viernes, 11 de enero de 2013

La hermenéutica y la fenomenología en Venezuela: Francisco Herrera Luque y Los Viajeros de Indias.



RESUMEN


 En el presente ensayo hago un breve recorrido por la historia de la hermenéutica, desde los griegos hasta la época moderna, momento cuando esta disciplina se emancipa de la Iglesia. Luego abordo la fenomenología, corriente filosófica muy ligada a la hermenéutica, en sus más destacados representantes: Wilhelm Dilthey y Edmund Husserl, así como la manera que se introdujo esta filosofía en Latinoamérica. Después paso a considerar la forma y la situación como entré en contacto con estas corrientes de pensamiento, las cuales fueron empleadas en Venezuela por el médico psiquiatra Francisco Herrera Luque (1927-1991) en su obra Los viajeros de Indias (1961), libro al cual hice un análisis crítico en 1992. Allí  emplea Herrera Luque el método fenomenológico para hacer un análisis histórico-sociológico de Venezuela,  desde la llegada de los conquistadores españoles hasta el presente, lo que se constituye en una fenomenología de nuestras psicopatías, nuestras enfermedades mentales, los trastornos sociales de la personalidad, a partir de una hermenéutica de nuestra literatura nacional e hispanoamericana.

Palabras clave: hermenéutica, fenomenología, psiquiatría, literatura, conquistador español, psicopatías.



INTRODUCCION


La hermenéutica, como casi todas las cosas grandes del pensamiento, nació en la antigua Grecia, y es una palabra que originalmente significa interpretar, esclarecer y también traducir. En la Edad Media estuvo muy ligada a la teología, debido a que los textos sagrados requerían una exégesis y una hermenéutica. Grandes intérpretes de la Biblia han sido Santo Tomás de Aquino y Martín Lutero, monje dominico quien la tradujo al alemán, por esta razón algunos consideran que la hermenéutica es hija de la Reforma protestante. Pero es durante la modernidad cuando se aplica a cualquier tipo de textos, se hace una disciplina laica al desprenderse de la autoridad de la Iglesia y del dogma religioso. Es una manifestación de lo que Weber llamó “desencantamiento del mundo.” Nace de tal manera la cultura moderna, dejando atrás al Medioevo y sus estructuras de pensamiento ancladas en la metafísica de lo sagrado.
Pero antes de entrar a la hermenéutica, ya constituida como disciplina en los  siglos XVIII y XIX, debemos hacer referencia a una figura muy destacada del hacer hermenéutico e histórico, el monje benedictino Jean Mabillón (1632-1707), uno de los responsables   de la  aparición de la ciencia de la historia, dice julio Aróstegui, quien en 1681 publica su Re Diplomatica libri, el primer tratado de critica documental que puede recibir tal nombre. Heredero de la filosofía cartesiana somete los documentos eclesiásticos a la duda metódica, con lo cual muchos documentos fueron descubiertos como falsos cuando se les daba créditos infundados. Es, pues, el fundador de la ciencia diplomática al echar los principios de la crítica documental, la crítica histórica. Marc Bloch dijo: “1681 año de publicación del De re diplomática es una gran fecha (…) en la historia humana (…) funda definitivamente la crítica de los documentos de archivo.”

Si embergo se considera al teólogo protestante alemán  Friedirch Schleimacher (1768-1834) como el responsable de la emancipación del dogma de la hermenéutica..  Para ello  la define como una reconstrucción histórica y adivinatoria, objetiva y subjetiva, de un discurso dado. Su otra gran creación fue el círculo hermenéutico, es decir, cada lector de textos debe colocarse, o tratar de ubicarse en el contexto social y en las circunstancias individuales donde el autor escribió. Nos deja este hermeneuta alemán una obra imprescindible Sobre los diferentes métodos de traducir. texto en donde se puede conseguir ya una teoría hermenéutica. Schleimacher- autor que trató de integrar las diferentes técnicas de la hermenéutica, nos dice Mertínez Miguélez, considerada como el arte de interpretar, en un campo general unificado y propuso una serie de principios básicos o cánones (contextuales y psicológicos)-, refiere la hermenéutica por principio, en el sistema de las ciencias, a la dialéctica. En efecto, tanto él como Dilthey, aplican sistemáticamente el postulado hermenéutico que afirma que los detalles de un texto, de un comportamiento como de cualquier realidad psicológica, social, etc., sólo pueden entenderse desde el conjunto, y éste sólo de aquéllos. En el siglo XIX estas ideas del Schleimacher producirán una honda huella, como hemos referido, en el pensador germano Wilhelm Dilthey (1833-1911), fundador del historicismo alemán y de la fenomenología, quien a su vez influirá en Edmund Husserl (1859-1938) y en su discípulo Martín Heidegger (1889-1976), como se verá más adelante en detalle y precisión.

