda o por el
“buen gusto” de los que prefieren una jerigonza de francés españolizado. [61]
Dice
más adelante dice, citando a otro obcecado
casticista, Julio Calcaño, que “el orden lógico del francés impide que esa
lengua se compare al castellano que tiene una mayor libertad de construcción.
Poco después se refiere a la multiplicidad de estilos que logran los escritores
en castellano, lo que no es posible en la lengua francesa, pues todos sus
trabajos pareciera que salen de una misma pluma.” (Op cit; p 363).
Mientras se redacta este trabajo la Academia Sueca
hace entrega del Nobel de Literatura, 2014. a un francés, Patrick Modiano quien
de esta manera se coloca como el Nobel en Literatura número 15 de nacionalidad
francesa. Ninguna otra nación tiene tan significativo palmarés. ¿Qué pensaría
Silva Uzcátegui de tan demostrativo récord logrado en la lengua de Voltaire y
Sartre?
Luego
se va el escritor venezolano a los números. Afirma, con el Conde de
Casa-Valencia, que el castellano tiene mucho más vocablos que el francés,
veamos:
El Diccionario de la Academia francesa,
dice, monta el número de vocablos en 30.625,
en tanto que la Academia española los coloca en 59.227, “superando a aquél idioma en 28.602 voces, cifra que se acerca mucho al
total de los términos franceses.” (192; P. 372).
En
la actualidad el Diccionario de la Lengua Española (2014) establece el número
de vocablos en unos 93.000, en tanto que el Diccionario de la Academia Francesa
coloca 25.524. Pero el diccionario Le
Grand Robert nos entrega unos 100.000 vocablos. En este sentido, Silva Uzcátegui agrega:
Del idioma
francés, sí puede decirse que es tanta la pobreza, que carece de muchísimas
palabras para nombrar seres u objetos que uno necesitaría mencionar con
frecuencia. Por ejemplo, no tiene las voces nieto, cuñado, suegra, camarera,
comedor, papa, & ; ni forma la infinidad de derivados que tiene el español,
como cañonazo, puñetazo, puñalada, & Todo esto tienen los franceses que expresarlo con
combinaciones de palabras, algunas veces ridículas por estrafalarias, como
cuñado, dicen: bello hermano; suegra, bella madre; papa, manzana
de tierra; camarera, mujer de cuarto;
&..”.[62]
En
otro lugar escribe el autor venezolano de forma sentenciosa que:
El castellano
tiene su propia riqueza, dice en otro lugar el venezolano, y por ello no
necesita andar mendigando vocablos de otros idiomas. No es progreso sino retroceso
despojar al castellano de sus cualidades esenciales que le han colocado entre
los idiomas más perfectos, ricos i armoniosos que ha conocido el hombre.[63] 63
Pero
la lengua francesa ha conquistado sitiales a los cuales la lengua castellana
solo podrá aspirar. Estamos de acuerdo con Octavio Paz en que los países de
habla castellana hemos sufrido de una excentricidad frente a Occidente:
¿Cuándo comenzó
esa excentricidad: en el siglo XVII o en el XVII? Aunque no tuvimos un Descartes
ni nada parecido a lo que se llama la “revolución científica” me parece que lo
que faltó sobre todo fue el equivalente de la Ilustración y de la filosofía crítica. No tuvimos siglo XVIII: ni con la mejor buena
voluntad podemos comparar a Feijoo o a Jovellanos con Hume, Locke, Diderot,
Rousseau, Kant. Allí está la gran ruptura: allí donde comienza la era moderna,
comienza también nuestra separación.[64]
Con
todo, en castellano se ha escrito la mejor literatura del planeta en el siglo
XX: Borges, Vargas Llosa, Onetti, Neruda, Asturias, Fuentes, Vallejo, Lugones,
Guillén, Lorca, Machado, Rulfo, Sábato...
La novela Cien años de soledad, por
ejemplo, se ha convertido, afirma Gerald Martin, en la primera novela
verdaderamente global. Los grandes nombres de la novela llegan hasta los años
cincuenta (Joyce, Proust, Kafka, Faulkner, Woolf); pero en la segunda mitad del
siglo, quizá el único escritor que haya cosechado verdadera unanimidad haya
sido García Márquez.
