Tanto el mito como
los símbolos han sido rechazados por el racionalismo de Occidente. Los
mitos, sin embargo, crean y suponen dimensiones de mundo, y todo por absurdos
que puedan parecer, encierran unos valores de verdad. El símbolo, por su
parte, es paradigma del ser y posibilita en cierto modo que las cosas
sean. Es la idea en su sentido originario, el arquetipo o forma
primigenia que vincula el existir con el ser. Los símbolos están en el
centro, en el corazón de esta hermana gemela de la razón que es la imaginación;
revelan los secretos de los inconsciente, conducen a los resortes más ocultos
de la acción, abren la mente a lo desconocido y a lo infinito. Estos
fenómenos han sido estudiados desde el siglo XIX por Ed Von Muller, D. T.
Wundt, y en el siglo XX por Lévy-Bruhl, Glaber, Eichhorn, Baver, Strauss,
Eliade, Freud, Jung y Lévi-Straus, entre otros (1).
Para Carl Gustav
Jung, discípulo y luego disidente de Freud, la motivación inconsciente no varía
de cultura a cultura, como sostenía su maestro. Se opone a este
relativismo cultural en su teoría del inconsciente colectivo que
sería la más honda y universal motivación humana. Desde que el hombre es
hombre simboliza en imágenes y mitos de carácter universal. En todas
partes es la madre el símbolo de lo que nutre y protege; y el padre lo
es del poder, de la ley,
de lo temible. La serpiente personifica astucia y
seducción. A estos símbolos ancestrales de significación universal los
llama Jung arquetipos, de los cuales está hecho el inconsciente colectivo.
Ahora bien ¿Por qué nos interesa esta doctrina tan altamente interesante?
Tal interés viene
por efecto del apellido Zubillaga, el cual y según refiere José Antonio
Sangróniz de Castro en su obra Familias
coloniales de Venezuela, significa en vascuence “Puente redondo”
(2). El escudo de armas de la familia, según el autor de Heráldica vasca, Don Carlos de
Guerra que los parlantes eran: un puente de oro de tres arcos sobre ondas de
agua; orla de plata, con ocho jabalíes negros (3). La historia del
símbolo atestigua que todo objeto puede revestirse de un valor simbólico, ya
sea natural (piedras, metales, árboles, frutos, animales, fuentes, ríos y
océanos, montes y valles, plantas, fuego, rayo, etc. O sea abstracto
(formas geométricas, número, ritmo, idea, etc). Para Jung el símbolo no
es ni una alegoría, ni un simple signo, sino más bien “una imagen apta para
designar lo mejor posible la naturaleza oscuramente sospechada del espíritu”; y
agrega “el símbolo no encierra nada, no explica, remite más allá de sí mismo
hacia un sentido aún en el más allá, inasible, oscuramente presentido, que en
ninguna palabra de la lengua que hablamos podría expresar de forma
satisfactoria” (4).
El puente, los
puentes son en efecto símbolos preñados de significación, son la expresión de
lo que se presiente, pero aún no se reconoce. Entonces
incitan al inconsciente a la participación: engendran la vida y estimulan su
desarrollo. Dicen Chevalier y Gheerbrannt que el simbolismo del puente: en cuanto permite pasar de una ribera
a otra, es uno de (los símbolos) más universalmente extendidos. Este paso
es el de la tierra al cielo, el del estado humano a los estados suprahumanos,
el de la contingencia a la inmortalidad, el del mundo sensible al mundo supasensible.
Diversas leyendas de Europa oriental hablan de puentes de metal (5).
Esta simbología
penetró, incluso, al cristianismo: la visión de San Pablo menciona símbolos
parecidos. Es muy notable, agregan, que el título de pontifex,
que fue el del emperador romano y continúa siendo el del Papa, significa
“Constructor de puentes”. El pontífice es a la vez el constructor y el
puente mismo, como mediador de cielo y tierra (6). En la tradición galesa
existe un aforismo que reza “Quien sea jefe, que sea puente”. El rey
Arturo, como rey, es decir el puente entre cielo y tierra. En las
tradiciones del Islam se describen la travesía del Puente o Sirat que permite
acceder al paraíso, pasando por encima del infierno. Más adelante agregan
estos autores:
Todas estas
tradiciones confirman la simbólica del puente: lugar de pasaje y de
prueba. Pero le dan una dimensión moral, ritual y religiosa ( ) la simbólica
general del puente y su significación onírica: un peligro a superar, pero
igualmente la necesidad de un paso a atravesar. El puente pone al hombre
sobre una vía estrecha, donde encuentra ineluctablemente la obligación de
escoger. Y su elección lo condena o salva (7).