Dilthey retoma el círculo hermenéutico de Schleimacher y le da una dimensión capital a su sistema filosófico. Dirá el filosofo germano, escribe Martínez Miguélez, que: el proceso interpretativo, el movimiento del todo a las partes y de las partes al todo tratando de darle sentido, es , sin embargo más que un círculo, una espiral que, como una escalera de caracol, va cambiando de dirección a cada paso y vuelve siempre a la misma posición, pero elevándose de nivel: en cada vuelta aumenta la riqueza de la descripción, el nivel de penetración y la profundidad de la comprensión de la estructura estudiada  y de su significado. El proceso consiste en una alternancia  de análisis y síntesis: sin observaciones significativas no hay generalización y sin conocimiento de generalización no hay observaciones significativas.
La fenomenología es una respuesta frente al objetivismo del pensaminto comteano y spenceriano, el positivismo, así como también es una manera de presentar un análisis de lo social y lo histórico lejos de los planteamientos de Karl Marx y Frederic Engels, los creadores del socialismo científico. Según el filósofo marxista Georg Lukács en su obra El asalto a la razón, la fenomenología se comporta como la filosofía de la vida de la Alemania imperialista.

En América Latina la fenomenología comenzó a penetrar a mediados de 1930, dicen Pedro Henríquez Ureña, Historia de la cultura en la América hispana, y Alan Guy, cuando nace el interés por Edmund Husserl, Max Schiler, Hartman, Martín Heidegger, Jean Paúl Sartre, Merleu Ponty Paul Ricoeur y Levinas. Se establece en Latinoamérica con figuras como José Gaos y Alfonso Caso en México, Alberto Warner en Perú y Carlos Astrada en Argentina. Movimiento de ideas alentado en España por Ortega y Gasset, quien había estudiado en Alemania y  a través  de la prestigiosa Revista de Occidente, dio a conocer el pensamiento filosófico germano al mundo hispanohablante; en México por las prestigiosas editoriales que hacen traducciones de aquellos autores, uno de estos traductores será el español  Eugenio Imaz, quien vierte al castellano algunas obras de Husserl. Imaz, es bueno recordar, hizo una breve pasantía en Venezuela, para luego marcharse al país azteca. Más contemporáneamente seguirán Daniel Herrera Restrepo, de Colombia, Antonio Aguirre (Argentina, 1930), el venezolano Ernesto Mayz Vallenilla, (Maracaibo,1925) quien hace brillantes aportaciones, y aún más, completa el pensamiento de Heidegger en algunos aspectos que el maestro alemán no desarrolló; el colombiano Danilo Cruz Vélez, el brasileño Benedito Nunes. Es necesario destacar que la llamada Teología de la Liberación latinoamericana ha recibido una influencia de Heidegger en el filósofo argentino Enrique Dussel, así como también en Juan Carlos Scannone.

El filosofo francés Alain Guy (1918-1998), un estudioso de los movimientos filosóficos en Iberoamérica, coloca entre nuestros fenomenólogos a Francisco Romero (1891-1982) representante de la tendencia axiológica, quien tiene diversos discípulos: José Juan Bruera, Carlos Jesinghause, Angélica Mendoza; Aníbal Sánchez Reulet, Alfredo Coviello; en Perú Enrique Barboza, Manuel Argüelles y Cueto Fernandini; en México Arturo Rivas Sáinz; en Argentina Carlos Cossío y Emilio Estiú ; al ya mencionado Ernesto Mayz Vallenilla, venezolano, al cual califica como prolongador del husserlismo, y quien audazmente invierte la formula cartesiana, por el llamado del Ser, proclamando: “sum, ergo cogito”; agrega Alain Guy a Risieri Frondizi (1910-1983), de orientación estructuralista; Víctor Massuh (1924) quien se interesa por la experiencia religiosa, lo sagrado; Luis Juan Guerrero (1899-1957) el cual desarrolla desde una perspectiva heideggeriana una brillante teoría del arte

Uno de los filósofos más prominentes de México es Mauricio Beuchot (1950). Conocedor de los eruditos griegos, medievales y contemporáneos, sino sobre todo de los más creativos. En efecto, su propuesta de una hermenéutica analógica, que conjunta – dice Gabriel Chico Sánchez- elementos antiquísimos (la teoría de la analogía) con elementos muy recientes (la hermenéutica como principal actitud filosófica), ha tenido, y va teniendo cada vez más, honda repercusión nacional, sino también internacional; es el autor de Tratado de hermenéutica analógica. UNAM, México, 1997. Sostiene que la hermenéutica es una herramienta que debe ser un medio justo–analógica-, que no vaya a los extremos y no nos haga caer en descontextualizaciones, en equivocaciones interpretativas.

