viernes, 9 de marzo de 2012

EL COCUY EN LA CULTURA DEL SEMIÁRIDO LARA-FALCÓN

Amo el semiárido larense porque soy un andino que fue arrancado de su Cubiro natal, y colocado a los ocho años de edad en la antigua ciudad de Carora. Acá comenzó mi conocimiento de este frágil ecosistema que cubre el 40% de la superficie del Estado. Como historiador que soy, sentí un gran entusiasmo al oír decir al Dr. Reinaldo Rojas que la historia social del semiárido está por hacerse. Para construir esta manera de hacer historia habrá que tomar en cuenta las familias extendidas, la economía caprina, el catolicismo que impregna este mundo de vocación agraria y, por supuesto, esa bebida que en Lara y Falcón ha resistido los embates de la globalización espirituosa de la cerveza y el ron: el mítico cocuy de penca.

Una bebida cargada de paradojas y de una mitología sin par, por lo cual podemos decir que lo que el vino es al mar Mediterráneo, el cocuy lo es al semiárido del occidente venezolano. Bebida poscrita y perseguida durante décadas, producto de uno de los ecosistemas más delicados del planeta, sin embargo, es la responsable de la virilidad de un machismo sui géneris, el resultante de los contactos caquetíos con los pobladores de Extremadura – Andalucía y los negros esclavos tare, yorubas y congos africanos.

Quizás no sea osado establecer una relación entre las grandes familias, el pater familia larense y falconiano y la devoción a San Antonio de Padua. Creo de igual manera que el tequila larense - falconiano, está vinculado de una manera real a esa visión del mundo, de la familia, del amor y de la mujer que nos introyectó el cine mexicano durante varias décadas del siglo XX, y que se prolonga hasta el presente.

Es posible afirmar que si el maíz tiene en Urdaneta y Falcón su baile, Las Turas, debió de existir un ritual semejante en obsequio a la planta maravillosa del agave cocui trelease, que es su nombre científico. Ante el profundo significado antropológico-cultural del agave se impone, pues, el comprender sobre el explicar. El explicar se lo dejamos a la ciencia natural físico-química o a la geografía física, en tanto que el comprender nos aproxima a la psicología, la mitología, la semiología, lo que es decir a la lingüística y la antropología.

Sólo estas disciplinas nos harán comprender las conductas asociadas a el cocuy y las relaciones sexuales, el folklore del tamunangue o el sentimiento religioso. Explicar sería quedarnos en el serpentín, los mostos, las levaduras y el grado alcohólico que le caracteriza: 56º. Comprender, en cambio, supone desenmarañar la compleja urdiembre psicológica de lo legal e ilegal que rodea la bebida, los mecanismos de defensa psíquicos que crearon los larenses y falconianos para no ver parecer esta “tecnología de la resistencia” junto a cabras y chivos, que como la bebida de marras marcó a toda nuestra geografía destilada y caprina.

Un buen adelanto de esta misión que tenemos de comprender el sentido vigilatorio que tanto el gobierno como los consumidores de esta delicia al paladar deben guardar, lo sentimos al asistir a la sustentación oral y pública de la investigación Historia de la industrialización del cocuy de penca en el Estado Lara a través de la Empresa Ramón R. Leal y Compañía S.R.L. en Barquisimeto, 1960-1980, realizada por la profesora Doris Silva, y que tuvo como tutor al Dr. Reinaldo Rojas, teniendo como escenario académico el programa Interinstitucional de Maestría en Historia, Convenio UCLA, UPEL/IPB, evento al cual tuve el mayúsculo placer de asistir. Para hacer una historia de las bebidas – decía Fernand Braudel –, aunque sea breve, hay que referirse a las antiguas y a las nuevas, a las populares y a las refinadas con las modificaciones que se fue introduciendo al pasar el tiempo. Felicidades profesora Doris por haber realizado por primera vez en Venezuela una historia social de nuestra bebida emblema, y que yo conseguí caligrafiada en los viejos infolios de la Cofradía del Santísimo Sacramento de Carora en el año 1812.

Carora, 23 de junio 2008.


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