Veamos ahora las
formas y circunstancias en que los hombres y mujeres de la progenie Zubillaga
han actuado como mediadores, intermediarios, y en suma como puentes en diversas
y distintas situaciones que les han tocado vivir desde que en 1794 llegó el
primer Zubillaga a Carora, Don Agustín Luis de Zubillaga como Administrador de
la Real Hacienda. Como funcionario real debió de actuar como un árbitro,
un mediador entre la Corona española y sus Súbditos americanos. Años
después, al estallar la Guerra de Independencia tomó partido por la República
al servirle como contralor de los Hospitales del Ejército de Colombia, lo que
le permitió, dice Perera, hacer todo el bien posible a los que perseguía el
gobierno español (8) “que fue un bienhechor de todos aquellos infelices que se
les perseguía por afectos al sistema de Independencia” (9). Su conducta
siempre pacífica y cordial le salvó de ser objeto del Decreto de Guerra a
Muerte expedido por Bolívar en Trujillo. (10).
Uno de sus hijos,
José María Zubillaga (Perera), nació en Carora el 20 de agosto de 1808.
Una pequeña biografía escrita en el siglo XX por un descendiente suyo, Cecilio
“Chío” Zubillaga Perera, dice que “fue sujeto de bastante distinción en Carora,
en diversas actividades de la vida social (11). Como activo mediador
cultural, según la expresión de Michel Vovelle, participó de la cultura de
élites, pues se adiestró “en escritura, lectura y números en el Bufete
particular de don Agustín” (12). Como su padre, fue también Administrador
de Rentas y gracias a su competencia y honradez fue posible sostener, con el
Tesoro local, cinco Escuelas de Primeras Letras en el Cantón. Años más
tarde fue revolucionario contra el gobierno de José Gregorio Monagas, por lo
que fue procesado en 1854. En 1863, en un gesto que caracteriza a los
Zubillaga, fue conducido a prisión por el simple hecho de haber protestado
contra el saqueo de su pequeña propiedad pecuaria por parte de las tropas
federales. Agrega “Chío” que José María le valió obtener su libertad por
sus relaciones amistosas, siempre cordiales y consecuentes con el General León
Colina (13).
Ya nos hemos hablado lo suficiente sobre el Br. Antonio María
Zubillaga (1841-1924) unas páginas más atráC y destaquemos ahora un rasgo
excepcional y único de la familia Zubillaga al constituirse como los
permanentes mayordomos de la Cofradía del Santísimo Sacramento. En 1828 Agustín
Luis de Zubillaga era
Alcalde Segundo Municipal y Mayordomo de la Cofradía del Sacramento (14); su
hijo, José María, lo era en 1869, oportunidad cuando existían en la ciudad
otras nueve cofradías (15). Y en el siglo XX esta saga continuará,
pues al morir el Br.
Antonio María en 1824, le sucedió como conductor de la hermandad más antigua y
famosa de Carora su hijo José María Zubillaga Perera, el cual fue electo para
tan importante institución eclesial, aglutinadora de lo social, el día 13 de
abril de 1924 (16). No todo quedó allí pues al fallecer José María le
sucedió como Mayordomo del Sacramentado el Sr. Pablo Jesús Zubillaga Herrera,
Mayordomo de la Cofradía hasta su fallecimiento en octubre de 1980, y le ha
sucedido hasta el presente su hijo mayor Pablo Jesús Zubillaga Carrasco.
Quiere decir que
desde que el primer Zubillaga en llegar a Carora se anotó como hermano de la
cofradía del Sacramentado, el 15 de febrero de 1803 (17) hasta los días que
corren, han transcurrido 202 años en los que la familia Zubillaga, han dirigido
la Cofradía más antigua, de mayor renombre y cantidad de cófrades. Han
sido dos siglos en los que esta notable estructura de solidaridad de base
religiosa ha soportado y sobrevivido al pensamiento ilustrado, al positivismo,
discursos del progreso que intentan destronar la eternidad (18). ¿Qué ha
permitido esta notable pervivencia? En un primer lugar y como ya lo hemos
destacado, Carora ha sido un pueblo reconcentrado, cerrado al exterior y que se
cocinó en su catolicismo gracias al rito, a la repetición: vuelta de la fecha
sagrada (19) más que la profana, y a la “lectura colectiva” de una lengua
sagrada, el latín, ligada a un orden de poder ultra terrenal (20).
