El 22 de agosto de 1899
llega a Carora el General Castro, quien
no encontró oposición de ninguna especie. El Doctor José María Riera, fundador
del Club Torres, le brinda su apoyo, a pesar de ser declarado “Mochista”, ésto es, seguidor del
popular político liberal José Manuel Hernández. Acampó acá hasta el 24, día en
que marchó al caserío Parapara, actual Parroquia Reyes Vargas.
El río Tocuyo estaba
crecido, por lo que se detuvo hasta el 26, cuando tropezó inopinadamente con
las tropas de Torres Aular. Fue una sorpresa para ambos, pues ninguno de los
contendores había tomado precauciones
militares. Los de Castro reaccionaron
pronto para combatir, mientras que las tropas del gobierno huyeron de la manera
más vergonzosa. Dejaron casi todas las armas, un cañón alemán Krupp, cápsulas, y hasta el dinero para
las raciones.
El suceso de Parapara,
tan inaudito como degradante para Torres Aular, reanimó las tropas de Castro,
que estaban decaídas de espíritu, por lo que decide seguir al Centro del país y
no hacia Coro, como lo había pensado días atrás. La idea de entregarse había
desaparecido, pues no había ante quién hacerlo, pues el gobierno del merideño Ignacio
Andrade estaba derrumbándose por sí mismo.
En la batalla de Parapara-
cosa insólita- no hubo pérdida de vidas,
y durante el resto del día Castro pudo capturar 200 hombres que habían quedado
dispersos por los montes.
Lo que llevaba el
tachirense Castro y su compadre Juan Vicente Gómez hacia Caracas no tenía
apariencia de ejército, dice el tenaz y desgraciado opositor de Castro, general
Antonio Paredes. Marchaban las tropas en pequeños grupos, con largos intervalos,
sin formación ni orden de ninguna especie. Mesclados con los soldados iban
mujeres y niños en gran número, a pie, en burros. Muchos subalternos iban
también montados sobre ellos, en enjalmas, o a pelo, otros en mulas o caballos,
con toda clase de aperos improvisados. Aunque hacía gran calor, muchos de los
pasantes llevaban sobre el vestido ruanas o mantas que se usan en las frías
montañas de donde habían bajado. La apariencia en general era la de una
caravana que acabara de cruzar el desierto.
Aquel grupo de hombres
indisciplinados, muchachos y mujeres sólo necesitaba de una carga para
dispersarse, pero allí no había quien quisiera darla. Los generales a quienes
el Gobierno central había confiado el mando de sus tropas eran sencillamente
unos miserables, dignos de ser fusilados por la espalda por cobardes o
traidores, o por ambas cosas a la vez.
Al presidente Andrade
le habían anunciado lo de Parapara como un triunfo. Le habían dicho que Castro
después de la derrota se había dirigido a Coro, buscando las fuerzas
revolucionarias de Colina, y así se había publicado en Caracas. Pero al saberse
en la capital que Castro, en lugar de seguir en la dirección indicada, iba
marchando hacia Carabobo, ya nadie creyó en las victorias del Gobierno. Fue
también inexplicable que pasara tan cerca de Barquisimeto sin ser atacado por
los 2.000 hombres que allí estaban acampados.
Como todos sabemos,
Castro entra triunfante a la capital el 19 de octubre de 1899, al mando de la
Revolución Liberal Restauradora y con el apoyo de gruesos contingentes del “Mochismo” sin conseguir resistencia enérgica
alguna, dando inicio de tal manera a la
larga hegemonía política de los andinos en el poder que se prolongó hasta bien
entrado el siglo XX.
Su fulgurante campaña militar,
iniciada el 23 de mayo de 1899 luego de fracasar en conversaciones con Carlos Rangel
Garbiras para invadir conjuntamente y desde Colombia a Venezuela, apenas duró
cinco meses, 150 días signados por la suerte y el sentido de la oportunidad de “El Cabito” y su astuto lugarteniente
Gómez. Todo ello puso de relieve con todo dramatismo que el Liberalismo
Amarillo del siglo XIX era un cascarón vacío.
“La Invasión de los 60” en Carora tuvo dramáticas consecuencias. Una de ellas fue que el joven “Chío” Zubillaga abandonara sus estudios en el Colegio Federal Carora, instituto dirigido por el Doctor Ramón Pompilio Oropeza, que sería clausurado por Castro y su ministro de Instrucción, el escritor Eduardo Blanco, en 1900. Lo otro fue el vil y despreciable asesinato del Doctor José María Riera en el sitio de las Sábilas Coloradas, cerca de Burere, con lo cual se perdió para siempre un valioso elemento humano con estudios de posgrado en medicina en la Ciudad Luz, París.
“La Invasión de los 60” en Carora tuvo dramáticas consecuencias. Una de ellas fue que el joven “Chío” Zubillaga abandonara sus estudios en el Colegio Federal Carora, instituto dirigido por el Doctor Ramón Pompilio Oropeza, que sería clausurado por Castro y su ministro de Instrucción, el escritor Eduardo Blanco, en 1900. Lo otro fue el vil y despreciable asesinato del Doctor José María Riera en el sitio de las Sábilas Coloradas, cerca de Burere, con lo cual se perdió para siempre un valioso elemento humano con estudios de posgrado en medicina en la Ciudad Luz, París.
Fuentes consultadas: Congreso de la
República. La oposición a la dictadura
de Cipriano Castro. Caracas,
1983. Pp. 60-64. Velázquez, Ramón J. La
caída del Liberalismo Amarillo. Caracas, 1977. 380 pp. Cortés Riera, Luis
Eduardo. Del Colegio La Esperanza al Colegio
Federal Carora, 1890-1937. Carora, 1997. Pp. 164.