Dice
el internacionalista venezolano Alfredo Toro Hardy en un artículo (El
Universal, Caracas, 1-4- 2015), que el pasado octubre de 2014 aconteció un
suceso sin precedentes en la historia reciente de las finanzas internacionales,
fue creado en la ciudad china de Shanghai el Banco de Inversiones de
Infraestructuras Asiático (BIIA) por las potencias económicas emergentes, los
llamado países Brics: Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica. Bajo el
liderazgo de China, esta entidad financiera contará con 100 billones de dólares
para comenzar sus actividades: financiar una amplia red de infraestructuras
continentales. Esta iniciativa, por supuesto, no agradó para nada a Washington,
quien articuló un boicot aliándose de sus aliados europeos, asiáticos y de
Oceanía. Estados Unidos no podía tolerar que el gigante asiático liderara la
zona de más rápido crecimiento económico del planeta.
Este boicot funcionó
por breve tiempo, pues se rompió por el lado en que los gringos menos lo
esperaban: el Reino Unido, su más firme aliado y venciendo todas las presiones
venidas del otro lado del Atlántico, decidió anotarse como miembro fundador de la
institución el pasado 13 de marzo de 2015. Pero, para mayúscula sorpresa de los
estadounidenses, otras economías, antes alineadas al Consenso de Washington, Banco
Mundial y Fondo Monetario Internacional, instituciones
financieras creadas y tuteladas férreamente por los EEUU desde el final de la
Segunda Guerra Mundial, se fueron tras la iniciativa de la Pérfida Albión: la
locomotora de la economía europea, Alemania, Francia, Italia, Holanda, Suiza,
España, Australia, Nueva Zelandia, Corea del Sur, Turquía. “La política
estadounidense de no lavar ni prestar la batea evidenció en este caso, estima
Toro Hardy, un fracaso estrepitoso.”
Estos países capitalistas avanzados, se
unieron a los miembros fundadores del BIIA: Tailandia, Viet Nam, Laos, Camboya,
Brunei, Jordania, Indonesia, Paquistán, Malasia, Filipinas, Arabia Saudita,
Singapur, Tayiquistán, Mongolia,
Bangladesh. Como debería esperarse, no quería quedarse aquél primer grupo
mencionado, antes alineado firmemente a Washington, fuera de esta gigantesca
fuente de oportunidades que se abre con el Banco chino, nos dice Toro Hardy.
EEUU es la única gran economía del planeta que no está representada en el Banco
de Shanghai, ello constituye una fuerte prueba de los cambios en el equilibrio
de poder mundial.
Ahora bien, ¿qué hará
EEUU, la segunda potencia económica mundial desplazada a este segundo peldaño
por China el año pasado, para responder a tamaño desafío que representa esta
alianza financiera que se cocina en Asia? Por lo pronto, se plantea el Tío Sam y
la Eurozona, crear una moneda única, fusión del euro y el dólar, para hacer
frente a la otra moneda que intentan crear China, India y Rusia para hacer sus
transacciones económicas en una moneda distinta al alicaído dólar.
Este duelo financiero explica
la rivalidad Rusia-EEUU, que se expresa en el conflicto en Ucrania y Siria, así como los intentos de aislar al país
euroasiático aplicándole unas sanciones que el presidente Putin conceptúa como inaceptables. A ello debemos agregar el
cerco militar que tiende la otrora superpotencia unipolar al gigante chino. Una
nueva “guerra fría” está planteada.
Venezuela, por su parte, coquetea desde hace
tiempo con los países Brics, ha sido factor de primer orden en la creación de
Mercosur, el Alba y la Celac como
contrapartida de la OEA, y hasta se ha planteado desligar su negocio petrolero
de la divisa norteamericana, al tiempo en que vende buena parte de su petróleo
a Pekín. ¿Será por ello que nos hemos constituido en una amenaza para los EEUU?
El tiempo lo dirá.