Cuando
se le pregunta a cualquier persona de nuestra orgullosa y arrogante cultura de
Occidente cuál fue el primer libro que fue impreso en la historia de la
humanidad, la respuesta no se hace esperar entre los interrogados: La Biblia. En
efecto, en febrero de 1455 el impresor germano Johannes Gutenberg la imprime en
su taller de la ciudad sureña de Maguncia, Alemania, en dos volúmenes y 1.282
páginas. Es el incunable más famoso de todos los tiempos y con ella se inicia
la masificación de los libros en Europa, un proceso de cultura que hará posible
la expansión de las universidades, el Humanismo y el Renacimiento, el llamado
“Descubrimiento” de América, la Revolución Científica del siglo XVII y el
dieciochesco Siglo de las Luces o de la Razón. Se inicia así, dice Ignacio
Ramonet, el tercer gran hito comunicacional después de la palabra y de la
invención de la escritura.
¿Será cierto lo que acabamos de decir? ¿Es
evidencia clara, inobjetable y segura?
Jack Goody, crítica a
la razón neocolonial.
Después de leer y examinar las muy sorprendentes,
audaces y originales ideas del antropólogo británico Jack Goody (1919-2015) no
estamos tan convencidos de ello, es una verdad que debe ser examinada con rigor
crítico, como aconsejaba el historiador francés Marc Bloch. Este eminente estudioso
de las culturas no europeas: India, China, Medio Oriente y África, ha escrito
extraordinarios libros que nos hacen pensar de otra manera estas culturas que
han sido miradas hasta ahora con desprecio y altanería eurocéntrica,
calificándolas de estáticas, atrasadas, despóticas. Utilizando magistralmente
el método comparativo en antropología, del cual es iniciador, Jack Goody se
atreve afirmar que Europa ha cometido un gigantesco robo de la historia de las
culturas periféricas e inmóviles, según se argumentaba falazmente, que ha
servido para justificar el colonialismo de ayer y de hoy. Se ha opuesto
firmemente Goody a la invasión estadounidense para “establecer la democracia”
en Irak y Afganistán, el desprecio de la
Convención de Ginebra y a la terrible e ilegal prisión de Guantánamo en Cuba.
En
los inicios del siglo XXI publica este antropólogo nacido en la “Pérfida
Albión” y profesor emérito de la Universidad de Cambridge, uno de los más
firmes alegatos de todos los tiempos en contra del dañino y falaz eurocentrismo
occidentalista y que nosotros en Latinoamérica poco conocemos e ignoramos. Esa
investigación lleva por nombre: El robo
de la historia, (The theft of history)
2006. En ella sostiene Goody, con incontables e inobjetables ejemplos, que
Europa se ha robado los inmensos logros de los Otros, los no-europeos, tales
como la invención de la democracia, el capitalismo, las universidades, la
invención de la novela, la familia, el individualismo, los modales civilizados,
la limpieza corporal, la interiorización del autodominio o el amor romántico,
pues la propia idea del amor se ha considerado un fenómeno puramente occidental.
Se dice que el amor, el amor romántico, va de la mano del
individualismo, de la libertad (de la elección de pareja frente al matrimonio acordado),
y de la modernización en general. Una verdadera esclavitud epistémica
impuesta a todo lo extraeuropeo.
Sería
demasiado extenso detenernos en cada uno de estos robos y que nosotros no
habíamos advertido plenamente, pues la soberbia y altiva producción intelectual
europea de Emmanuel Kant, Karl Marx, Max Weber, Norbert Elías, Fernand Braudel
o más recientemente en Georges Steiner, se encargaba de repetirlos una y otra
vez hasta convertirlos en excepcionalidades de la arrogante cultura de
Occidente: son creaciones únicas de Europa, se decía con insistencia. Europa
como única vía a la modernidad. Estos robos de la historia serán objetos de
nuestras siguientes meditaciones.
Jack
Goody se ha convertido en referencia obligada, acá en Latinoamérica, entre los
pensadores del llamado giro decolonial o pensamiento decolonial, movimiento que
comienza a formarse en Caracas, Venezuela, en 1998. Allí figuran los argentinos
Walter Mignolo (El lado oscuro del
Renacimiento) y Enrique Dussel (1492:
El encubrimiento del Otro), el peruano Aníbal Quijano (Dominación
y cultura.
Lo cholo y el conflicto cultural en el Perú.), el colombiano
Santiago Castro Gómez (La hybris del
punto cero), el venezolano Edgardo Lander (La colonialidad del saber: Eurocentrismo y ciencias sociales), y el
sociólogo estadounidense Emmanuel Wallerstein (El capitalismo histórico), entre otros.