Pero
veamos de qué manera resuelve El Gabo lo de la civilización francesa frente a
la cultura de habla castellana. Gerald
Martin escribe:
Cien
años de soledad
fue nombrada Mejor Novela Extranjera en 1969 en Francia. García Márquez se negó
de plano a asistir a la ceremonia. Meses después le dijo a un entrevistador que
“yo siempre tuve la impresión de que el libro en Francia no marcharía” y que no
había vendido mucho a pesar de la buena
acogida de la crítica; tal vez porque, por desgracia, “entre el racionalismo de
Descartes y la imaginación desbordada y loca de Rabelais, en Francia ganó Descartes.[65]
LA
POESIA EN EL ESTADO
LARA EN VENEZUELA DE COMIENZOS
DEL SIGLO XX. ROBERTO
MONTESINOS BAUDELERIANO
En
1951 escribió uno de nuestros pocos críticos literarios del interior de Venezuela,
el señor Hermann Garmendia, lo que llamó Mapa
de una Poesía, un ensayo introductorio que pudo ser más meduloso y extenso,
sobre los poetas larenses de los siglos XIX y XX. Afincándose en los críticos
de la capital, Luis Correa, entre ellos, califica a nuestros liricos de la
provincia como unos inacabados. Más
adelante Garmendia los denomina expresión de su ámbito telúrico, mariposas
sentimentales, románticos poetas en tono menor, que emplean el romanticismo
como una puerta de evasión, casi vírgenes de influencias extranjeras. Ellos
son, en orden cronológico: Simón A. Escovar, Gelasio Rivero, Hilario Luna y
Luna, Ezequiel Bujanda, los hermanos Bracho de Carora, los cuales adquirieron una cultura fundamental de cepa humanística con
aliños de enciclopedismo francés. (La poesía larense, 1951. p. 13).
En
otra parte escribe Garmendia, uno de nuestros poquísimos críticos literarios de
la provincia, que: Son liricos ocasionales, de vivac, que producían para su
ocasión y entorno, no eran ningunos precursores ni innovadores, pues estaban
atados a un aislamiento insular, en donde las palpitaciones de la cultura llegaban
con sensible retraso, en un tiempo en que las comunicaciones son difíciles, agrega,
la difusión de la cultura es lenta:“Si
aparecen como marginados en relación con las corrientes literarias de su tiempo
-con las más adelantadas-ello tuvo su causa en circunstancias sociológicas
bastante conocidas. (Idem, p.14).
Pero
bien pronto hubo de producirse un cambio bastante radical en la sensibilidad de
nuestros poetas larenses. Así precisará Garmendia que:
Con Roberto Montesinos
se hace un alto, para oír una voz nueva, para sentir un aire poético renovado.
Cuando Roberto Montesinos publica “La
Lámpara Enigmática” -con prólogo de Lisandro Alvarado- una luz honda, de
extracción francesa, nutrida de alucinante sustancia poética, hace brusca
irrupción proyectando una luz firme en el panorama de nuestra literatura nacional (subrayado
nuestro). No se trata de un poeta silvestre, del hombre de la improvisación en
el corrillo, sino de un gran señor de las letras, lleno de los más
enciclopédicos conocimientos, de un ágil cultura, de naturaleza mercurial, que
se desplaza y se mete, como agua por entre las baldosas, por las más variadas
parcelas del saber, haciendo su brusca y espontánea aparición a propósito de
cualquier tema.[66]
Son
pues nuestros modernistas tardíos: Roberto Montesinos, Pío Tamayo los hermanos
Losada, quienes al decir de Garmendia: “alcanzan
su madurez cuando ya el modernismo de Darío despedía las últimas palomas de su
palomar sonoro.”Estos bardos viven en una sociedad muy tradicional,
fuertemente estamental y jerárquica como El Tocuyo, poblado colonial fundado en
1545, llamada la Ciudad Madre de Venezuela. Atados a un entorno de sembradíos
de caña de azúcar, arquitectura barroca y una mentalidad atada al catolicismo
más tradicional de conventos y lecciones de latín, producen sin embargo una
literatura radicalmente opuesta a todo
lo que desde siglos coloniales se había escrito allí. Los modernistas tocuyanos
-los hermanos Hedilio y Alcides Losada, Pío Tamayo, Ernesto Nordohof, Rafael
Guédez, Rafael Elías Rodríguez, y el propio Montesinos -fundaran La
Quincena Literaria, que apareció entre 1925 y 1929, animarán el estudio del
marxismo en un círculo de iniciados
llamado El Tonel de Diógenes, fundado
precisamente cuando al otro lado del orbe nacía la Gran Revolución de Octubre de
1917, como la aurora de los nuevos tiempos.
El
marxismo de inspiración soviética, la lucha contra el latifundismo y el régimen
de J. V. Gómez que ha creado un ambiente de opresión y penuria espiritual los
empujará a la acción política, y de tal manera irán a dar con sus huesos a las
ergástulas del gomecismo los poetas Hedilio Losada y Pío Tamayo. Allí
conseguirán la muerte a muy temprana edad. Son, en este sentido, “los raros” de
la profundo de la provincia venezolana. Guardan, pues, un asombroso parecido a los
raros de los cuales había escrito años atrás Rubén Darío en 1896, y en
particular al poeta cubano José Martí, muerto en combate por la libertad de su
patria.
El
1925 va a ser una fecha muy especial para los efectos de nuestro ensayo
histórico-literario, pues resulta una paradoja que en este preciso año
aparecerán publicados dos libros contrapuestos. “Ya sabemos, dice Octavio Paz,
que las relaciones realmente significativas no son las relaciones de afinidad
sino las de oposición.” Tales obras son: Historia Crítica del Modernismo en la Literatura Castellana de
Rafael Domingo Silva Uzcátegui publicado en Barcelona, España, en tanto que en
Caracas, Venezuela, será impresa La
Lámpara Enigmática, del poeta tocuyano, y larense como Silva Uzcátegui,
profesor Roberto Montesinos (1887-1956), llamado significativamente “el poeta
maldito.”