Todo ello nos muestra- dice Alain Guy- que la América Latina no es en absoluto el pariente pobre de la cultura mundial. Desmiente la idea de que nada ibérico sea profundo y válido en materia de filosofía. Los iberoamericanos han dado a menudo pruebas, a este respecto, de un sorprendente complejo de inferioridad; casi no parecen creer en la existencia entre ellos de una especulación metafísica, ética, epistemológica o lógica sui generis. Muy felizmente, todo ha cambiado bastante bajo este ángulo desde las notables prospecciones de Leopoldo Zea, de Edmundo O`Gorman, de José Gaos, de Salazar Bondy y de tantos otros, que establecieron desde allí la idiosincrasia brillante de una potente reflexión filosófica, desde la frontera mexicano-yanqui hasta la Tierra del Fuego.


I.                   La fenomenología y la hermenéutica en mi experiencia personal: Francisco Herrera Luque y Los viajeros de Indias.

Cuando en 1989 inicié mis estudios de tercer nivel en Enseñanza de la Historia en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador de Barquisimeto, Instituto Pedagógico Barquisimeto Luis Beltrán Prieto Figueroa, realicé para los doctores Federico Brito Figueroa (+2000), y Reinaldo Rojas, un trabajo introductorio sobre una obra de juventud del Dr. Francisco Herrera Luque (1927-1991), escrita en el año 1961, titulada Los Viajeros de Indias, publicada  por Monte Ávila Editores, Caracas, 1977, 303 páginas. Ese trabajo recibió de mi parte el título: Analisis critico de Los viajeros de Indias, de Francisco Herrera Luque, (1992). Allí me encontré con uno de los iniciadores de la hermenéutica contemporánea, el filosofo alemán Wilhelm  Dilthey, quien nació en 1833 y fallecido en 1911. Ese fue mi primer contacto con lo que Gianni Vattimo ha considerado la koiné de la filosofía actual: la hermenéutica.  Esto constituyó para mí una experiencia singular y muy interesante por su novedad, pues como historiador egresado de la Universidad de Los Andes en 1976, mi formación se basó, sobre todo, en un marxismo de corte sovietizante y dogmático, o en todo caso en el marxismo asociado al estructuralismo.

En efecto, este filósofo germano, antipositivista y antimarxista, como dijimos atrás,  ha sido conocido por haber  creado la distinción entre ciencias que explican, las ciencias naturales, y las ciencias del espíritu o comprensivas, distintas en métodos a aquellas. Son, estas últimas, las ciencias de la sociedad y de la historia. Dilthey sostenía que la diferencia esencial entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias del espíritu es que mientras que en el primer caso el sujeto y el objeto son distintos, en el segundo el ser que indaga coincide en parte con el ser indagado, es decir, yo pertenezco a la historia y a la sociedad que estudio y describo. Este planteamiento fue un verdadero quiebre epistemológico en la filosofía contemporánea, pues supuso una superación del positivismo y un intento de deslegitimar el marxismo, ambos filosofías decimonónicas.

Brito Figueroa y Rojas recibieron con mucho entusiasmo aquel esfuerzo mío, y hasta pensaron que aquellas líneas podían convertirse eventualmente en un Trabajo de Grado de Maestría o en una Tesis Doctoral. Ello lo dijeron porque Herrera Luque recién había fallecido en 1991,y también porque el enfoque fenomenológico era poco conocido o desconocido en los estudios de maestría y doctorado en historia. A Brito Figueroa le emocionaba la distinción entre la explicación causal, de la cual él mismo procedía, del procedimiento de la comprensión de la filosofía alemana. Eran los últimos años de vida de este curtido investigador marxista venezolano, quien veía en las ciencias del espíritu un nuevo episteme. A mi viejo Maestro le llamaban poderosamente la atención planteamientos tales como: “Las cosas del mundo del espíritu-sostienen los fenomenólogos- como los textos, son el fruto de una experiencia vivida, y para comprenderlas se  debe revivir la experiencia que las ha originado, lo que constituye una nueva experiencia. Este encuentro y solapamiento de la Erlessnibse (experiencia vivida) es según Dilthey el procedimiento de la interpretación.”

