La
Iglesia Católica tuvo históricamente como refugio natural los Andes venezolanos.
No hay dudas al respecto. Pero en una
ciudad del semiárido occidental como Carora, actual estado Lara, la fe
religiosa católica tuvo una impresionante hegemonía durante varios siglos. Se
le ha llamado con razón “ciudad levítica
de Venezuela”, ello por la enorme cantidad de sacerdotes nacidos acá. También
se le puede llamar con justeza la “ciudad cofrádica” debido a la enorme
importancia económica, social y religiosa que tuvieron las hermandades de la
Iglesia. El catolicismo fue unánime, y no fue sino hasta 1929 cuando los
primeros protestantes pudieron, después de sortear grandes dificultades,
establecerse en la ciudad de San Juan Bautista del Portillo.
Al
despuntar el siglo XX, el 19 de junio de 1901, la ciudad de Carora se viste de
gala para recibir al muy ilustre Sr. Vicario Capitular, Sede Vacante Pbro. Dr. Águedo
Felipe Alvarado (1845-1926). Hizo su entrada a la parroquia de San Juan Bautista
de Carora con el objeto de practicar la Santa Visita pastoral en medio de un
lujoso número de caballeros que fueron a encontrarle a las afueras de la ciudad,
muchos de ellos seguramente pertenecían al “patriciado caroreño”, tal como
llama Ambrosio Perera a los “godos de Carora”.
La
anterior Vista Pastoral la había realizado el Arzobispo de Caracas, el caroreño
Dr. Críspulo Uzcátegui en 1890. Fue la
última de tales visitas del siglo XIX. Fue recibido por el párroco de San Juan
el sacerdote tocuyano Monseñor Dr.
Maximiano Hurtado. Refiere Hurtado que el prelado Uzcátegui administró 2.268
confirmaciones entre los días 22 y 29 de
junio de tal año. Durante los días de su Visita se dieron misiones, las cuales
fueron bendecidas por la Divina Misericordia. Ellas dieron abundantes frutos,
pues se purificaron unas 2.000 almas en el Santo Tribunal de la Penitencia y se
fortalecieron con el Pan de los Ángeles. Para una ciudad que contaba con 8.000
personas supone que recibieron la sagrada ostia el 25% de la población, lo cual
revela la fortaleza del catolicismo en la ciudad que ha sido secularmente fiel
a la silla papal. El ilustre prelado administró el Santo Sacramento de la
Confirmación a centenares de almas todos los días de su permanencia en esta
parroquia, por la mañana y por la tarde. También excitó al señor mayordomo de
la cofradía del Santísimo Sacramento, la más antigua de la ciudad, pues fue
fundada en 1585, a la consecución de un sagrario que esté más de acuerdo con el
esplendor que debe tener el culto rendido a Nuestro Señor Sacramentado.
También
le tocó a Maximiano Hurtado recibir en Visita Pastoral al Obispo de la recién
creada Diócesis de Coro y Barquisimeto, Dr. Víctor José Diez Navarrete
(1818-1893), quien estuvo en Carora entre el 28 de junio y el 1º de julio de
1883. El Obispo Diez administró la crecidísima cantidad de 2.148 confirmaciones,
lo cual nos da una idea de la fuerza de la fe
entre nosotros, a pesar de ser el siglo XIX una centuria dominada por la
filosofía antimetafísica y anticlerical del positivismo comteano y spenceriano.
En
1865 visitó a la ciudad el Arzobispo Dr. Silvestre Guevara y Lira (1814-1882),
quien había firmado el Decreto de Abolición de la esclavitud en 1854. Asistió
al Concilio Vaticano I en 1868, conclave que hace despertar a la Iglesia universal
a la cuestión social al abordar una tercera vía distinta al capitalismo y al
socialismo. En Carora se le acercan un grupo de notables, quienes le exponen el
grave problema de las cofradías “del Montón” las cuales estaban a punto de
perderse, y otras habían sido transferidas a sus herederos por el mayordomo
José Paulino Guerrero. Entre ellos estaban Rafael A.
Alvarez, José María y Antonio María Zubillaga, Agustín A. Alvarez, Ramón
Urrieta, Flavio Herrera, el judío converso al catolicismo Jacobo Haím Curiel, entre
otros. Nada pudo hacer este prelado, que fue expulsado del país por Guzmán
Blanco, pues esas fértiles tierras al occidente de Carora, en la actual vía
Lara-Zulia cambiaron de manos y hoy son la base territorial de grandes
haciendas y complejos agroindustriales de la caña de azúcar.
En
esos días ya lejanos la gente no tenía una idea acabada de la famosa “Leyenda
del diablo de Carora”, pues tal imaginario colectivo lo puso en escena desde
las páginas de El Diario de Carora el tradicionalista Agustín Oropeza el 22 de
octubre de 1919. Luego hizo una segunda versión el 17 de diciembre de 1932.
Hogaño es una de las expresiones más usuales en el habla común de los
torrenses.