La Lámpara Enigmática
produce un abrupto corte en la sensibilidad poética larense y venezolana. Y lo
hace en un momento desolador para la cultura venezolana, “ambiente de opresión y penuria espiritual”, dirá Mariano Picón
Salas. El solo hecho de haber sido prologado este poemario por el sabio
Lisandro Alvarado, un historiador que convierte a la Psiquiatría en Ciencia
auxiliar de la Historia y masón confeso, le da un relieve pocas veces visto a
tan significativo poemario. Es Montesinos una suerte de Baudelaire del semiárido venezolano que asombró a sus lectores con
un lenguaje agresivamente renovador.
Solo
su título provocador insufla sentimientos encontrados y hasta opuestos. Una
lámpara es sinónimo de luz y entendimiento. Es un instrumento que desbroza el
camino del episteme. Es el símbolo de la racionalidad moderna. Pero una lámpara
enigmática parecerá un contrasentido notorio. Es una lámpara oscura. Con ello
pareciera entroncar el poemario de Montesinos con la tradición esotérica
hermética, alquímica y teosófica de finales del siglo XIX, presente en la
cábala, el tarot y una astrología de trasfondo pitagórico en personajes como
Madame Blavastky y el escritor modernista español Ramón del Valle Inclán y su
libro La Lámpara Maravillosa. Ejercicios
Espirituales. Es una clarísima reacción contra la filosofía positivista
escéptica y fuertemente antimetafísica.
Del
poemario del escritor tocuyano hemos tomado Los
Poemas Malditos. Invitación. (Introducción a los Poemas Malditos), los que encontramos, dice Picón Salas, ingenuamente
satánicos, donde menciona prostitutas, manicomios, medianoches, hostias negras,
el cadáver de algún judío ladrón, el Gran Macho cabrío:
“Yo amo
la profunda hora de medianoche,
Cuando el
Bajísimo hace su saturnal derroche
De pavorosas cosas.
Entonces los
truhanes Salen de sus covachas,
lo mismo que los
canes,
Y con
llaves falsas,
en las calles
oscuras,
Sin meter
ruido abren honradas
cerraduras”.
Y
en otro tenebroso lugar del largo poema dirá el bardo tocuyano:
De la absurda
hostia negra la maligna receta.
Las brujas la
preparan con uñas recortadas
De rígido
cadáver de algún judío ladron.
Es pues clara la
influencia de Baudelaire, poeta maldito, quien en Las flores del mal escribe:
Durante una
noche junto a una horrible judía,
Como cadáver tendido,
Pensaba al lado
de aquel cuerpo vendido,
En esta triste
Belleza de la
cual mi deseo se priva.
Silva
Uzcátegui no conoció estos poemas de Montesinos y jamás hubiera calificado
estos como producto de una mente sana, pues algún mal en el cerebro habría de
haber afectado la sensibilidad del poeta tocuyano quien es su paisano larense y
venezolano. Mencionar tumbas malditas, antros de vicio, plumas de búho
quemadas, aquelarres, palacios trágicos donde viven los locos, las huellas del
Enemigo Malo, el Infierno, significan inevitablemente que “es una literatura
que no es sana, ni equilibrada, ni robusta; es enfermiza, desequilibrada i
afeminada; es anormal, psiquiátrica, erotómana, falsamente mística, que junta
lo más sagrado con lo más lascivo…inmoral i determinista.”
Seguramente
Silva Uzcátegui conoció la producción lírica del poeta tocuyano tiempo después
cuando visitaba las librerías del centro de Caracas, ciudad a la que se mudó en
la década de 1940. Hoy Roberto Montesinos figura como uno de nuestros más
importantes líricos de todos los tiempos, muy a pesar de Silva Uzcátegui y Max
Nordau, quienes lo hubiesen calificado prontamente de “degenerado”.
Pero
no se crea que ambos escritores larenses estaban al tanto de lo que sucedía por
aquellos años en Europa. No. Ambos estaban visiblemente retrasados frente a lo
que en el arte y la literatura acontecía en Francia, Inglaterra, Alemania e
Italia. Y es que ha sido una constante de Hispanoamérica no coincidir o estar a
tono con la modernidad. Silva Uzcátegui es un “epígono tardío” de Max Nordau, un
hombre del siglo XIX y quien moriría decepcionado del mundo en París en 1926. Y
es que nuestro escritor larense optó por el pasado al plegarse servilmente al
concepto psiquiátrico de “degenerados” de Nordau y Lombroso, y lo hizo de esa
manera puesto que una verdadera crítica literaria no existe en Hispanoamérica.
Ello se deberá a que carecemos de
movimientos intelectuales originales, tal como ha sostenido Octavio Paz.