El historiador
colombiano Germán Arciniegas nos dice en su Bibliografía del Caribe, obra publicada por vez primera en
1945, que Francisco de Miranda y su destino fue vaticinado por la
heráldica. La descripción de su blasón empieza así: “Un escudo de campo
roxo y en él colocados cinco medios cuerpos de doncellas sin adorno. . .”
(21). De modo similar el puente de la heráldica vaticinó el destino de la
muy caroreña familia Zubillaga. Custodios de la fe en la Sagrada
Eucaristía, junto a los Párrocos, cuyos ancestros y defectos eran conocidos por
todos los oyentes de sus celebraciones, eran todavía los intermediarios
directos entre los feligreses y la divinidad. Es que el gran mérito de
las concepciones del mundo religiosas, tradicionales, dice Anderson, (que
naturalmente deben distinguirse de su papel en la legitimación de sistemas
específicos de dominación y explotación) ha sido su preocupación por el
hombre-en-el-cosmos, el hombre como un ser de especie, y la contingencia de la
vida (22).
Impulsados por
estos sentimientos eternos de lo humano, fundó el Pbro. Dr. Carlos Zubillaga la
Cofradía de la Inmaculada Concepción en la Iglesia de San Dionisio en “Homenaje
a su divina aparición en Lourdes”. Con ayuda de su mayordomo ¡otro
Zubillaga!, Ramón, celebraba fiestas en honor a Nuestra Señora de Lourdes el 12
de febrero de 1909, e hizo un trono para su imagen que costó 96
bolívares. Al hacer a Nuestra Señora de Lourdes Patrona de la Parroquia,
trajeron floreros de Europa en octubre de 1909 y construyeron una gruta que
sirve al altar (23).
Pero no se crea que
las mujeres apellidadas Zubillaga no accedían a cargos de alguna importancia,
pues por vía del ejemplo, al morir en 1939 el Mayordomo de esta Cofradía, el
Señor Pedro Adrián Zubillaga, fue nombrada sin realizar elecciones como
Mayordoma la Señora María Zubillaga de Riera el 30 de abril de 1939 (24).
Los Zubillaga, así
como el resto de la “godarria caroreña” (la expresión es de Chío Zubillaga)
constituían pequeños enclaves de gente alfabetizada entre grandes multitudes de
iletrada. Sacerdotes, sacristanes y mayordomos eran estratos estratégicos
de una jerarquía cosmológica cuya cúspide era divina, como personas que sabían
leer y escribir, los Zubillaga construyeron la memoria colectiva de un
pueblo. No de otra manera nos hubiésemos enterado que el 12 de abril de
1924 fue nombrado un nuevo Mayordomo de la Cofradía del Sacramentado al morir
el Sr. Antonio María Zubillaga y que por votación resultó elegido el Sr. José
María Zubillaga Perera, hijo del anterior, por 68 votos, y que, además, José
María derrotó a Ramón Pérez Alvarado, quien obtuvo 01 votos, al Dr. Agustín
Zubillaga (01 votos) y al señor Juan Bautista Zubillaga (01 votos). Este
acto tuvo por escenario la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista y firmó como
su párroco el Pbro. J. Mardoqueo Perera. El documento va acompañado de 68
firmas de hermanos, de entre las cuales destacan siete de apellidos Zubillaga,
a saber Gilberto, Pedro Adrián, Juan Bautista, Carlos Zubillaga Silva, José
María Zubillaga Riera, Rosana y Cecilia (26)
La mano de los
Zubillaga registró para la posteridad las misas celebradas por el alma del
difunto Br. Federico Carmona (fundador de El Impulso en 1904)
el 22 de octubre de 1928 (27), la misa por el difunto hermano Dr. Lucio Antonio
Zubillaga (28) (Vicerrector del Colegio Federal Carora); la suma de bs. 15 por
3 misas que se le aplican por los hermanos difuntos Dr. Ramón Pompilio Oropeza
(Rector del Colegio Federal Carora), Felipa S. de Meléndez y Matilde S. de
Zubillaga Perera el 31 de marzo de 1937 (29), la misa por el difunto hermano
José Herrera Oropeza, fundador de El
Diario de Carora en 1919.
