En
el ya lejano año 1970 esperaba en una larga cola que emitieran mi carnet de
estudiante de la Universidad Central de Venezuela en la magnífica Plaza del
Rectorado de esa eminente casa de estudios. Contaba con 17 años de edad y
procedía de Carora, remota ciudad del semiárido occidental larense venezolano.
De
pronto vi venir un trio de jóvenes apuestos y bien vestidos que entregaban con
cierta decencia unas hojas impresas en rudimentario multígrafa titulada: La Promesa Balfour. La leí con interés
por su llamativo y curioso título. En ella se daba cuenta de los orígenes
históricos del Estado de Israel en 1948, pero retrocedía hasta el emblemático año
1917 cuando el Ministro de Exteriores británico Arthur Balfour (1848-1930) ofrecía
a los judíos de la diáspora un hogar nacional para el pueblo hebreo.
Eran
apenas 67 palabras las contenidas en esta Declaración
Belfort y que su mismo autor no podía medir las inmensas consecuencias que
ellas han tenido. Estas poquísimas letras son las primigenias responsables del
terrible y largo conflicto entre israelíes y palestinos que nos alcanza hasta
el presente con extrema virulencia.
Es
un documento clave para comprender el siglo XX y también el siglo XXI. Los
hebreos ven en él su partida de nacimiento como Estado, en tanto que los
palestinos lo califican de “gran traición”. Inglaterra era la primera potencia
mundial en 1917 y dio respaldo al recién creado movimiento sionista para darle
a los judíos un territorio que por entonces estaba en manos del decadente Imperio
Turco.
Eran
los terribles años de la Primera Guerra Mundial y Alemania daba signos de una
inminente derrota en 1918. En Rusia los Bolcheviques toman el poder en un
incruento golpe de estado planificado por Lenin y sus secuaces. Es en
consecuencia 1917 un año clave que explicaría buena parte de la historia global
en lo sucesivo.
La Declaración Balfour, firmada el 2 de
noviembre de 1917, es demasiado breve y está por consiguiente llena de
ambigüedades: ¿Qué es un hogar nacional? Una pregunta que nos acecha y que
hasta el mismo teórico de la nación Benedict Anderson vio con recelo y
desconfianza. El texto señalaba específicamente que "no debía hacerse nada que
pudiera dañar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías
existentes en Palestina".
Pero ha sucedido todo lo contrario. El pueblo judío que acababa de
sufrir el holocausto ordenado por Hitler la cargó de manera inmisericorde contra
el sufrido pueblo palestino y ha creado el más gigantesco programa de la historia: la inhumana y terrible Franja de Gaza.
Pero volvamos a mis años de estudiante en la UCV. Me sorprendió la
audacia de aquellos jóvenes hebreos que repartían La Promesa Balfour en aquella universidad tomada por la izquierda
pro soviética y pro cubana e insurreccional, que acababa de acogerse a la
pacificación ofrecida por el presidente Dr. Rafael Caldera en su primer
gobierno (1968-1973). La universidad acababa de ser allanada militarmente en
1969 y volvería a sufrir una segunda intervención militar en 1970.
Era frecuente ver en nuestra alma mater, dirigida entonces por el Rector
Dr. Jesús María Bianco, arengas, carteles y pintas contra el presidente
estadounidense: Juicio a Richard Nixon, la horrible guerra de Vietnam, la
invasión a Camboya, y a favor de la errática Revolución Cultural de Mao Tse
Tung, la Revolución cubana de Castro y el Ché Guevara, el nacionalismo panárabe
de Nasser, la Renovación Universitaria inspirada en el Mayo francés de 1968.
El muchacho imberbe y provinciano que era yo no podía entender y digerir
aquellas complicadas y espinosas situaciones que me rodeaban. Debí, forzado,
abandonar ese escenario de conflictos tras el segundo allanamiento de la UCV en
noviembre de 1970 e irme a refugiar a la Universidad de Los Andes merideña del
Rector Pedro Rincón Gutiérrez, casa de estudios que se mantuvo abierta.
En esta eminente universidad
serrana y su flamante Escuela de Historia entendí que los judíos, la
descendencia de Abraham, son judíos para siempre, cualesquiera que sean los
pasaportes que lleven o las lenguas que hablen o lean, según escribe Anderson.
Que ellos son en buena medida artífices del moderno capitalismo, como valora
Werner Sombart. Y que son los fundadores del Hollywood californiano, lugar que
asumieron como la “tierra prometida”, al decir de Paul Johnson.
Como
soy historiador de oficio a la manera blocheana y docente en todos los niveles
de la educación venezolana, les presento a ustedes la escueta y lacónica Declaración Balfour que los muchachos
hebreos de Caracas escribieron como Promesa
Balfour, para que saquen ustedes sus propias conclusiones:
Estimado Lord
Rothschild.
Tengo gran placer en enviarle a usted, en nombre del
gobierno de su Majestad, la siguiente declaración de apoyo a las aspiraciones
de los judíos sionistas que ha sido remitida al gabinete y aprobada por el
mismo.
'El gobierno de su Majestad ve favorablemente el
establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y usará
sus mejores esfuerzos para facilitar el logro de este objetivo, quedando
claramente entendido que no debe hacerse nada que pueda perjudicar los derechos
civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o
los derechos y el estatus político que disfrutan los judíos en cualquier otro
país'.
Estaré agradecido si usted hace esta declaración del
conocimiento de la Federación Sionista.
Arthur Balfour
Carora,
República
Bolivariana de Venezuela,
martes 21 de marzo de 2023.