La lámpara enigmática,
por su parte, se publicó cuando las vanguardias artísticas y literarias más
notables del siglo XX hacían su espectacular aparición o eran ya cuestión del
pasado. El cubismo y el expresionismo alemán lo hicieron en 1905, el dadaísmo
en 1916, los poetas ultraístas en 1919, y el surrealismo de Breton y sus
secuaces un año antes de la publicación del poemario de Montesinos, esto es, en
1924.Destaquemos las gigantes figuras literarias de la novela a de aquel
entonces: A la búsqueda del tiempo
perdido de Proust aparecerá justo al finalizar la Gran Guerra, o sea en 1918,
las veinticuatro horas del Ulises,
del irlandés James Joyce en 1922, y la novela de Kafka sobre un hombre sin
apellido, El proceso, será publicada
en 1925. A la par de ello se produjeron dos enormes y significativos hechos
históricos que tuvieron resonancia planetaria: la Primera Guerra mundial y la
Revolución Bolchevique de 1917, y a todo ello debemos agregar que los “camisas
negras” del fascismo habían tomado el poder en la Italia de 1923.
Y
en España son los años de ascensión de la fructífera Generación del 20,
conectada a su vez con los grandes poetas latinoamericanos, en especial, César
Vallejo, Pablo Neruda, y Vicente Huidobro, el fundador del movimiento creacionista. Y los años del oscuro
trabajo poético del judío Fernando Pessoa, cuya poliforme personalidad
enriquecerá y trasformará la literatura de habla portuguesa.
De
modo pues que a Silva Uzcátegui y a su paisano Roberto Montesinos se les vino
encima todo un mundo de espectaculares y delirantes movimientos literarios y
artísticos de la vanguardia del siglo XX. Solo que el autor de La Lámpara Enigmática habría de haberlos
disfrutado a plenitud y con gozo hasta su apacible muerte en 1956 en su Tocuyo natal, ciudad a la que
bautizó “Ciudad de los Lagos Verdes”. Estas “modas patológicas del arte”
seguramente fueron el suplicio y tormento de Silva Uzcátegui hasta el final de
sus días en la trepidante ciudad de Caracas de 1980. Sería sumamente
interesante saber qué pensaba en su vejez el escritor curarigüeño de la poesía
de Louis Aragón, la pintura de Dalí y el cine de Buñuel, artistas sumamente
influenciados por los descubrimientos de las teorías del psicoanálisis
freudiano a las que tanto rechazó, tal como hemos dicho más atrás.
Este
pensamiento, en extremo conservador del venezolano le hará citar a personajes
como el Doctor J. R. Ayala, quien en su Discurso
sobre el modernismo, Caracas, Venezuela, 1923, escribe:
La historia no
nos dejará mentir: el filosofismo engendra la revolución, la revolución produce
la anarquía, la anarquía es la ruina del ideal. La revolución destrona toda
autoridad; la anarquía entroniza la oclocracia; la ruina del ideal es la
negación del arte. La autoridad destronada cae bajo la cuchilla del verdugo
como el último de los Estuardos, Luis XVI y Nicolás II; la sociedad anarquizada
se devora a sí misma como la Convención Francesa i el Bolsevismo (sic) Ruso; el
arte sin ideal se niega a sí propio: por eso la literatura modernista culmina
en el cubismo i en el incomparable dadaísmo.”[67]
El
modernismo como corriente literaria comenzó a ser atacado muy tempranamente, en
un proceso de negativización, pues algunos autores sostienen, Richard Cardwell
entre ellos, que la invención de la generación del 98 en España fue un intento
temprano de neutralizarlo. Amelina Correa Ramón nos dice que el escritor
sevillano Manuel Machado, escribió en 1913 que:
La palabra
Modernismo, que hoy denomina vagamente la última etapa de nuestra literatura,
era entonces un dicterio complejo de toda clase de desprecios (…) más dura fue la lucha con los
escritores, críticos y literatos que ocupaban por entonces las cumbres del
parnaso español.[68] 68
Los
escritores españoles hacían burlas y rechiflas de la corriente modernista que
venía de América y de Francia, usando para ello las páginas de los diarios Madrid Cómico, Gedeón y La Gran Vía.
Resulta
curioso constatar que en exterior se ha escrito con mucha más frecuencia de
Silva Uzcátegui que en su país natal, Venezuela. Bien pudieron hacerlo, por
ejemplo, los críticos literarios larenses, sus paisanos y que de seguro
conocieron sus escritos, Luis Beltrán Guerrero y Pascual Venegas Filardo
quienes durante muchos años redactaron para el diario El Universal de Caracas sus crónicas sobre literatura. En otros
países hemos hallado referencias muy críticas y otras no tanto a La historia crítica del modernismo en la
Literatura Castellana, tales como las de Guillermo Díaz-Plaja, en 1951,
Raimundo Lida, en 1967, Guillermo Carnero, en1987, Richard Cardwell, en 1996, y
la propia Amelina Correa Ramón en 2002.