La decolonialidad es un proyecto político y
epistémico, pues asume que nuestro complejo de inferioridad frente a la cultura
de Europa debe y puede ser superado y tomar conciencia de que no somos
parientes pobres de la cultura occidental. Ya lo decía visionariamente Simón
Rodríguez, el “Sócrates de Caracas”, en el siglo XIX: “La sabiduría de la
Europa y la prosperidad de los Estados Unidos son dos enemigos de la libertad
de pensar en la América.” En esta América de habla luso-castellana hemos tenido
escritores y pensadores muy profundos y originales que debemos reconocer y
darles su merecida importancia. Pensemos en la poetisa sor Juana Inés de la
Cruz como iniciadora del feminismo y su extraordinario poema Primero sueño, en el caraqueño Andrés
Bello como precursor de la semiótica que luego desarrollaría Saussure, en José
Carlos Mariátegui, el “Gramsci peruano”, en el mexicano José Vasconcelos y su sorprendente
Raza cósmica, en el muralismo
mexicano de Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, en la más
actual y original filosofía de América: la Teología de la Liberación de Gustavo
Gutiérrez Merino, Ernesto Cardenal, Ignacio Ellacuría y Leonardo Boff, en el
argentino Mario Bunge y su renovada epistemología de las ciencias. Debemos
colmar una grave laguna de la erudición contemporánea, que casi no sospecha los
ricos aportes filosóficos de Iberoamérica, afirma el renombrado filósofo francés
Alan Guy.
Resulta
poco menos que lamentable que el espíritu enciclopédico de Jack Goody, que tuvo
una intensa relación con los marxistas británicos Eric Hobsbawm y Edward P.
Thompson y la Revista Past and Present,
así como con Fernand Braudel, director de la Escuela Anales francesa, conocedor
de muchas culturas euroasiáticas y africanas (hizo prolongado trabajo de campo
en Ghana, África occidental) no haya tomado en cuenta como debería a
Latinoamérica, su originalidad multiétnica, su inmensa geografía, su economía,
su riquísimo folklore, su ya global literatura, sus artes tan específicas y sus
desconcertantes vicisitudes políticas y sociales. Es una laguna a llenar a la
brevedad y a la cual estamos convocados desde ahora.
El Sutra de Diamante, primer libro impreso
Dicho
esto, examinemos lo relativo al primer libro impreso en el mundo y que Jack
Goody solo menciona de pasada. Fue el investigador, arqueólogo y sinólogo
húngaro-británico, Aurel Stein (1862-1943), quien descubre en 1907 en unas
cuevas de Dunhuang, al norte de China, en el desierto de Gobi, el libro impreso
más antiguo del que tengamos noticia: El
Sutra del diamante, texto budista escrito originalmente en una lengua
sagrada indú, el sanscrito y en caligrafía Gupta, que hasta tiene fecha de
impresión: 11 de mayo de 868 después de Cristo, noveno año de la era Xiantong
de la dinastía Tang. Lo que quiere decir que El Sutra fue impreso casi 600 años
antes que la Biblia de Gutenberg, es decir que tiene El Sutra 1.153 años de haber sido impreso.
En
este maravilloso libro se enseña la práctica del desapego o la abstención del
apego mental y de la no-permanencia. El
Sutra ha dado comienzo a una cultura artística, una veneración y una gran
cantidad de comentarios, unos 800 en el extremo Oriente: Japón, Corea, Tíbet,
China, Viet Nam, Mongolia. Un sutra es un texto que recoge las palabras de Buda, nacido
en el siglo VI antes de Cristo al norte de la India. Sus discípulos aprendían
de memoria estos discursos y los transmitían de generación en generación. Al
final de El sutra del diamante, Subhuti, un discípulo de Buda, le
pregunta a “el iluminado” cómo debería titularse el sermón, a lo que Buda le
responde que deberá ser conocido como «El Diamante Cortador de Sabiduría
Trascendental» porque «la enseñanza es fuerte y afilada como un diamante que
corta a través de los malos enjuiciamientos y la ilusión». El humanismo del
siglo XXI sería impensable sin las enseñanzas del iluminado Siddhartha Guatana,
pues hogaño ellas han sido adoptadas por la juventud de las grandes urbes
europeas y norteamericanas.