Pero hay algo más. Es el hecho de  que tal procedimiento interpretativo acaba siempre en resultados singulares, no del todo universalizables, se amplía el ámbito de operatividad de la hermenéutica del texto a todas las obras del espíritu. Tal es el método de Herrera Luque, comprender la enorme carga de criminalidad, psicopatía, débiles mentales e idiotas en Venezuela, buscándole un sentido histórico, el cual consigue al repasar la literatura hispanoamericana y venezolana, partiendo desde los cronistas de Indias para llegar hasta la literatura actual. Aplica el procedimiento que un discípulo de Dilthey, Edmund Husserl, fundador de la fenomenología, quien propone la epojé, es decir, la interpretación de los fenómenos sociales, y culturales rechazando el objetivismo científico y proponiendo, por el contrario, una suspensión de la postura natural, gracias a esta suspensión, lo que llamamos “el mundo” se disipa y aparece la cosa, es decir lo vivido, que es un tránsito del mundo al sentido.

La postura fenomenológica consiste en prescindir de teorías o marcos teóricos constreñidores que instalan lo nuevo en moldes viejos, imposibilitando la emergencia de lo novedoso, de lo original, de la innovación. Por ello Herrera Luque considera que el análisis económico social (léase marxismo) es insuficiente para abordar el problema de nuestra carga psicopática, la locura y la enorme criminalidad que padecemos y sufrimos. Por ello se propone este psiquiatra interpretar desprejuiciadamente nuestras creaciones literarias. Es la puesta entre paréntesis o epojé husserliana, que consiste en prescindir de las teorías, conocimientos, hipótesis, intereses y tradición previos del investigador para captar el verdadero y auténtico mundo y realidad experimentados y vividos por los grupos en estudio.

En el capítulo IV, que titula nuestro psiquiatra venezolano como La demostración fenomenológica, acá comienza empleando una palabra muy cara a esta filosofía posterior y que supone una superación del positivismo, esto es, la intuición, como veremos más adelante. Sostiene que “Toda estadística social, para ser tomada en cuenta, debe coincidir con la visión ingenua que se tenga del problema. No nos extraña, por ejemplo, que se nos diga que el 60% de los venezolanos son de origen ilegitimo o que las estadísticas de criminalidad son de las más elevadas del mundo. Nos sorprende, sin embargo, continúa Herrera Luque, que se nos diga, como se ha dicho, que el analfabetismo en Venezuela se ha reducido en diez años de un 50 a un 20%. Es esa visión ingenua-recalca e insiste-  de los problemas sociales lo que pone el acento fundamental del conocimiento antropológico. Y sigue argumentando: “La utilización sistemática de una visión ingenua es precisamente la base del método fenomenológico, tanto en psiquiatría como en sociología. Gestores de este movimiento en sociología son Kardiner, Benedic, Dilthey, Dufrenne y otros.

El método fenomenológico, afirma el psiquiatra venezolano, tendrá más valor cuando en su percepción y descripción coinciden otros observadores (…) como es el caso de los historiadores y narradores, y en especial los ensayistas de temas populares. El narrador, como cronista, cuando describe la vida, no persigue más objetivo que plasmarla, teniendo gran valor documental para la sociología y la psicología si se ajusta a la verdad. De ahí la utilización que hiciéramos en aquel libro, como en éste, de glosas literarias.

Herrera Luque agrega otro elemento, muy central e importante en la fenomenología, como dijéramos atrás, la intuición. De tal manera afirmará que “la mayor parte de los descubrimientos científicos-como afirma Dilthey- fueron precedidos por la intuición”, un proceso que es a veces irracional, lo que es anatema para los marxistas. El psiquiatra caraqueño dice que la comprensión es anterior a la explicación, entraña algo de irracional; así, al comienzo de su obra dirá: “una fugaz percepción que tuve en tiempos de estudiante de medicina y que me encadenó por más de veinte años a una imagen con consistencia de saber verdadero”.

Esta negación del principio de causalidad de la ciencia natural lo lleva a considerar que la demostración estadística fracasa  como el mejor método para poner a prueba la hipótesis de que Venezuela padece de una sobrecarga psicopática y, por consiguiente, de toda clase de anomalías mentales de naturaleza hereditaria, y que puede rastrearse hasta el siglo XVI con los llamados viajeros de Indias, el conquistador español. Es un problema antropológico -sostiene- que será siempre subjetivo, como indica la fenomenología. Es que lo genuino de la vida mental es un asunto ideológico, en el sentido que Dilthey le da a esta palabra: peculiar, propio.

Herrera Luque se plantea comprender la vida (que no tiene sentido biológico sino cultural) desde su vida. Pero como no existe entronque directo de su vida, la que tiene una limitación biológica y cronológica, la vida que él no ha vivido directa ni indirectamente, habrá de lograr su comprensión a base de sus manifestaciones y testimonios acerca de ellos. Por ello, dice, “la utilización que hiciéramos en aquel libro (La sobrecarga mental de Venezuela y sus raíces migratorias) de glosas literarias.