El británico
Richard Cardwell nos dice que ha sido una manipulación ideológica en donde el modernismo queda claramente
invalidado:
El discurso privilegia lo nacional,
lo patriótico, lo español, (especialmente lo castellano) frente a lo
cosmopolita, lo parisino, lo europeo. Establece un sistema de binarios:
normal/anormal, sano/enfermizo/; altruista/egoísta; atento al destino nacional /
alienado y escapista; masculino/femenino y, al fin y al cabo, auténticamente
español/auténticamente afrancesado.[69]
De tal modo
del poeta castellano Gabriel y Galán, quien se aparta del modernismo, defiende
la tradición, el dogma católico y la vida campesina, dirá el escritor larense que:
No hubo menester Gabriel y Galán ir
a beber inspiración en las fuentes corrompidas i malsanas de un Baudelaire o de
un Verlaine. Despreció eso; lo consideró digno de los cucos i de los loritos
reales. I sin embargo, dificilillo es encontrar en todo el repertorio
modernista algo que por la armonía, la espontaneidad, el sentimiento i la
maestría de los versos que a Gabriel i Galán le inspiran los campos de Castilla
i el amor de los suyos.[70]
De la manera
parecida a como emplea el positivismo y el darwinismo decimonónico para
caracterizar a la sociedad larense como un organismo vivo, Silva Uzcátegui
compara los movimientos literarios con las distintas etapas por las cuales
transita un ser vivo: la mocedad suelta i
bulliciosa (del romanticismo); la madurez de la sentada edad (del realismo); i
la caducidad pueril de la vejez (el modernismo).
El ya
mencionado Cardwell nos dice también que el escritor venezolano emplea discursos
ajenos a lo estrictamente literario y se deja llevar por otros tales como el
discurso religioso: los modernistas se refugian en diversas sectas abiertamente
paganas. El discurso patriótico: tendencia al escapismo de los modernistas que
para nada les ocupa lo nacional. Insensibilidad ante la lengua castellana y sus
tesoros. Discurso social: los modernistas no escriben para las muchedumbres
(como lo hizo Gabriel y Galán), sino para una minoría compuesta de refinados.
Discurso moral: los modernistas son viciosos y degenerados que han dado
que hacer a la policía y a los tribunales.
Discurso sexual: el arte modernista es afeminado y decadente. Discurso de la
naturaleza: los modernistas prefieren lo artificial y aborrecen lo natural,
como Baudelaire. Discurso médico psicológico: que es el más predominante en la
escritura silvauzcateguiana cuando elabora una crítica literaria fundamentado
en la criminalística italiana de Lombroso, y en forma extrema en las ideas de “degeneración”
del médico húngaro Max Nordau, publicada en alemán en 1892, como hemos visto.
La obra de este médico húngaro y sionista fue traducida rápidamente a la lengua
castellana, y ya para 1902 circulaba ampliamente entre los lectores
peninsulares.
SILVA UZCATEGUI
A CONTRACORRIENTE
Cuando el libro
Historia Crítica del Modernismo en la Literatura
Castellana fue publicado en 1925 era ya un anacronismo condenado al ultraje
del tiempo, para emplear una expresión
de Jorge Luis Borges. En efecto, las
primeras décadas del siglo XX vieron caerse a pedazos las certezas elaboradas
por los prejuicios cientistas del positivismo. Atrás quedaron las
incontrovertidas verdades de la ciencia del siglo XIX: la objetividad del
conocimiento, el determinismo de los fenómenos, la primacía de la
experiencia sensible, la cuantificación aleatoria
de las medidas, la lógica formal y la “verificación empírica”.
A todo ello
debemos agregar las no menos perjudiciales visiones. Dice Miguel Martínez Miguélez: la visión del
cuerpo humano como una máquina; la visión de la vida social como si tuviese que
ser forzosamente una lucha competitiva por la existencia: darwinismo social; el
traslado mecánico de las leyes de la naturaleza al mundo de lo social, la
creencia en el progreso material ilimitado, que debe alcanzarse mediante el
crecimiento económico y tecnológico.
Y fue en el
ámbito de la física, la más científica de las ciencias, donde se produjo el
gran cambio que hizo de las exigencias del positivismo algo insostenible:
Einstein relativiza los conceptos de espacio y tiempo; Heisenberg introduce el principio de
indeterminación; Pauli formula el principio de exclusión; Bohr establece el
principio de complementariedad: pueden haber dos explicaciones opuestas para
los mismos fenómenos físicos; Planck y Schödinger echan las bases de la
mecánica cuántica. La realidad objetiva se evaporó ante los ojos de los
científicos de entonces.
El rechazo a
los dogmas del positivismo en las ciencias humanas será también radical y
profundo. La gestación la inician Wilhelm Dilthey y las ciencias del espíritu,
Wundt, Brentano, Ehrenfelds, William James, el filósofo Edmund Husserl y la
fenomenología, la sociología comprensiva de Max Weber, entre otras.
Pero la
fuerza del paradigma newtoniano y cartesiano, desde donde se constituyó el
positivismo filosófico, continuaría expresándose hasta muy entrado el siglo XX.