Este precioso
documento descubierto por Stein entre unos 40.000 libros y manuscritos de seda
y papel, mide cinco metros de largo y se conservó casi intacto debido al clima
seco de Dunhuang, ciudad que está situada en la antigua Ruta de la Seda, muy
cercana a la actual Republica de Mongolia. La Biblioteca Británica conserva la
copia y en internet podemos consultarla. Es tiempo que el Reino Unido devuelva
tan precioso impreso a sus legítimos dueños que no son otros que los habitantes
de la República Popular China.
El Sutra
del Diamante, es el impreso más
antiguo del que hay noticia y puede que haya otros más arcaicos, fue realizado
con un sistema de placas de madera. Para ser exactos, no es el primer ejemplo
de impresión por ese método que se conserva, pero sí el que lleva fecha
concreta especificada: 11 de mayo del 868 después de Cristo. Es un manuscrito
en forma de rollo de algo más de cuatro metros de longitud que también se
adelantó en otra cosa, el ser un trabajo de creación concebido para el gran público,
proceso cultural que creíamos sólo europeo, tal como indica su colofón o nota
final:
“Hecho de forma gratuita para
la distribución universal gratuita por Wang Jie en nombre de sus dos padres el
13 de la cuarta luna del noveno año del Xiantong.”
Erróneamente se ha pensado entonces que esa explosión del conocimiento
y el incremento generalizado de la lectura que hizo posible que la ciencia
triunfara como modelo de conocimiento en el siglo XVII, que se produjo tras la
invención de la imprenta, fue un proceso que solamente se produjo en Europa,
tal como escribe el historiador británico Peter Burke en su magistral Historia social del conocimiento. De Gutenberg
a Diderot. O también Historia de la lectura en el mundo occidental,
obra coordinada por Roger Chartier y Guiglelmo Cavallo. Fue la
milenaria cultura china quien abrió el camino.
Ciencia y
civilización en China
Lo del libro El
Sutra es apenas uno de los múltiples robos históricos que Occidente ha hecho
del Oriente y de China, dice Goody. Para justificar el colonialismo y la
supremacía europea
se montó todo un discurso antichino. En el siglo XVIII, Europa había experimentado la
influencia del arte y la decoración chinos, pero el historiador alemán Winckelmann
declaró que la tradición artística griega era la única que contenía el
verdadero ideal de belleza, frente al arte chino, muy inferior y estancado. El
lingüista Humboldt consideraba inferior el idioma, el poeta Shelley que sus
instituciones estaban anquilosadas y deterioradas, Herder se burló del carácter
nacional, De Quincey afirmó. que los chinos eran antediluvianos, y, para Hegel,
China representaba el nivel inferior del desarrollo histórico del mundo (y por
ello era un despotismo teocrático.). Augusto Comte, Alexis de Tocqueville y
Mili consideraron a China inferior, bárbara o apalancada. La sinofobia adoptó.
matices racistas en las obras de Arthur Gobineau, padre del racismo moderno, y
de otros europeos, y el antropólogo y filósofo Lucien Lévy-Bruhl calificó la
mentalidad china de osificada. Pero hubo, es justo reconocer, pensadores
europeos que no compartían tales argumentaciones desorientadas, tales como
Vico, Rousseau, Hume y el doctor Samuel Johnson, y es digno destacar que los
misioneros jesuitas hablaron en términos muy favorables de muchas de las
instituciones, ideologías y actitudes de ese inmenso país.
El descubrimiento de la civilización china, escribe el
mexicano Octavio Paz, enfrentaba a los misioneros de la Compañía de Jesús a
otro enigma: una sociedad en que muchos aspectos era superior a la cristiana y
que, no obstante, estaba gobernada por una burocracia de intelectuales ateos,
los mandarines. Impresionó particularmente a los jesuitas el carácter a un tiempo
jerárquico y pacífico del Imperio chino; vieron en esa sociedad, a pesar de su vastedad
y de la complejidad de sus instituciones, un ejemplo de armonía social fundado
no tanto en la fuerza de la autoridad como una sabia organización política y
moral. La ética confuciana era una cadena de lealtades y obligaciones mutuas
que iban del superior al inferior. El culto a los antepasados, al jefe de
familia y al emperador era la triple manifestación de un mismo principio y ese
principio no era otro que el de la religión natural. Los jesuitas creían posible
encontrar un punto de unión entre el cristianismo y el confucianismo. Los
libros de Confucio y otros libros clásicos de los chinos eran compatibles con la
ética cristiana, el monoteísmo y la religión natural. El vertiginoso
crecimiento del cristianismo en la “atea” China de hogaño, ha propiciado
pronosticar al Informe Pew, que en menos de un siglo este inmenso país será la
más grande nación cristiana del orbe.
