RESUMEN
En el presente ensayo
hago un breve recorrido por la historia de la hermenéutica, desde los griegos hasta la época moderna, momento
cuando esta disciplina se emancipa de la Iglesia. Luego abordo la
fenomenología, corriente filosófica muy ligada a la hermenéutica, en sus más destacados representantes: Wilhelm Dilthey
y Edmund Husserl, así como la manera que se introdujo esta filosofía en
Latinoamérica. Después paso a considerar la forma y la situación como entré en
contacto con estas corrientes de pensamiento, las cuales fueron empleadas en
Venezuela por el médico psiquiatra Francisco Herrera Luque (1927-1991) en su
obra Los viajeros de Indias (1961), libro
al cual hice un análisis crítico en 1992. Allí emplea Herrera Luque el método fenomenológico
para hacer un análisis histórico-sociológico de Venezuela, desde la llegada de los conquistadores
españoles hasta el presente, lo que se constituye en una fenomenología de
nuestras psicopatías, nuestras enfermedades mentales, los trastornos sociales
de la personalidad, a partir de una hermenéutica
de nuestra literatura nacional e hispanoamericana.
Palabras clave:
hermenéutica, fenomenología, psiquiatría, literatura, conquistador español,
psicopatías.
INTRODUCCION
La
hermenéutica, como casi todas las
cosas grandes del pensamiento, nació en la antigua Grecia, y es una palabra que
originalmente significa interpretar, esclarecer y también traducir. En la Edad
Media estuvo muy ligada a la teología, debido a que los textos sagrados
requerían una exégesis y una hermenéutica. Grandes intérpretes de la Biblia han
sido Santo Tomás de Aquino y Martín Lutero, monje dominico quien la tradujo al
alemán, por esta razón algunos consideran que la hermenéutica es hija de la Reforma protestante. Pero es durante la
modernidad cuando se aplica a cualquier tipo de textos, se hace una disciplina
laica al desprenderse de la autoridad de la Iglesia y del dogma religioso. Es
una manifestación de lo que Weber llamó “desencantamiento del mundo.” Nace de
tal manera la cultura moderna, dejando atrás al Medioevo y sus estructuras de
pensamiento ancladas en la metafísica de lo sagrado.
Pero
antes de entrar a la hermenéutica,
ya constituida como disciplina en los siglos XVIII y XIX, debemos hacer referencia a
una figura muy destacada del hacer hermenéutico e histórico, el monje
benedictino Jean Mabillón (1632-1707), uno de los responsables de la
aparición de la ciencia de la historia, dice julio Aróstegui, quien en
1681 publica su Re Diplomatica libri, el
primer tratado de critica documental que puede recibir tal nombre. Heredero de
la filosofía cartesiana somete los documentos eclesiásticos a la duda metódica,
con lo cual muchos documentos fueron descubiertos como falsos cuando se les
daba créditos infundados. Es, pues, el fundador de la ciencia diplomática al
echar los principios de la crítica documental, la crítica histórica. Marc Bloch
dijo: “1681 año de publicación del De re
diplomática es una gran fecha (…) en la historia humana (…) funda
definitivamente la crítica de los documentos de archivo.”
Si
embergo se considera al teólogo protestante alemán Friedirch Schleimacher (1768-1834) como el
responsable de la emancipación del dogma de la hermenéutica.. Para
ello la define como una reconstrucción histórica y adivinatoria, objetiva y subjetiva, de
un discurso dado. Su otra gran creación fue el círculo hermenéutico, es decir, cada lector de textos debe
colocarse, o tratar de ubicarse en el contexto social y en las circunstancias
individuales donde el autor escribió. Nos deja este hermeneuta alemán una obra
imprescindible Sobre los diferentes
métodos de traducir. texto en donde se puede conseguir ya una teoría hermenéutica. Schleimacher-
autor que trató de integrar las diferentes técnicas de la hermenéutica, nos
dice Mertínez Miguélez, considerada como el arte
de interpretar, en un campo general unificado y propuso una serie de principios
básicos o cánones (contextuales y psicológicos)-, refiere la hermenéutica por
principio, en el sistema de las ciencias, a la dialéctica. En efecto, tanto él como Dilthey, aplican
sistemáticamente el postulado
hermenéutico que afirma que los detalles de un texto, de un comportamiento
como de cualquier realidad psicológica, social, etc., sólo pueden entenderse
desde el conjunto, y éste sólo de aquéllos. En el siglo XIX estas ideas del
Schleimacher producirán una honda huella, como hemos referido, en el pensador
germano Wilhelm Dilthey (1833-1911), fundador del historicismo alemán y de la
fenomenología, quien a su vez influirá en Edmund Husserl (1859-1938) y en su
discípulo Martín Heidegger (1889-1976), como se verá más adelante en detalle y
precisión.