Era un enfoque que constituyó el paradigma conceptual durante casi tres siglos,
pero se radicalizó en la segunda mitad del siglo XIX. Lo viejo se resiste a morir.
Es en este contexto donde debemos
ubicar al psiquiatra autodidacta, larense y venezolano, R. D. Silva Uzcátegui
cuando afirma que:
El desarrollo de las ciencias
biológicas, ha permitido la creación de una nueva crítica que, dotada del
espíritu positivista de la Ciencia experimental, busca como ésta, la razón, el
porqué de las cosas.” Con ello rechaza la crítica impresionista por subjetiva,
pues depende del gusto de quien la ejerza. Así la obra de arte no será el
objeto único del análisis, sino que habrá que estudiar la psicología del
artista.[71]
Para lograr
tal cometido nuestro escritor se basa en los controvertidos criterios del
médico húngaro Max Nordau a quien muy repetidas veces emplea en sus análisis
sobre el modernismo literario, y a quien
llama en muchas ocasiones “sabio alemán”. Esta actitud de Silva Uzcátegui se explica
porque en Hispanoamérica, si bien hemos tenido buenos críticos literarios, de
Bello, a Henríquez Ureña, y de Rodó a Alfonso Reyes, pero que, dice Octavio
Paz, no tuvimos ni tenemos movimientos
intelectuales originales. Anomalía que
es producto de la inexistencia en nuestra lengua de un verdadero pensamiento
crítico, acota el Nobel de Literatura mexicano.
Resulta
curioso que al escritor venezolano se le confunda como español y hasta como natural
de Asturias, pues se aferra de manera obcecada a principios casticistas, cuando
ha debido españolizar el impetuoso avance del modernismo literario. No vio el
espíritu nuevo que iba a realizar la proeza de liberar a la lengua castellana
de antiguos y desusados moldes y esquemas, cuyo epitome sería el romanticismo
literario del siglo XIX: Campoamor, Bécquer, Núñez de Arce.
El casticismo, casi hermano del
purismo, dijo Ángel Rosenblat, arrastra una carga
semántica de ingratas exclusiones. La casta remite, socialmente, a un
linaje determinado por consanguinidad. El casticismo se asocia a grupos
sociales cerrados. En lo referente a la lengua desea que el castellano que
hablamos y escribimos se rija por la
gramática del Diccionario de la Real Academia Española. Esta corporación conservadora
es quien decide lo correcto y lo incorrecto en la lengua, lo que desemboca en
un árido gramaticalismo. Los casticistas del siglo XIX, como Silva Uzcátegui lo
hizo mucho después, atacaron con gran furia a la poesía de Rubén Darío.
Otra manera
de desacreditar el modernismo fue el de considerarlo una enfermedad mental, nos
dice Javier Serrano Alonso en su trabajo Los
liróforos glaucos: la imagen del poeta en la sátira antimodernista, veamos:
Con la ayuda de la psiquiatría, Antonio
de Valmala sentenciaba que eran pobres neurasténicos, encastillados en su
ninfomanía, perdiéndose en el horizonte gris de los neologismos extravagantes y
la pseudosensaciones pecaminosas. La
sinestesia y las audiciones coloreadas llegaron a verse como símbolos de
decadencia y pruebas suficientes de enfermedad mental. En América Latina
florecieron este tipo de trabajos, como el de Manuel Roldán Cortés Literatura y psicopatías 1909 y el
extenso y tardío de Silva Uzcátegui en 1925.[72] 72
De tal modo podemos considerar a Historia crítica del modernismo en la
literatura castellana de Silva Uzcátegui como una manera nítida e impecable
de expresarse lo que llama Pierre Bourdieu una “revolución conservadora”, es decir una restauración del pasado que
se presenta como una revolución o una reforma progresista, una regresión, un
giro hacia atrás que se da por un progreso. Esta idea se nos ocurrió cuando
observamos en el texto de Silva Uzcátegui frecuentes referencias y
ensalzamientos al poeta José Antonio Gabriel y Galán (1870-1905) como un
verdadero y auténtico bardo:
Gabriel i Galán no se inspira en
libros de nadie (sic). Los motivos de sus cantos están en la Naturaleza
castellana, el amor al hogar, en el vivir de los sencillos habitantes de su
tierra habla la misma lengua de todos,
hasta le gusta expresarse en el dialecto de los campesinos extremeños, pero sus
versos resultan originalísimos porque van henchidos de una poesía virgen que solamente mui
contados poetas han podido i sabido
tomar de la Naturaleza misma.[73]
Y es que la
poesía de este bardo, tradicionalista, estoica y sencilla, fue utilizada para
atacar a el modernismo y a su máximo exponente, el americano (hoy dirían sudaca estos tradicionalistas) Rubén
Darío. Sigamos
leyendo al venezolano cuando escribe:
No hubo menester
Gabriel i Galán ir a beber inspiración en las fuentes corrompidas i malsanas de
un Baudelaire o de un Verlaine. (...) I sin embargo, dificilillo es encontrar
en todo el repertorio modernista algo que por la armonía, la expontaneidad (sic), el sentimiento i la maestría con que
está hecho, supere a los versos que a Gabriel i Galán le inspiraron los campos
de Castilla i el amor de los suyos (...). [74]
Se
trata, de la eterna Castilla de los tradicionalistas castizos. Un sentimiento
de exclusión de lo español frente a lo europeo. Pierre Vilarha dicho que España
es una especie de continente menor, un ser histórico aparte. La Contrarreforma,
escribe Fernando de la Flor, se pone en acción como una conquista semántica del
mundo sub specie religiosa. Una
cosmovisión católica, una historia providencialista y mesiánica de la humanidad.