Recordemos, dice el británico Joseph
Needham en Ciencia y
civilización en China (1954-2008), un libro altamente
apreciado en la China de hoy, que la brújula de magnetita es invento chino
trasmitido a Occidente, así como el papel, la imprenta de bloques, de tipos móviles
metálicos, y la pólvora para uso militar. Como si fuera poco debemos agregar la
porcelana, el timón de popa, el hierro fundido, el arnés para animales de tiro,
el telar horizontal de lazos, el molino de muelas, el ventilador de aspas, la
noria de paletas cuadradas, la maquinaria para el trabajo de la seda, la
carretilla, la ballesta de repetición, la cometa (papagayo), el sondeo
profundo, el fuelle de pistón, la carretilla, el molino rodante, el trompo
volador, la suspensión de cardán, los puentes de arcos segmentados, los puentes
colgantes con cadenas de hierro, las esclusas, el carretón de velas, el
zeotropo, el trompo volador, el puente de arcos segmentados, los globos de aire
caliente, las tejas, los principios de construcción naval, el reloj mecánico
que, según Lewis Mumford, llega a Occidente a través de los árabes y es el
artefacto de medición que entre los monjes benedictinos de la Edad Media es el
responsable de la fundación del capitalismo.
Pero ni siquiera la universidad, institución céntrica de la modernidad
en Occidente, es una creación exclusiva de Europa. Mark Elvin comenta el error de muchos historiadores que consideran
la presencia de la universidad en el siglo XII como la variable mágica que
explica los orígenes de la ciencia moderna. Y encuentra analogías con las
universidades de China (y las hay también con las madrasas en el islam), la más
famosa de las cuales fue la Gran Escuela, dependiente del Gobierno durante la dinastía
Sung (960-1279). En ella se enseñaban matemáticas y medicina y había exámenes.
Aparte, las academias, mucho más extendidas que en Europa, ofrecían enseñanza, campo
para los debates e instrucción. Needham se atreve afirmar que la revolución
industrial pudo haberse realizado en China antes que en Europa del siglo XVIII,
puesto que la ciencia china fue igual, cuando no superior a la occidental hasta
el siglo XVI. Con esta controversial afirmación se ha creado desde entonces el
llamado “problema Needham” o también llamado “puzzle Needman”, que analizaremos
en otra ocasión.

Filosofía y ciencia en el
Islam
Otros portentos de la técnica y de la ciencia vienen de
Oriente y sin los cuales Europa no habría logrado su prodigioso avance y que le
hizo tomar delantera desde el siglo XVIII y que han sido sistemáticamente
silenciados: el cero como noción aritmética indú y popularizado por Fibonacci
en Europa, los números arábigos que remplazan a los casi inútiles números
romanos, el álgebra de Al Juarismi, Omar Khayyam corrigió la geometría de
Euclides, el astrolabio planisférico que hizo posibles los viajes colombinos,
el aparato volador y el paracaídas de Ibn Firnas (siglo IX d.C.), el alambique,
el acero de Damasco, el juego del ajedrez, la óptica y la ley de la inercia de
Alhacen, y la alquimia de Al Razi, el ácido nítrico y ácido sulfúrico, el cloruro
de mercurio, el nitrato de plata, el azafrán, el cañón de la civilización árabe, la cirugía
como ciencia autónoma, en oftalmología se operaban las cataratas, Avenzoar
realiza las primeras autopsias, la física del movimiento, una primitiva versión
de la ley de la conservación de la masa,
una forma cruda de método experimental. La Escuela de Traductores de
Toledo, España, que vertió al árabe los textos clásicos greco-romanos de Aristóteles
y el Pachatandra indú, y que de allí
se conocen en Europa medieval e inspiraron a Dante y Santo Tomás
de Aquino, el enciclopedista Al Biruni, Averroes, Avicena y Maimónides, quienes
bajo una atmósfera heterodoxa del “libre albedrío” hicieron aportes
fundamentales a la cultura universal.
Para finalizar este aplastante alegato expositivo a favor
de la prodigiosa cultura oriental, de la milenaria China y su portentosa
civilización, que hogaño puntea y que pronto será la primera potencia económica
del orbe, citemos un dato que nos hará reflexionar hondamente y que nos lo proporciona
el sabio polimata y antropólogo británico Jack Goody:
“…los chinos utilizaron el papel higiénico mil años antes
que en Europa.”
Referencias.