Dilthey
retoma el círculo hermenéutico de
Schleimacher y le da una dimensión capital a su sistema filosófico. Dirá el
filosofo germano, escribe Martínez Miguélez, que: el proceso interpretativo, el
movimiento del todo a las partes y de las partes al todo tratando de darle
sentido, es , sin embargo más que un círculo, una espiral que, como una
escalera de caracol, va cambiando de dirección a cada paso y vuelve siempre a
la misma posición, pero elevándose de
nivel: en cada vuelta aumenta la riqueza de la descripción, el nivel de
penetración y la profundidad de la comprensión de la estructura estudiada y de su significado. El proceso consiste en
una alternancia de análisis y síntesis: sin observaciones
significativas no hay generalización y sin conocimiento de generalización no
hay observaciones significativas.
La
fenomenología es una respuesta frente al objetivismo del pensaminto comteano y
spenceriano, el positivismo, así como también es una manera de presentar un
análisis de lo social y lo histórico lejos de los planteamientos de Karl Marx y
Frederic Engels, los creadores del socialismo científico. Según el filósofo
marxista Georg Lukács en su obra El
asalto a la razón, la fenomenología se comporta como la filosofía de la
vida de la Alemania imperialista.
En
América Latina la fenomenología comenzó a penetrar a mediados de 1930, dicen
Pedro Henríquez Ureña, Historia de la
cultura en la América hispana, y Alan Guy, cuando nace el interés por
Edmund Husserl, Max Schiler, Hartman, Martín Heidegger, Jean Paúl Sartre,
Merleu Ponty Paul Ricoeur y Levinas. Se establece en Latinoamérica con figuras
como José Gaos y Alfonso Caso en México, Alberto Warner en Perú y Carlos
Astrada en Argentina. Movimiento de ideas alentado en España por Ortega y
Gasset, quien había estudiado en Alemania y
a través de la prestigiosa Revista de Occidente, dio a conocer el
pensamiento filosófico germano al mundo hispanohablante; en México por las prestigiosas
editoriales que hacen traducciones de aquellos autores, uno de estos traductores
será el español Eugenio Imaz, quien
vierte al castellano algunas obras de Husserl. Imaz, es bueno recordar, hizo
una breve pasantía en Venezuela, para luego marcharse al país azteca. Más
contemporáneamente seguirán Daniel Herrera Restrepo, de Colombia, Antonio
Aguirre (Argentina, 1930), el venezolano Ernesto Mayz Vallenilla,
(Maracaibo,1925) quien hace brillantes aportaciones, y aún más, completa el
pensamiento de Heidegger en algunos aspectos que el maestro alemán no
desarrolló; el colombiano Danilo Cruz Vélez, el brasileño Benedito Nunes. Es
necesario destacar que la llamada Teología de la Liberación latinoamericana ha
recibido una influencia de Heidegger en el filósofo argentino Enrique Dussel,
así como también en Juan Carlos Scannone.
El
filosofo francés Alain Guy (1918-1998), un estudioso de los movimientos
filosóficos en Iberoamérica, coloca entre nuestros fenomenólogos a Francisco
Romero (1891-1982) representante de la tendencia axiológica, quien tiene
diversos discípulos: José Juan Bruera, Carlos Jesinghause, Angélica Mendoza;
Aníbal Sánchez Reulet, Alfredo Coviello; en Perú Enrique Barboza, Manuel
Argüelles y Cueto Fernandini; en México Arturo Rivas Sáinz; en Argentina Carlos
Cossío y Emilio Estiú ; al ya mencionado Ernesto Mayz Vallenilla, venezolano,
al cual califica como prolongador del husserlismo, y quien audazmente invierte
la formula cartesiana, por el llamado del Ser, proclamando: “sum, ergo cogito”; agrega Alain Guy a
Risieri Frondizi (1910-1983), de orientación estructuralista; Víctor Massuh
(1924) quien se interesa por la experiencia religiosa, lo sagrado; Luis Juan
Guerrero (1899-1957) el cual desarrolla desde una perspectiva heideggeriana una
brillante teoría del arte
Uno
de los filósofos más prominentes de México es Mauricio Beuchot (1950).
Conocedor de los eruditos griegos, medievales y contemporáneos, sino sobre todo
de los más creativos. En efecto, su propuesta de una hermenéutica analógica, que conjunta – dice Gabriel Chico Sánchez-
elementos antiquísimos (la teoría de la analogía) con elementos muy recientes
(la hermenéutica como principal
actitud filosófica), ha tenido, y va teniendo cada vez más, honda repercusión
nacional, sino también internacional; es el autor de Tratado de hermenéutica analógica. UNAM, México, 1997. Sostiene que
la hermenéutica es una herramienta
que debe ser un medio justo–analógica-, que no vaya a los extremos y no nos
haga caer en descontextualizaciones, en equivocaciones interpretativas.