Solo la vida comprende la vida, y en conclusión, la naturaleza la explicamos, la vida anímica la comprendemos. Tanto en Dilthey como en Herrera Luque está presente constantemente una idea: de que la psicología y la historia deben aparecer indisolublemente ligadas. Es la llamada psicología comprensiva, que arranca de la “autognosis” o conocimiento de sí mismo. Cuando la vida es ajena y además pretérita se apela a la hermenéutica o interpretación histórica de las glosas literarias, el testimonio de la literatura. Es un historicismo, que es, desde luego, una doctrina, pero es ante un modo de ser: conciencia histórica, tratando de quitarle al termino consciencia su matriz intelectualista y doctrinal.

Dilthey postuló una Crítica a la razón histórica- es lo que pretende ser su obra Introducción a las ciencias del espíritu. Aspira a realizar para la otra mitad del “globus intelectualis” lo que Kant hizo para el conocimiento de la naturaleza. Entre el final del siglo XIX y comienzos del pasado siglo XX y, por tanto en plena “crisis epistemológica” de la filosofía, Dilthey especifica el objeto y los métodos de las “ciencias del espíritu”, es decir “las ciencias de la sociedad y de la historia.”


II: Herrera Luque y el testimonio literario.

Aquella vivencia juvenil de Herrera Luque encuentra su cauce en la “psicología comprensiva” y en la hermenéutica. Todos los fenómenos históricos deben ser reducidos a vivencias, las cuales deben producirse en el historiador a través de los testimonios literarios, sin importar que los juicios estéticos sean ampliamente subjetivos. Para ello recurre a la imagen literaria porque “El método fenomenológico persigue plasmar la intuición del autor en un protocolo grafico, tal como lo hace el novelista, promoviendo en el lector su reconocimiento, formulando lo ya sabido en un lenguaje simple, llano, que atiende más a lo configuracional que a la descripción sistematizada de las ciencias experimentales.”, argumente Herrera Luque.

A la obra literaria no se le juzga desde el gusto, predilección, antipatías o apetencias personales, por el contrario, dice el psiquiatra español López Ibor: “Dejando hablar los fenómenos, dejando que se exprese lo indirectamente contenido”. Es la hermenéutica que deviene de la psicología comprensiva. El material literario empleado por el psiquiatra caraqueño para su original y muy polémica comprensión de los males que nos aquejan es bastante variado y grande, como veremos a continuación.

 De entre ellos se destacan las obras de los cronistas de Indias más conocidos: López de Gomara, Historia de Las Indias, Gonzalo de Oviedo y Valdez La historia general de Las Indias, Nicolás Federmann Historia indiana, Fray Pedro de Aguado Historia de Venezuela, Fray Pedro Simón Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales, Juan de Castellanos Elegía de varones ilustres de Indias, José Gumilla El Orinoco ilustrado y defendido, Fray Bartolomé de Las Casas Historia de la destrucción de Indias, Miguel de Cervantes El Quijote, Obispo Mariano Martí Documentos relativos a su Visita Pastoral de la Diócesis de Caracas, Oviedo y Baños Historia de Venezuela; así como la de literatos y ensayistas contemporáneos, tales como Rómulo Gallegos y sus novelas: Canaima, Cantaclaro, Doña Bárbara; de Ramón Díaz Sánchez Cumboto; de José Rafael Pocaterra Memorias de un venezolano de la decadencia; Teresa de la Parra Ifigenia, Isaac Pardo Esta Tierra de Gracia; Laureano Vallenilla Lanz Fue una guerra civil. Rufino Blanco Fombona El conquistador español del siglo XVI; Casto Fulgencio López Lope de Aguirre, el peregrino; Augusto Mijares La interpretación pesimista de la sociología hispanoamericana; el escritor larense Rafael Domingo Silva Uzcátegui Historia biológica del Libertador. Pedro Manuel Arcaya Historia del Estado Falcón;  el psiquiatra caroreño  Ricardo Alvarez La psiquiatría en Venezuela. Después de    una lectura de tales autores, los que son una cantidad bastante apreciable, dice Herrera Luque, que: “El loco en la literatura venezolana es de una constancia obligada, lo mismo que el criminal y el perverso.”

Seguidamente escribe Herrera Luque: “Pero no son los locos los que llaman preferentemente nuestra atención al dar un vistazo a la vida cotidiana del país, sino una serie de individuos que, aunque para el vulgo parecen normales, merecen de la psiquiatría el termino de psicópatas o de personalidades psicopáticas, como es el caso de los irritables y cachazudos, de los indiferentes y desalmados, y de los susceptibles, pleitistas y quisquillosos.”

