Al caer la dictadura de Pérez Jiménez, la carrera docente de Expedito, mi
padre, comenzó un rápido ascenso. Fue un perseguido del régimen de facto en
Cubiro, en donde los esbirros lo sacaron del aula de clases en alguna ocasión, detenido
por accióndemocratista. De tal forma, en septiembre de 1959 fue designado
director de la Escuela Guayauta, situada en la pintoresca población de Humocaro
Alto, gentil pueblecito andino que se recuperaba del terremoto de 1950 que
destruyó a El Tocuyo. Aun estaban allí las barracas de zinc en la que se
alojaron los aterrorizados lugareños después del sismo.
La escuela no tenía edificación propia, por lo que los distintos grados
estaban dispersos en viejas casas de adobe y tejas. Expedito oyó de la visita a
la Ciudad Madre del presidente Betancourt, a quien le dijo: “Presidente, tengo
los alumnos en la calle…” Acto seguido ordenó el mandatario construir la
moderna edificación escolar a un contratista italiano de apellido Molinari,
quien justo al mes llegó a Humocaro con máquinas y obreros. No lograríamos ver
culminada aquella ansiada obra, puesto que en 1960 fuimos trasladados a Carora.
Ha quedado asida a mi memoria la gigantesca mole geológica situada en
Humocaro Bajo, así como los continuos viajes que hacia mi progenitor a El
Tocuyo a la búsqueda de la quincena de los maestros, pues fue designado flamante
director de aquel disperso pero amable instituto escolar en donde apenas pude
cursar mi segundo grado.