Todo
ello nos muestra- dice Alain Guy- que la América Latina no es en absoluto el
pariente pobre de la cultura mundial. Desmiente la idea de que nada ibérico sea
profundo y válido en materia de filosofía. Los iberoamericanos han dado a
menudo pruebas, a este respecto, de un sorprendente complejo de inferioridad;
casi no parecen creer en la existencia entre ellos de una especulación
metafísica, ética, epistemológica o lógica sui
generis. Muy felizmente, todo ha cambiado bastante bajo este ángulo desde
las notables prospecciones de Leopoldo Zea, de Edmundo O`Gorman, de José Gaos,
de Salazar Bondy y de tantos otros, que establecieron desde allí la
idiosincrasia brillante de una potente reflexión filosófica, desde la frontera
mexicano-yanqui hasta la Tierra del Fuego.
I.
La
fenomenología y la hermenéutica en mi experiencia personal: Francisco Herrera
Luque y Los viajeros de Indias.
Cuando
en 1989 inicié mis estudios de tercer nivel en Enseñanza de la Historia en la
Universidad Pedagógica Experimental Libertador de Barquisimeto, Instituto
Pedagógico Barquisimeto Luis Beltrán Prieto Figueroa, realicé para los doctores
Federico Brito Figueroa (+2000), y Reinaldo Rojas, un trabajo introductorio
sobre una obra de juventud del Dr. Francisco Herrera Luque (1927-1991), escrita
en el año 1961, titulada Los Viajeros de Indias, publicada por Monte Ávila Editores, Caracas, 1977, 303
páginas. Ese trabajo recibió de mi parte el título: Analisis critico de Los viajeros de Indias, de Francisco Herrera Luque,
(1992). Allí me encontré con uno de los iniciadores de la hermenéutica contemporánea, el filosofo alemán Wilhelm Dilthey, quien nació en 1833 y fallecido en
1911. Ese fue mi primer contacto con lo que Gianni Vattimo ha considerado la koiné de la filosofía actual: la hermenéutica. Esto constituyó para mí una experiencia
singular y muy interesante por su novedad, pues como historiador egresado de la
Universidad de Los Andes en 1976, mi formación se basó, sobre todo, en un
marxismo de corte sovietizante y dogmático, o en todo caso en el marxismo
asociado al estructuralismo.
En
efecto, este filósofo germano, antipositivista y antimarxista, como dijimos
atrás, ha sido conocido por haber creado la distinción entre ciencias que explican, las ciencias naturales, y
las ciencias del espíritu o comprensivas,
distintas en métodos a aquellas. Son, estas últimas, las ciencias de la
sociedad y de la historia. Dilthey sostenía que la diferencia esencial entre
las ciencias de la naturaleza y las ciencias del espíritu es que mientras que
en el primer caso el sujeto y el objeto son distintos, en el segundo el ser que
indaga coincide en parte con el ser indagado, es decir, yo pertenezco a la
historia y a la sociedad que estudio y describo. Este planteamiento fue un
verdadero quiebre epistemológico en la filosofía contemporánea, pues supuso una
superación del positivismo y un intento de deslegitimar el marxismo, ambos
filosofías decimonónicas.
Brito
Figueroa y Rojas recibieron con mucho entusiasmo aquel esfuerzo mío, y hasta
pensaron que aquellas líneas podían convertirse eventualmente en un Trabajo de
Grado de Maestría o en una Tesis Doctoral. Ello lo dijeron porque Herrera Luque
recién había fallecido en 1991,y también porque el enfoque fenomenológico era
poco conocido o desconocido en los estudios de maestría y doctorado en
historia. A Brito Figueroa le emocionaba la distinción entre la explicación
causal, de la cual él mismo procedía, del procedimiento de la comprensión de la
filosofía alemana. Eran los últimos años de vida de este curtido investigador
marxista venezolano, quien veía en las ciencias del espíritu un nuevo episteme. A mi viejo Maestro le llamaban
poderosamente la atención planteamientos tales como: “Las cosas del mundo del
espíritu-sostienen los fenomenólogos- como los textos, son el fruto de una
experiencia vivida, y para comprenderlas se
debe revivir la experiencia que las ha originado, lo que constituye una
nueva experiencia. Este encuentro y solapamiento de la Erlessnibse (experiencia
vivida) es según Dilthey el procedimiento de la interpretación.”