El análisis fenomenológico así planteado se abre de esta manera al análisis lingüístico. La literatura no solo es fantasía creadora: también es experiencia vivida, presentida o deseada, pero siempre dentro del marco de la propia experiencia. De tal manera demuestra  Herrera Luque cuán atroz, despiadado y criminal es el venezolano en el presente. Por ello dirá que su obra Los Viajeros de Indias plantea un problema: que los conquistadores son más que hombres intrépidos y sementales, el problema fundamental es que ellos escribieron las primeras páginas de la historia nuestra. “De viajeros de Indias rebosan nuestros arquetipos. Viajeros de Indias son nuestros héroes, aunque se llamen libertadores, caudillos de montoneras. Los viajeros de Indias no han muerto (…) todavía agitan e irrumpen en los momentos cumbres de la historia. Pedro Manuel Arcaya, dice Herrera Luque, atribuye el genio de Bolívar a la constitución anormal de sus antepasados. Más adelante escribe que José Gil Fortoul recuerda el caso de una población de degenerados en el interior de la República, provenientes de los conquistadores españoles del siglo XVI, sin mezcla de otras razas. Mariano Picón Salas, prosigue el psiquiatra, habla de la personalidad psicopática de Lope de Aguirre y de un Francisco Carvajal.


III.             Francisco Herrera Luque, la catarsis colectiva.

Esta polémica y muy discutida posición del psiquiatra caraqueño busca que el venezolano, neurótico como es, debe de ponerse en paz con su pasado. Al reconocer que su violencia deriva del conquistador español, habrá de producirse un proceso catártico de purificación, en la que la “energía psíquica” reprimida, que emociona anormalmente se libera. Esta catexis o energía psíquica es desconocida por el neurótico para quien resultan incomprensibles y sumergidos en contenidos inconscientes. Para que una revelación, dice Herrera Luque, tenga fuerza curativa, debe incidir sobre los puntos álgidos que todo hombre guarda en su biografía y que por dolorosos y traumáticos niega y rechaza en su inconsciente. El venezolano es un enfermo, y su curación vendrá cuando “ante todo tiene que conocer su pasado, pero no el pasado formal (…) lleno de falsedades, silencios o de verdades convencionales.”

Nuestro autor acá estudiado, hará una caracterización bastante discutible y controvertible de un personaje de nuestro pasado colonial, resaltado por su valor y valentía por nuestro Mario Briceño Iragorri, esto es, Alonso Andrea de Ledesma. Para el escritor trujillano es un héroe del incipiente espíritu nacional que comienza a formarse ya en el siglo XVI. Para exaltarlo y glorificarlo le escribe una pequeña novela laudatoria El caballo de Ledesma (1942). Herrera Luque, por el contrario, lo interpreta como “uno de nuestros primeros locos” y que ante el asalto a Caracas del corsario inglés Amías Preston “ha debido huir como lo hicieron todos”. La historia es bien conocida. Un anciano viste su coraza y monta su viejo caballo, cual prefiguración del Quijote, sale a enfrentar al corsario inglés, quien al apreciar el valor y arrojo de aquel longevo caballero, le perdona la vida, no así a la del español que le indicó a los asaltantes el sendero para llegar rápidamente y entrar a saco a la ciudad en aquel año de 1595,  tiempo genésico de nuestra nacionalidad.

Esta particular hermenéutica lleva al psiquiatra venezolano a establecer otro punto muy discutible, lo que ha llamado La historia detenida, entendida por nuestro autor así: “El pueblo venezolano en sus orígenes y primeros momentos de su acontecer histórico, fue sometido a una serie de influencias deletéreas que lo fijaron o estancaron inconscientemente a un tiempo pretérito. Una suerte de estancamiento nacional a un tiempo pretérito, que nos hace responder a problemas de la actualidad con esquemas mentales de siglos pasados.

La interpretación de Herrera Luque va más allá y por momentos se diversifica. De Carl Gustav Jung toma el concepto de inconsciente colectivo, el cual se ha transformado, sostiene, en una fuente de nuestras recurrentes neurosis: “…hay fantasmas históricos que constantemente se hacen sentir, como el arquetipo mesiánico del Hermano Mayor, que nos carcome, de ayudar a los pueblos hermanos (…) arquetipo que parece venirnos de nuestros padres Libertadores, pero que si hurgamos un poco más nos damos cuenta que esa voluntad de transformación es mucho más vieja: procede de la conquista. Los Libertadores solo la continuaron.”

Toma también Herrara Luque conceptos del psiquiatra vienés Alfredo Adler (1870-1937), quien con una audacia poco común, contaminará el psicoanálisis freudiano de marxismo, lo que inmediatamente desaprobó Freud, al decir que las ideas de Adler no resolvían el origen y la diversidad de las neurosis. Toma el psiquiatra venezolano la noción adleriana de voluntad de poder, un rasgo sobre el cual se levanta la sociedad occidental: “El venezolano, aunque perezca lo contrario es adleriano, de vencer sus sentimientos de inferioridad hace toda una vida.