Los amables y
gentiles hombres y mujeres de apellido Zubillaga han sido en la historia de
Carora verdaderos y efectivos intermediarios culturales: a medio
camino entre la cultura de las elites y la cultura popular, según la expresión
del historiador marxista francés Michel Vovelle. Un puente entre los de arriba
y los de abajo y que ha tenido su expresión mayor en la figura de Cecilio
Zubillaga Perera.
El Archivo Zubillaga en 2022.
En el presente año
de 2002 ha sido trasladado y digitalizado el Archivo Zubillaga, gran logro de
la cultura en rescate de la memoria colectiva de Carora y del Municipio Torres.
Fue iniciativa del Cantón Carora y del ingeniero Cruz Mario Zubillaga, su
celador y quien lo mantenía hasta hace poco tiempo en su hogar.
Un equipo de jóvenes dirigido por la abogada e
historiadora por la Universidad de Los Andes y mi exalumna Danny Gómez Timaure,
pone en orden y a disposición de investigadores este extraordinario repositorio
documental que alguna vez estuvo bajo custodia de Cecilio Chío Zubillaga. Es
una labor inmensa y de mucho cuidado que ellos realizan con gran entusiasmo y
dedicación.
Ocupa este excelente repositorio documental un
amplio y ventilado local de la Diócesis de Carora, frente a la Plaza Bolívar de
Carora, por gentil iniciativa del Obispo Carlos Curiel, un hombre sensible a
las manifestaciones del espíritu. Un nuevo capítulo de la historia se abre en
consecuencia, dije en la oportunidad en que se dio anuncio público de tan
magnifica iniciativa, el 2 de noviembre de 2021, en los salones de la Sociedad
Regional de Ganaderos de Occidente, Carora. Nuevos aspectos hasta ahora
ignorados de nuestro pasado se conocerán entonces. En hora buena.
Citas.
1 Véase Censillo, Luis. Los mitos,
sus mundos y su verdad 1988. Chevalier, Jean y Alain
Gheerbrannt Diccionario de símbolos 1999. Jung, Carl
Gustav. El hombre y sus símbolos 1997. Eliade,
Mircea. Tratado de historia de las religiones 2000. “Función
de los símbolos” P. 627 y ss. Freud, Seguismund. Obras completas 1948.
Lévi-Strauss Antropología estructural 1976.
2 Perera, Ambrosio. Historial
genealógico de familias Caroreñas. 1967. T.I. P. 257 y ss.
Op
cit. P. 258.
3 Jung, Carl
Gustav. El Hombre y sus símbolos. 1997 y un enfoque psicoanalítico
de las imágenes muy sugerente se encuentra en Visto y no visto. El
uso de la imagen como documento histórico 2001 de Peter Burke. P. 216
a 218.
5.Chevalier y
Gheerbrannt. Diccionario de símbolos. 1999. P. 853.
6. Ibídem.
5. Op.
Cit. P. 854.
6. Perera.
Op. Cit. P. 259.
7. Perera.
Op. Cit. P. 260.
8. Op.
Cit. P. 261.
9. Perera. Op.
Cit. T. II. P, 151.
10. Ibídem.
11. Ibídem.
12. Libro
Mayor de la Cofradía de Las Ánimas. 1801-1869. Folio 102v.
13. Libro
Mayor de la Cofradía de Jesús en La columna y Glorioso Mártir San George 1869.
F. 7 y 8.
14. Libro
de la Cofradía del Santísimo Sacramento 1905-1996. F. 85.
15. Libro
de la Cofradía del Santísimo Sacramento 1786-1836 (N° 89) Folio 94.
“Agustín Subillaga, Administrador de la Real Hacienda”.
16. Cf.
Paz, Octavio. Pasión Crítica 1990. Entrevista con Rita
Guibert. P. 37 a 103.
17. Ibid.
P. 89.
18. Anderson,
Benedit. Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la
difusión del nacionalismo 1993. P, 30 y 31. 19. P. 433 de
la octava edición, junio 1964. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, Argentina.
20. Anderson. Op.
Cit. P. 27.
21. Libro
de Recibos de la Cofradía de la Inmaculada Concepción.
11-02-1908. Folios 3 al 11.
22. Ibid.
Folio 71.
23. Bloch,
Marc. La Sociedad Feudal. 1961, vol I, P. 83.
24. Libro
17 de la Cofradía del Santísimo Sacramento 1841-1924. Folio 120.