Pero
hay algo más. Es el hecho de que tal procedimiento
interpretativo acaba siempre en resultados singulares, no del todo
universalizables, se amplía el ámbito de operatividad de la hermenéutica del
texto a todas las obras del espíritu. Tal es el método de Herrera Luque,
comprender la enorme carga de criminalidad, psicopatía, débiles mentales e
idiotas en Venezuela, buscándole un sentido histórico, el cual consigue al
repasar la literatura hispanoamericana y venezolana, partiendo desde los
cronistas de Indias para llegar hasta la literatura actual. Aplica el
procedimiento que un discípulo de Dilthey, Edmund Husserl, fundador de la
fenomenología, quien propone la epojé,
es decir, la interpretación de los fenómenos sociales, y culturales rechazando
el objetivismo científico y proponiendo, por el contrario, una suspensión de la
postura natural, gracias a esta suspensión, lo que llamamos “el mundo” se
disipa y aparece la cosa, es decir lo vivido, que es un tránsito del mundo al
sentido.
La
postura fenomenológica consiste en prescindir de teorías o marcos teóricos
constreñidores que instalan lo nuevo en moldes viejos, imposibilitando la
emergencia de lo novedoso, de lo original, de la innovación. Por ello Herrera
Luque considera que el análisis económico social (léase marxismo) es
insuficiente para abordar el problema de nuestra carga psicopática, la locura y
la enorme criminalidad que padecemos y sufrimos. Por ello se propone este
psiquiatra interpretar desprejuiciadamente nuestras creaciones literarias. Es
la puesta entre paréntesis o epojé husserliana,
que consiste en prescindir de las teorías, conocimientos, hipótesis, intereses
y tradición previos del investigador para captar el verdadero y auténtico mundo
y realidad experimentados y vividos por los grupos en estudio.
En
el capítulo IV, que titula nuestro psiquiatra venezolano como La demostración
fenomenológica, acá comienza empleando una palabra muy cara a esta filosofía
posterior y que supone una superación del positivismo, esto es, la intuición, como veremos más adelante.
Sostiene que “Toda estadística social, para ser tomada en cuenta, debe
coincidir con la visión ingenua que se tenga del problema. No nos extraña, por
ejemplo, que se nos diga que el 60% de los venezolanos son de origen ilegitimo
o que las estadísticas de criminalidad son de las más elevadas del mundo. Nos
sorprende, sin embargo, continúa Herrera Luque, que se nos diga, como se ha
dicho, que el analfabetismo en Venezuela se ha reducido en diez años de un 50 a
un 20%. Es esa visión ingenua-recalca e insiste- de los problemas sociales lo que pone el
acento fundamental del conocimiento antropológico. Y sigue argumentando: “La
utilización sistemática de una visión ingenua es precisamente la base del
método fenomenológico, tanto en psiquiatría como en sociología. Gestores de
este movimiento en sociología son Kardiner, Benedic, Dilthey, Dufrenne y otros.
El
método fenomenológico, afirma el psiquiatra venezolano, tendrá más valor cuando
en su percepción y descripción coinciden otros observadores (…) como es el caso
de los historiadores y narradores, y en especial los ensayistas de temas
populares. El narrador, como cronista, cuando describe la vida, no persigue más
objetivo que plasmarla, teniendo gran valor documental para la sociología y la
psicología si se ajusta a la verdad. De ahí la utilización que hiciéramos en
aquel libro, como en éste, de glosas literarias.
Herrera
Luque agrega otro elemento, muy central e importante en la fenomenología, como
dijéramos atrás, la intuición. De tal
manera afirmará que “la mayor parte de los descubrimientos científicos-como
afirma Dilthey- fueron precedidos por la intuición”, un proceso que es a veces
irracional, lo que es anatema para los marxistas. El psiquiatra caraqueño dice
que la comprensión es anterior a la explicación, entraña algo de irracional;
así, al comienzo de su obra dirá: “una
fugaz percepción que tuve en tiempos de estudiante de medicina y que me
encadenó por más de veinte años a una imagen con consistencia de saber
verdadero”.
Esta
negación del principio de causalidad de la ciencia natural lo lleva a
considerar que la demostración estadística fracasa como el mejor método para poner a prueba la
hipótesis de que Venezuela padece de una sobrecarga psicopática y, por
consiguiente, de toda clase de anomalías mentales de naturaleza hereditaria, y
que puede rastrearse hasta el siglo XVI con los llamados viajeros de Indias, el
conquistador español. Es un problema antropológico -sostiene- que será siempre
subjetivo, como indica la fenomenología. Es que lo genuino de la vida mental es
un asunto ideológico, en el sentido que Dilthey le da a esta palabra: peculiar,
propio.
Herrera
Luque se plantea comprender la vida (que no tiene sentido biológico sino
cultural) desde su vida. Pero como no existe entronque directo de su vida, la que tiene una limitación
biológica y cronológica, la vida que él no ha vivido directa ni indirectamente,
habrá de lograr su comprensión a base de sus manifestaciones y testimonios
acerca de ellos. Por ello, dice, “la utilización que hiciéramos en aquel libro
(La sobrecarga mental de Venezuela y sus raíces migratorias) de
glosas literarias.