La fenomenología y la hermenéutica conducirán indefectiblemente a Herrera Luque por el sendero de la literatura. La hermenéutica aplicada a su propia vida lo llevará a escribir Los amos del valle, en 1979, constituyéndose inmediatamente en todo un éxito de ventas y de librerías. En 1972 escribirá otro best seller: Boves el urogallo; en el año 1975 nos deslumbrará con La casa del pez que escupe el agua; entre 1981 y 1983 La historia fabulada, le seguirán La Luna de Fausto y Bolívar de carne y hueso (1983); Manuel Piar caudillo de dos colores (1987), y su obra póstuma será Los cuatro reyes de la baraja (1991). Recuerdo que el Dr. Brito Figueroa comentó que esta última obra era una muy buena muestra y muy original cultivo de  microhistoria.Como se habrá visto, el doctor en psiquiatría caraqueño, conducido por la hermenéutica y la filosofía alemana de Dilthey y Husserl, continuada por Heiddeger, hasta llegar a Gadamer, autores estos últimos que Herrera Luque no cita ni emplea, ha creado un universo literario sin parangón en Venezuela.

 El positivismo imperante en los predios universitarios, en especial en la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, casa de estudios donde Herrera Luque presentó el trabajo que nos ocupa para optar a la categoría de Profesor Agregado de la Escuela de Medicina, fue el lugar desde donde salieron “críticas feroces e insultantes, sin más fundamentos que ese odio irracional que sobrecoje a los pensadores de formación precaria”, dirá Herrera Luque. Sus compañeros de trabajo, médicos formados en la tradición experimental y de laboratorio, heredera del positivismo introducido en esa casa de estudios por el alemán Adolf Ernst (1832-1899) y Rafael Villavicencio (1832-1920) en el siglo XIX, no podían de manera alguna entender e interpretar esta manera filosófica, tan subjetiva de concebir y comprender la psiquiatría, una disciplina médica afincada en nuestro país de manera tradicional y enraizada en el tratamiento médico  farmacológico de las enfermedades mentales.

Y esta será la médula de la incomprensión al interior del recinto universitario caraqueño. Herrera Luque a sus 34 años abandona  la investigación meramente experimental y se adentra en la sinuosidad, en los meandros de una filosofía que tocaba a las puertas en el país por aquellos años, la fenomenología de Dilthey, Husserl, Hieddeger, filósofos que lo habrán de conducir y trasladar a un mundo de abstractos y subjetivos conceptos, los que se constituyeron en cosa extraña y sorprendente para los galenos y facultativos formados en la ciencia natural basada en el principio de causalidad, que conduce a generalizaciones con pretensiones de universalidad, lo cual será para la fenomenología un principio que no admitirá de manera alguna.

Sin embargo hombres de la talla intelectual y del prestigio de los doctores Juan Liscano, quien hace la presentación de la obra, Arturo Uslar Pietri, Augusto Mijares, Luis Beltrán Guerrero, Juan José López Ibor, Germán Arciniegas y Salvador de Madariaga, saludarán con beneplácito y asentimiento este renovador trabajo, situado a medio camino de lo experimental, lo filosófico y lo literario, escrito en 1961: Los Viajeros de Indias. Destaca en un prólogo reciente de su obra este polémico y controvertible psiquiatra caraqueño: “que ella no debe interpretarse como un pecado de juventud”, a lo que adiciona que “no puede interpretarse su silencio como una negación de lo que dije en mis mocedades.”

Resulta poco menos que sorprendente que un hombre que apenas cifraba los 34 años de edad presentara un trabajo de tal envergadura por la enorme cantidad de bibliografía que debió consultar, no sólo de las ciencias médicas formales, la estadística, sino por la ingente y colosal cantidad de literatura colonial, los cronistas, así como los ensayistas y literatos de los siglos XIX y XX venezolanos. Como si fuera poco, debió abrevar en la filosofía europea de la primera mitad del siglo que nos acaba de dejar, posiciones muy distantes en sus planteamientos y bases al dominante positivismo comteano y spenceriano, así como del marxismo sovietizante  simplificador y dogmático. Un formidable y titánico esfuerzo de comprensión de nuestra realidad venezolana y Latinoamericana que le consumió unos 20 años, tal como él mismo ha reconocido.