Castro Gómez, Santiago. La
hybris del punto cero. Ciencia, raza e ilustración en la Nueva Granada
(1750-1816) Fondo Editorial El Perro y la Rana. Caracas, Venezuela, 2008.
Cortés Riera, Luis Eduardo. Ibn
Firnas, precursor andalús de la aeronáutica y otras reflexiones sobre el Islam.
2020. En internet.
Goody, Jack. Cocina,
cuisine y clase: estudio de sociología comparada, traducción de P. Wilson, Barcelona, Gedisa, 1995].
Goody, Jack. El
robo de la historia. Akal, Barcelona, España, 2011.
Guy, Alan. Panorama
de la filosofía iberoamericana: Desde el siglo XVI hasta nuestros días. Universidad
Católica Cecilio Acosta, Maracaibo, Venezuela, 2002.
Mumford, Lewis. Técnica
y civilización. Alianza Editorial. Madrid, España, 1971.
Needham, J. (ed.), Science and civilization in China.
Cambridge University Press, 1954.
Paz, Octavio. Sor
Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. Seix Barral, Barcelona,
España, 1983.
Otros libros de Jack Goody que
no hemos revisado.
Goody, Jack, Anomie in Ashanti? Africa
TI (1957), pp. 75-104.
—Death, property and the
ancestors, Stanford, Stanford University Press, 1962.
—The social organization of
time., en The encyclopaedia of the social sciences, Nueva York,
Macmillan, 1968.
— Technology, tradition and
the State in Africa, Londres, Oxford University Press, 1971.
—The evolution of the family., en
P. Laslett y R. Wall (eds.), Household And family in past times, Cambridge,
Cambridge University Press, 1972a.
— The myth ofthe Bagre, Oxford,
Clarendon, 1972b.
—Production and reproduction:
a comparative study of the domestic domain, Cambridge, Cambridge University
Press, 1976.
— The domestication ofthe savage mind, Cambridge,
Cambridge University Press, 1977 [ed. cast.: La domesticación del
pensamiento salvaje, Traducción de M. V. García Quintela, Madrid, Akal,
1985].
—Cooking, cuisine and class: a study in comparative
sociology, Cambridge University Press, 1982 [ed. cast.: Cocina, cuisine
y clase: estudio de sociología comparada, trad. de P. Wilson, Barcelona,
Gedisa, 1995].
—Under the lineage’s shadow. Proceedings
ofthe British Academy (1984), pp. 189-208.
— The logic ofwriting and the organisation of society,
Cambridge, Cambridge University Press, 1986 [ed. cast.: La lógica de la
escritura y la organización de la sociedad, traducción de I. Álvarez
Puente, Madrid, Alianza Editorial, 1990].
— The interface between the
written and the oral, Cambridge, Cambridge University Press, 1987.
—The culture of flawers, Cambridge,
Cambridge University Press, 1993.
— The east in the west, Cambridge,
Cambridge University Press, 1996a.
—Comparing family systems in
Europe and Asia: are there different sets of rules? Population and Development Review 22 (1996b), pp. 1-20.
— Representations and contradictions, Oxford,
Blackwell, 1997 [ed. cast.: Representaciones y contradicciones: la
ambivalencia hacia las imágenes, el teatro, la ficción, las reliquias y la
sexualidad, traducción de E. Thielen, Barcelona, Paidós Ibérica,
1999].
—Food and love, Londres,
Verso, 1998.
—The Bagre and the story of my life.,
Cambridge Anthropology 23, 3 (2003a), pp. 81-89.
— Islam in Europe, Cambridge, Polity Press, 2003b
[ed. cast.: El islam en Europa, trad. de M. Rosenberg, Barcelona,
Gedisa, 2005].
—Capitalism and modemity: the great debate, Cambridge,
Polity Press, 2004 [ed. cast.: Capitalismo y modernidad: el gran debate, traducción
de C. Belza, Barcelona, Crítica, 2004],
Goody, J. y Watt, I. The
consequences of literacy., Comparative Studies in Society and History 5 (1963),
pp. 304-345.
Goody, Jack y Tambiah, S., Bridewealth
and dowry, Cambridge, Cambridge University Press, 1973.
Goody, Jack y Gandah, S. W. D.
K., Une recitation du Bagre, París, Colin,
— The third Bagre: a myth revisited, Durham, Carolina Academic
Press,
Luis Eduardo
Cortés Riera.
Doctorado en
Cultura
Latinoamericana
y Caribeña, UPEL, Barquisimeto,
Fundación Buría.
cronistadecarora@gmail.com
Santa Rita de Carora,
República Bolivariana de Venezuela,
junio 22 de 2021.