Solo
la vida comprende la vida, y en conclusión, la naturaleza la explicamos, la
vida anímica la comprendemos. Tanto en Dilthey como en Herrera Luque está
presente constantemente una idea: de que la psicología y la historia deben
aparecer indisolublemente ligadas. Es la llamada psicología comprensiva, que arranca de la “autognosis” o
conocimiento de sí mismo. Cuando la vida es ajena y además pretérita se apela a
la hermenéutica o interpretación
histórica de las glosas literarias, el testimonio de la literatura. Es un
historicismo, que es, desde luego, una doctrina, pero es ante un modo de ser:
conciencia histórica, tratando de quitarle al termino consciencia su matriz
intelectualista y doctrinal.
Dilthey
postuló una Crítica a la razón histórica-
es lo que pretende ser su obra Introducción
a las ciencias del espíritu. Aspira a realizar para la otra mitad del
“globus intelectualis” lo que Kant hizo para el conocimiento de la naturaleza.
Entre el final del siglo XIX y comienzos del pasado siglo XX y, por tanto en
plena “crisis epistemológica” de la filosofía, Dilthey especifica el objeto y
los métodos de las “ciencias del espíritu”, es decir “las ciencias de la
sociedad y de la historia.”
II: Herrera Luque y el
testimonio literario.
Aquella
vivencia juvenil de Herrera Luque encuentra su cauce en la “psicología
comprensiva” y en la hermenéutica.
Todos los fenómenos históricos deben ser reducidos a vivencias, las cuales
deben producirse en el historiador a través de los testimonios literarios, sin
importar que los juicios estéticos sean ampliamente subjetivos. Para ello
recurre a la imagen literaria porque “El método fenomenológico persigue plasmar
la intuición del autor en un protocolo grafico, tal como lo hace el novelista,
promoviendo en el lector su reconocimiento, formulando lo ya sabido en un
lenguaje simple, llano, que atiende más a lo configuracional que a la
descripción sistematizada de las ciencias experimentales.”, argumente Herrera Luque.
A
la obra literaria no se le juzga desde el gusto, predilección, antipatías o
apetencias personales, por el contrario, dice el psiquiatra español López Ibor:
“Dejando hablar los fenómenos, dejando que se exprese lo indirectamente
contenido”. Es la hermenéutica que
deviene de la psicología comprensiva. El material literario empleado por el
psiquiatra caraqueño para su original y muy polémica comprensión de los males
que nos aquejan es bastante variado y grande, como veremos a continuación.
De entre ellos se destacan las obras de los
cronistas de Indias más conocidos: López de Gomara, Historia de Las Indias, Gonzalo de Oviedo y Valdez La historia general de Las Indias, Nicolás Federmann Historia indiana, Fray Pedro de Aguado Historia de Venezuela, Fray Pedro Simón Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales, Juan de Castellanos Elegía de varones ilustres de Indias, José Gumilla El Orinoco ilustrado y defendido, Fray
Bartolomé de Las Casas Historia de la
destrucción de Indias, Miguel de
Cervantes El Quijote, Obispo Mariano
Martí Documentos relativos a su Visita
Pastoral de la Diócesis de Caracas, Oviedo y Baños Historia de Venezuela; así como la de literatos y ensayistas contemporáneos,
tales como Rómulo Gallegos y sus novelas: Canaima,
Cantaclaro, Doña Bárbara; de
Ramón Díaz Sánchez Cumboto; de José
Rafael Pocaterra Memorias de un
venezolano de la decadencia; Teresa de la Parra Ifigenia, Isaac Pardo Esta
Tierra de Gracia; Laureano Vallenilla
Lanz Fue una guerra civil. Rufino
Blanco Fombona El conquistador español
del siglo XVI; Casto Fulgencio López
Lope de Aguirre, el peregrino; Augusto Mijares La interpretación pesimista de la sociología hispanoamericana; el
escritor larense Rafael Domingo Silva
Uzcátegui Historia biológica del
Libertador. Pedro Manuel Arcaya
Historia del Estado Falcón; el
psiquiatra caroreño Ricardo Alvarez La psiquiatría en Venezuela. Después
de una lectura de tales autores, los
que son una cantidad bastante apreciable, dice Herrera Luque, que: “El loco en
la literatura venezolana es de una constancia obligada, lo mismo que el
criminal y el perverso.”
Seguidamente
escribe Herrera Luque: “Pero no son los locos los que llaman preferentemente
nuestra atención al dar un vistazo a la vida cotidiana del país, sino una serie
de individuos que, aunque para el vulgo parecen normales, merecen de la
psiquiatría el termino de psicópatas o de personalidades psicopáticas, como es
el caso de los irritables y cachazudos, de los indiferentes y desalmados, y de
los susceptibles, pleitistas y quisquillosos.”
