Es el inquietante y llamativo título de una monumental novela histórica de unas 940 páginas escrita por el lingüista y dramaturgo peruano Rafael Dumett (Lima,1963) y que ha cosechado resonantes y emotivos reconocimientos en Perú, Latinoamérica y España. Desde su publicación en 2018 y luego de ser rechazada por varias editoriales en su país, se ha convertido en una novela de culto. Los críticos se atreven a decir, a contrapelo de Mario Vargas Llosa, que es la mejor novela peruana del siglo presente.
Tras once años de investigación rigurosa en archivos y
bibliotecas, así como su experiencia vivencial, Dumett nos narra el traumático
acontecimiento, que aun gravita en el presente en la psiquis de los peruanos
como una obsesión histórica, el secuestro del Inca Atahualpa por los barbudos y
malolientes conquistadores españoles comandados por Francisco Pizarro a
comienzos del siglo XVI, y el plan para liberarlo por parte de sus fieles y que
le da nombre a la novela, ahora publicada por la prestigiosa Alfaguara.
El rechazo inicial de la novela por las editoras se
debe, dice su autor, a que Lima no mira hacia el “Perú profundo” del cual nos
habló el historiador Jorge Basadre en 1947, dramática realidad que se mantiene
en la actualidad en este país suramericano conmovido por la turbulencia y el
caos desde hace varios años. Es el “Perú oficial” que desprecia e ignora a los
indígenas descendientes de los incas, y que Dumett se atreve colocar allí al
Nobel de Literatura peruano, ahora residente en España.
En la novela se cuenta la historia de Yunpacha,
Oscollo, Canchis o Salango, el espía que tuvo un nombre diferente para cada
época de su vida y de sus planes para rescatar al Inca Atahualpa prisionero de
los españoles, estamos hablando de noviembre de 1532.
La novela de Dumett es una respuesta a la pregunta de
Mario Vargas Llosa: ¿Cuándo se jodió el Perú?, pregunta que se hace un
personaje de su novela Conversación en la
catedral, publicada en 1969. El Perú “jodido”, dice Homero Carvalho Olivo, ese país marcado por el
atraso, la dependencia, el racismo, la injusticia, la pobreza, los abismos
sociales y un largo etcétera, tiene su origen en el trauma fundacional de la
conquista española, que ha quedado fijado en el imaginario nacional en el drama
de Cajamarca. Dumett se acerca a esa “escena primaria” desde una perspectiva
andina, y por eso cabe hablar de una respuesta arguediana a la pregunta
vargasllosiana”.
Según Vergara Paniagua: “Esta novela es también
una reflexión sobre cómo se cuenta la historia, quién la escribe y quién la
borra. Junto al espía el otro gran personaje es el quipu y el poder de sus
nudos”. Esta reflexión sobre la novela histórica de Dumett, nos recuerda la
extraordinaria obra Los vencidos, editada
en 1971, del antropólogo e historiador francés Nathan Wachtel para el caso de
Perú, así como la notable obra de Miguel León-Portilla para la conquista de México:
Visión de los vencidos (1959). Una
historia contada por los que pierden en esa hecatombe histórica que comenzó en
1492. La victoria de los cristianos sobre los aborígenes americano solo fue
posible, en ambos casos, a la colaboración activa y decisiva de etnias y elites
indígenas. Resulta entonces claro, dice Carlos
García-Bedoya Maguiña, que el discurso de los vencidos es plural y heterogéneo,
y que construye memorias divergentes, cuando no francamente contradictorias.
El espía del Inca es una obra, ya emblemática, que destruye varios mitos acerca de la
conquista, tanto de la leyenda negra como de la leyenda blanca de este proceso
que aún despierta enconados debates. La lectura de esta genial y primera novela
de Dumett cobra relevancia y actualidad en estos momentos cuando el Perú vive
momentos muy angustiosos desde el pasado mes de diciembre de 2023, cuando ese Otro
Perú salió a la calle a reclamar lo que considera una justa reivindicación
histórica: ser tomados en cuenta.