A todo lo anterior debemos adicionar que no resulta fácil y cómodo formarse en disciplinas tan separadas como las ciencias naturales y las ciencias humanas, las dos culturas de las cuales habló el profesor estadounidense Charles Percy Snow en 1959, aislamiento del que ya había llamado la atención el sabio español Miguel de Unamuno. Incomprensión y alejamiento mutuos que parece acercarse a su final en nuestro siglo XXI, cuando se ha planteado la llamada complejidad, una nueva alianza entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias del espíritu. Propuesta animada por Ilya Prigogine; Isabelle Stenger; Edgar Morin entre otros. Esta dicotomía “cartesiana” puede y debe terminar, dice Morin. En este sentido puede verse al médico psiquiatra Francisco Herrera Luque como un adelantado en Venezuela del pensamiento complejo, junto a otras figuras del pensamiento como el filósofo germano-venezolano Ignacio Burk.


Consideraciones finales.

Herrera Luque emplea en su análisis sobre la carga psicopática del venezolano la hermenéutica y la fenomenología de Dilthey y de Husserl. Y hasta allí. No continuará en el seguimiento de estas corrientes contemporáneas del pensamiento en sus desarrollos posteriores, los que continuarán con eminentes figuras como Heidegger, Gadamer o Vattimo. De Heidegger ignorará unas ideas suyas respecto a la filosofía diltheyana: la comprensión interpretativa no consiste solo en los procedimientos propios  de las ciencias del espíritu, sino que también define el modo fundamental en el que el hombre se encuentra en el mundo. La interpretación adquiere, pues, un sentido ontológico: el Dasein, es decir, el hombre es el ente específico que se plantea el problema del ser.
Tampoco es probable que el psiquiatra venezolano conociera la filosofía de Gadamer, pues su obra fundamental Verdad y método verá la luz en 1960, por lo que es imposible que Herrera Luque haya empleado tan complejo pensamiento para presentar su trabajo Los viajeros de Indias, el cual fue publicado en 1961. Solo nos queda conjeturar de qué manera hubiese empleado Herrera Luque el pensamiento gadameriano, el cual recupera expresamente a Heidegger y profundiza en la experiencia hermenéutica que éste había esbozado en Ser y tiempo (1927). Al igual que el maestro de Friburgo, establece una distinción y casi una contraposición entre saber hermenéutico y saber científico. Este es un saber metódico que se puede “enseñar” desde el comienzo hasta el final. Por el contrario, un saber extrametódico está basado en las facultades y en las sensibilidades cuyo operar no es del todo reconstruible, como el gusto, el genio el “tacto”, entendido como el saber no decir en el momento oportuno o en el decir sólo algunas cosas y no otras.

Gadamer escribe que cuando nos encontramos frente a una obra de arte, experimentamos algunos fenómenos que son del todo extraños al conocimiento científico. También nosotros, como las “cosas” de la historia (textos, obras, monumentos, ruinas), somos contextuales y mutables, estamos siempre arrojados (la expresión es de Heidegger) a un mundo de significados y valores, y por tanto, no podemos pensarnos como entidades neutrales valoradoras de la realidad. Si Heidegger había hablado de la precomprensión que anticipa nuestra comprensión de la cosa, Gadamer nos habla de prejuicios que afectan nuestra visión de los hechos históricos. Cierto número de prejuicios no son eliminables, y presumir no tener prejuicios significa que somos todavía más víctimas y prisioneros de ellos. Los prejuicios son en realidad las condiciones de nuestro encuentro con la realidad, son el pre-juiciar y el pre-ver que orientan nuestro juicio y nuestra mirada.

Y mucho menos pudo conocer Herrera Luque al otro de los pensadores mencionados atrás, es decir, Gianni Vattimo, nacido en 1936, cuya principal contribución a la hermenéutica que ha ofrecido consiste en una interpretación de la ontología de Heidegger y de Gadamer a la luz del nihilismo nietzscheano. El nihilismo ha significado un debilitamiento de la noción del ser. Del ser no queda nada, expresó Heidegger. ¿Qué actitud adoptar frente a este proceso? Secundarlo, dice Vattimo, acogiéndolo como un destino que caracteriza nuestra historia y buscar la manera justa de ubicarlo. La hermenéutica  puede ser el tipo de filosofía más cercana y adecuada a esta época nihilista de la historia del ser.

Así, hemos llegado al final de este recorrido por la historia de la hermenéutica y de la fenomenología, y de la manera particular como el médico psiquiatra Francisco Herrera Luque empleó estas disciplinas y posiciones filosóficas para producir una de las más controversiales, debatidas y polémicas argumentaciones  e inferencias para comprender, más allá de la clínica y del laboratorio de la experimentación, las enfermedades mentales, locura, violencia, y las psicopatías que nos aquejan históricamente a los venezolanos y, por extensión, a los latinoamericanos.


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