El
análisis fenomenológico así planteado se abre de esta manera al análisis
lingüístico. La literatura no solo es fantasía creadora: también es experiencia
vivida, presentida o deseada, pero
siempre dentro del marco de la propia experiencia. De tal manera demuestra Herrera Luque cuán atroz, despiadado y
criminal es el venezolano en el presente. Por ello dirá que su obra Los Viajeros de Indias plantea un
problema: que los conquistadores son más que hombres intrépidos y sementales,
el problema fundamental es que ellos escribieron las primeras páginas de la
historia nuestra. “De viajeros de Indias rebosan nuestros arquetipos. Viajeros
de Indias son nuestros héroes, aunque se llamen libertadores, caudillos de montoneras.
Los viajeros de Indias no han muerto (…) todavía agitan e irrumpen en los
momentos cumbres de la historia. Pedro Manuel Arcaya, dice Herrera Luque,
atribuye el genio de Bolívar a la constitución anormal de sus antepasados. Más
adelante escribe que José Gil Fortoul recuerda el caso de una población de
degenerados en el interior de la República, provenientes de los conquistadores
españoles del siglo XVI, sin mezcla de otras razas. Mariano Picón Salas,
prosigue el psiquiatra, habla de la personalidad psicopática de Lope de Aguirre
y de un Francisco Carvajal.
III.
Francisco
Herrera Luque, la catarsis colectiva.
Esta
polémica y muy discutida posición del psiquiatra caraqueño busca que el
venezolano, neurótico como es, debe de ponerse en paz con su pasado. Al
reconocer que su violencia deriva del conquistador español, habrá de producirse
un proceso catártico de purificación, en la que la “energía psíquica”
reprimida, que emociona anormalmente se libera. Esta catexis o energía psíquica es desconocida por el neurótico para
quien resultan incomprensibles y sumergidos en contenidos inconscientes. Para
que una revelación, dice Herrera Luque, tenga fuerza curativa, debe incidir
sobre los puntos álgidos que todo hombre guarda en su biografía y que por
dolorosos y traumáticos niega y rechaza en su inconsciente. El venezolano es un
enfermo, y su curación vendrá cuando “ante todo tiene que conocer su pasado,
pero no el pasado formal (…) lleno de falsedades, silencios o de verdades
convencionales.”
Nuestro
autor acá estudiado, hará una caracterización bastante discutible y
controvertible de un personaje de nuestro pasado colonial, resaltado por su
valor y valentía por nuestro Mario Briceño Iragorri, esto es, Alonso Andrea de
Ledesma. Para el escritor trujillano es un héroe del incipiente espíritu
nacional que comienza a formarse ya en el siglo XVI. Para exaltarlo y
glorificarlo le escribe una pequeña novela laudatoria El caballo de Ledesma (1942). Herrera Luque, por el contrario, lo
interpreta como “uno de nuestros primeros locos” y que ante el asalto a Caracas
del corsario inglés Amías Preston “ha debido huir como lo hicieron todos”. La
historia es bien conocida. Un anciano viste su coraza y monta su viejo caballo,
cual prefiguración del Quijote, sale a enfrentar al corsario inglés, quien al
apreciar el valor y arrojo de aquel longevo caballero, le perdona la vida, no
así a la del español que le indicó a los asaltantes el sendero para llegar
rápidamente y entrar a saco a la ciudad en aquel año de 1595, tiempo genésico de nuestra nacionalidad.
Esta
particular hermenéutica lleva al
psiquiatra venezolano a establecer otro punto muy discutible, lo que ha llamado
La historia detenida, entendida por nuestro autor así: “El pueblo venezolano en sus orígenes y primeros momentos de su
acontecer histórico, fue sometido a una serie de influencias deletéreas que lo
fijaron o estancaron inconscientemente a un tiempo pretérito. Una suerte de
estancamiento nacional a un tiempo pretérito, que nos hace responder a
problemas de la actualidad con esquemas mentales de siglos pasados.
La
interpretación de Herrera Luque va más allá y por momentos se diversifica. De
Carl Gustav Jung toma el concepto de inconsciente
colectivo, el cual se ha transformado, sostiene, en una fuente de nuestras
recurrentes neurosis: “…hay fantasmas históricos que constantemente se hacen
sentir, como el arquetipo mesiánico del Hermano Mayor, que nos carcome, de
ayudar a los pueblos hermanos (…) arquetipo que parece venirnos de nuestros
padres Libertadores, pero que si hurgamos un poco más nos damos cuenta que esa
voluntad de transformación es mucho más vieja: procede de la conquista. Los
Libertadores solo la continuaron.”
Toma
también Herrara Luque conceptos del psiquiatra vienés Alfredo Adler
(1870-1937), quien con una audacia poco común, contaminará el psicoanálisis
freudiano de marxismo, lo que inmediatamente desaprobó Freud, al decir que las
ideas de Adler no resolvían el origen y la diversidad de las neurosis. Toma el
psiquiatra venezolano la noción adleriana de voluntad de poder, un rasgo sobre el cual se levanta la sociedad
occidental: “El venezolano, aunque
perezca lo contrario es adleriano, de vencer sus sentimientos de inferioridad
hace toda una vida.