Un religioso del siglo XVII, fray Juan del Sacramento lo dijo de forma
maravillosa “Siendo la nación española la más a propósito de las europeas para
el retiro, la soledad y clausura, por ser la más occidental y, como tal, la más
grave, reputada y seria, por ser la parte del mundo donde el sol, totalmente
desengañado, se retira, fenece y sepulta.”
Esta
posición ultraconservadora, tradicionalista y casticista de Silva Uzcátegui
deberá también explicarse por su genealogía familiar. Ambrosio Perera coloca a
la familia Silva como una de las familias patricias caroreñas en su Historial genealógico de familias caroreñas. En efecto, el alcalde ordinario de Carora, don Manuel
Silva y Aguiar, nativo de Portugal, arribó a esta ciudad en 1633. Siempre se
mostró nuestro escritor orgulloso de pertenecer a tan conservador linaje que,
junto a otras familias, ha conformado hasta el presente la llamada “godarria caroreña.”
Esta godarria
se afinca en un catolicismo militante como forma y visión del mundo. En este
sentido no debemos olvidar que Carora será llamada “Ciudad levítica de
Venezuela”. La hegemonía social y cultural de la godarria no se podrá
comprender sin este su vínculo raigal con la Iglesia Católica, institución que le dio justificación a la innegable
preeminencia a este grupo social minoritario y endogámico, endogamia en la que
fue en extremo propiciadora la Iglesia al otorgar numerosísimas dispensas
matrimoniales, práctica que ayudó a impedir la dispersión de la propiedad de la
tierra y le dio a la ciudad otro título no menos singular: “refugio de la
hispanidad”. Es lo que llama Perera “mantuanismo caroreño”, “caracoloradas”,
“blancos de la plaza”, “patricios caroreños”, quienes han vivido con una
preocupación, dice Brito Figueroa, la limpieza de sangre, lo cual les ha
estratificado en términos similares a una casta. “España está donde se
encuentra un español. Y de América nunca se marchó”, dice viejo un adagio
español.
Y recordemos
que eran frecuentes los viajes de Silva Uzcátegui a España, a tal punto que se
empobreció, dice Luis Beltrán Guerrero, a causa de ello y de su manía, casi una
excentricidad, de comprar libros. En sus
viajes a España se hizo un casticista a carta cabal, con lo cual hasta logró
que creyeran erróneamente que su nacionalidad era la española.
Todos estos
elementos históricos, culturales y familiares, conformaron toda serie de firmes
pensamientos en Silva Uzcátegui con los cuales explicó la “novedad” del
modernismo en 1925. Es lo que en la psicología social de Moscovici se ha
llamado anclaje. De tal manera se
referirá a la necesidad de volver a la estética helénica, a Homero, al Virgilio
que le canta a Roma, a los sublimes pasajes del Dante de la Divina Comedia, a Cervantes, quien “encarna
en su obra al pueblo español de su tiempo i aun de todas las edades de España”,
a Camoes quien refiere las hazañas descubridoras de los portugueses en Las Luisiadas, a Shakespeare que
“expresa de forma magistral el puritanismo de su época i de su pueblo”. Op cit.
Pp. 232.
De tal
manera Silva Uzcátegui ante lo problemático y poco familiar que le resulta el
modernismo literario, sus estrafalarios y degenerados exponentes, desde Poe,
Baudelaire, Verlaine, Moreas, Rubén Darío y Lugones, los incorpora a su sistema
preexistente de categorías:
Hubo mucho más ilustrados que Rubén Darío,
Los grandes hablistas de América”: Bello,
Baralt, Fermín Toro, Cecilio Acosta, Juan Montalvo, Juan Vicente González,
Miguel Antonio Caro, Rufino José Cuervo, Eduardo Calcaño, José Martí, Antonio
Gómez Restrepo, Eduardo Blanco. Estos son los auténticos y verdaderos
escritores americanos, pues el modernismo afrancesado de Rubén Darío, un
alcoholizado neurótico, “no solamente no
es una literatura americana, sino que es una literatura “ENTERAMENTE
ANTIAMERICANA.[75]
Pero existe
un rasgo muy marcado en el discurso silvauzcateguiano: su raigal laicismo,
talante que quizá sea una herencia de la Ilustración francesa y de su retoño,
el positivismo filosófico. A pesar de que sus años mozos convivió con la fe en
Carora, “Ciudad levítica de Venezuela”, ella no permea su visión del mundo y de
la vida. Estuvo protegido por su tío, el
Arzobispo de Caracas, Críspulo Uzcátegui, pero no dio muestras de confesionalismo
de ninguna manera. Digamos que ese laicismo le fue introyectado por el sabio
caraqueño Agustín Aveledo, quien como ya dijimos atrás, fue el responsable de
su formación de bachillerato en su célebre Colegio Santa María. Quizás su
catolicismo fue más bien liberal, en la senda del filósofo Miguel de Unamuno,
quien proponía descatolizar el cristianismo. Habrá que investigar.
