Cuando este inmenso y prolífico historiador británico
cumplió 90 años de fructífera y excepcional vida, le dedique entusiasmado un
ensayo al cual titulé: Ocho pecados
capitales del historiador (disponible en internet). Hoy recibo conmovido la
noticia luctuosa que me comunican Agustín Suárez, Arnaldo Guédez y Héctor
Torres, integrantes de la Escuela Histórica de Barquisimeto, liderada por
Reinaldo Rojas y Federico Brito Figueroa. Muere cuando ya era inmortal Eric Hobsbawm,
pues sus investigaciones fueron traducidas a muchos idiomas, pues tienen una vocación universalista; siempre repetía
de manera incesante: “la historia será
universal, de toda la humanidad, o no lo será.”
Nació en el seno de una familia judía en Alejandría,
Egipto, en 1917, estudió en Viena y en Berlín, de donde huyó el año que Hitler
ascendió al poder absoluto, 1933. Este fue un hecho que lo marcó políticamente
para siempre. En Inglaterra laboró en importantes universidades y militó en el
Partido Comunista.
Solía decir cosas desconcertantes y muy agudas. Siempre
declaraba que no se consideraba un hombre de la generación del 68 y del Mayo
Francés, pues jamás se había puesto un pantalón vaquero. El índice
verdaderamente significativo de la historia de la segunda mitad del siglo XX-decía-
no es la ideología ni el movimiento estudiantil, sino el auge de los pantalones
vaqueros, pues los Levis triunfaron, lo mismo que el rock. Amaba el jazz, pues
hasta escribió una historia de este ritmo, y le tenía un gran amor a
Latinoamérica, donde visitó varios países, a excepción, dolorosa para nosotros,
de Venezuela. Me siento muy cómodo en Sudamérica, dijo en una entrevista,
porque allí se seguía utilizando el viejo lenguaje de la política que él
conoció-revolución, socialismo, comunismo y marxismo- y a tono con este ideario
explicitó su deseo de ser recordado como alguien que no solo mantiene la bandera
volando, sino que al agitarla se puede lograr algo.”
Formó parte de la llamada Escuela de Marxistas
Británicos, los cuales se replantearon la manera de hacer historia, pues a
diferencia de los dogmaticos marxistas, afirmaban que la conciencia desempeña
un papel decisivo, ella no deriva mecánicamente de las relaciones sociales
objetivas. En ello coinciden los marxistas angloparlantes e italianos:
Thompson, Rudé, Genovese, Ginzburg, Levi, Poni y el propio Hobsbawm. Lo
novedoso de sus planteamientos estriba en el realce de la conciencia y de la
cultura como factores decisivos en la acción social. Lo decisivo es cómo los
seres humanos viven su situación. Consideraban con mucho empeño el propósito de
construir una historia “desde abajo”, la cual se debía construir a través y
fundamentalmente de la oralidad.
Con Marx sostenían
el carácter conflictivo de cualquier sociedad, conflicto de naturaleza
política, si bien no siempre adopta la forma de un enfrentamiento abierto, sino
que puede expresarse en resistencias que se dan encubiertas en la vida
cotidiana. Mientras Marx subrayaba la pasividad de las bajas capas
preproletarias cuando compara a los campesinos franceses con un “saco de
patatas”, el marxismo orientado hacia la cultura destaca la participación
activa y las resistencias cotidianas de esas capas.
Se ha destacado que lo fundamental de los marxistas
británicos ha sido, sobre todo, que aportan fundamentación
teórica. Hobsbawm fue, sin duda, el miembro del grupo cuya visión
historiográfica es más amplia y ha tratado mayor número de historias no
británicas, tales como los bandidos preindustriales, los anarquistas andaluces,
Pancho Villa, Giacomo del Gallo, el cangaco brasileño, la mafia siciliana, las
FARC colombianas, portadores de justicia y de redistribución social, un
fenómeno de carácter planetario. Es decir la universalidad del mito de Robín
Hood.
Otro de sus libros, escrito en colaboración con Terence
Ranger, que leí con verdadero gusto fue La
invención de la tradición. Allí explica, por ejemplo, que el boato y la
pompa que exhibe la realeza británica parece de carácter inmemorial, muy
antiguo. Pues no, dice Hobsbawm, es una creación de finales del siglo XIX y de
comienzos del XX. Uno de sus más memorables
conceptos fue el del corto siglo
XX, pues a su juicio tal centuria se inició con el comienzo de la Primera
Guerra Mundial, en 1914, y terminó en 1991 con la disolución de la Unión
Soviética. Tales ideas se hallan contenidas en su monumental Historia del siglo XX (1994), libro que
di generosa y cándidamente prestado y todavía no se me ha devuelto.
Una neumonía acabó con la vida de este sabio judío y por
ello universal, hoy lunes 1º de septiembre de 2012 en un hospital de Londres.
Una prodigiosa inteligencia a la cual reverenciaremos como lo que fue: uno de
los historiadores más importantes del siglo XX. Paz a su esclarecida y preclara
alma.