La
fenomenología y la hermenéutica conducirán indefectiblemente a Herrera Luque
por el sendero de la literatura. La hermenéutica
aplicada a su propia vida lo llevará a escribir Los amos del valle, en 1979, constituyéndose inmediatamente en todo
un éxito de ventas y de librerías. En 1972 escribirá otro best seller: Boves el urogallo; en el año 1975 nos
deslumbrará con La casa del pez que
escupe el agua; entre 1981 y 1983 La
historia fabulada, le seguirán La
Luna de Fausto y Bolívar de carne y hueso (1983); Manuel Piar caudillo de dos colores (1987), y su obra póstuma será
Los cuatro reyes de la baraja (1991).
Recuerdo que el Dr. Brito Figueroa comentó que esta última obra era una muy
buena muestra y muy original cultivo de microhistoria.Como se habrá visto, el doctor
en psiquiatría caraqueño, conducido por la hermenéutica
y la filosofía alemana de Dilthey y Husserl, continuada por Heiddeger, hasta
llegar a Gadamer, autores estos últimos que Herrera Luque no cita ni emplea, ha
creado un universo literario sin parangón en Venezuela.
El positivismo imperante en los predios
universitarios, en especial en la Facultad de Medicina de la Universidad
Central de Venezuela, casa de estudios donde Herrera Luque presentó el trabajo que
nos ocupa para optar a la categoría de Profesor Agregado de la Escuela de
Medicina, fue el lugar desde donde salieron “críticas feroces e insultantes,
sin más fundamentos que ese odio irracional que sobrecoje a los pensadores de
formación precaria”, dirá Herrera Luque. Sus compañeros de trabajo, médicos
formados en la tradición experimental y de laboratorio, heredera del
positivismo introducido en esa casa de estudios por el alemán Adolf Ernst
(1832-1899) y Rafael Villavicencio (1832-1920) en el siglo XIX, no podían de
manera alguna entender e interpretar esta manera filosófica, tan subjetiva de concebir
y comprender la psiquiatría, una disciplina médica afincada en nuestro país de
manera tradicional y enraizada en el tratamiento médico farmacológico de las enfermedades mentales.
Y
esta será la médula de la incomprensión al interior del recinto universitario
caraqueño. Herrera Luque a sus 34 años abandona
la investigación meramente experimental y se adentra en la sinuosidad,
en los meandros de una filosofía que tocaba a las puertas en el país por
aquellos años, la fenomenología de Dilthey, Husserl, Hieddeger, filósofos que
lo habrán de conducir y trasladar a un mundo de abstractos y subjetivos
conceptos, los que se constituyeron en cosa extraña y sorprendente para los
galenos y facultativos formados en la ciencia natural basada en el principio de
causalidad, que conduce a generalizaciones con pretensiones de universalidad,
lo cual será para la fenomenología un principio que no admitirá de manera
alguna.
Sin
embargo hombres de la talla intelectual y del prestigio de los doctores Juan
Liscano, quien hace la presentación de la obra, Arturo Uslar Pietri, Augusto
Mijares, Luis Beltrán Guerrero, Juan José López Ibor, Germán Arciniegas y
Salvador de Madariaga, saludarán con beneplácito y asentimiento este renovador
trabajo, situado a medio camino de lo experimental, lo filosófico y lo
literario, escrito en 1961: Los Viajeros de Indias. Destaca en un
prólogo reciente de su obra este polémico y controvertible psiquiatra
caraqueño: “que ella no debe interpretarse como un pecado de juventud”, a lo
que adiciona que “no puede interpretarse su silencio como una negación de lo
que dije en mis mocedades.”
Resulta
poco menos que sorprendente que un hombre que apenas cifraba los 34 años de
edad presentara un trabajo de tal envergadura por la enorme cantidad de
bibliografía que debió consultar, no sólo de las ciencias médicas formales, la
estadística, sino por la ingente y colosal cantidad de literatura colonial, los
cronistas, así como los ensayistas y literatos de los siglos XIX y XX
venezolanos. Como si fuera poco, debió abrevar en la filosofía europea de la
primera mitad del siglo que nos acaba de dejar, posiciones muy distantes en sus
planteamientos y bases al dominante positivismo comteano y spenceriano, así
como del marxismo sovietizante
simplificador y dogmático. Un formidable y titánico esfuerzo de
comprensión de nuestra realidad venezolana y Latinoamericana que le consumió
unos 20 años, tal como él mismo ha reconocido.
