Cuando mi amigo pintor Edgar Rivero Castillo me pide
amablemente unas letras que anuncien su próxima exposición pictórica en
Copenhague, Dinamarca, no puedo menos que pensar en Paul Gauguin, quien, como
mi coterráneo caroreño, decide abandonar las finanzas y el cálculo dinerario e
ir tras las paletas y caballetes. Edgar no se marcha a las lejanas islas del
océano Pacifico, como decide el pintor parisino, sino que se refugia en su
terruño, vasto erial de Carora, para ofrecernos una colorida pintura que ha
llamado la atención del malogrado filosofo Ludovico Silva y al no menos importante
humanista Luis Beltrán Guerrero, lo cual es muy digno destacar.
Conozco a Edgar desde la niñez trascurrida en las
aulas de primaria. El recordado docente Hernán Prieto Castillo nos ponía a
dibujar a creyón en aquel memorable sexto grado en el Grupo Escolar Ramón
Pompilio Oropeza, donde hacíamos unos ejercicios de creación dibujística,
mágico momento que se ha soldado a mi memoria. A veces pienso que he debido
seguir la senda tomada por Castillo Rivero, pero el destino me condena a la
ciencia de Clío y a los teclados.
Pues bien, ha ido bastante lejos Edgar con su arte,
pues hasta en la remota ciudad de Macao, viejo enclave portugués en China, se
han deleitado los oblicuos ojos orientales con los lienzos del caroreño en el
pasado año de 2019. Lo que igual sucederá con Estados Unidos, España, Alemania,
Puerto Rico, Italia.
No es cosa sencilla dedicarse a los pinceles en la
ciudad del semiárido de Carora. Es una urbe que se ha distinguido
aplastantemente por las artes del pentagrama y las notas musicales. En nuestro
pasado pictórico apenas brilla el incomprendido pintor Julio Teodoro Arze,
quien muere en la pobreza en los años treinta del siglo pasado. Deben, en
consecuencia, rivalizar amablemente nuestros pintores con el soberbio movimiento
orquestal y guitarrístico encabezado por los Maestros Alirio Díaz y Rodrigo
Riera, que ha echado hondas y generosas raíces acá.
Hasta que llegó
a Carora desde la distante Hija Predilecta de Bolívar el extraordinario pintor
boliviano con pasantías en Europa, el magnífico Gustavo Riveros Tejada. Bajo
este inusual magisterio, salpicado de Sócrates, quechua y aimara, comienza a desarrollar
Edgar su idiosincrático “alarde de colores” que nos sorprende, pues es el
semiárido larense una tierra más bien monocroma bajo el reverberante astro rey,
dominante atmósfera que explota hasta el delirio Armando Reverón. Es una
marcada influencia que recibe del peninsular pintor Joaquín Sorolla (1863-1923).
Es la pupila del Mediterráneo sorolliana la que cultiva por bastante tiempo
Rivero Castillo. Me dice que hogaño
transita por una nueva etapa que “va más allá del impresionismo”, valora.
Forma parte Edgar del llamado “Grupo de los
ocho” junto a Ramón Chirinos, Armando Villalón, Wladimir Chumasko, Eduardo
Correa, que son puros paisajistas. “Me adjudicaron, adiciona Rivero Castillo,
un número impar: el nueve”, un lugar que le llena de mucho orgullo, asienta. pintura”, sentencia.
Considera Rivero
Castillo que su obra ha transitado por cuatro periodos: el paisaje, los
bodegones, la amazonía de bosques lluviosos, y por último el expresionismo.
Ludovico Silva escribió de él: “tu alma cromática nos impregne a todos como una
música de Juan Sebastián Bach y que tus líneas rayen el infinito”. Y el
guitarrista universal Alirio Díaz dijo: “lleva al lienzo eternos asuntos de la
vida del hombre y de la Naturaleza con magistral pincel e inspiración”.
Desde el país nórdico le piden recientemente a Rivero Castillo
algo inusual. Cuando me dijo que tenía que ver con la condición de género LGBT
no pude menos que pensar en la llamada “Ventana de Oberton”, pues lo que ayer
se consideraba una misa negra es hogaño tendencia admitida y orgullosa. Es que
la tierra de Soren Kierkegaard y de Hans Cristian Andersen ha sido pródiga en
lo que se refiere a la libertad individual y a las opciones de género diversas.
Y se trata de participar en una Exposición de
Diversidad de Género que le piden desde Copenhague al discípulo de Ramón
Chirinos y Trino Orozco que es Edgar Rivero Castillo, autor de unos 1.500
lienzos donde el protagonista destacado será el “Segundo Sexo” como dijera la
filósofa feminista Simone de Beauvoir.
Le deseo mucho éxito a mi amigo de la infancia que se
adentrará en los escenarios casi pictóricos del film La fiesta de Babette, allá
en la península escandinava que lo convoca. Considero que desde esta inusual
experiencia se consolida en su madurez pictórica nuestro orgullo del color y el
azul violeta que es Edgar Rivero Castillo. Tratará de vencer esa profunda
huella del carácter latinoamericano que tanto daño nos ha hecho: el machismo. Muchos
éxitos y reconocimientos aspiro consigas en esas brumosas y a la vez cálidas latitudes
nórdicas.
Luis Eduardo Cortés Riera.
CRONISTA OFICIAL DE CARORA
(luiscortesriera.blogspot.com)
Santa Rita de Carora,
Estado Lara,
República
Bolivariana de Venezuela.
15 de julio de 2023.