Con todo,
habrá que encomiar la empecinada posición de nuestro autor, que a
contracorriente e imperturbable a la crítica de su tiempo, supo sostener sus
posiciones un tanto anacrónicas ya. Afincado en las posiciones de la ciencia
médica positivista francesa y en los dislates del médico húngaro Max Nordau,
creyó defender a ultranza los valores de la hispanidad y su literatura. En ello
creyó firmemente hasta el final de su larga existencia.
Solo nos
resta decir que estas obras, salidas de su temple y pasión escritural, que
permanecen como sepultadas, sufriendo el borgeano ultraje del tiempo, merecen
ver de nuevo la luz para mostrar que
pese a la tendencia general de nuestros escritores a la incompletud, y a lo que
debemos agregar el ambiente político autocrático, enemigo declarado de las
humanidades, supo mostrar un sentido de disciplina y de sistemático trabajo
intelectual pocas veces visto en Venezuela.
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Venezuela, 2011. 35 pp.
TABLA DE CONTENIDOS.
Pag.
INTRODUCCION. 4
1.
Rafael Domingo Silva Uzcátegui, su vida.
3
1.1. La
biblioteca de Silva Uzcátegui 6
2.
Las obras escritas por Silva Uzcátegui.
8
2.1. Historia biológica de Bolívar. 10
2.1.1. Un título
equívoco: A la luz del psicoanálisis. 12
3.
Más allá de la Enciclopedia Larense. 17
4.
Positivismo y darwinismo a fines del siglo XIX.
21
5.
Positivismo filosófico y literatura modernista de Fin de Siglo. 21
6.
El modernismo en la perspectiva actual. 22
7.
Silva Uzcátegui gana premio literario en
España, 1927. 25
8.
Relaciones Max Nordau y Silva Uzcátegui en -Historia Crítica - - - -
- - - - - . del Modernismo en la Literatura Castellana, 1925. 30---
8.1.Max
Nordauy Silva Uzcátegui contra Baudelaire, Poe, ------- -------- .. ..
…Whitman, Verlaine, Mallarmé y Moreas. - -- 31
8.2. Nordauy Silva Uzcátegui contra Rubén Darío. 33
8.3 Nordau y Silva Uzcátegui contra Leopoldo
Lugones. 35
8.4. Innovaciones del modernismo en la métrica. 37
8.5. Lengua castellana frente a la lengua francesa. 38
9.
La poesía del Estado Lara, Venezuela, a comienzos del siglo - -- - … .
XX. Roberto Montesinos -baudeleriano. 41
10.
Silva Uzcátegui ante la crítica europea. 45
11.
Silva Uzcátegui a contracorriente.
47
[3] Yépez,
Bernardo, (2011), p. 30
[4]
P.343
[5] Gould. Stephan J.
(2004). P. 342. Idem. 6
[7]
Idem. p. 345
[8] Idem, p. 432
[9] Idem, p. 437
[10] Yépez, Bernardo. (2011). P.28
[11] Guerrero, L.B. (1969). P.51
[22] Picón Salas, M. (1984), p. 254
[23] Ibídem, p. 112
[24]
Ídem,
p. 258
[28] Hugh, T. (1995), p. 214.
[29] (1990), p. 44.
[30] (1925), p. 117
[31] 31 Ídem.
[35] Idem, p. 30
[36] Idem, p. 31
[37] (1925), p. 31
[39] Ídem,
p. 323.
[40]
Idem, p. 33
[41]
Ídem, p. 124
[42] Ídem, p. 62
[44] (1925), p. 58
[45] Ídem, p 111
[46] Ídem, p. 116
[47] (1983), p 295
[48] (1925, p. 195
[49] (1983), p. xv
[50] (1978), p. 95
[51] (1925), p. 357
[52] Ídem, p. 354
[55] Ídem. Contraportada
[56] (1925), p. 354.
[57] Henríquez Ureña, Op. Cit; p. 295.
[58] Ibídem, p 111
[59] Vilar, Pierre. (1979), p. 100. (1925),
p. 58
[62] (1925), p. 374
[63] Ídem, p. 375.
[64] (1995), p 45
[69] www.cervantesvirtual.com. 15, Octubre,
2014
[70] 70
70 (1925), p. 299
[71] (1925), p29.
[72]
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