A
todo lo anterior debemos adicionar que no resulta fácil y cómodo formarse en
disciplinas tan separadas como las ciencias naturales y las ciencias humanas,
las dos culturas de las cuales habló
el profesor estadounidense Charles Percy Snow en 1959, aislamiento del que ya
había llamado la atención el sabio español Miguel de Unamuno. Incomprensión y alejamiento
mutuos que parece acercarse a su final en nuestro siglo XXI, cuando se ha
planteado la llamada complejidad, una
nueva alianza entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias del espíritu.
Propuesta animada por Ilya Prigogine; Isabelle Stenger; Edgar Morin entre otros.
Esta dicotomía “cartesiana” puede y debe terminar, dice Morin. En este sentido
puede verse al médico psiquiatra Francisco Herrera Luque como un adelantado en
Venezuela del pensamiento
complejo, junto a otras figuras del pensamiento como el filósofo
germano-venezolano Ignacio Burk.
Consideraciones
finales.
Herrera
Luque emplea en su análisis sobre la carga psicopática del venezolano la hermenéutica y la fenomenología de
Dilthey y de Husserl. Y hasta allí. No continuará en el seguimiento de estas
corrientes contemporáneas del pensamiento en sus desarrollos posteriores, los
que continuarán con eminentes figuras como Heidegger, Gadamer o Vattimo. De
Heidegger ignorará unas ideas suyas respecto a la filosofía diltheyana: la
comprensión interpretativa no consiste solo en los procedimientos propios de las ciencias del espíritu, sino que
también define el modo fundamental en el que el hombre se encuentra en el
mundo. La interpretación adquiere, pues, un sentido ontológico: el Dasein, es
decir, el hombre es el ente específico que se plantea el problema del ser.
Tampoco
es probable que el psiquiatra venezolano conociera la filosofía de Gadamer,
pues su obra fundamental Verdad y método
verá la luz en 1960, por lo que es imposible que Herrera Luque haya empleado
tan complejo pensamiento para presentar su trabajo Los viajeros de Indias, el cual fue publicado en 1961. Solo nos
queda conjeturar de qué manera hubiese empleado Herrera Luque el pensamiento
gadameriano, el cual recupera expresamente a Heidegger y profundiza en la
experiencia hermenéutica que éste
había esbozado en Ser y tiempo (1927).
Al igual que el maestro de Friburgo, establece una distinción y casi una
contraposición entre saber hermenéutico
y saber científico. Este es un saber metódico que se puede “enseñar” desde el
comienzo hasta el final. Por el contrario, un saber extrametódico está basado
en las facultades y en las sensibilidades cuyo operar no es del todo
reconstruible, como el gusto, el genio el “tacto”, entendido como el saber no decir en el momento oportuno o en el
decir sólo algunas cosas y no otras.
Gadamer
escribe que cuando nos encontramos frente a una obra de arte, experimentamos
algunos fenómenos que son del todo extraños al conocimiento científico. También
nosotros, como las “cosas” de la historia (textos, obras, monumentos, ruinas),
somos contextuales y mutables, estamos siempre arrojados (la expresión es de Heidegger) a un mundo de significados
y valores, y por tanto, no podemos pensarnos como entidades neutrales
valoradoras de la realidad. Si Heidegger había hablado de la precomprensión que
anticipa nuestra comprensión de la cosa, Gadamer nos habla de prejuicios que afectan nuestra visión de
los hechos históricos. Cierto número de prejuicios no son eliminables, y
presumir no tener prejuicios significa que somos todavía más víctimas y
prisioneros de ellos. Los prejuicios son en realidad las condiciones de nuestro encuentro con la realidad, son el
pre-juiciar y el pre-ver que orientan nuestro juicio y nuestra mirada.
Y
mucho menos pudo conocer Herrera Luque al otro de los pensadores mencionados
atrás, es decir, Gianni Vattimo, nacido en 1936, cuya principal contribución a
la hermenéutica que ha ofrecido
consiste en una interpretación de la ontología de Heidegger y de Gadamer a la
luz del nihilismo nietzscheano. El
nihilismo ha significado un debilitamiento de la noción del ser. Del ser no
queda nada, expresó Heidegger. ¿Qué actitud adoptar frente a este proceso?
Secundarlo, dice Vattimo, acogiéndolo como un destino que caracteriza nuestra
historia y buscar la manera justa de ubicarlo. La hermenéutica puede ser el
tipo de filosofía más cercana y adecuada a esta época nihilista de la historia
del ser.
Así,
hemos llegado al final de este recorrido por la historia de la hermenéutica y de la fenomenología, y
de la manera particular como el médico psiquiatra Francisco Herrera Luque
empleó estas disciplinas y posiciones filosóficas para producir una de las más
controversiales, debatidas y polémicas argumentaciones e inferencias para comprender, más allá de la
clínica y del laboratorio de la experimentación, las enfermedades mentales,
locura, violencia, y las psicopatías que nos aquejan históricamente a los
venezolanos y, por extensión, a los latinoamericanos.
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